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lunes, 11 de abril de 2011

Jesús, curador de la vida


Por Arnaldo Zenteno S.J.
Del Equipo de Servicios CNP. Comunidades Eclesiales de Base de Nicaragua
Publicado por Adital
Acompañando a los enfermos-enfermas de VIH-Sida
y siendo acompañadas-acompañados por ellas.
(*material de reflexión para un encuentro con Religiosas-os).

1.- El punto de partida es escuchar el clamor de estas enfermas y enfermos. Sentir vivamente su dolor, la discriminación que sufren en sus propias familias, en la escuela, en el trabajo, en la misma iglesia. Sentir también la discriminación y el señalamiento que alcanza a sus propios hijos e hijas. Sentir dolor e indignación ante esa discriminación y ante el crimen de las grandes y riquísimas empresas farmacéuticas que venden tan caros los retrovirales, y que presionan e impiden con el falso pretexto de sus patentes, que se distribuyan y vendan baratas las medicinas genéricas para estos enfermos. Y junto con ese sentir ante su clamor, pedir la gracia de que se nos conmuevan las entrañas como a Jesús y que actuemos como El. El punto de partida también incluye el estar abiertos-as a aprender de estos enfermos y enfermas lo que nos enseñan sobre la vida, el amor a la vida, el enfrentar tanto dolor y discriminación y así dejarnos también acompañar por ellos para servir más fielmente a Jesús en esta pastoral con estas hermanas y hermanos especialmente excluidos y discriminados.


2.- Lo central en nuestro acompañamiento, es acompañar como Jesús lo hizo, y lo quiere seguir haciendo a través de nosotras-os. Un dato innegable del Evangelio es la relación que Jesús hace entre el anuncio del Evangelio, de la Buena Noticia del Reino y la curación de los enfermos. Estos son dos pilares de sus palabras y de su actuar, y eso mismo lo da como Misión a los discípulos-discípulas que de dos en dos llevan su Buena Noticia.


3.-Y algo muy importante en el actuar de Jesús es que de cara a los enfermos y enfermas, se le estremecen las entrañas. O sea es algo que brota de lo más íntimo de su corazón y que es señal y manifestación de la Ternura, de la Misericordia de Dios para con sus hijas e hijos enfermos.


4.- Las curaciones que realiza Jesús no solo ven por la salud física del enfermo-a, sino también y con igual importancia por su integración en la familia y la sociedad. En la sociedad de su tiempo, como podemos ver por leyes del Antiguo Testamento y por prácticas en tiempo de Jesús, los enfermos y las enfermas eran considerados impuros. Y para cojos, ciegos y no se diga leprosos aun el acceso al Templo estaba prohibido. La Mujer que llamamos hemorroisa, no solo tenía su sangrado que le llevó a gastar todo su dinero con los médicos, sino que era considerada impura, y no debía haberse atrevido a tocar a Jesús.. Cuando Jesús cura a las enfermas y enfermos, los invita a volver a su familia, a presentarse en el Templo etc..y en todo caso, se pueden ya integrar de nuevo a la sociedad.- pensemos cómo esto se aplica a las enfermas-enfermos de VIH-Sida tan discriminados y apartados de la sociedad..


5.- Jesús se acerca las excluidas y excluidos, y los invita a su mesa, come con ellas y con ellos.


a) Algo que escandalizó especialmente a los fariseos y a los "cumplidores de la Ley” es que Jesús comía con publicanos y pecadoras. Y en la parábola del banquete, dice a sus servidores que inviten a todos, a los cojos, a los ciegos…a todos los excluidos. Sin duda las y los enfermos del VIH-Sida son de los más excluidos del banquete, de la mesa común en nuestra sociedad,y tal vez también de nuestras parroquias, escuelas y proyectos. Y no solo ellas-ellos, sino muchas veces también sus hijitas e hijitos.


