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sábado, 11 de junio de 2011

Comentario Bíblico y Pautas para la Homilía: Domingo de Pentecostés (Jn 20,19-23) - Ciclo A


Publicado por Dominicos.org

"Recibid el Espíritu Santo"

En el día de Pentecostés tenemos el cumplimiento final de la misión de Jesucristo, y la inauguración de la era mesiánica del Reino de Dios, prolongada en este mundo por medio de la Iglesia. El día cincuenta es el inicio de la época que está más allá de las limitaciones de este mundo, siendo cincuenta el número que representa el cumplimiento eterno y celestial en la espiritualidad mística, tanta judía como cristiana: siete veces siete, más uno.

Pentecostés puede ser un buen momento para sintonizar con la voz de Dios que habla el idioma de tu propio corazón. Dentro de ti resuenan muchas voces, lo sabes y las reconoces. Incluso hablas con ellas. Son ecos del pasado, del presente incierto o de un futuro soñado. Pero lo que importa es el aquí y ahora. El silencio, la desnudez de tu alma donde puedas descubrir a solas una Presencia adorable que te estaba esperando. Para hacerte bien y a través tuyo hacer bien al mundo.

Fray Xabier Gómez García
Real Convento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)

Comentario Bíblico
Primera lectura: Hechos 2,1-11.

Nota: Para valorar adecuadamente la Fiesta de Pentecostés hay que recordar algunos elementos importantes que ayuden a centrar la atención.

1) En primer lugar, esta fiesta judía actualizaba litúrgicamente dos cosas distintas: se la llamada Fiesta de la Siega porque se ofrecían a Dios las primeras gavillas de la nueva cosecha y se le daban gracias por los frutos de la tierra (también se llamaba Fiesta de las Semanas, porque se celebraba siete semanas después de Pascua, de ahí Pentecostés: quincuagésimo día). Luego se la espiritualizó y se celebraba en ella la estipulación y promulgación de la Alianza en el Sinaí entre Dios (Soberano) y su pueblo (vasallo) a través de la cual Dios se comprometía a defender y proteger a su pueblo y su pueblo se compro-metía a no reconocer otro Dios ni Señor fuera de Yahvé que le sacó de Egipto.

2) En segundo lugar, es necesario conocer esquemáticamente la que podríamos llamar historia de las actuaciones del Espíritu de Dios a lo largo de la Historia de la salvación. Podemos entenderlo de esta manera brevemente expuesta: el Espíritu está presente en la creación (Spiritus Creator) haciendo visible lo que Él es en esencia: Fuerza y Dinamismo en orden y medida; el Espíritu dirige las grandes gestas de la salvación (suscitando y animando a los dirigentes carismáticos que presiden y dirigen a Israel); el Espíritu prepara adecuadamente y acompaña a los profetas en su misión (por la revelación y por la fuerza que les infunde para realizar esa misión); el Espíritu (en Exilio y después del Exilio de Babilonia) se entiende como una gran promesa de futuro.

En todo este proceso de sus intervenciones el Espíritu de Yahvé (todavía no se le llama Santo) se hace presente de forma intermitente, temporal y sólo para los dirigentes del pueblo (gobernantes y profetas). Pero en la etapa central de la salvación, cuando Dios realice su plan (en Cristo) se promete el don del Espíritu para el Mesías (Gobernante y Profeta ideal) para toda la comunidad, para cada uno de los miembros de la comunidad y una posesión permanente. Esto nos permitirá entender mejor los textos que a continuación vamos a escuchar, proclamar e interpretar para el pueblo de Dios que hoy está presente y sigue siendo levadura en el mundo y sigue necesitando urgentemente de la renovación profunda que proporciona el Espíritu.

Marco: Cristo ha sido plenamente glorificado y exaltado a la derecha del Padre. El reducido grupo de discípulos que han recibido la revelación de su vuelta a la vida dirigidos por María y otras piadosas personas esperan juntos, en armonía fraterna y en oración la Promesa del Padre. Pentecostés supone la realización plena de la obra salvadora y el comienzo de su actualización y extensión en el tiempo y en el espacio hasta que vuelva el Señor.

Reflexiones:

1ª) Todos juntos en oración.

