Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 10, 7-13
Jesús envió a sus doce apóstoles, diciéndoles: Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente. No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento.
Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes.
Queridos amigos y amigas:
¿Recordáis que nos encontramos con Bernabé hace unas cuantas semanas en Antioquía? Es un personaje atractivo. Los Hechos de los Apóstoles lo describen como un hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe. Podríamos presentarlo como modelo de evangelizador en las sociedades multiculturales:
Sabe permanecer unido a la comunidad de Jerusalén y, al mismo tiempo, anuncia el evangelio a los gentiles.
Es obediente a los apóstoles y rehabilita a Pablo.
Es un verdadero mediador, precisamente porque está lleno de Espíritu Santo, que es quien crea la unidad en la diversidad.
Cada vez que la liturgia nos presenta la memoria de un evangelizador nos preguntamos por nuestro modo de evangelizar hoy. El texto de Mateo nos ofrece los rasgos esenciales:
El Reinado de Dios está llegando. El evangelizador es quien ayuda a las personas a descubrir todos los signos de vida que se abren paso entre tanta muerte. No es un profeta de calamidades sino un experto en “buenas noticias”.
La gratuidad es el estilo de quien anuncia al Dios de la gracia. La búsqueda del propio interés (a veces tan presente en nuestra Iglesia) mata la experiencia de Dios, que es siempre gratuita, inmerecida.
La sencillez de medios hace brillar la fuerza del mensaje. Lo que llega al corazón humano no es el papel celofán con que envolvemos un producto en el que no creemos demasiado (por eso lo envolvemos) sino la Palabra misma de Dios, que es capaz de llegar a donde ninguna estrategia humana (ni de ayer ni de hoy) llega.
La paz es el regalo que acompaña a quien anuncia y a quien acoge el mensaje. Un evangelizador en guerra con sus fantasmas no es un buen cauce del don de la paz que el Resucitado concede.
En ningún caso se nos pide el éxito. La llamada va siempre en la línea de la fidelidad. ¿Tomamos en serio las exhortaciones de Jesús?
Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes.
Queridos amigos y amigas:
¿Recordáis que nos encontramos con Bernabé hace unas cuantas semanas en Antioquía? Es un personaje atractivo. Los Hechos de los Apóstoles lo describen como un hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe. Podríamos presentarlo como modelo de evangelizador en las sociedades multiculturales:
Sabe permanecer unido a la comunidad de Jerusalén y, al mismo tiempo, anuncia el evangelio a los gentiles.
Es obediente a los apóstoles y rehabilita a Pablo.
Es un verdadero mediador, precisamente porque está lleno de Espíritu Santo, que es quien crea la unidad en la diversidad.
Cada vez que la liturgia nos presenta la memoria de un evangelizador nos preguntamos por nuestro modo de evangelizar hoy. El texto de Mateo nos ofrece los rasgos esenciales:
El Reinado de Dios está llegando. El evangelizador es quien ayuda a las personas a descubrir todos los signos de vida que se abren paso entre tanta muerte. No es un profeta de calamidades sino un experto en “buenas noticias”.
La gratuidad es el estilo de quien anuncia al Dios de la gracia. La búsqueda del propio interés (a veces tan presente en nuestra Iglesia) mata la experiencia de Dios, que es siempre gratuita, inmerecida.
La sencillez de medios hace brillar la fuerza del mensaje. Lo que llega al corazón humano no es el papel celofán con que envolvemos un producto en el que no creemos demasiado (por eso lo envolvemos) sino la Palabra misma de Dios, que es capaz de llegar a donde ninguna estrategia humana (ni de ayer ni de hoy) llega.
La paz es el regalo que acompaña a quien anuncia y a quien acoge el mensaje. Un evangelizador en guerra con sus fantasmas no es un buen cauce del don de la paz que el Resucitado concede.
En ningún caso se nos pide el éxito. La llamada va siempre en la línea de la fidelidad. ¿Tomamos en serio las exhortaciones de Jesús?
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