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sábado, 4 de junio de 2011

Ascensión II. Autoridad (exousia) de Jesús frente a dominio del Diablo


Publicado por El Blog de X. Pikaza

He presentado ayer una visión general de la Ascensión, con ayuda de Trinidad León, que comentaba el texto del evangelio (Mt 28, 16-20). Hoy quiero precisar uno de sus motivos principales, según el evangelio de Mateo: Se me ha dado todo Poder en Cielo y Tierra. Indicaré así el sentido del “poder” (exousia) de Jesús, para tratar después, mañana, del poder del Papa (potestas).
En ese contexto quiero seguir hablando del “poder” de Jesús, que se define como “exousía”, es decir como capacidad creadora:
-- No es poder de imposición sobre los otros (sería kratos)
-- No es algún tipo de “dominio” o señorío (kyriotes, en el sentido coactivo)
-- Es la ex-ousía, que podría traducirse como capacidad creadora, aquel impulso que hace que las cosas sean, se desplieguen.
Jesús pascua, potencia creadora de Dios, desde Galilea
Ésta es la palabra clave del Jesús Pascual de Galilea: “Se me ha dado toda exousia”. Sabíamos por Mc 16, 7 y Mt 28, 7.10 que los discípulos del Cristo debían dirigirse a Galilea, para encontrar en plenitud al Señor resucitado. Galilea significa vuelta hacia el pasado de la historia de Jesús: allí se escucha su palabra, allí se cumple su mensaje. Pero, al mismo tiempo, Galilea es como punto de partida de un camino que debe dirigirse ya al conjunto de los hombres.
-- No es el poder desde Jerusalén. Esta elección de Galilea puede resultar extraña para un buen judío, pues va en contra de las expectativas de la historia oficial israelita: según esa esperanza, el reino ha de irrumpir en la ciudad de las promesas (Jerusalén); allí se expresará triunfante el rey mesías, elevando su trono sobre el mundo. Lógicamente, para resaltar la continuidad con Israel, el evangelio de Lc y, en algún sentido, Jn han situado las apariciones de Jesús y el comienzo de la iglesia en Jerusalén. Pues bien, en contra de eso, el evangelio de Mateo (con el de Marcos) nos dice que el auténtico poder de Jesús está en Galilea. Allí lo encontrarán sus discípulos; de allí han de salir llevando su mensaje a las naciones de la tierra.
-- Es el poder desde Galilea, conforme a una elección que es, por lo menos, muy provocativa: ella supone que tenemos que dejar de lado una esperanza propia de Israel, centrada en pueblo y templo. De esa forma abandonamos las promesas que están relacionadas con el triunfo nacional del pueblo santo; en contra de lo que parecen decir algunas profecías, el nuevo reino empieza a revelarse en Galilea. Así, desde la oscura provincia de Jesús se expandirá un camino salvador universal que está fundado en la experiencia de su pascua.
Galilea, Montaña del evangelio (autoridad de evangelio)
Recordemos el valor de las montañas como espacios de revelación en las viejas tradiciones de los pueblos y en el mismo Antiguo Testamento (Sinaí). Mateo ha destacado el tema al situar el gran mensaje de Jesús sobre un lugar que llama la montaña (Mt 5, 1). Pues bien, reasumiendo el valor de aquel pasaje y del lugar donde Jesús ha vivido la experiencia pascual de la transfiguración (Mt 17, 1-8; cf Mc 9, 2-8), nuestro texto afirma que los discípulos hallaron a Jesús en la montaña del mandato de Jesús, en Galilea (28, 16).
Esa montaña es el nuevo y conclusivo Sinaí, esa montaña es Cristo. Como verdadero y nuevo pueblo israelita, el grupo de los seguidores de Jesús, dirigido por las mujeres que llevan el anuncio, ha subido a la altura de Dios, para encontrar allí al Señor pascual. Esta ha sido la peregrinación definitiva, el gran ascenso que define y discierne la historia de los hombres.
Aquí acaba todo, para empezar de nuevo todo, en forma renovada. El camino de Jesús, culminación de la historia israelita, ha venido a desembocar en este gran ascenso. Intentemos fijar la imaginación: un grupo de discípulos van subiendo y subiendo. Se han liberado de todo; han dejado que el mundo quede a sus pies, se vaya perdiendo allí abajo. Conforme a la palabra de Jesús, guiados por la experiencia y ministerio de unas mujeres, ellos van subiendo, en gesto que condensa y culmina nuestra historia.
