NO DEJES DE VISITAR
GIF animations generator gifup.com www.misionerosencamino.blogspot.com
El Blog donde encontrarás abundante material de formación, dinámicas, catequesis, charlas, videos, música y variados recursos litúrgicos y pastorales para la actividad de los grupos misioneros.
Fireworks Text - http://www.fireworkstext.com
BREVE COMENTARIO, REFLEXIÓN U ORACIÓN CON EL EVANGELIO DEL DÍA, DESDE LA VIVENCIA MISIONERA
SI DESEAS RECIBIR EL EVANGELIO MISIONERO DEL DÍA EN TU MAIL, DEBES SUSCRIBIRTE EN EL RECUADRO HABILITADO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA

sábado, 8 de octubre de 2011

Apoyo para la Homilía y la Reflexión personal: XXVIII Domingo del T.O. (Mt 22, 1-14) - Ciclo A: Comer con Jesús



TEMAS Y CONTEXTOS

EL EVANGELIO DE MATEO Y EL TEXTO DE ISAÍAS.

La interpretación de este texto es compleja, no porque sea difícil sino porque tiene varios niveles de lectura, que vamos a exponer brevemente.
La primera lectura sería la que podrían entender los que oyeron a Jesús. Como el Domingo pasado, en cuanto Jesús empezó a citar a Isaías, todo el mundo entendería que estaba hablando en lenguaje "escatológico", aludiendo al final de los tiempos, y, por tanto, al triunfo de Dios en Israel y para todos los pueblos. Se ha dicho que el texto de Isaías es la promesa más grande de todo el Antiguo Testamento. En efecto, es "La Promesa", pero proyectada al triunfo final de Dios. El final presentado como goce, como banquete. Dios triunfa incluso de la muerte, superando la maldición original del Génesis, lo que indica un triunfo también sobre el pecado. Tiene un paralelo claro en la visión del Apocalipsis de Juan: la ciudad de Dios, resumen final del triunfo de la humanidad en Dios.
Pero Jesús ha introducido un matiz radical. Los invitados se niegan. Se excluyen a sí mismos del banquete. La parábola habla incluso de la ira del rey y la destrucción de su ciudad. Los que oían a Jesús entendieron inmediatamente esto como habían entendido la parábola de los viñadores homicidas. Israel se va a ver rechazado, expulsado del banquete, por no haber aceptado la invitación. Esto incluye la parábola entre las de "reprobación", y por eso sin duda la incluye Mateo en este contexto de los capítulos 21- 26, las grandes polémicas finales y el rechazo mutuo definitivo entre Jesús y los jefes de Israel.
La segunda lectura es la que haría la comunidad de Mateo donde se escribió este evangelio. Comunidad procedente del judaísmo, pero en cuyo seno habría también cristianos procedentes del judeo/helenismo e incluso de paganos. La gran polémica de la primera iglesia, reflejada en los Hechos, sobre la persistencia o no de lo judaico en lo cristiano (circuncisión, Templo, alimentos...) se ha saldado ya, sin duda en estas comunidades. Jerusalén ha sido destruida y el Templo arrasado. Las comunidades cristianas han visto en esto el cumplimiento exacto de estas parábolas de reprobación:
la viña ha sido arrasada, los invitados al banquete han perecido y su ciudad ha sido destruida. El Evangelio se predica por todos los caminos del mundo y vienen gentes de oriente y occidente a sentarse en el reino. Y la piedra desechada por los edificadores es la piedra angular del nuevo templo, la iglesia.
Por tanto, es claro que el evangelio de Mateo escrito hacia los años 70-80, cuando ya Jerusalén ha sido arrasada, “completa” la parábola de Jesús acentuando los rasgos que significan el desastre del pueblo y su interpretación como rechazo por parte de Dios.
La tercera lectura es la que podemos hacer nosotros, y tiene dos partes:
Tratamos en primer lugar lo menos importante: la parábola tiene un final, añadido, sin duda por el redactor, que dice así:
"Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba el traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos."
Se trata evidentemente de un complemento importante para aquella primera comunidad, que sentía la tentación de un "quietismo" peligroso. "Ya estamos salvados, el Señor nos ha traído al Reino". Pero tanto Pablo como Mateo insistirán fuertemente en la necesidad de las buenas obras, y este texto va dedicado directamente a ese tema. Sin esas obras, se está "fuera, en las tinieblas", en el paganismo o el judaísmo ciego.
Nos interesa más la primera interpretación que para nosotros trae el texto: ESTAMOS INVITADOS AL BANQUETE, EN LA CUMBRE DEL MONTE. Recordemos un poco de estas
simbologías, que conocemos ya.
EL MONTE. Lugar de presencia de Dios, posible supervivencia de creencias antiquísimas, casi-míticas, cuando los pueblos cananeos adoraban a sus dioses en “los lugares altos”. Creencias y cultos que se depuran en el camino de Israel hacia el monoteísmo. En El A.T. el monte por excelencia es el Sinaí, donde se hace "visible" la presencia de Dios Señor y Legislador, y el "Monte de Sión", Jerusalén, donde se asienta el Templo, la Morada de Dios entre los hombres. La Teofanía del Sinaí proporciona toda la simbología de teofanías posteriores, por ejemplo, la de la Transfiguración. El lugar de presencia definitiva de Dios es presentado también como Monte de Dios, hacia donde caminan las naciones.
EL BANQUETE. De larga tradición, la imagen del banquete es inseparable de la de Alianza, Comunión, Reconciliación, y también se da en los dos niveles: como signo de presencia del Dios Salvador en las celebraciones de Israel (culminadas en la Eucaristía) y como signo de la Comunión definitiva con Dios en el "Banquete del Reino". La unión de estos dos signos - el Banquete en el Monte de Dios - es, pues de significado evidente.
LA INVITACIÓN. Tema que se viene desarrollando a lo largo de varios domingos. La Palabra de Dios invita al conocimiento y a la amistad con El, a la intimidad del banquete. En definitiva, invita a "entrar en el Reino", es decir, creer sólo en "Abbá", comportarse como hijo, pensar siempre en "nosotros" más que en "yo". Todas estas consideraciones tienen una lectura histórica, colectiva, una lectura espiritual, como interpretación de qué es la Iglesia, y una lectura personal, como planteamiento de nuestro ser ante Dios.

