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sábado, 28 de enero de 2012

HABLAR CON AUTORIDAD: IV Domingo del T.O - Ciclo B (Mc 1,21-28)


Un hombre se lanzó de un avión en paracaídas y al intentar tomar tierra se quedó colgado y enredado en un árbol, sin poder bajarse.
Pasaba por allí un caminante, al que le preguntó:
¿”Podría decirme dónde estoy?”.
Desde luego,
“Usted está colgado de un árbol”, respondió el viajero.
El paracaidista preguntó de nuevo:
“¿es usted pope?”.
Sí, contestó el caminante. “¿Cómo lo supo?”.
“Porque lo que usted dice es verdad, pero no sirve para nada”.

Podríamos concluir que nuestro viajero no hablaba con autoridad. En cambio de Jesús, según el evangelio, que hemos escuchado, comentaban sorprendidos que “hablaba con autoridad”.

Volviendo al caminante, éste le dio una respuesta rutinaria, no aporta nada, detrás de aquellas palabras no había nada.

Por lo visto, los judíos echaban en falta a personas que les hablaran con autoridad. Posiblemente a gusto les hubieran dicho a sus dirigentes en más de una ocasión ante tantas palabras falsas y vacías: “¿por qué no os calláis?”. Hasta tal punto que Jesús llamaba la atención precisamente por eso, porque era la excepción. Confesaban que este enseñar con autoridad era nuevo.

Hablar con autoridad implica estar bien informado, analizar correctamente los datos y ser coherente con lo que se dice o se ha dicho.

Hablar con autoridad no supone decir lo que se quiere oír o escuchar.

Hablar con autoridad no es igual que hablar autoritariamente. Es muy diferente.

La autoridad no proviene del puesto que ocupa quien habla, ni de la brillantez del discurso, ni del número de citas, ni del tono elevado de voz, ni de la agresividad o tacos que se vierten, ni de abundar en palabrería o en verborrea. Hay quienes hablan poco, suave y de manera sencilla y sin embargo arrastran, convencen. Aunque parezca una contradicción, el hablar con autoridad exige también escuchar mucho. Hay numerosas clases de palabras, según quién, cuándo y cómo se pronuncien: hay palabras protocolarias, injuriosas, injustas, solidarias, alentadoras, proféticas …Gandhi, cuyo aniversario de su muerte lo celebramos mañana, día 30, habló con autoridad sobre la no-violencia. Tuvo la valentía de ser coherente con lo que decía y sentía, a pesar de las persecuciones que sufrió.

Hoy se utiliza frecuentemente la palabra “credibilidad”, para añadir a renglón seguido que se carece de ella, que escasea en los individuos y en las instituciones. Se echan en falta personas creíbles en el plano internacional, en el espacio europeo, sobre todo a raíz de la crisis económica tan brutal que nos zarandea. Y también en el marco eclesial. Echamos en falta personas a quienes se les pueda creer cuando narran los hechos, cuando los interpretan y cuando sacan conclusiones y programan acciones.

Concretamente la Iglesia está comprometida (desde la última parroquia hasta el Vaticano) en trasmitir el mensaje cristiano a las futuras generaciones, pues tiene la sensación de que se ha roto la cadena. Pero las futuras generaciones lo aceptarán o acogerán si los intermediarios son creíbles.

Volviendo al diálogo del paracaidista, no aporta nada. Son preguntas y respuestas obvias, rutinarias. En lenguaje coloquial diríamos que se trata de un diálogo de besugos. Así no se transmite ningún mensaje. No es casualidad que Jesús, después de hablar, curara a aquel enfermo víctima de un espíritu extraño. Fue la prueba de que su palabra había que tomarla en serio. Nosotros, nuestra coherencia no hará milagros, pero sí levantará el ánimo, sembrará el perdón, espantará pesimismos. Ello probará que “hablamos con autoridad”

Todos tenemos oyentes, un público –grande o pequeño: la familia, el grupo de amigos …).-. Hablar con autoridad no consiste en “no callar”, sino en hablar con sinceridad, con el corazón, con honestidad, respaldados por una vida. Todos recordamos alguna frase pronunciada por un amigo o familiar y que se ha convertido en estrella, en punto de referencia de nuestro caminar. Jesús nos sigue hablando con autoridad. Merece la pena que le tengamos en cuenta.

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