Todos los discípulos estaban juntos el día de Pentecostés. En el capítulo anterior de este mismo libro, Lucas nos recuerda que estaban todos juntos, unánimes, en oración con María la Madre Jesús y sus hermanos. Jesús les había mandado que se alejasen de Jerusalén, que esperasen allí la Promesa del Padre, es decir, al Espíritu Santo y así lo han cumplido. A Lucas le gusta recordar que la venida del Espíritu Santo acontece cuando están juntos y en oración (Hechos 4 y 13). Es el clima apropiado para recibir el Don del Padre. En la oración se recibe al Espíritu y en la oración se renueva constantemente su presencia.

2ª) La fuerza del Espíritu.

De repente un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. En el desarrollo del pensamiento sobre el Espíritu en la historia de la salvación se puede verificar que allá en los orígenes de esa reflexión aparece el viento tempestuoso y huracanado como manifestación del poder y de la soberanía de Dios. Es el punto de partida. Más adelante se descubrió en el respirar de los seres vivos como manifestación de la vida. En este momento se recuerda aquellas primeras manifestaciones para indicar que el acontecimiento entra dentro de los planes de la manifestación del poder soberano de Dios. El Espíritu todo lo penetra y todo lo llena con su presencia. Lucas ha utilizado el lenguaje que le ofrece la tradición bíblica y dentro de ella hay que comprender lo que quiere decir. El Espíritu es inasible, desborda todo intento de querer encuadrarlo, poseerlo o dominarlo. Es soberano y dinámico. Es pura fuerza y actividad con firmeza pero suavidad a la vez.

3ª) El Espíritu, Don escatológico.

Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos del Espíritu Santo". Para la comprensión de esta acción del Espíritu es también necesario recordar su modo de actuación en la historia de la salvación. En el Antiguo Testamento cuando se quiere expresar esta actuación se le contempla en tres líneas fundamentales: de salvación o testimonio, profética, y promesa escatológica. En primer lugar, la línea de actuación de la salvación manifiesta su poder en aquellos que fueron elegidos para llevar adelante la salvación del pueblo de Dios. El Espíritu actúa en ellos pero no de modo permanente y sólo como representantes del pueblo. En segundo lugar, el Espíritu actúa en los profetas para prepararles a la misión y para que pudieran realizarla superando todas las dificultades y contradicciones. En tercer lugar, el Espíritu aparece como la gran promesa escatológica (Isaías, Ezequiel y Joel), es decir, como un don para el final de los tiempos. Esta promesa se concretiza en tres grupos de personas: en el Mesías, en toda la comunidad y en cada uno de su miembros, en todos ellos estará de manera permanente. Así se comprende mejor la afirmación de Lucas "todos quedaron llenos del Espíritu Santo" y " unas lenguas como llamaradas que se posaban sobre cada uno de ellos". Se cumple la segunda y tercera parte de la gran promesa. La primera se había cumplido en Jesús desde su concepción ("el Espíritu Santo vendrá sobre ti", Lc 1,35).

4ª) El Espíritu que empuja a la evangelización

Empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería... cada uno le oía hablar en su propio idioma... cada uno les oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua. Este milagro del Espíritu está más en los oídos de los oyentes que en los labios de los Apóstoles (es el discutido tema de la glosolalia). La finalidad de este fenómeno está en relación con la enumeración de los pueblos que se encuentran representados en Jerusalén. Se trata de una lista que incluye la totalidad de os pueblos entonces conocidos. Pues bien, Lucas quiere hacer notar sutilmente que se restaura la comunión rota en Babel y que esta comunión entre los pueblos se llevará a cabo por la evangelización impulsada por el Espíritu. Cuando se anuncia el Evangelio en cualquier parte del mundo se está rubricando este don del Espíritu.

Segunda lectura: 1 Corintios 12,3b-7.12-13.

Marco: El fragmento pertenece a un conjunto donde Pablo intenta salir al paso de los excesos que se producen en Corinto por el mal uso de los carismas. Con esta ocasión, el Apóstol escribe para clarificar la finalidad y el valor de los carismas en la Iglesia. El ambiente polémico es la ocasión para afirmar algo importante para la Iglesia de todos los tiempos.

Reflexiones:

1ª) El Espíritu al servicio de la fe cristológica.

