Nos parece importante tomar como base de la forma en que acompañaba Ignacio su relación con las mujeres. Históricamente no se ha tenido en cuenta el importantísimo papel de la mujer en la formación humana y espiritual de Ignacio y en la fundación de la Compañía de Jesús. Son numerosos los estudios tanto históricos como psicológicos que analizan la personalidad y relación de Ignacio con la mujer desde su infancia, pasando por las diversas etapas de su vida, hasta su muerte: familiares, religiosas, santas, etc. La mujer recorre su vida y la mayoría de sus escritos. Más aún, Ignacio irradiaba una simpatía y un poder de atracción que impulsaba a las mujeres a acercarse a él.
La fuerza que tendría la relación de Ignacio con las mujeres empezó en Manresa. Ellas fueron las primeras a quienes él participaba algo de los conocimientos espirituales recibidos en el Cardoner. Era la mañana del 25 de marzo de 1522, cuando el peregrino bajaba de Monserrat, donde había hecho su confesión general y donde había velado sus armas de caballero cuando se encontró en el camino con Inés Pascual. Allí empezaría una relación. Inés fue una de sus grandes bienhechoras, le ayudó con la manutención en su estancia en Manresa; le ayudó también en Barcelona en 1525 al volver Iñigo de Tierra santa.
Por ello, la personalidad de Ignacio y su sensibilidad y capacidad para el acompañamiento espiritual hay que buscarla, después del Don de Dios y de su imitación de Jesús, en su relación amplia y cercana con la mujer. La Autobiografía (Nº 21) habla de la primera "persona espiritual", una anciana mujer muy conocida en España. Así, desde un principio, fueron un grupo de mujeres "devotas" las primeras en participar de sus experiencias sobrenaturales y en particular de sus ejercicios. Se llegó a hablar no sin malicia de "las Iñigas" de Manresa, una serie de damas a quienes Iñigo ayudaba; ellas, por su parte, le ayudaban con sus limosnas y hasta le asistían y velaban en sus enfermedades.
También están las Señoras de Barcelona, entre las cuales jugaría un papel importante en la vida de Ignacio Isabel Roser, matrona noble y principal y muy conocida en Barcelona. Un poco más adelante, en Alcalá, nos encontramos con muchas ejercitantes. No fueron damas de alto rango, sino damas sencillas (esposas de artesanos, viudas, jóvenes y algunas beatas) y algunas mujeres de fama dudosa las que se congregaban para escuchar sus instrucciones y seguir sus ejercicios. Fue en Roma cuando volvieron a girar alrededor de su vida altos personajes femeninos que buscaban sus consejos y su acompañamiento espiritual. Están Margarita de Austria, hija de Carlos V y Doña Leonor Osorio, hija del tercer marqués de Astorga, entre otras. A muchas de ellas, Ignacio, tan caballero como santo, al escribirlas para darles las gracias, las llama "hermanas nuestras y mis bienhechoras en Cristo". Como veremos más adelante, admira el profundo agradecimiento que manifiesta en sus cartas.
En resumen, las mujeres comienzan por ayudarle con sus limosnas. Se entusiasman luego con su conversación, todavía pobre en contenido espiritual. Las vemos después reunidas en la capilla de Santa Lucía, al lado del hospital de los pobres para recibir algunos "ejercicios espirituales". Finalmente las encontramos transformadas, practicando la oración y los sacramentos y ayudándole en sus prácticas de caridad. Sin duda, en sus coloquios Ignacio dirigió a muchas de ellas hacia la vida religiosa, conforme a lo que él mismo da en los Ejercicios: fuera de los Ejercicios se puede mover a las personas [15].
La fuerza que tendría la relación de Ignacio con las mujeres empezó en Manresa. Ellas fueron las primeras a quienes él participaba algo de los conocimientos espirituales recibidos en el Cardoner. Era la mañana del 25 de marzo de 1522, cuando el peregrino bajaba de Monserrat, donde había hecho su confesión general y donde había velado sus armas de caballero cuando se encontró en el camino con Inés Pascual. Allí empezaría una relación. Inés fue una de sus grandes bienhechoras, le ayudó con la manutención en su estancia en Manresa; le ayudó también en Barcelona en 1525 al volver Iñigo de Tierra santa.
Por ello, la personalidad de Ignacio y su sensibilidad y capacidad para el acompañamiento espiritual hay que buscarla, después del Don de Dios y de su imitación de Jesús, en su relación amplia y cercana con la mujer. La Autobiografía (Nº 21) habla de la primera "persona espiritual", una anciana mujer muy conocida en España. Así, desde un principio, fueron un grupo de mujeres "devotas" las primeras en participar de sus experiencias sobrenaturales y en particular de sus ejercicios. Se llegó a hablar no sin malicia de "las Iñigas" de Manresa, una serie de damas a quienes Iñigo ayudaba; ellas, por su parte, le ayudaban con sus limosnas y hasta le asistían y velaban en sus enfermedades.
También están las Señoras de Barcelona, entre las cuales jugaría un papel importante en la vida de Ignacio Isabel Roser, matrona noble y principal y muy conocida en Barcelona. Un poco más adelante, en Alcalá, nos encontramos con muchas ejercitantes. No fueron damas de alto rango, sino damas sencillas (esposas de artesanos, viudas, jóvenes y algunas beatas) y algunas mujeres de fama dudosa las que se congregaban para escuchar sus instrucciones y seguir sus ejercicios. Fue en Roma cuando volvieron a girar alrededor de su vida altos personajes femeninos que buscaban sus consejos y su acompañamiento espiritual. Están Margarita de Austria, hija de Carlos V y Doña Leonor Osorio, hija del tercer marqués de Astorga, entre otras. A muchas de ellas, Ignacio, tan caballero como santo, al escribirlas para darles las gracias, las llama "hermanas nuestras y mis bienhechoras en Cristo". Como veremos más adelante, admira el profundo agradecimiento que manifiesta en sus cartas.
En resumen, las mujeres comienzan por ayudarle con sus limosnas. Se entusiasman luego con su conversación, todavía pobre en contenido espiritual. Las vemos después reunidas en la capilla de Santa Lucía, al lado del hospital de los pobres para recibir algunos "ejercicios espirituales". Finalmente las encontramos transformadas, practicando la oración y los sacramentos y ayudándole en sus prácticas de caridad. Sin duda, en sus coloquios Ignacio dirigió a muchas de ellas hacia la vida religiosa, conforme a lo que él mismo da en los Ejercicios: fuera de los Ejercicios se puede mover a las personas [15].
La Experiencia de Ignacio con respecto al Acompañamiento Espiritual
José Domingo Cuesta, SJ
Publicado por AMDG
José Domingo Cuesta, SJ
Publicado por AMDG
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