LA LECTURA DE FILIPENSES
Contiene una de las frases más famosas de Pablo: "Todo lo puedo en Aquel que me conforta", que evidencia cómo Pablo sintió en su vida la fuerza del Espíritu que le hacía superar tantas dificultades. Por lo demás, el texto no tiene nada que ver con el mensaje central de las otras dos lecturas.


R E F L E X I Ó N

"Invitados al Banquete".

La Parábola del Tesoro, la Parábola de la Perla, la Red repleta, los milagros de curaciones, las multiplicaciones de panes y peces, las bodas de Caná... El Evangelio está lleno de expresiones que nos conducen a la idea de Fiesta, de Abundancia, de Vida plena.
Y los evangelios se llaman así porque ofrecen EL EVANGELIO, La Buena Noticia, la Gran Noticia de Jesús.
Así, la invitación es al Evangelio, a vivir en el Reino, no en las tinieblas, no el juicio, no en el temor, no en el Sinaí sino en el Monte de las Bienaventuranzas.
Y es un tema ESENCIAL en la espiritualidad cristiana y en la presencia de la Iglesia en el mundo. Servir a Dios es reinar = "vivir como un rey". El Reino es una fiesta, un tesoro que, una vez conocido, hace despreciar todo lo demás. El reino de Dios es vivir por encima de la envidia, la codicia, la corrupción... porque se ha descubierto que la austeridad, el desprendimiento, la concordia... dan satisfacciones mucho más profundas y duraderas. El Reino de Dios es también vivir por encima de la riqueza o pobreza, salud o enfermedad, vida larga o corta, porque se ha descubierto una dimensión trascendente de la vida que hace de todo eso solamente medios para
caminar, no fines para disfrutar. El Reino de Dios es, sobre todo, libertad, que nace del conocimiento de Dios. Dios no es el juez que lleva severas cuentas: Dios es la fuerza para escapar de la esclavitud del pecado, del sin-sentido de la vida.
Así, el Reino no es sólo una fiesta final, un éxito de la aventura personal y colectiva de la humanidad, prometido para el futuro, sino también un "estado de fiesta" aquí y ahora, una "fiesta interior", en la que ninguna de las adversidades de la vida pueden cambiar ese estado anímico de equilibrio, de saber dónde estoy y a dónde voy, dónde y cómo acaba esto, qué valor tienen las cosas... que se manifiesta, aun en medio de cualquier perturbación, en la paz del espíritu, la confianza en Dios, el estado habitual de agradecimiento y de disponibilidad.
Pero además, y quizá sobre todo, el Reino es un banquete con Jesús. Y los banquetes, las comidas, las cenas de Jesús fueron a la vez revelación y escándalo, fiesta para unos y rechazo para otros; hasta se ha llegado a decir que a Jesús lo mataron por sus comidas con pecadores.
Es característico de Jesús, ante todo que no es un asceta a lo Juan Bautista; es una persona de costumbres normales: vive con y como los demás. Come con y como los demás: no guarda ayunos y purificaciones rituales, como los demás galileos… Y estos no son los signos que se deben esperar de un Profeta. “Este no es Profeta, porque no guarda el Sábado”. “¿Es que vuestro maestro come con pecadores?” … Las comidas de Jesús con pecadores inauguran el Reino: Jesús con todos, porque todos le necesitan; en eso conocemos que Dios está con todos, porque todos le necesitamos. Pero ni los puros fariseos ni los sabios doctores se dejaron invitar. Y se quedaron fuera del Reino, porque se creían diferentes a los demás. El