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sábado, 30 de julio de 2011

XVIII Domingo del T.O. (Mt 14, 13-21 ) - Ciclo A: EL REPARTO DE PANES Y PECES


Siempre me ha llamado la atención el relato evangélico de la multiplicación de panes y peces. He pensado instintivamente en un Jesús, especie de prestidigitador, pero con poder divino para obrar lo imposible: alimentar a cinco mil con sólo cinco panes y dos peces, sobrando, para colmo, doce cestas. Cinco mil, sin contar mujeres y niños, que ya es gente...

Rebuscando en las páginas de la Biblia veo que Jesús tuvo su predecesor en el profeta Eliseo, quien dio de comer a cien personas con veinte panes. También en aquella ocasión se saciaron todos y sobró. Jesús, no obstante, supera con creces a este antiguo profeta.

Personalmente nunca he llegado a comprender el por qué de este relato. ¿Pudo suceder así como se narra? ¿No será éste un relato simbólico o metafórico? Basado en esta sospecha, voy a proponer otra interpretación; la de siempre ya la conocemos; a pesar de ser muy extraña, a fuerza de oírla nos parece normal y natural. ¿Normal hacer un milagro de este calibre? ¿Para qué? ¿Qué sentido tiene?

Los discípulos de Jesús, en esta ocasión, me parecen sensatos: "Estamos en despoblado -le dicen al Maestro-, y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer". Ellos no esperaban milagros aparatosos. Además, si estaban con Jesús en un lugar apartado de la gente, tenían sus motivos: se habían enterado del asesinato de Juan Bautista por parte de Herodes y temían que a su Maestro le sucediera otro tanto. Como Juan, Jesús no tenía pelos en la lengua. Había que pasar a la clandestinidad. Por eso, la presencia de la gente los incomoda. Lo ideal era despedirlos, disolver la manifestación para que las cosas no fuesen a más. Que Jesús deje de enseñar al pueblo...

Pero Jesús no está de acuerdo con estas sensatas propuestas: "Dadles vosotros de comer", les dice. Me imagino que se mirarían unos a otros, pensando que el Maestro no estaba en sus cabales...

Cinco panes y dos peces son todo un símbolo. Hasta Jesús, el pueblo judío se alimentaba de la doctrina-pan del Antiguo Testamento. (En arameo, doctrina ("hamira") y pan de levadura ("'amira") suenan igual. Cinco son los libros del Pentateuco; dos, el resto de las Sagradas Escrituras: los Profetas y los Escritos. Pan y pez, alimento básico en el norte del país, junto al lago. Los panes y los peces representan la enseñanza contenida en el Antiguo Testamento, alimento que no satisfacía al pueblo que estaba infraalimentado como oveja sin pastor...

Jesús, pan de vida, "tomó los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente".

Esto es lo que Jesús hacía a diario: interpretar las Escrituras, explicarlas a partir de la realidad de su persona.

Y gracias a esta enseñanza, nace el nuevo pueblo de Dios, el pueblo cristiano, formado por cinco mil, como cuenta el libro de los Hechos (4,4), los convertidos al Evangelio.

Jesús, escrutando-interpretando-superando la Antigua Ley, se convierte en el verdadero alimento-pan-doctrina que sacia al nuevo pueblo de Dios, la comunidad cristiana. Un pueblo, que, como el antiguo Israel, también tiene doce pilares -los discípulos- cuya doctrina, recibida de Jesús, sacia a la comunidad. Sobraron doce cestas, una por cada tribu.

Más que ante un milagro o prodigio, estamos, a mi juicio, ante un relato simbólico. Por otro lado, dificilmente podemos afirmar o negar, desde el punto de vista histórico, si Jesús multiplicó los panes o no. La palabra "multiplicar" no aparece para nada en la narración evangélica y no olvidemos que los números juegan un papel muy importante, con categoría de símbolos, en todo el Antiguo Testamento.

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