Publicado por Acción Católica General
● Ruego por pedir el don de comprender el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesucristo y, así, poder seguirlo mejor.
● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.
● Leo el texto. Después contemplo y subrayo.
● Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escucho... ¿Quiénes son, para mí, las personas a quien Jesús me envía para hacerlas sus discípulos? ¿Cómo lo hago? ¿Cómo lo haré?
● Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evangelio. En mi “Galilea” ¿qué experiencia he tenido de encuentro con Jesús Resucitado? ¿En qué he descubierto que es Aquel que tiene “Autoridad” sobre mí, a quien “adoro”?
● Llamadas que me hace -nos hace- el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso.
● Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
VER
Una persona, por motivos de trabajo, tuvo que trasladar su residencia a otra ciudad “en la otra punta de España”, como suele decirse. Aunque todos entendían que era necesario, y se alegraban por esta persona, lo cierto es que el día de la despedida todos estaban muy tristes, y terminaron con lágrimas en los ojos. Como me decía la persona que me lo contó: “Es que aunque sepas que vendrá en vacaciones, y que puedes hablar por teléfono o por internet... ya no es lo mismo que tenerla a tu lado y poder verla todos los días. Y aunque te alegres por ella, sientes tristeza”.
JUZGAR
Hoy celebramos la solemnidad de la Ascensión del Señor. Podría resultar chocante que celebremos que Jesús resucitado se va de nuestro lado: «dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo».
Contra todo lo esperable, Jesús ha resucitado: «se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo». Es cierto que esa presencia física no era creída ni aceptada por todos, como hemos escuchado en el Evangelio: «Al verlo, ellos [los once discípulos] se postraron pero algunos vacilaban». Ni siquiera su presencia física convence a todos, y quizá por eso no va a quedarse así para siempre. Más bien parece que Jesús lo que quiere es “dejar arreglados sus asuntos”: «apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios». Se asegura de que sus discípulos continuarán su misión: «Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos... Y dicho esto, lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista».
La reacción de los discípulos es lógica: «miraban fijos al cielo, viéndolo irse», paralizados, sin saber cómo reaccionar ante el hecho de que Jesús resucitado deja de estar físicamente a su lado. Pero Jesús no se ha ido sin más, les ha hecho una promesa: «sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo». Y esa promesa lo cambia todo: a partir de ahora comienza un nuevo modo de estar presente Jesús resucitado: no será una presencia física, pero no por ello será menos real.
Ya no es lo mismo, pero no significa que sea peor, al contrario. Es una nueva presencia por obra del Espíritu Santo que posibilita que esté con nosotros en cualquier lugar y circunstancia, en cualquier época histórica. Como había anunciado a sus discípulos, el Espíritu Santo hará posible esa presencia en su Palabra, en la Eucaristía y los demás sacramentos, allí donde dos o más estén reunidos en su nombre, especialmente en sus preferidos, los pobres, en todo acto de verdadero amor, generosidad, entrega... Allí donde encontremos algún fruto del Espíritu, sabremos que Jesús Resucitado estará presente. Y cuanto más hagamos surgir esos frutos, más capaces seremos de descubrir que verdaderamente Él está con nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo.
Necesitamos, pues, pedir que se haga realidad lo que san Pablo decía en la 2ª lectura: «Que el Dios del Señor nuestro Jesucristo... os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo». Necesitamos que el Espíritu nos ilumine para reconocer a Jesús resucitado en su nueva presencia real.
ACTUAR
A estas alturas de la Pascua, ¿creo realmente que Jesús ha resucitado o vacilo, como algunos que hemos escuchado en el Evangelio? ¿Qué efecto me producen las palabras de Jesús: «Yo estoy con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo?» ¿He podido reconocer algunos signos de la nueva presencia de Jesús resucitado? Si miro mi ambiente cotidiano, ¿dónde, con quién o en qué momentos me resultará más fácil encontrarme con el Señor?
La semana que viene celebraremos la solemnidad de Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo. Él es quien hace posible la nueva presencia de Jesús resucitado con nosotros, todos los días. Y el modo privilegiado la Eucaristía, la verdadera presencia real de Cristo en su Cuerpo y su Sangre. Que la participación consciente y activa en la Eucaristía, como decía san Pablo, ilumine nuestro entendimiento y nuestro corazón para que, con la certeza de que Jesús resucitado está con nosotros, comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama y, de palabra y de obra, seamos sus testigos hasta los confines del mundo.
● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.
● Leo el texto. Después contemplo y subrayo.