b) Un caso especial –y que tiene que ver con nuestra reunión-es la actitud de Jesús con las y los leprosos. Ellas y ellos( Leprosos y/o enfermos de psoriasis y otras enfermedades de la piel que los hacía repugnantes ante los "limpios”) eran alejados, eran discriminados. En el caso de los 10 leprosos, Lucas nos dice que le gritan de lejos que los sane. Jesús les dice que se presenten en el templo, como los demás podían hacerlo,y el camino quedan curados(Lc 17,14). Desde el comienzo de su Evangelio Marcos nos dice: "Se le acercó un leproso (notemos se le acercó o sea Jesús con su actitud facilitaba se le acercara) y le suplica: Si quieres puedes sanarme. Jesús se compadeció, extendió la mano, lo tocó y le dijo: lo quiero queda sano”(Mc.1,40-41) (Notemos Jesús se compadece y lo toca…) Y luego lo envía a presentarse al templo, rompiendo la discriminación que había padecido.

Con toda razón podemos pensar que un equivalente a los llamados leprosos de aquel tiempo son las y los enfermos del VIH-Sida, con el agravante de que el temor al contagio, temor desproporcionado que hace ver contagio hasta en darles la mano- hace que se les discrimine más en la vida social, en las escuelas, aun en los hospitales. Es bueno que reflexionemos si a nivel Iglesia, igualmente están discriminados, y podemos revisar nosotros mismos cómo los vemos, cómo actuamos con ellos y con sus hijitas e hijitos, qué actitudes tenemos.


6.- Mi propuesta de trabajo en común para el día de hoy, es la siguiente:


A) Empezar por compartir nuestra experiencia, nuestras actitudes, nuestros anhelos y nuestros temores ante las y los enfermos del VIH-Sida


B)Comentar lo que les acabo de plantear sobre la actitud y acciones de Jesús ante las y los enfermos y su exclusión social


C) Profundizar en ello, reflexionando en algunos párrafos del capítulo 6 del Libro de José A. Pagola: Jesús, aproximación histórica. Jesús Curador de Vida. Para facilitar esto, he dividido el texto de Pagola en 5 apartados para que se puedan hacer 5 Grupos. Cada grupo ve un apartado y se pregunta: Esto ¿qué tiene que ver con nuestra pastoral, nuestro acompañamiento con las y los enfermos del VIH-Sida? ¿Qué podremos hacer en esta línea siguiendo a Jesús?


D) Actuar.- en el plenario ¿Qué conclusiones bien concretas pastorales sacamos de esta reunión para nuestra pastoral o al menos para nuestro acercamiento con Jesús y como Jesús con las enfermas y enfermos del VIH-Sida?. Y no se trata solo para acompañarlos , sino también de abrirnos a aprender de ellas y ellos, y además se trata de querer ser acompañados por ellas y ellos en nuestro mismo servicio pastoralY terminemos con una oración pidiendo ser fieles al llamado que Jesús nos hace desde el clamor y anhelos de estas enfermas y enfermos.


[Arnaldo Zenteno S.J. Proyecto CEB Samaritanas].


*************


CAPÍTULO 6: JESÚS CURADOR DE VIDA. Para el trabajo en Grupos.

Texto (párrafos entresacados) del Libro de Pagola: Jesús. Aproximación Histórica.


1.-JESUS PROCLAMA EL REINO DE DIOS CURANDO, POTENCIANDO LA VIDA.


Jesús, el poeta de la misericordia de Dios hablaba con parábolas, pero también con hechos. Los campesinos de Galilea pudieron comprobar que Jesús, lleno del Espíritu de Dios, recorría sus aldeas curando enfermos, expulsando demonios y liberando a las gentes del mal, la indignidad y la exclusión. La misericordia de Dios no es una bella teoría sugerida por sus parábolas. Es una realidad fascinante: junto a Jesús, los enfermos recuperan la salud, los poseídos por el demonio son rescatados de su mundo oscuro y tenebroso. Él los integra en una sociedad nueva, más sana y fraterna, mejor encaminada hacia la plenitud del reino de Dios.


