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miércoles, 20 de mayo de 2009

Ascensión del Señor - Ciclo B (Mc 16,15-20): Liturgia, Reflexiones, Exégesis y Oración


LES ACOMPAÑARAN ESTOS SIGNOS
Publicado por Dabar

En el Evangelio de hoy aparece con nitidez el gran mandato de Jesús de ir al mundo entero a proclamar el Evangelio. Esta proclamación no es una mera predicación de un mensaje, sino, al mismo tiempo, la realización de unos signos que van todos ellos en función del proceso de liberación humana. La Iglesia, para evangelizar bien, tiene que hacer claros gestos a favor de la humanidad, especialmente, de la humanidad oprimida, explotada… La palabra tiene que ir refrendada por el hacer. Hoy, “a los que crean les acompañarán estos signos”:

• “Que el dolor no nos sea indiferente”: De entrada ponernos en la orilla de los débiles. No podemos pasar dando un rodeo a los grandes sufrimientos de la humanidad, conmovernos por las lágrimas de los pobres, hacer nuestras las situaciones de exclusión, amparar y abrazar a quien camina en soledad, tocar las llagas de la vida para curarlas… No temer ser “abogados de pobres”, de causas perdidas. Con una visión de futuro y de fe, no son causas tan perdidas. Apuntar hacia el origen de tanto mal sin dejar de socorrer al herido. Saber que el futuro será distinto en la medida en que nos adhiramos, de hecho, a la práctica de la justicia. Si no hacemos este signo, el anuncio de la Buena Noticia no será escuchado y con razón.

• La persona como bien innegociable: Una mirada profunda al interior de la persona se hace imprescindible en épocas como la nuestra, tendentes a la más inmediata deshumanización. Si algo forma parte del mensaje evangélico es que la persona es el bien a preservar de forma incuestionable. Un sistema que usa a las personas como piezas de recambio en la máquina productiva es intrínsecamente perverso e inaceptable desde el lado de la humanidad y de la fe. Una sociedad que destroza personas no puede ser de recibo, sin más. Los escándalos financieros que establecen desigualdades monstruosas entre los humanos han de ser calificados públicamente como una falta de vergüenza. Asumir el tema de la dignidad humana, con todas las consecuencias, es uno de los signos más claros que debe acompañar hoy nuestra proclamación del Evangelio.

• Participar en la construcción de la sociedad: El anuncio de la Buena Noticia pasa por el signo de activar la ciudadanía. Tener conciencia de que el día de la plenitud histórica, del Reino de Dios, se retrasa cuando me afilio a la injusticia o a la pasividad. No apearnos de este mundo, por muchas que sean sus incoherencias y contradicciones; asumir la certeza de que estamos en él para hacerlo más humano y habitable. Creer en la capacidad política del amor, de la fuerza interior como herramienta para el cambio social. Organizarse en maneras colectivas que no solamente hagan más rentable “los recursos”, sino que desvelen otras formas más humanas y fraternas de vivir. Fortalecer el espíritu de “centinelas” para leer críticamente lo que nos transmiten los medios de comunicación. Fomentar la reflexión conjunta que derive en tomas de posturas comunes.

• No renunciar a los sueños: Soñar con “la otra Iglesia posible” al servicio de “otro Mundo posible”. Para ello, no temer, apoyadas en el Evangelio y confiadas en la Resurrección de Jesús, emprender caminos de novedad social, más allá de nuestras limitaciones del momento. Nada va a cambiar, nadie cede nada en situaciones de crisis, si no hay denuncia de la realidad, presión popular y pacto democrático. Irse acostumbrando a vivir en la intemperie, fuera de los sistemas que nos “amparan” y nos adormecen para no soñar. Tener el valor de cuestionar lo incuestionable o, al menos, no hacer el juego a los poderosos. Correr riesgos por defender la utopía. Mientras haya personas que sueñen en común, un futuro distinto de la humanidad es posible.