Reino no es cosa de sabios, de puros, de ricos: el Reino es para la gente. Los publicanos y pecadores que se veían comiendo a la mesa del Profeta se sentían redimidos: en el mundo en que Jesús se movía hay pocas cosas más importantes que la honra, y ninguna tan desastrosa como la deshonra. El pecador está deshonrado, es un paria: y la mayor parte de los pecadores de la época no tienen salvación posible, ni manera alguna de rehabilitarse. Pero Jesús los acepta a su mesa, y compartir mesa es ser amigos, supone un grado intenso de mutua acogida.
La frase de los enemigos es significativa: “Acoge a los pecadores y hasta come con ellos”. Es la rehabilitación de la gente pecadora, de la gente. Muchas religiones, y la de Israel entre ellas, caen el pecado de la reverencia a los poderosos. Los importantes son los que conocen los misterios, los que ofician el culto, los ricos, los prestigiosos… Para Jesús es importante la gente, más importantes los niños, más importantes los enfermos y más importantes los más pecadores.
Hay en los evangelios tres tipos de comidas de Jesús:
 Las comidas con la gente, con los pecadores, con todos, que son signo vivo del Reino y muestran cómo es Dios para nosotros. Las dos más significativas son la de casa de Leví y la de Casa de Zaqueo: y en las dos, la conversión es resultado de la iniciativa de Jesús. Dios es el que invita, el que aprecia a todos, el que está interesado sobre todo por el más pecador. Descubrir que Dios es así es una poderosa llamada a la conversión, a aceptar el Reino.
 Las comidas con los importantes, especialmente las dos en casa de fariseos. Jesús acepta la invitación, pero terminan mal, Jesús acaba echándoles en cara su torcida religión, no son comidas de comunión, sino de ruptura.
 Las comidas íntimas con sus amigos, de las que la última marcó a los discípulos en el futuro y nos sigue marcado a nosotros. La Eucaristía es, antes que ninguna otra cosa, la comida de Jesús con los pecadores.
La Eucaristía: un banquete, una fiesta nacida de la comunión con Jesús. En la eucaristía nos sentimos bien ante todo porque se nos admite como somos, pecadores que deseamos el Reino: por eso nos reconocemos pecadores al entrar: no hace falta pedir perdón (a pesar de que las fórmulas litúrgicas insisten en ello); venimos porque nos llaman, porque el perdón está ofrecido de antemano. En la Eucaristía nuestro espíritu vuelve a arder con la palabra, renovamos nuestra unión con Jesús en la comunidad de creyentes... y soñamos con el Banquete Definitivo en la gran Casa de Nuestro Padre. Todo eso hace de nuestra celebración una ACCIÓN DE GRACIAS, todo eso hace que nos despidamos con la bendición, por la que se nos envía a la Misión, a anunciar tanta Buena Noticia con nuestro modo de vivir.
Es urgente que los cristianos recuperemos el talante festivo de nuestra fe, que produzca envidia nuestra manera de vivir, que sea atrayente nuestro modo de proceder y nuestro estado de ánimo. Me atrevería a decir que sólo así anunciaremos verdaderamente la Buena Noticia. Pero no pocas veces nos parecemos a los invitados:
recibimos la invitación y nos vamos a nuestras cosas, a ganar dinero, a competir, a comprarnos cosas, a adorar dioses-jueces... a todo menos al Banquete al que Dios nos invita. Y en todas esas cosas, por más que nos resulten agradables, no hay más que tinieblas.