Jesús seguía sorprendiendo a todos: Dios está llegando, pero no como el "Dios de los justos”, sino como el "Dios de los que sufren”. El profeta del reino de Dios no tiene ninguna duda: lo que a Dios le preocupa es el sufrimiento de los más desgraciados; lo que le mueve a actuar en medio de su pueblo es su amor compasivo; el Dios que quiere reinar entre los hombres y mujeres es un "Dios que sana”. Así dice una antigua tradición de Israel: "Yo soy Yahvé, el que te sana” (Éxodo 15(26). Las fuentes cristianas lo afirman de manera unánime: "Recorría toda Galilea... proclamando la buena noticia del reino y curando toda enfermedad y dolencia en el pueblo” (Mateo 4,23. también Marcos 1,39; Mateo 9,35; Lucas 6,18, etc.).


A diferencia del Bautista, que nunca curó a nadie, Jesús proclama el reino de Dios poniendo salud y vida en las personas y en la sociedad entera. Lo que Jesús busca, antes que nada, entre aquellas gentes de Galilea no es reformar su vida religiosa, sino ayudarles a disfrutar de una vida más sana y más liberada del poder del mal. En la memoria de los primeros cristianos la primera mirada de Jesús no se dirige hacia los pecadores que necesitan ser llamados a conversión, sino hacia los que sufren la enfermedad o el desvalimiento y anhelan más vida y salud. El evangelio de Juan entiende la actividad de Jesús como enteramente encaminada a potenciar la vida "Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10,10) La "vida eterna” de la que habla este escrito comienza en esta vida y alcanza suplenitud en el encuentro definitivo con Dios.


LA ENFERMEDAD COMO EXPERIENCIA SOCIAL DOLOROSA Y DE EXCLUSION


La enfermedad no es solo un hecho biológico. Al mismo tiempo es una experiencia que el enfermo interpreta, vive y sufre según el modelo cultural de la sociedad en que vive.

¿Cómo se vivía la enfermedad en aquellas aldeas que recorría Jesús?, ¿cómo les afectaba a aquellos campesinos?, ¿cómo reaccionaban sus familiares y vecinos?, ¿qué hacían para recuperar la salud? Los antropólogos suelen distinguir entre la patología o disfunción orgánica (disease), a la que se responde tratando de curar el mal biológico , y la enfermedad como experiencia vivida socialmente dentro de una cultura (illness), a la que se responde tratando de sanar las consecuencias dañosas tanto para el individuo como para el grupo social.


Los enfermos a los que Jesús se acerca padecen dolencias propias de un país pobre y subdesarrollado: entre ellos hay ciegos, paralíticos, sordomudos, enfermos de la piel, desquiciados. Muchos son enfermos incurables, abandonados a su suerte e incapacitados para ganarse el sustento; viven arrastrando su vida en una situación de mendicidad que roza la miseria y el hambre. Jesús los encuentra tirados por los caminos, a la entrada de los pueblos o en las sinagogas, tratando de conmover el corazón de la gente. Estos campesinos perciben su enfermedad no tanto como una dolencia orgánica, sino como una incapacidad para vivir como los demás hijos de Dios.Lo que anhelan estos enfermos no es solo la curación de una dolencia, sino poder disfrutar como los demás de una vida más plena.


Los leprosos sufrían su enfermedad de manera diferente. En realidad no son víctimas de la "lepra” , sino gentes afectadas por diversas enfermedades de la piel (soriasis, tiña, erupciones, tumores, eccemas...) que, cuando se extienden por todo el cuerpo, resultan repugnantes. El término hebreo , que se suele traducir de ordinario como "lepra”, no es la que la medicina actual conoce como "enfermedad de Hansen” (descubridor del mycobacterium leprae en 1868), sino que abarca un conjunto de enfermedades de la piel que, al producir decoloración, erupciones, llagas purulentas, etc., producen repugnancia (Levítico 13).

La tragedia de estos enfermos no consiste tanto en el mal que desgarra físicamente su cuerpo cuanto en la vergüenza y humillación de sentirse seres sucios y repulsivos a los que todos rehúyen. Su verdadero drama es no poder casarse ni tener hijos, no participar en las fiestas y peregrinaciones, quedar condenados al ostracismo.