La ascensión de Jesús nos revela que la plenitud solamente la alcanzamos al final y que, además, es un don de Dios. Pero, a la vez, nos revela que es un proyecto inmediato de acción, un quehacer, una tarea sin dilación, una pasión: “¿qué hacéis mirando el cielo?”, “volverá”, por el momento “quedaos en la ciudad”, después, “id al mundo entero y proclamad el Evangelio” y “el Señor confirmaba la Palabra con los signos que los acompañaban”.

MARICARMEN MARTÍN
carmen@dabar.net



DIOS HABLA

HECHOS DE LOS APOSTOLES 1, 1 11
En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les recomendó: «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo». Ellos lo rodearon, preguntándole: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?» Jesús contestó: «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo». Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndole irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como lo habéis visto marcharse».

EFESIOS 1, 17-23
Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro.
Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.

MARCOS 16,15 20
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once, y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos». Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor confirmaba la Palabra con las señales que los acompañaban.



EXEGESIS

PRIMERA LECTURA
La introducción del libro de los Hechos de los Apóstoles (1,1-11) presenta, después del prólogo-dedicatoria (1,1-3), la narración de la Ascensión en la versión de ese libro la cual es la narración más extensa sobre ese suceso que aparece en todo el Nuevo Testamento

El prólogo representa el empalme entre las dos partes de la obra lucana. Es el paso de la presencia prepascual de Jesús al tiempo de la comunidad cristiana. Su tono es más teológico que histórico.

Hay una alusión a la vida nueva resucitada de Jesucristo como punto de partida del resto. El número de cuarenta días, aparte de otras consideraciones sobre la dificultad de medir el tiempo del Resucitado, no puede tomarse a la letra sino simbólicamente, como la mayoría de los números bíblicos.

La narración misma de la Ascensión ha de desmitologizarse e interpretarse. Realmente no podemos imaginar a Jesús como una especie de cohete espacial, ni que el cielo esté realmente "arriba", etc.

El significado fundamental es, por un lado, la exaltación total de Jesús, realizada en la Resurrección que aquí culmina. Por otro, el notar que comienza una época de ausencia física de Jesús, experimentada por los mismos discípulos que le han tratado en su vida anterior. Falta de presencia física que no ha de llevar a nostalgia o inmovilismo sino a acción y a esperanza en el futuro.

La aparición de los varones celestes - también simbólica, desde luego - orienta a la comunidad hacia ese futuro. No ha de verse a Cristo exaltado al margen de la comunidad sino como invitándonos a seguir su camino. El Nuevo Testamento no está de acuerdo con Fray Luis : “Y dejas, ¡Pastor Santo !, tu grey...” Se puede comprender ese sentimiento de tristeza, pero el Nuevo Testamento no lo comparte. No hay nostalgia del Jesús terreno, lo cual resulta curioso, pues los discípulos inmediatos son los que más razones hubieran tenido para sentirla. Hay en cambio esperanza y dinamismo misionero.

FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net



SEGUNDA LECTURA
Después del himno cristológico de Efesios (1,3-14) hay una súplica y acción de gracias del autor del escrito, la cual, además de servir para su propia finalidad de ofrecer a nuestra consideración una oración bíblica, constituye una especie de desarrollo y ampliación del plan de Dios expuesto en el himno anterior. Naturalmente el percibir aunque sólo sea un poco esta acción salvífica de Dios es un don que hay que recibir de Él mismo. Por eso se pide que nos lo conceda.

Hay una ponderación grande de esa acción con expresiones como "riqueza de gloria", "eficacia de su fuerza poderosa". Acción realizada ya en Cristo, pero que, para nosotros, en parte al menos, es objeto de esperanza.

La acción de Dios, en efecto, se ha llevado a cabo desde antes de la creación, en Cristo y por Cristo. Su momento culminante es la Resurrección/exaltación total del Señor. Pero, en línea con la teología paulina, ese hecho no se limita sólo a Cristo sino es garantía de que nosotros mismos seguiremos ese mismo camino y tenemos el mismo destino. Por ello, aunque parece que se está hablando sólo de Cristo hay una dimensión soteriológica implícita en cuanto se afirma de Él. La glorificación suya ya es comienzo de la nuestra. Y también en coherencia con la mentalidad paulina se hace ver que tal acción todavía ha de realizarse en alguna medida, al menos en cuanto a nosotros todavía. Todavía nos queda algo por vivir plenamente y en ese aspecto todavía esperamos.