Nadie puede decir "Jesús es Señor", si no es bajo la acción del Espíritu Santo". Esta tarea del Espíritu es fundamental para la Iglesia. El Espíritu es el continuador de la obra de Jesús, el que había de facilitar la comprensión de la identidad de Jesús y el sentido profundo de sus palabras. Pues bien, el Apóstol Pablo recuerda en este fragmento que la confesión esencial (reconocer a Jesús como Señor) sólo es posible en el Espíritu Santo. Tanto en la confesión como en el testimonio el mismo Espíritu Santo es quien acompaña y empuja a los creyentes a realizar este acto de fe. Sólo con y en el Espíritu Santo es posible realizar esta confesión. La expresión no significa una simple jaculatoria. Es algo más amplio y más profundo.

2ª) Diversidad de dones para un mismo bien común.

Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu...En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. El Espíritu es soberano para distribuir los carismas y los dones para el bien de la Iglesia. Acoger esta diversidad de dones es acoger la acción providente del Espíritu. En la primera Iglesia como en la actual abundan los dones. Todos los carismas, con su distinta función y misión, proceden del mismo Espíritu. Pero Pablo nos advierte severamente, apoyado en la experiencia dolorosa de su querida comunidad de Corinto, que nadie se arrogue carismas que no ha recibido, que nadie se vanagloríe de su carisma como si le fuera concedido por méritos propios. Y que nadie los utilice para crear división. Todo ello estaría fuera del proyecto del Espíritu cuando concede los carismas. Estos carismas manifiestan la diversidad para conseguir la comunión y la unidad.

3ª) El Espíritu rompe separaciones y nos hermana a todos.

Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. El nuevo título de la pertenencia al pueblo de Dios ya no es la sangre heredada, sino el bautismo. Este sacramento de regeneración hermana a todos los pueblos que aceptan el mensaje, porque es un nuevo nacimiento en el Espíritu y, por tanto, se establecen nuevas relaciones. Por eso el bautismo en un mismo Espíritu anula y hace desaparecer las diferencias antiguas. Todos formamos un mismo cuerpo. Pentecostés nos invita de diversas maneras a abrir fronteras y ensanchar horizontes.

Evangelio: Juan 20,19-23.

Marco: Forma parte del conjunto de las apariciones del Resucitado.

Reflexiones:

1ª) Reconocimiento de Jesús vivo.

Les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Como el Padre me ha enviado así os envío yo a vosotros. En la escuela joánica se insiste de modo particular en la misión. El Padre envía al Hijo al mundo para salvarlo y no para condenarlo. El Padre y el Hijo envían al Espíritu, y juntos a los Apóstoles. La cadena de la misión se prolonga hasta la vuelta del Señor Glorioso al final de los tiempos. Este carácter teológico de la misión se traduce en un sentido misionero profundo que invade el Evangelio.

2ª) El Espíritu realiza la nueva creación.

Jesús les dijo: Paz a vosotros. Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos. Aliento y viento se expresan en hebreo con el mismo término de "Ruaj" (que en griego se traduce por "Pneûma" y en castellano "Espíritu"). Este doble sentido del término es el que expresa toda la riqueza del Espíritu. Es necesario observar algunos detalles para la comprensión del fragmento. En primer lugar, Jesús es el transmisor del Espíritu. Se ha cumplido la era mesiánica y Jesús, verdadero Mesías, dispone del Espíritu recibido del Padre y lo entrega a sus discípulos. En segundo lugar, el verbo "exhalar" remite a dos momentos importantes en el pan del Dios creador y salvador: la creación del hombre (Gn 2,7): Dios sopla en las narices de la imagen elaborada con la arcilla y se convierte en un ser vivo. Es la primera creación, que traduce el proyecto del Dios Creador que es de vida y para la vida. El hombre es un ser vivo por la acción del Espíritu. En segundo lugar, la visión de los huesos secos que vuelven a la vida (Ez 37). Esta visión se enmarca en el exilio de Babilonia. Los huesos secos representan a la casa de Israel que ha perdido su esperanza y siente el peso del silencio de Dios. De nuevo aparece el Espíritu y de nuevo la misma expresión verbal "soplar". Este acontecimiento histórico, pasa a ser símbolo de la nueva creación por obra del Espíritu. Estos datos precedentes nos ayudan a valorar las expresiones de Juan cuando nos transmite que Jesús resucitado se hace presente entre sus discípulos, "sopla" su aliento sobre ellos y les entrega el Espíritu. Nos permite comprender que se trata del Espíritu Creador que va a llevar adelante la nueva creación.

3ª) Nueva creación y perdón de los pecados.

Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos". El don del Espíritu Creador se manifiesta en el perdón de pecados. El pecado es el que malogró, en el paraíso, el proyecto de Dios sobre el hombre. Lo quiso para la vida y feliz pero en la obediencia y comunión con su Creador. El hombre desconfía de su propio Creador y comete el pecado de querer ser él mismo en total independencia de Dios. El Espíritu Santo, llevando adelante su actividad de perdonar los pecados a través de los Apóstoles y de la Iglesia, hará presente en el mundo la nueva creación; manifestará en el mundo el verdadero proyecto de Dios. El pecado no pertenece a la textura original del hombre. Por eso podemos afirmar que el pecado no es humano, es decir, no entra en el proyecto original de hombre. Y por eso hay que afirmar que Jesús no lo pudo tener como hombre (y mucho menos como Dios), aun cuando fue igual a nosotros en todo. Con la reconciliación universal, obra de la Muerte-Resurrección de Jesús y que se actualiza siempre por el Espíritu Santo, aparece de nuevo cuál fue el sentido del hombre en el proyecto de Dios creador.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)


Pautas para la Homilía

Es Pentecostés, y lo que sucedió en Jerusalén ha sucedido sobre nosotros en el bautismo y la confirmación; sigue sucediendo cada día que nos abrimos al Espíritu y sucederá plenamente al final de los tiempos. ¿Lo presentimos? El Espíritu Santo vino para quedarse y colmarnos. Nos empuja a saltar las barreras del miedo, abriendo puertas y ventanas, saliendo a las calles del mundo para anunciar el amor de Dios y el amor a Dios. “Un fuego produce otro fuego, una luz produce otra luz”.

No cabe aburrimiento ni desesperación en quien tiene el Espíritu de Jesús, quien se deja trabajar y llenar por el Espíritu tiende a reproducir el estilo del joven y laico dominico, el Beato Pier Giorgio Frassati, quien se propuso: “Vivir y no ir tirando”. Este lema es una buena propuesta para todos nosotros al final de la Pascua. A menudo cuando nos preguntan cómo estamos, contestamos: “tirando”. ¿Qué actitud necesitamos cultivar para no ir sólo tirando? Existen alternativas: queremos vivirnos y desvivirnos, como hizo Cristo; como María, los apóstoles y los santos hombres y mujeres de todas las épocas. Vivirnos y desvivirnos y por tanto: relacionarnos. Porque en el fondo son las relaciones con las personas las que dan valor a la vida. A imagen de la Trinidad, somos porque nos relacionamos. Y en las relaciones tenemos el momento y el espacio para “vivirnos y desvivirnos” como Jesús.

Alentados por el testimonio valiente de los hombres y mujeres santos, que se mantuvieron fieles al Espíritu nos preguntamos: ¿Quién encontrará en su vida una motivación suficientemente grande para apostarlo todo por ella? ¿Quién está dispuesto a firmar a Dios un cheque en blanco? ¿Quién tendrá sabiduría y fortaleza para tener o buscar una meta clara y correr tras ella? En la vida, sobre todo cuando somos jóvenes, resulta muy conveniente no tanto llegar deprisa o ir rápido, cuanto saber a dónde vamos. ¿Qué quieres hacer con tu vida? ¿A dónde vas? De un modo u otro todos terminamos dando nuestra vida a algo o a alguien. ¿A quién quieres dar, regalar tu vida? También puede suceder que se consuma o malgaste como un cigarrillo tras otro. Entonces el humo del tiempo irá dejando tan solo una huella de ceniza.
Hermanos, que sepamos a dónde vamos, a quién estamos dando nuestra vida. Busquemos con altura de miras algo que merezca la pena y la alegría, para vivir con pasión encendiendo a nuestro paso lo inesperado. Debemos pasar por el mundo encendiendo luces y no apagándolas.

Que María, mujer llena del Espíritu Santo sea un modelo, un apoyo. Ella que supo esperar y vivió tantos años en el anonimato también tuvo sus momentos decisivos. Aparentemente tenía muy poco pero la luz que alumbró y que encendió cambió el rumbo de la historia. Ella nos enseña que siempre es posible comenzar de nuevo.

“Vivir y no ir tirando” eso queremos, ¿lo queremos? Ven Espíritu Santo, haznos capaces de creer y arriesgar. Ven Espíritu Santo, haznos estremecernos de alegría en el encuentro con el Padre y el Hijo, para que contribuyamos a la santificación del mundo, globalizando los motivos reales para la esperanza y la alegría.

Fray Xabier Gómez García
Real Convento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)

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