También los enfermos de Galilea, como los de todos los tiempos, se hacían la pregunta que brota espontáneamente desde toda enfermedad grave: "¿Por qué?”, "¿por qué yo?”, "¿por qué ahora?”.En las aldeas que visitaba Jesús, la gente veía de ordinario en la ceguera, la lepra o cualquier otro tipo de enfermedad grave el castigo de Dios por algún pecado o infidelidad. Según el evangelio de Juan, al ver a un ciego de nacimiento, los discípulos preguntan a Jesús: "Rabí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido así?” (9,2). Por el contrario, la curación siempre era vista como una bendición de Dios. Por eso, como Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, el pueblo de Israel esperaba que la intervención final de Dios traería una vida llena de salud para todos: temor al contagio, sino porque son considerados "impuros” que pueden contaminar a quienes pertenecen al pueblo santo de Dios. La prescripción era cruel: "El afectado por la lepra... irá gritando: "Impuro, impuro". Todo el tiempo que le dure la llaga quedará impuro. Es impuro y vivirá aislado”.

(Levítico 13,45-46)


Aunque los evangelios presentan a veces a los leprosos cerca de la gente y con acceso bastante fácil a Jesús, se piensa que las prescripciones del Levítico seguían vigentes en ese tiempo . En una sociedad como la de Galilea, donde el individuo solo puede vivir integrado en su familia y su aldea, esta exclusión significa una tragedia. La mayor angustia del leproso es pensar que tal vez ya no pueda volver nunca a su comunidad.


2.- JESUS MANIFIESTA LA MISERICORIDA DE DIOS ESPECIALMENTE CON LOS ENFERMOS Abandonados por Dios y por los hombres, estigmatizados por sus vecinos, excluidos en buena parte de la convivencia, estos enfermos constituyen, probablemente, el sector más marginado de la sociedad. Pero, ¿están realmente abandonados por Dios o tienen un lugar privilegiado en su corazón de Padre? El dato histórico es incuestionable: Jesús se dedica a ellos antes que a nadie. Se acerca a los que se consideran abandonados por Dios, toca a los leprosos que nadie toca, despierta la confianza en aquellos que no tienen acceso al templo y los integra en el pueblo de Dios tal como él lo entiende. Estos tienen que ser los primeros en experimentar la misericordia del Padre y la llegada de su reino. Su curación es la mejor "parábola” para que todos comprendan que Dios es, antes que nada, el Dios de los que sufren el desamparo y la exclusión.


El difícil camino de la curación


Todo enfermo anhela liberarse un día de su enfermedad para disfrutar de nuevo de una vida sana. Pero ¿qué podían hacer los enfermos y enfermas de aquellas aldeas para recuperar su salud? Al verse enfermo, el israelita acudía por lo general a Dios. Examinaba su vida, confesaba ante él sus pecados y le pedía la curación. Podía recitar uno de tantos salmos compuestos por enfermos y que estaban recogidos en las Escrituras: "Ten piedad de mí, Señor, sáname, que he pecado contra ti” (Salmo 40,5). La familia era la primera en atender a su enfermo. Los padres y familiares más cercanos, el patrón de la casa o los mismos vecinos ayudaban al enfermo a reconocer su pecado e invocar a Dios. Al mismo tiempo buscaban a algún curador de los alrededores.


En los escritos evangélicos se puede observar cómo los parientes se preocupan de sus enfermos (Marcos 1,30); los padres y las madres se preocupan de sus hijos (Marcos 7,25; 9,1718); los patronos hacen lo posible por ver curados a sus criados (Lucas 7,2-10); incluso los vecinos buscan la curación de los enfermos de la aldea (Marcos 2,3-4). Al parecer, no podían acudir a médicos profesionales( por lo que estos cobraban)