PARA NUESTRA ORACIÓN

LA PRESENCIA DE DIOS.
Examen: ¿Estoy aún en el Sinaí? ¿Dónde veo y encuentro a Dios? ¿En el templo? " La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular". Los constructores de religiones no se apoyaban sobre el hombre. Jesús sí. "¿Dónde está tu Dios?" Contemplación: Nuestra condición es de desterrados de su Presencia, arrojados del paraíso, tenemos que "creer", pero no vemos. Es propio del espíritu cristiano desear la presencia de Dios. La oración es abandonarlo todo para estar con El, aunque sea "tras el velo", "como en un espejo". La muerte es el encuentro. "Deseo ser desatado y estar con Cristo".

EL BANQUETE.
El final de la parábola del Hijo Pródigo es el Banquete. El final (y/o el principio) de la semana es el Banquete. El final de la vida es el banquete. Se nos pide un acto de fe en que Dios es Bueno, Poderoso y Sabio. Él sabe cómo hace las cosas. El final es el banquete. Debemos creer a Dios. Hacer un acto de fe en Dios/fiesta. La Eucaristía es el banquete profético, el anuncio del definitivo, la comida apresurada del peregrino. Nuestra fe se puede medir por nuestro deseo de la Eucaristía del Domingo. Y no es banquete sólo comer el pan. Es juntarse con la Iglesia, es el Perdón, es la Palabra, es la Oración.... Hacer un acto de deseo de la Eucaristía que vamos a celebrar el Domingo. Desearla, encender nuestra ilusión porque nos está esperando.

YO HE SIDO INVITADO.
La semilla ha sido sembrada en mí, sigue siendo constantemente sembrada. Hay que arar, regar, podar... El Tesoro se nos ha mostrado: ¿qué hay que vender para comprarlo?. Las puertas del banquete están abiertas. ¿Qué hay que dejar para acudir?
Nosotros hemos escuchado la Palabra: "Ven, sígueme". Sentirse invitado al Reino.
Escuchar a Jesús : "Deja esas redes miserables, vente conmigo al Reino".


S A L M O 1 1 6

Alma mía, recobra tu calma,
el Señor fue bueno contigo;
alma mía recobra tu calma,
el Señor escucha tu voz.
Amo al Señor,
porque escucha mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día en que le invoco.
El Señor es fiel y clemente,
el Señor guarda a los humildes,
Él arranca mi vida de las lágrimas,
Él guarda mis pasos del tropiezo.
Cuando me envuelven las redes de la muerte
y caigo en la angustia y la tristeza,
invoco el nombre del Señor.
¿Cómo corresponderé al Señor
por todo lo que ha hecho conmigo?
Alma mía, recobra tu calma,
el Señor fue bueno contigo;
alma mía, recobra tu calma,
el Señor escucha tu voz.

ORACIONES PARA LA EUCARISTÍA

Aquí nos tienes Padre; acudimos porque tú nos invitas al banquete. Poco presentables, poco dignos, pero confiados, porque eres tú el que nos invitas, el que siempre nos acoges y nos perdonas. Gracias Padre porque nos quieres. El banquete es pan y vino, Jesús mismo, entregado por todos. Y traemos a tu mesa nuestro pan y nuestro vino, todo lo que somos y tenemos. Queremos que toda nuestra vida esté completamente entregada a tu reino.
Hemos comido y bebido en tu mesa, de tu pan y de tu vino, de Jesús, nuestra luz, nuestro alimento. Gracias Padre por la eucaristía, y por tu mejor regalo, Jesús, nuestro Señor.

No hay comentarios: