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martes, 17 de enero de 2012

Estudio de Símbolos del Cristianismo (El Pan)


Publicado por Animación Recursiva

El pan ha sido tan importante en la alimentación humana que se considera como sinónimo de alimento en muchas culturas, no obstante participa en muchos rituales religiosos y sociales: como el matzoh en la pascua judía, la hostia en la eucaristía cristiana, el rito de bienvenida de los pueblos eslavos que involucra el pan y la sal, etc…

Los primeros habitantes del planeta en elaborar el pan, fueron los egipcios; y fue precisamente el comercio con Egipto, lo que originó que entre los pueblos del Mediterráneo, se extendiese la costumbre de hacer pan como parte del alimento de los hombres.

Es curioso que los primeros griegos en conocer la existencia del pan, lo adoptaron inicialmente como un alimento ritual de origen divino. Con la costumbre de consumir pan, los griegos lo reciben como símbolo de la comida por excelencia y consiguieron hacer un arte en la elaboración del pan; lograron crear más de setenta variedades.

Cuando el pan llega a Roma, éste sólo es consumido por las gentes pudientes, permaneciendo el pan, ajeno e inalcanzable para el resto del pueblo. Con los avances tecnológicos en los hornos y en las máquinas de amasar. Roma utilizó el pan, como alimento para sus legiones; ya que era un alimento duradero y fácil de transportar.

El cristianismo también ha utilizado el pan como símbolo religioso, Dios se reencarnó en pan de trigo para quedarse en el mundo y Jesús nace en Belén, que significa pan. En muchos pasajes bíblicos, se nombra el pan. Con Jesús de Nazaret se sigue la tradición judía de la bendición del pan y el vino. El pan fue el alimento de la última cena, y en torno a él se celebra el sacramento de la Eucaristía. He aquí unos ejemplos:

Jesús dijo:
– “Mi padre es quien os da el verdadero pan del cielo. El pan que Dios da, baja del cielo y da vida al mundo.”
Entonces le pidieron:
– “Señor, danos siempre de ese pan.”
Jesús les contestó:
– “Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí, jamás tendrá hambre.” (Jn 6, 32-35)

Así en el Padrenuestro, encontramos en el evangelio según San Mateo:

“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy…” (Mt 6, 11)

Y otro ejemplo lo encontramos en la celebración de la Eucaristía, concretamente en el Relato de la última cena y en la Consagración:

- “El cual, cuando iba a ser entregado a su Pasión, voluntariamente aceptada, tomó pan, dándote gracias, lo partió, y lo dio a sus discípulos, diciendo:
TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL, PORQUE ESTO ES MI CUERPO, QUE SERÁ ENTREGADO POR TODOS VOSOTROS.”

Así pues, la Iglesia, siguiendo el ejemplo de Cristo, ha usado siempre, para celebrar el banquete del Señor, el pan. Este, para la celebración de la Eucaristía debe ser de trigo, según la tradición de toda la Iglesia; ázimo, según la tradición de la Iglesia latina.

«En el corazón de la celebración de la Eucaristía se encuentra el pan que, por las palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo, se convierte en el Cuerpo de Cristo. Fiel a la orden del Señor, la Iglesia continúa haciendo memoria de él, hasta su retorno glorioso, lo que él hizo la víspera de su pasión: «Tomó pan…». Al convertirse misteriosamente en el Cuerpo de Cristo, el signo del pan sigue significando también la bondad de la creación. Así, en el ofertorio, damos gracias al Creador por el pan, fruto «del trabajo del hombre», pero antes, «fruto de la tierra», dones del Creador. La Iglesia ve en el gesto de Melquisedec, rey y sacerdote, «que ofreció pan» una prefiguración de su propia ofrenda» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1333)

El pan es símbolo básico de la humanidad. Satisface el hambre, da fortaleza, y es símbolo de la misma vida. Para los cristianos el pan es uno de los mejores símbolos para comprender a Jesús, que se definió a sí mismo: «Yo soy el pan de la vida». Y en la última Cena estableció el pan como signo sacramental de su donación eucarística a los suyos. Él mismo ha querido hacerse pan para ser alimento sobrenatural de los creyentes. En el primer siglo la Eucaristía se llamó «fracción del pan».

El Señor glorioso se identifica con el pan para darse él mismo como alimento. Es un magnífico símbolo de la vida y de la alegría que él nos quiere comunicar, y de su sacrificio en la cruz.

Se recomienda que se consagre pan nuevo en cada misa para los comulgantes, «para que incluso por los signos, se manifieste mejor la comunión como participación del sacrificio que en aquel momento se celebra».