La actuación de Jesús debió de sorprender sobremanera a las gentes de Galilea: ¿de dónde provenía su fuerza curadora? Se parece a otros curadores que se conocen en la región, pero al mismo tiempo es diferente. Ciertamente no es un médico de profesión: no examina a los enfermos para hacer un diagnóstico de su mal; no emplea técnicas médicas ni receta remedios. Su actuación es muy diferente. No se preocupa solo de su mal físico, sino también de su situación de impotencia y humillación a causa de la enfermedad. Por eso los enfermos encuentran en él algo que los médicos no aseguraban con sus remedios: una relación nueva con Dios que les ayuda a vivir con otra dignidad y confianza ante él. Sin embargo, lo que más diferencia a Jesús de otros curadores es que, para él, las curaciones no son hechos aislados, sino que forman parte de su proclamación del reino de Dios. Es su manera de anunciar a todos esta gran noticia: Dios está llegando, y los más desgraciados pueden experimentar ya su amor compasivo. Estas curaciones sorprendentes son signo humilde, pero real, de un mundo nuevo: el mundo que Dios quiere para todos.


LA FUERZA CURADORA DE JESÚS


¿Cuándo descubrió Jesús su capacidad de curar? ¿Fue su fe en la misericordia de Dios lo que le empujó a intentar aliviar el sufrimiento de los enfermos o, por el contrario, fue el descubrimiento de su poder curador lo que le condujo a anunciar la cercanía de Dios y su venida salvadora? Nunca podremos responder a este tipo de preguntas. Pertenecen al mundo secreto de Jesús.


Lo cierto es que Jesús contagia salud y vida. Las gentes de Galilea lo sienten como alguien que cura porque está habitado por el Espíritu y la fuerza sanadora de Dios. Aunque, al parecer, Jesús utiliza en alguna ocasión técnicas populares, como la saliva, lo importante no es el procedimiento que pueda emplear en algún caso, sino él mismo: la fuerza curadora que irradia su persona. La gente no acude a él en busca de remedios o recetas, sino para encontrarse con él. Lo decisivo es el encuentro con el curador. La terapia que Jesús pone en marcha es su propia persona: su amor apasionado a la vida, su acogida entrañable a cada enfermo o enferma, su fuerza para regenerar a la persona desde sus raíces, su capacidad de contagiar su fe en la bondad de Dios. Su poder para despertar energías desconocidas en el ser humano creaba las condiciones que hacían posible la recuperación de la salud.


En la raíz de esta fuerza curadora e inspirando toda su actuación está siempre su amor compasivo. Jesús sufre al ver la enorme distancia que hay entre el sufrimiento de estos hombres, mujeres y niños hundidos en la enfermedad, y la vida que Dios quiere para sus hijos e hijas. Los evangelios, tan sobrios siempre para hablar de los sentimientos de Jesús, utilizan constantemente el verbo splanjnizomai para decir que cura a los enfermos porque se "compadece” de ellos: literalmente, "se le conmueven las entrañas” (Marcos 1,41; 9,22; Mateo 9,36; 14,14; 15,32; 20,34; Lucas 7,13).

Lo que le mueve es su amor a los que sufren, y su voluntad de que experimenten ya en su propia carne la misericordia de Dios que los libere del mal. Para Jesús, curar es su forma de amar. Cuando se acerca a ellos para despertar su confianza en Dios, liberarlos del mal y devolverlos a la Convivencia, Jesús les está mostrando, antes de nada, que son dignos de ser amados.


3.- EL ESTILO PROPIO DE JESÚS AL CURAR


Jesús cura siempre de manera gratuita. No busca nada para sí mismo, ni siquiera que los enfermos se agreguen a su grupo de seguidores. La curación que suscita la llegada del reino de Dios es gratuita, y así la tendrán que regalar también sus discípulos. Mateo lo indica al hablar de las instrucciones de Jesús a los Doce: "Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis” (10,8).