El Señor de la montaña de Galilea, el poder del evangelio
Los viejos mitos dicen que Dios mora en las alturas. Sobre el Sinaí tronaba el Dios israelita. Pues bien, cuando sus creyentes suben al monte nuevo de la revelación pascual , los discípulos encuentran al Cristo resucitado.
Jesús no tiene que aparecerse: espera allí, les está aguardando, para mostrarles la verdad y plenitud de amor sobre la tierra. Allí se les muestra como Señor universal. Allí les encomienda su tarea y les ofrece su promesa:
Los Once discípulos fueron a Galilea,
a la Montaña que les había mandado Jesús.
Y viéndole le adoraron, aunque algunos dudaban.
Y Jesús, adelantándose a ellos, les habló diciendo:
-Se me ha dado toda autoridad (exousia) poder en el cielo y sobre la tierra;
id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos,
bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo,
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado
y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días,
hasta la consumación de los tiempos (28, 16-20).
Contrapunto, poder del diablo, una forma de dominación (Mt 4, 8-10)
El Diablo se presenta como dueño de los reinos de este mundo y los promete a Jesús: ¡todas estas cosas te daré, si es que postrándote me adoras! En otro contexto, Mt 6, 24 había contrapuesto a Dios y la Mamona. Pues bien, en este caso, lo contrario a Dios no es ya el dinero/pan, sino un Diablo que se muestra como fuente de dominio, de tal forma que exige adoración de sus devotos, especialmente de aquel que quiere y puede convertirse en Señor de todo el mundo. Así se contraponen autoridad de Cristo y poder del Diablo.
El Diablo lleva a Jesús al monte cómico del poder sobre los pueblos (no al monte del evangelio de Galilea). Este Diablo del monte cósmico (2ª tentación de Mt 4) quiere presentarse como "padre" de Jesús (fuente de ser), exigiéndole adoración y ofreciéndole de dominar (destruir) a los humanos. El tema de fondo del relato ha sido destacado por la tradición antigua (del Q y Mc), que recoge Mt 12, 22-32: los fariseos acusan a Jesús de estar "poseído" por el Diablo, de manera que así puede realizar sus exorcismos (¡con el poder de Beelzebul!), consiguiendo de esa forma el dominio sobre el mundo.
Si se hubiera situado en esa línea, Jesús habría podido convertirse en Cristo político del cosmos, dueño de todos los poderes de la tierra. Su padre, el Diablo, le habría concedido autoridad sobre los humanos en línea de imposición (adoración). Como la literatura posterior ha destacado con frecuencia, para conseguir el poder sobre la tierra es necesario vender el alma al Diablo. Del templo, lugar de la religión sacralizada, hemos pasado al ancho mundo de la vida donde la falsa religión se expresa en forma de imposición humana.
-- Cristología de la gracia, Hijo de Dios.
Pero Jesús rechaza el poder del Diablo, negándose a adorarle. Al oponerse a la adoración diabólica, expresada en forma de poder (=imposición) sobre la tierra, Jesús viene a presentarse como verdadero Hijo de Dios, a quien adora y sirve en libertad, al entregar su vida para bien de los humanos. Culmina así el camino de la cristología, iniciado ya en las tentaciones anteriores (de pan y templo). Jesús no intenta dominar el mundo con dineros o milagros, no quiere ser mesías para conseguir el poder sobre los humanos, organizando de esa forma el mundo, sino para servirles, en gesto de liberación gratuita.
El tema central de la cristología (y de todo el evangelio) es el despliegue y sentido del poder. Ese tema nos sitúa en el centro de la problemática actual, tanto política y económica como religiosa. Al final de todas las tentaciones emerge el problema del poder, que nace precisamente del miedo a perderlo (y a encontrarse vacío de sí mismo, sin seguridad alguna).
Por disputa de poder han surgido imperios y religiones. Como fuente de superación de poder viene a presentar Mt el camino del Mesías que culmina en 28, 16-20. Pienso que, en conjunto, las iglesias cristianos no han realizado todavía una verdadera crítica mesiánica de los (sus) poderes y por eso busca un tipo de poder social (jurídico, ideológico, emocional) para dirigir de alguna forma la vida de los otros. Ellas parecen más cercanas al Diablo del Monte del sometimiento que al Cristo del Monte liberador.