Esta lectura se usa en la Ascensión del Señor porque, en realidad, esta fiesta es la fiesta de la exaltación de Cristo mencionada en Efesios y... también de la nuestra.

Nosotros, los cristianos, aparecemos en el final de la lectura al mencionar a la iglesia como cuerpo de la Cabeza Cristo. No es concebible en la concepción de este escrito que la Cabeza le suceda la exaltación sin que ello también alcance a los miembros de su cuerpo que somos nosotros.

FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net

EVANGELIO
Observaciones preliminares. En los versículos inicial y final la palabra evangelio hay que entenderla en el sentido de buena noticia. La buena noticia es la llegada del Reino de Dios a nuestro mundo. Proclamar la buena noticia es proclamar que el Reino de Dios es ya una realidad en nuestro mundo. Y si el Reino de Dios es ya una realidad en nuestro mundo, ello significa que no hay que seguir esperando a la llegada del tiempo final, sino que estamos ya en el tiempo final.

De ahí que el texto hable de signos. Esta palabra, en efecto, tenía un fuerte arraigo en el campo semántico judío relativo a los últimos tiempos. Los signos, en su calidad de hechos portentosos, eran vistos como la señal indicadora de estar ya en el tiempo final.

En el texto, los signos acompañan a los que dan crédito a la buena noticia. En este sentido, hay que suprimir en el versículo final el pronombre los, que liga los signos a los once y que no se encuentra en el texto original.
El que crea, los que crean. Creer tiene aquí el sentido de dar crédito.
Sentarse a la derecha: forma gráfica de decir tener la misma dignidad y autoridad.

Texto. Con este texto pone Marcos punto final a su evangelio, toda vez que Jesús comparte ahora dignidad y autoridad con Dios. Un evangelio que se podría resumir como la historia de la proclamación de la buena noticia en Israel a cargo de Jesús.

Pero para Marcos, poner punto final al evangelio no significa poner punto final a la proclamación de la buena noticia. El texto de hoy consagra la continuidad en la proclamación de la buena noticia después de Jesús y más allá de Israel.

Esta continuidad en la proclamación correrá inicialmente a cargo de los once. Y acontecerá en ella lo ya acontecido con la proclamación a cargo de Jesús: unos le darán crédito, entrando a formar parte del Reino de Dios aquí y ahora (salvación); otros no le darán crédito, quedando fuera de ese Reino aquí y ahora (condenación). El bautismo será la objetivación del formar parte del Reino de Dios.

La experiencia, la vivencia de hechos portentosos por parte de los creyentes en la buena noticia será la señal de la existencia real, aquí y ahora, del Reino de Dios.

Así viene sucediendo desde entonces hasta hoy.

Puntos de reflexión. Destacan la sobriedad y la elegancia con que Marcos formula el misterio actual de Jesús: Ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Es el misterio que hoy conmemoramos y celebramos.

Y anticipándonos a celebraciones próximas, celebramos también la continuidad en la proclamación de la buena noticia. Gracias a esa continuidad de proclamación sabemos que vivimos ya en el Reino de Dios. Hechos portentosos, acomodados al hoy, así lo siguen certificando.

ALBERTO BENITO
alberto@dabar.net

NOTAS PARA LA HOMILIA

EL VIAJE DE LA VIDA

Nuestra comunidad arranca desde una experiencia que la Biblia nos repite muchas veces y de distintas maneras. La vida es un viaje, largo y atareado, penoso y, tantas veces, cansado. Todo menos un viaje turístico, un paso con altibajos que se realiza en condiciones difíciles a través del desierto que es la vida.

No solo el Éxodo, aunque sea la primera afirmación literaria para expresar la convicción vital y teológica, hay otros viajes como el de Abraham, Jonás, al revés, o el de Tobías, o el de Emaús, o el de Jesús hacia Jerusalén o el de Pablo hacia Damasco.