Jesús tiene su estilo propio de curar. Lo hace con la fuerza de su palabra y los gestos de sus manos. Jesús habla con el enfermo y le manifiesta su voluntad de que quede curado. Es uno de sus rasgos característicos. No pronuncia fórmulas secretas ni habla entre dientes, como los magos. Su palabra es clara. Todos la pueden escuchar y entender. Al mismo tiempo, Jesús "toca” a los enfermos. Las fuentes cristianas lo repiten una y otra vez, matizando su gesto con expresiones diversas. A veces Jesús "agarra” al enfermo para transmitirle su fuerza y arrancarlo de la enfermedad. Otras veces "impone sus manos” sobre él en un gesto de bendición para envolverlo con la bondad amorosa de Dios. En otras ocasiones "extiende su mano y lo toca”, para expresarle su cercanía, acogida y compasión. Así actúa sobre todo con los leprosos, excluidos de la convivencia. Jesús "agarra” (krátein) a la suegra de Simón (Marcos 1,30), a la hija de Jairo (Marcos 5,41) o al joven epiléptico (Marcos 9,27). "Impone sus manos” (epitíthenai) sobre la mujer encorvada (Lucas 13,13), sobre el ciego de Betsaida (Marcos 8,23) o sobre cada uno de los numerosos enfermos que le traen en Cafamaúm a la puesta del sol (Lucas 4,40). "Extiende la mano y toca” (háptein) al leproso en Marcos 1,41.


Las manos de Jesús bendicen a los que se sienten malditos, tocan a los leprosos que nadie toca, comunican fuerza a los hundidos en la impotencia, transmiten confianza a los que se ven abandonados por Dios, acarician a los excluidos. Era su estilo de curar.


4.- LA ACCION SANADORA DE JESÚS ES INTEGRAL


Jesús no aportaba solo una mejora física. Su acción sanadora va más allá de la eliminación de un problema orgánico. La curación del organismo queda englobada dentro de una sanación más integral de la persona. Jesús reconstruye al enfermo desde su raíz: suscita su confianza en Dios, lo arranca del aislamiento y la desesperanza, lo libera del pecado, lo devuelve al seno del pueblo de Dios y le abre un futuro de vida más digno y saludable.


¿Cómo lo hace? Jesús comienza por reavivar la fe de los enfermos.


De diversas maneras se esfuerza para que confíen en la bondad salvadora de Dios, que parece haberles retirado su bendición. Las fuentes cristianas lo recogen como algo esencial de su acción curadora: "No temas, solo ten fe”; "todo es posible para el que cree”; ayuda a los enfermos a acoger a Dios en el interior de su experiencia dolorosa. Jesús trabaja el "corazón” del enfermo para que confíe en Dios, liberándose de esos sentimientos oscuros de culpabilidad y de abandono por parte de Dios. Jesús lo cura poniendo en su vida el perdón, la paz y la bendición de Dios.


-LA ENFERMEDAD Y LA MARGINACION SOCIAL. LA SALUD Y LA INCORPORACION SOCIAL


Al mismo tiempo, Jesús lo reconcilia con la sociedad. Enfermedad y marginación van tan estrechamente enlazadas que la curación no es efectiva hasta que los enfermos no se ven integrados en la sociedad. Por eso Jesús elimina las barreras que los mantienen excluidos de la comunidad. La sociedad no ha de temerlos, sino acogerlos. Las fuentes cristianas describen de diversas maneras la voluntad de Jesús de incorporar de nuevo a los enfermos a la convivencia: "Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”; "vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio”; "vete a tu casa con los tuyos y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo” (Marcos 2,11; 1,44; 5,19). Tal vez María de Magdala no tenía familia y Jesús, después de expulsar de ella "siete demonios” (Lucas 8,2), la acogió en su grupo de discípulos.


Es especialmente significativa su actuación con los leprosos, excluidos de la comunidad por su condición de impuros. Propiamente no le piden a Jesús que los cure, sino que los "limpie” y tenga con ellos esa "compasión” que no encuentran en la sociedad. Mientras recorría Galilea se le acercó un leproso suplicándole: "Si quieres, puedes limpiarme” (Marcos 1,40). En otra ocasión, a la salida de un pueblo, salieron a su encuentro diez leprosos, que le gritaban: "Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros” (Lucas 17,14).. Jesús reacciona con un gesto: extiende su mano y los toca. Aquellos hombres y mujeres son miembros del pueblo de Dios, tal como lo entiende Jesús. Al tocarlos, Jesús los libera de la exclusión. Su gesto es intencionado. No está pensando solo en la curación del enfermo; está haciendo una llamada a toda la sociedad. Está llegando el reino de Dios. Hay que construir la vida de otra manera: los impuros pueden ser tocados; los excluidos han de ser acogidos. Los enfermos no han de ser mirados con miedo, sino con compasión. Como los mira Dios.