Entendida así, la tentación del poder atraviesa el evangelio, viniendo a presentarse como argumento principal de todo Mt. Quizá pudiéramos decir, con F. Nietzsche, que el ser humano es voluntad de poder. El problema está en la forma en que puede conseguirse y ejercerse. Utilizando una terminología teológica posterior, podríamos decir que hay dos formas de poder fuerza: una es destructiva, y se ejerce dominando a los demás (el Diablo); otra es positiva y se despliega sirviéndolos (el Cristo))).
-- El Diablo de Mt 4, 8 promete a Jesús todos los reinos del cosmos, con su gloria, ofreciéndole un camino de triunfo sobre el mundo, es decir, dominando a los demás, obligándoles a postrarse.
--Jesús rechaza ese camino, para entregar su vida en gratuidad, para crear así vida, con exousia, de tal manera que al final puede presentarse ante los discípulos, en la montaña pascual, como aquel a quien Dios (y no el Diablo) ha concedido todo poder (exousia) en cielo y tierra (28, 18). El auténtico poder de la realidad (la ousia) es de Dios. Por eso, sólo Dios puede darla y se la da a quien entrega la vida por los otros. Este el “poder creador” (autoridad), la auténtica exousia (poder para que los otros sean).
((La respuesta al proyecto del Diablo (¡todo esto te daré...!) no puede formularse en plano de teoría, sino de práctica, como muestra el despliegue posterior del evangelio. Jesús no rechaza la propuesta del Diablo (el despliegue del poder sobre el mundo), sino la forma de plantearlo y conseguirlo: como conquista impositiva (Diablo) o regalo de la vida (Dios). .
Una cristología que no se eleve frente al riesgo de destrucción satánica del mundo y de la historia pierde su sentido, convirtiéndose en inútil banalidad bondadosa. E inversamente, una satanología separada de la cristología vencedora, se convierte para los cristianos en mentira angustiosa. Es significativo el hecho de que el satanismo, ya desde Mt 4, se ha desarrollado como antítesis de la cristología. Sólo allí donde Dios se desvela en su fuerza radical como divino (en Cristo) puede desvelarse también y se desvela en su radicalidad el riesgo satánico. Este es un tema que sigue siendo plenamente actual: la cristología sólo emerge como tal, con toda fuerza, allí donde viene a presentarse como signo y principio de victoria contra el satanismo de este tiempo)).
Pascua/ascensión y envío
Jesús resucitado instaura su reino abriendo su palabra todos, ofreciendo un camino salvador universal por medio de aquellos que le acogen: Id y haced discípulos a todos los pueblos (Mt 28, 19). No se impone por fuerza. No transforma las cosas con violencia sino que expresa y realiza de verdad su señorío a través de los discípulos, de modo que ellos sean portadores de su acción sobre la tierra. El Señor no se va: se queda, está presente desde la Montaña del Amor en el camino de los hombres. Eso significa que la resurrección se da aquí mismo, en el camino de la fidelidad al evangelio y del envío a todos los pueblos.
Esto significa que la pascua es experiencia de responsabilidad para los seguidores que han hallado a Jesús en la montaña: ellos reciben el encargo de expandir la obra del Cristo, en camino que les abre a todos los pueblos existentes. Jerusalén ha perdido su antiguo privilegio, ya no es centro de todas las naciones; por su parte, Israel deja de existir como pueblo peculiar de Dios y centro de su alianza. El Dios de Jesucristo ha de expandirse, desde el monte de su manifestación pascual, hacia todos los pueblos de la tierra. De esa forma se han unido dos términos que antes ser parecían contrarios y que ahora son complementarios.
- Por un lado, Jesús manda a sus discípulos que vayan a todos los pueblos, para transmitirles su evangelio: la pascua es, por lo tanto, don universal de Dios en Cristo; palabra y gesto de amor que vincula a las naciones y personas de la tierra, superando todo particularismo antiguo.
- Pero, al mismo tiempo, Jesús quiere que todos los humanos se vuelvan discípulos, vinculándose en el camino y comunidad de amor mutuo que es la iglesia. Esa misma iglesia concreta, centrada en los Once y abierta a todos los pueblos de la tierra, viene a presentarse como signo y sacramento de la pascua de Jesús para los hombres.
Por eso dice el texto: bautizad (a todos los pueblos) en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28, 19). En la tradición de Juan Bautista (cf Mt 3), el bautismo era señal de conversión, gesto que prepara al iniciado para el bien morir, liberándole así de la ira venidera. Ahora el bautismo se interpreta como nuevo nacimiento. Los mismos pueblos (y personas) que se hallaban antes encerrados en sus ritos y violencias, pueden renacer, en fraternidad universal, fundada en Cristo.

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