Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 16, 23b-28
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos:
Les aseguro
que todo lo que pidan al Padre
en mi Nombre, Él se lo concederá.
Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre.
Pidan y recibirán,
y tendrán una alegría que será perfecta.
Les he dicho todo esto por medio de parábolas.
Llega la hora
en que ya no les hablaré por medio de parábolas,
sino que les hablaré claramente del Padre.
Aquel día
ustedes pedirán en mi Nombre;
y no será necesario que Yo ruegue al Padre por ustedes,
ya que Él mismo los ama,
porque ustedes me aman
y han creído que Yo vengo de Dios.
Salí del Padre y vine al mundo.
Ahora dejo el mundo y voy al Padre.
Les aseguro
que todo lo que pidan al Padre
en mi Nombre, Él se lo concederá.
Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre.
Pidan y recibirán,
y tendrán una alegría que será perfecta.
Les he dicho todo esto por medio de parábolas.
Llega la hora
en que ya no les hablaré por medio de parábolas,
sino que les hablaré claramente del Padre.
Aquel día
ustedes pedirán en mi Nombre;
y no será necesario que Yo ruegue al Padre por ustedes,
ya que Él mismo los ama,
porque ustedes me aman
y han creído que Yo vengo de Dios.
Salí del Padre y vine al mundo.
Ahora dejo el mundo y voy al Padre.
Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL
Vivir “en casa” con el Padre
“Lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre”
Por CELAM - CEBIPAL
Vivir “en casa” con el Padre
“Lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre”
Entramos en la cuarta lección: la comunidad pascual es sumergida –junto con Jesús- en las profundidades del Padre. En esta enseñanza Jesús destaca la importancia de la resurrección para nuestra relación con el Padre.
Hasta este momento Jesús se ha detenido en la exposición del significado de su muerte y resurrección para la relación entre Él y sus discípulos, siempre sobre el plano emocional, reconduciendo todo a su origen y meta. Ahora Jesús da un paso importante, la mirada sale del mundo interno de la comunidad de Jesús y los discípulos y se posa en origen y meta de todo: el Padre.
Jesús les muestra a sus discípulos lo que significará para ellos el encuentro con el Resucitado, desde la perspectiva de su relación con el Padre:
• Entonces anunciará abiertamente al Padre: “Ya no hablaré en parábolas, sino que con toda claridad os hablaré acerca del Padre” (16,25b).
• Ellos orarán al Padre en su nombre y el Padre responderá a sus peticiones “Lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre” (16,23b; ver 16,26-27).
De esta forma, la obra de Jesús de vincular el cielo con la tierra, de hacer conocer el rostro del Padre y establecer una relación más profunda con Él, llegará a su conclusión con la Resurrección: “Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre” (16,28).
1. La revelación definitiva del Padre
Jesús no ha deseado otra cosa que conducir a sus discípulos al Padre. Con su resurrección, todo este esfuerzo va a adquirir una nueva cualidad: lo anunciará abierta y no veladamente (16,25). No lo hará con nuevos discursos de revelación sino por medio del encuentro con el Señor Resucitado, en Él tendrán una nueva imagen del Padre.
Esta es la manifestación prometida repetidamente a en el evangelio (ver Juan 2,22; 12,16; 20,9): de la misma forma que las “obras” demuestran que Jesús sostiene una relación única y particular con el Padre, la resurrección –la gran obra del Padre- pondrá en evidencia el vínculo profundo que hay entre los dos.
En cuanto glorificado (ver 7,39) y resucitado (ver 20,22), Jesús le dará a sus discípulos el Espíritu Santo, quien los llevará a la comprensión plena de todo lo que Jesús dijo (ver 14,26 y 16,13). Pero precisamente en el centro de la predicación de Jesús hay un mensaje relacionado con Dios Padre: cuando los discípulos vean a Jesús resucitado, experimentarán a Dios como el Padre que se la ha jugado toda por amor de sus hijos, enviando al mundo lo más querido de su corazón, su propio Hijo Jesucristo (ver 3,16). Esta experiencia superará todas las precedentes.
2. Se suelta la lengua de los discípulos en una oración nueva
Habiendo llegado a esta revelación plena, Jesús anuncia que se desatará la lengua de los discípulos en una nueva comunicación con Dios: conociendo toda esta revelación en la Resurrección del Hijo, le dirigirán sus oraciones al Padre.
Antes no era posible algo similar. Solamente cuando concluye el camino de Jesús sobre la tierra, cuando los discípulos conocen por entero el “nombre” –la persona- de Jesús, como Hijo de Dios resucitado y glorificado, pueden dirigirse a Dios con la seguridad de que indudablemente están entrando en comunicación con Él.
Jesús promete que las oraciones serán escuchadas. El fundamento es el amor y la generosidad del Padre: “el Padre mismo os quiere” (16,27). La oración no se entiende fuera de esta dinámica del amor, ni tampoco fuera de la alegría, que ahora se ve coronada: “Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado” (16,24). La fe y el amor a Jesús nos abren al amor y al gozo del Padre, porque ha venido del Padre al mundo y al Él retorna.
Jesús no nos dice expresamente cuál es el contenido de esta oración. Lo que sí es evidente en este momento es la oración está envuelta en la comunión afectuosa entre el Padre, el Hijo y los discípulos de Jesús. Comprendemos entonces que no se trata de cualquier oración sino de aquella que sabe suplicar la comunión perfecta con Dios participando del destino de Jesús Resucitado. La respuesta a esta oración será la alegría perfecta (ver 16,24).
Cultivemos la semilla de la palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Por qué la Resurrección de Jesús es la revelación plena de Dios Padre?
2. ¿A qué nos debe conducir el conocimiento del Padre? ¿Qué tiene que ver con la vida comunitaria?
3. ¿De dónde proviene, cómo se hace y qué pide la oración nueva de los discípulos en el tiempo pascual?
P. Fidel Oñoro, cjm
Centro Bíblico del CELAM
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