● Ahora apunto aquello que descubro de JESÚS y de los otros personajes, la BUENA NOTICIA que escucho... ¿Quiénes son, para mí, las personas a quien Jesús me envía para hacerlas sus discípulos? ¿Cómo lo hago? ¿Cómo lo haré?
● Y vuelvo a mirar la vida, los HECHOS vividos, las PERSONAS de mi entorno... desde el Evangelio. En mi “Galilea” ¿qué experiencia he tenido de encuentro con Jesús Resucitado? ¿En qué he descubierto que es Aquel que tiene “Autoridad” sobre mí, a quien “adoro”?
● Llamadas que me hace -nos hace- el Padre hoy a través de este Evangelio y compromiso.
● Plegaria. Diálogo con Jesús dando gracias, pidiendo...
“YA NO ES LO MISMO...”
VER
Una persona, por motivos de trabajo, tuvo que trasladar su residencia a otra ciudad “en la otra punta de España”, como suele decirse. Aunque todos entendían que era necesario, y se alegraban por esta persona, lo cierto es que el día de la despedida todos estaban muy tristes, y terminaron con lágrimas en los ojos. Como me decía la persona que me lo contó: “Es que aunque sepas que vendrá en vacaciones, y que puedes hablar por teléfono o por internet... ya no es lo mismo que tenerla a tu lado y poder verla todos los días. Y aunque te alegres por ella, sientes tristeza”.
JUZGAR
Hoy celebramos la solemnidad de la Ascensión del Señor. Podría resultar chocante que celebremos que Jesús resucitado se va de nuestro lado: «dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo».
Contra todo lo esperable, Jesús ha resucitado: «se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo». Es cierto que esa presencia física no era creída ni aceptada por todos, como hemos escuchado en el Evangelio: «Al verlo, ellos [los once discípulos] se postraron pero algunos vacilaban». Ni siquiera su presencia física convence a todos, y quizá por eso no va a quedarse así para siempre. Más bien parece que Jesús lo que quiere es “dejar arreglados sus asuntos”: «apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios». Se asegura de que sus discípulos continuarán su misión: «Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos... Y dicho esto, lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista».
La reacción de los discípulos es lógica: «miraban fijos al cielo, viéndolo irse», paralizados, sin saber cómo reaccionar ante el hecho de que Jesús resucitado deja de estar físicamente a su lado. Pero Jesús no se ha ido sin más, les ha hecho una promesa: «sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo». Y esa promesa lo cambia todo: a partir de ahora comienza un nuevo modo de estar presente Jesús resucitado: no será una presencia física, pero no por ello será menos real.
Ya no es lo mismo, pero no significa que sea peor, al contrario. Es una nueva presencia por obra del Espíritu Santo que posibilita que esté con nosotros en cualquier lugar y circunstancia, en cualquier época histórica. Como había anunciado a sus discípulos, el Espíritu Santo hará posible esa presencia en su Palabra, en la Eucaristía y los demás sacramentos, allí donde dos o más estén reunidos en su nombre, especialmente en sus preferidos, los pobres, en todo acto de verdadero amor, generosidad, entrega... Allí donde encontremos algún fruto del Espíritu, sabremos que Jesús Resucitado estará presente. Y cuanto más hagamos surgir esos frutos, más capaces seremos de descubrir que verdaderamente Él está con nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo.
Necesitamos, pues, pedir que se haga realidad lo que san Pablo decía en la 2ª lectura: «Que el Dios del Señor nuestro Jesucristo... os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo». Necesitamos que el Espíritu nos ilumine para reconocer a Jesús resucitado en su nueva presencia real.
ACTUAR
A estas alturas de la Pascua, ¿creo realmente que Jesús ha resucitado o vacilo, como algunos que hemos escuchado en el Evangelio? ¿Qué efecto me producen las palabras de Jesús: «Yo estoy con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo?» ¿He podido reconocer algunos signos de la nueva presencia de Jesús resucitado? Si miro mi ambiente cotidiano, ¿dónde, con quién o en qué momentos me resultará más fácil encontrarme con el Señor?
La semana que viene celebraremos la solemnidad de Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo. Él es quien hace posible la nueva presencia de Jesús resucitado con nosotros, todos los días. Y el modo privilegiado la Eucaristía, la verdadera presencia real de Cristo en su Cuerpo y su Sangre. Que la participación consciente y activa en la Eucaristía, como decía san Pablo, ilumine nuestro entendimiento y nuestro corazón para que, con la certeza de que Jesús resucitado está con nosotros, comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama y, de palabra y de obra, seamos sus testigos hasta los confines del mundo.
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