El “comer”, es pues, el gesto central de la Eucaristía cristiana. Si el Antiguo Testamento empieza con el “no coman” del Génesis, en el Nuevo Testamento escuchamos el testamento: “tomen y coman”. Y si entonces la consecuencia era: “el día que comas de él, morirás”, ahora la promesa es la contraria: “el que come… tiene vida eterna”.

El comer, ya humanamente, tiene el valor del alimento y la reparación de las fuerzas. Pero a la vez tiene connotaciones simbólicas muy expresivas: comer como fruto del propio trabajo, comer en familia, comer con los amigos, comer en clima de fraternidad, comer con sentido de fiesta. En el contexto cristiano de la Eucaristía, el comer tiene igualmente varios sentidos. Al comer el pan, estamos convencidos de que nos alimentamos con el Cuerpo de Cristo. Su palabra (“esto es mi Cuerpo”) sigue eficaz y su Espíritu es el que ha dado a ese pan que hemos depositado sobre el altar su nueva realidad: ser el Cuerpo del Señor glorificado, que ha querido ser nuestro alimento. Este es el primer sentido que Cristo ha querido dar a la comida eucarística: “mi carne es verdadera comida”. Él es el “viático”, el alimento para el camino de los suyos.

También hay otros valores y gracias que Cristo expresa en el evangelio con este simbolismo de la comida: el perdón, la alegría del reencuentro, la fiesta, la plenitud y la felicidad del Reino futuro. Basta recordar la parábola del hijo pródigo, acogido en casa con una buena comida; o la de las bodas del rey; o la multiplicación de los panes y peces en el desierto, o la expresiva presencia de Jesús en comidas en casa de Zaqueo, de Mateo, del fariseo, de Lázaro. Y las comidas de Jesús con sus discípulos, tanto antes como después de la Pascua, que ellos recordarán muy a gusto. (Cf Hech 10,40).

Además, Pablo entenderá la comida como símbolo de la fraternidad eclesial. el pan de la Eucaristía, además de unirnos a Cristo, participando de su Cuerpo, es también lo que construye la comunidad: “un pan y un cuerpo somos, ya que participamos de un solo Pan” (1 Cor 10,16-17). “Comer con” por ejemplo con los cristianos procedentes del paganismo, es un signo expresivo y favorecedor de la unidad de todos en la Iglesia, sea cual sea su origen (Cf la discusión entre Pablo y Pedro en Hech 11,3 y Gál 2,12).

Podemos hablar también del signo que se realiza sobre este símbolo; el partir el pan. El origen de este gesto en nuestra Eucaristía lo conocemos todos. La cena judía, sobretodo la pascual, comenzaba con un pequeño rito: el padre de familia partía el pan para repartirlo a todos, mientras pronunciaba una oración de bendición a Dios.

Este gesto expresaba la gratitud hacia Dios y a la vez el sentido familiar de solidaridad en el mismo pan. Muchos hemos conocido cómo en nuestras familias el momento de partir el pan al principio de la comida se consideraba como un pequeño pero significativo rito. Como el que se hace solemnemente cuando unos novios parten el pastel de bodas y los van repartiendo a los comensales que los acompañan.

Cristo también lo hizo en su última cena: “Tomó el pan, dijo la bendición, lo partió y se lo dio…”. Más aún: fue este el gesto el que más impresionó a los discípulos de Emaús en su encuentro con Jesús Resucitado. “Le reconocieron al partir el pan”. Y fue este el rito simbólico que vino a dar nombre a toda la celebración Eucarística en la primera generación.

La fracción del pan puede tener, ante todo, un sentido de cara a la Pasión de Cristo. El pan que vamos a recibir es el Cuerpo de Cristo, entregado a la muerte, el Cuerpo roto hasta la última donación, en la Cruz. En el rito bizantino hay un texto que expresa claramente esta dirección: “se rompe y se divide el Cordero de Dios, el Hijo del Padre; es partido pero no se disminuye: es comido siempre, pero no se consume, sino que a los que participan de él, los santifica”.

El Misal Romano explica:

“por la fracción de un solo pan se manifiesta la unidad de los fieles” (IGMR 48)

“el gesto de la fracción del pan que era el que servía en los tiempos apostólicos para denominar la misma Eucaristía, manifestará mejor la fuerza y la importancia del signo de la unidad de todos en un solo pan y de la caridad, por el hecho de que un solo pan se distribuye entre hermanos” (IGMR 283)

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