Todos ellos, reflejo del primero, son una expresión de nuestro viaje vital hacia nuestra propia meta, hacia el horizonte en donde esperamos encontrar y conseguir el objeto de nuestra esperanza, el anhelo de nuestra aspiración.

Aunque no todo el mundo tiene tan claro que el final del viaje se corresponda con el alcance de nuestro objetivo. Hay muchos que lo niegan, unos por estar atrapados en la inmediatez del tiempo, otros por estar atados a la mentalidad biológica que descarta un final personal. Otros por otros motivos.

En las lecturas y la fiesta de hoy se da una intencionalidad clara. Los autores de las lecturas, portavoces de la fe de la comunidad y responsables de la catequesis en que están metidos sus miembros, quieren transmitir una convicción “experimentada” en Jesús y esperada por todos.

Lo mismo que Jesús vivió su viaje, realizó su vida, caminó su desierto y llegó a un final, también nosotros podemos hacerlo, cada uno con sus rasgos propios, cada uno con su irrepetibilidad personal, cada uno con su sello íntimo, pero todos con un final. ¿Cuál? El mismo de Jesús.

TIENE UN FINAL FELIZ
Ese final es la culminación de una vida, la terminación de un proceso, es la muerte, dolorosa y triste. Pero, igual que Jesús, también la nuestra puede ser algo positivo, una experiencia desbordante, una sorpresa genial. Tras la muerte se suceden una serie de cosas, difícilmente verbalizables, que forman todo un conjunto de acontecimientos que denominamos resurrección.

No es la vuelta a la vida anterior, tampoco es destrucción, es vida. Tampoco es una condena, sino una salvación. Ni siquiera es una frustración, es la realización de todo lo anhelado. Ni mucho menos seguir atados a las limitaciones, sino transformados en otra dimensión pero reconocibles y, por tanto, siendo nosotros mismos. No es dejarnos en la ansiedad sino entrar en el mundo de la satisfacción, de la plenitud.

A Jesús, la comunidad lo vió como el pionero de toda nuestra propia travesía, como la avanzadilla de nuestro recorrido, como el preparador del terreno y el guía que anticipa las dificultades y las incógnitas.

Para nuestra comunidad, Jesús es el enviado de Dios para responder a nuestros interrogantes más patéticos, nuestros dilemas más fuertes y nuestros problemas más arduos. Él nos indicó cómo hacer mejor el viaje, cuales son las actitudes que pueden ayudarnos más, qué relación y convivencia es la más apropiada, cómo es mejor ser serviciales y practicar el compañerismo, la forma del amor más allá del ámbito de los sentimientos familiares o de amistad, que ir cada uno por su cuenta.

Él siempre alimentó nuestra esperanza de ir, con decisión, más allá de lo que ven nuestros ojos, porque el mundo de Dios está más allá de donde alcanza nuestra vista, marcada por la miopía cultural.

Y frente a quienes lo desautorizaban, frente a quienes decían y siguen diciendo que no puede ser, que nuestro final desgraciado es la muerte destructora y aniquiladora, Dios le dio la razón, nos dijo que Él era nuestra verdad, nuestro futuro y nuestro camino hacia la plenitud.

Nuestra comunidad sigue convencida que esta convicción tiene tal fuerza para la vida, que cambia tan radicalmente a quienes la asumen que parecen otros, como Jesús, y se dedican a transmitirla para hacer posible más vida. Quien cree esto y cree a Jesús y en Él, todo le parecerá distinto y los peligros menores. Será mucho más libre.

