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domingo, 17 de julio de 2011

Domingo XVI del tiempo ordinario: Como una cana en la melena


Publicado por Entra y Verás

El evangelio de este domingo contiene varias parábolas. en ellas se nos hace reflexionar sobre la importancia de no uniformar, que lo más insignificante puede ser luego lo más grande como pasa con el grano de mostaza. Tenemos que tener cuidado para evitar pasar por encima del diferente. Hay que saber respetar y dar a cada cual su lugar.

Nuestro personaje era celoso del orden hasta llegar casi a la manía. Era metódico en sus ritmos de vida y desde hacía bastantes años llevaba haciendo lo mismo y a las mismas horas con una puntualidad inglesa. A diario dedicaba 6 minutos y 47 segundos a peinar su hermosa cabellera negra de la que estaba muy orgulloso. Un día descubrió que entre la espesura de su cuero cabelludo un cuerpo extraño rompía la monotonía. Un escalofrío recorrió sus entrañas al constatar que se trataba de un cana. Rápidamente intentó hacerla desaparecer con unas pinzas pero era imposible. La cana parecía tener vida propia y se mostraba escurridiza ante las embestidas de la pinzas. Probadas todas las formas y maneras posibles la cana seguía en su sitio y nuestro personaje no tuvo más remedio que darse por vencido. Debería aprender a convivir con la cana. Aunque no se lo creía demasiado pensaba: la gente dice que las canas son signo de madurez así que la cosa no debe estar tan mal y empezó a sentirse también orgulloso de ella pues al fin y al cabo pertenecía a su ilustre cabellera.

El evangelio de hoy no nos habla de canas ni de cabelleras pero nos habla de trigo y de cizaña. Los criados impacientes quieren arrancar la cizaña cuanto antes pero el amo prefiere esperar al momento de la siega. En esta impaciencia vemos reflejado el deseo de algunos de los seguidores de Jesús de instaurar cuanto antes una comunidad de puros separada de quienes se manifestaban en contra. Este deseo choca con la infinita paciencia y misericordia de Dios, que no sólo es omnipotente sino “omnipaciente”.

Parece que en los últimos tiempos surgen corrientes en nuestra Iglesia demasiado obsesionadas en el comportamiento ajeno que, bajo la excusa de fidelidad evangélica y con la vara del cumplimiento, pretenden reducir la Iglesia a un grupo de perfectos, de justos, de pulcros, de fieles cumplidores, de santurrones de los que nunca rompen un plato. Esto no deja de ser una herejía como tantas otras que han jalonado la historia de la iglesia como los Cátaros o los Donatistas… El hombre ni sabe ni puede sepa­rar los campos. Tengamos paciencia, como Dios la tiene, y sepa­mos esperar. La primera lectura –son palabras del sabio– nos invita a ser humanos, misericordiosos, y no jueces. El juicio está en las manos de Dios, único capaz de separar sin herir a nadie. Él se comporta con paciencia, amor y misericordia dando siempre lugar al arrepentimiento. Hoy sobran los dictadorzuelos con medalla de justos que inventan dioses de cartón a la medida de su doctrina. En la lógica de Dios no entran la destrucción y la violencia sino la acogida y la oportunidad, pues como dice san Agustín: en el campo del Señor a veces lo que era trigo se hace cizaña y lo que era cizaña se convierte en trigo. Y después, nosotros con nuestras obras pasaremos al granero o seremos atados en gavillas como la cizaña.

El lenguaje empleado por las parábolas es fácil de entender y el fondo que contienen no llega a comprenderse hasta que no se vive en profundidad. Pues nos cambian la idea que podemos tener de Dios, de entender la religión, la moral, el orden social… y en muchos casos puede resultar para nosotros, si queremos ser consecuentes, un auténtico giro de 180 grados que nos tiene llevar a gozar de la libertad verdadera de los hijos de Dios donde no existe la uniformidad sino la fidelidad. Nuestro tiempo es siempre de siembra, la cosecha no nos toca a nosotros. Ojo con el exclusivismo y con ahogar, silenciar o maquillar al diferente, como sucedía con la cana.

Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto. Colegio San Agustín (Valladolid, España)

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