5.-CONCLUSION.SIGNOS DE UN MUNDO NUEVO


Jesús no se limitó a aliviar el sufrimiento de los enfermos y endemoniados, sino que dio a su actividad curadora una interpretación trascendental: ve en todo ello signos de un mundo nuevo. Frente al pesimismo catastrófico que impera en los sectores apocalípticos, que lo ven todo infestado por el mal, Jesús anuncia algo sin precedentes: Dios está aquí. La curación de los enfermos y la liberación de los endemoniados, son su reacción contra la miseria humana: anuncian ya la victoria final de su misericordia liberando al mundo de un destino marcado fatalmente por el sufrimiento y la desgracia.


Probablemente, lo que mejor captaron todos fue la diferencia grande entre su actuación y la del Bautista. La misión del Bautista está pensada y organizada en función del pecado. Es su preocupación suprema: denunciar los pecados de las gentes y purificar de su inmundicia moral a quienes acuden al Jordán. Era lo que ofrecía a todos: un bautismo purificador para "el perdón de los pecados”. Por el contrario, la preocupación primera de Jesús es el sufrimiento de los más desgraciados. Las fuentes no presentan a Jesús caminando por Galilea en busca de pecadores para convertirlos de sus pecados, sino acercándose a enfermos y endemoniados para liberarlos de su sufrimiento. Su actividad no está propiamente orientada a reformar la religión judía, sino a aliviar el sufrimiento de quienes encuentra agobiados por el mal y excluidos de una vida sana. Es más determinante en su actuación eliminar el sufrimiento que denunciar los diversos pecados de las gentes. No es que no le preocupe el pecado, sino que, para Jesús, el pecado más grave y que mayor resistencia ofrece al reino de Dios consiste precisamente en causar sufrimiento o tolerarlo con indiferencia.


Las fuentes cristianas resumen la actuación de Jesús afirmando que se dedicaba a dos tareas: anunciar la buena noticia del reino de Dios y curar las enfermedades y dolencias en el pueblo. ("Recorría toda Galilea... proclamando la buena noticia del reino y curando toda enfermedad y dolencia en el pueblo” (Mt 4,23). Ese fue su empeño fundamental: despertar la fe en la cercanía de Dios luchando contra el sufrimiento. Por eso, cuando confía su misión a los discípulos, les encomienda la misma tarea. "Los envió a proclamar el reino de Dios y a curar”. (Lucas 9, 2) En otro lugar, el mismo Lucas dice: "Cuando entréis en una ciudad... curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: el reino de Dios está cerca de vosotros” (Lucas 10,9 / / Mateo 10,7-8). Jesús solo realizó un puñado de curaciones y exorcismos. Por las aldeas de Galilea y Judea quedaron otros muchos ciegos, leprosos y endemoniados sufriendo sin remedio su mal. Solo algunos que se encontraron con él experimentaron su fuerza curadora.


Jesús no pensó nunca en los "milagros” como una forma fácil de suprimir el sufrimiento en el mundo, sino solo como un signo para indicar la dirección en la que sus seguidores han de actuar para acoger el reino de Dios.


Esto es el reino de Dios que tanto anhela: la derrota del mal, la irrupción de la misericordia de Dios, la eliminación del sufrimiento, la acogida de los excluidos en la convivencia, la instauración de una sociedad liberada de toda aflicción. Todavía no es una realidad acabada ni mucho menos. Hay que continuar poniendo signos de la misericordia de Dios en el mundo. Esa será precisamente la misión que confiará a sus seguidores.

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