JOSE ALEGRE ARAGÜES
pepe@dabar.net




PARA LA ORACION
Dios que has querido llevar a Jesús a tu lado y lo has hecho a la vista de todos nosotros para que fuéramos testigos de su razón y autoridad. Afianza nuestras convicciones y promueve nuestra confianza en su mensaje que habla de perdón para todos, de amor incondicional, de esperanza ilimitada y de futuro seguro. Que esas características de nuestra relación contigo sepamos sembrarlas en un mundo carente de convicciones y abandonado a la corrupción y la injusticia.
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Elevamos nuestro pan, símbolo de nuestra vida llena de esfuerzos, cansancios y quejas para que Tú lo transformes en pan lleno de esperanza, alimento de amor y signo de tu presencia entre nosotros.
Elevamos, también, nuestro vino, rojo como la sangre derramada en la historia, expresión de tantas heridas y violencias, para que Tú lo transformes en el vino de la alegría, de la solidaridad y de la vida compartida.
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Te damos gracias, Señor, que has hecho este mundo para nosotros por todas las maravillas con que lo has adornado y que en este tiempo de primavera se hacen signos de tu creatividad, de tu imaginación, de la variedad con que piensas la vida y la pluralidad con que la has vestido.
Todo en ella nos habla de Ti, aunque necesitamos limpiar nuestras gafas vitales para descubrir tu presencia en el fondo de todo lo que has creado y nuestros oídos para escuchar las palabras que tus obras dicen a voz en grito y en clave de fe.
Pero nos asombra sobre todo Jesús, con su vida, su caminar por ella, su proceso vital lleno de dificultades pero tenaz y constante en el esfuerzo por hablar de amor, de servicio, de solidaridad, de perdón, de compañerismo y de ayuda.
Con su resurrección y ascensión todo quedó más claro, porque se manifestó tu reconocimiento para que tuviéramos dónde apoyar nuestra confianza y nuestra esperanza.
Te damos gracias porque, a nuestro lado, entre nosotros, has personas que son testigos de esa esperanza vital y nos animan a asumir todo lo negativo y luchar por superarlo y hacer un mundo mejor.
Por todo lo que significas para nosotros en nuestra vida, te damos las gracias.
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Que nuestra celebración nos llene de sentido y de esperanza para seguir nuestro camino de cada día contagiando a los demás lo que recibimos de Ti. Haznos sensible y solidarios con quienes no tienen la suerte de poder confiar y abrirse a ese futuro que contigo se ofrece a la humanidad sedienta y hambrienta de horizontes y de superación.


LA MISA DE HOY

MONICIÓN DE ENTRADA
Esta fiesta, ambientada en la plenitud de la primavera, cuando todo a nuestro alrededor habla de vida, encuentra en este escenario todo el fondo de su sentido vital y religioso. Celebramos la Ascensión, culminación del proceso de Jesús por la tierra y la historia al modo nuestro.
Hasta ahora ha sido uno más entre los hijos de los hombres, víctima de las condiciones que nos tienen atrapados a nosotros en esta experiencia de vivir con muchas limitaciones. A partir de ahora Jesús, libre de los condicionantes humanos, reconocido en su condición divina, vela y protege nuestra marcha invitándonos a hacerla tal como Él la ha hecho. Es la fiesta de nuestro futuro. Dios nos llevará a eso que llamamos cielo y que consiste en nuestra salvación.

SALUDO
Sed bienvenidos a la celebración de esta fiesta en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

ACTO PENITENCIAL
Ante Dios, conocedor de lo duro que es vivir en la tierra, podemos abrir nuestro corazón y decirle lo que nos tiene atrapados.
- Tú que eres el Dios que ha resucitado a Jesús respaldando su mensaje de perdón y de esperanza. Señor, ten piedad
- Tú que eres nuestro guía en el camino de la vida mostrándonos la senda a seguir y el horizonte a alcanzar. Cristo, ten piedad
- Tú que eres un Dios capaz de acogernos a todos en tu corazón y darnos lo que nuestro ser anhela, aunque no lo merezcamos. Señor, ten piedad
El mismo Dios que resucitó a Jesús por ser su Padre, nos resucitará a nosotros y nos dará un destino a su lado para que seamos felices.

MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
A modo de cronista, el autor del libro de los Hechos de los Apóstoles nos cuenta los últimos pasos y experiencias de Jesús por el mundo y su relación con sus amigos los discípulos. Parece una crónica. No lo es. Es un modo literario de hablarnos del final de la vida de Jesús como comienzo de una nueva vida para Él y para quienes creemos en Él.
Dios Padre, eleva a Jesús a la categoría de Hijo, le devuelve su rango y así nos garantiza la verdad de su mensaje y nuestro futuro. Por eso cambia ya nuestro presente y podemos comunicarlo. Nos ha hecho libres del miedo a Dios y al futuro.

SALMO RESPONSORIAL (Sal 46)
Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo: porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra.
Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
Dios asciende entre aclamaciones, el Señor al son de trompetas: tocad para Dios, tocad, tocad, para nuestro rey, tocad.
Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
Porque Dios es el rey del mundo: tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado.
Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.

MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
Pablo hace un resumen de su propia experiencia de fe y exhorta a los cristianos de Efeso a practicar las virtudes propias del caminante de la vida que quiere hacerse compañero servicial de los demás, respetar las características de cada uno y reflejar la vida desde la fe en Jesús, que es una vida henchida de esperanza y abierta a Dios en confianza, porque Él nos dará lo que buscamos y necesitamos.

MONICIÓN A LA LECTURA EVANGÉLICA
Con unas breves y escuetas palabras, fiel a su estilo, Marcos nos resume el entusiasmo y los efectos que produce el encontrarse con Jesús y tener la dicha de hacer el viaje de la vida en su compañía. La vida es otra confiando en Él. El miedo da paso a la decisión, la tristeza a la alegría, la duda a la confianza, la ansiedad a la seguridad. Dios nos va acompañando.

ORACIÓN DE LOS FIELES
Al Dios que nos conoce, acompaña y ayuda, le dirigimos nuestra petición en un mundo lleno de necesidades e ilusiones.
- Por quienes creemos en Jesús y formamos su comunidad, para que seamos un testimonio continuo de esperanza y alegría. Roguemos al Señor
- Por los niños que hoy se acercan a hacer su primera comunión, para que cultivemos esta relación con el Jesús hecho pan que les ayuda a crecer y hacerse hermanos de todos. Roguemos al Señor
- Por los que no ven la vida con esperanza ni tienen confianza en el futuro, para que puedan descubrir las posibilidades de Dios. Roguemos al Señor
- Por los necesitados del mundo, por las víctimas más directas de la crisis económica, por quienes querrían creer y no pueden, por los que se encuentran solos. Roguemos al Señor
- Por nuestros niños y jóvenes que se pierden la alegría de conocer a Jesús y así pierden la posibilidad de basar y construir su vida desde la esperanza. Roguemos al Señor.
Oración: Escucha, Padre bueno, estas necesidades y otras que se dan a nuestro alrededor y que afectan a la humanidad por dentro y por fuera. Cambia nuestro corazón y atiende nuestra súplica porque lo necesitamos y porque te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor.


CANTOS PARA LA CELEBRACION
Entrada. Somos un pueblo que camina (1CLN-719); Hoy me siento peregrino (disco “Siguiendo las pisadas de Cristo” de Erdozáin); Ciudadanos del cielo (de Deiss, 1CLN-709); Hacia ti, morada santa.
Gloria. Gregoriano, de la Misa de Angelis; Gloria (disco “15 Cantos para la Cena del Señor”, de Erdozáin).
Salmo. Aleluya, pueblos todos (de Palazón, 1CLN-507).
Aleluya. Canta aleluya al Señor (de Luis Alfredo Díaz, disco “Ven, Espíritu Santo”).
Ofertorio. Este pan y vino (1CLN-H 4).
Santo. Gregoriano, de la Misa de Angelis.
Comunión. Cerca de Ti, Señor (popular); Oh, Señor, delante de Ti (disco “16 Cantos para la Misa”).
Final. Id, amigos (1CLN-209); Id y proclamad (disco “Cantos para una comunidad evangelizadora”).


Director: José Ángel Fuertes Sancho •Paricio Frontiñán, s/n• Tlf 976458529 Fax 976439635 • 50004 ZARAGOZA
Tlf. del Evangelio: 976.44.45.46 - Página web: www.dabar.net - Correo-e: dabar@dabar.net

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