Por Angel Moreno
La pedagogía de la liturgia de la Iglesia nos invita a iniciar un tiempo de gracia. La Palabra de Dios, los sacramentos, la oración... se nos proponen como acompañamiento de la travesía de la cuarentena.
La Cuaresma es un tiempo propicio para comenzar de nuevo. El rito de la ceniza nos evoca nuestro propio origen, como polvo y barro en las manos artesanas de nuestro Alfarero y Creador.
La Cuaresma es tiempo de reconciliación y de aceptación personal, porque nos sentimos hechura de Dios, hijos suyos y hermanos de todos.
La Cuaresmas es tiempo de oración, de piedad, de estar con Dios, de saberse mirado por Él.
La Cuaresma es tiempo de fortalecer la voluntad con el dominio de las pasiones e instintos para saber superar la intemperie de todos los desiertos. Cada uno en su forma de vida y en su pertenencia familiar y comunitaria, deberá saber servir más que mandar, dar más que recibir.
La Cuaresma es tiempo de solidaridad, más aún en las circunstancias actuales, en las que tantos viven situaciones límite por falta de trabajo y de disponibilidad de lo más necesario. El ayuno que Dios quiere es el de la compasión.
La Cuaresma es tiempo de atravesar fronteras y de salir de todas las esclavitudes y zonas oscuras, de obedecer la llamada a levantarse y a subir al monte redentor.
La Cuaresma es tiempo de gustar el don de la entrañable misericordia divina, de sabernos hijos de Dios y amigos de Jesús. La oración, el trato de intimidad con Dios nos reavivan la conciencia de lo que somos, semejanza divina.
La Cuaresma es tiempo de conocer las Escrituras, de saborear el mensaje revelado, en el que se nos comunica la voluntad de Dios, su misericordia hecha humanidad en su Hijo amado, Jesucristo, para hacernos a nosotros, también, amados suyos.
La Cuaresma es tiempo de profecía, de vivir como quienes aguardan la plena redención.
La Cuaresma es tiempo de realismo, de saber vivir con lo esencial. En el desierto se descubre lo que es necesario y lo que es superfluo.
La Cuaresma es tiempo de lucha y de combate contra las insidias del Malo, que se presentan en el interior del corazón humano y en el ambiente que nos rodea.
La Cuaresma es tiempo transformador, de pasar del rescoldo y de las cenizas al fuego y a la luz pascuales, de pasar de las obras de las tinieblas a la luz del nuevo día, de afianzar la fe en la verdad que fundamenta nuestra identidad cristiana, en Jesucristo muerto y resucitado, Señor y amigo nuestro.
¡Ánimo, comencemos la subida hasta el monte transfigurador, que es Cristo!
La Cuaresma es un tiempo propicio para comenzar de nuevo. El rito de la ceniza nos evoca nuestro propio origen, como polvo y barro en las manos artesanas de nuestro Alfarero y Creador.
La Cuaresma es tiempo de reconciliación y de aceptación personal, porque nos sentimos hechura de Dios, hijos suyos y hermanos de todos.
La Cuaresmas es tiempo de oración, de piedad, de estar con Dios, de saberse mirado por Él.
La Cuaresma es tiempo de fortalecer la voluntad con el dominio de las pasiones e instintos para saber superar la intemperie de todos los desiertos. Cada uno en su forma de vida y en su pertenencia familiar y comunitaria, deberá saber servir más que mandar, dar más que recibir.
La Cuaresma es tiempo de solidaridad, más aún en las circunstancias actuales, en las que tantos viven situaciones límite por falta de trabajo y de disponibilidad de lo más necesario. El ayuno que Dios quiere es el de la compasión.
La Cuaresma es tiempo de atravesar fronteras y de salir de todas las esclavitudes y zonas oscuras, de obedecer la llamada a levantarse y a subir al monte redentor.
La Cuaresma es tiempo de gustar el don de la entrañable misericordia divina, de sabernos hijos de Dios y amigos de Jesús. La oración, el trato de intimidad con Dios nos reavivan la conciencia de lo que somos, semejanza divina.
La Cuaresma es tiempo de conocer las Escrituras, de saborear el mensaje revelado, en el que se nos comunica la voluntad de Dios, su misericordia hecha humanidad en su Hijo amado, Jesucristo, para hacernos a nosotros, también, amados suyos.
La Cuaresma es tiempo de profecía, de vivir como quienes aguardan la plena redención.
La Cuaresma es tiempo de realismo, de saber vivir con lo esencial. En el desierto se descubre lo que es necesario y lo que es superfluo.
La Cuaresma es tiempo de lucha y de combate contra las insidias del Malo, que se presentan en el interior del corazón humano y en el ambiente que nos rodea.
La Cuaresma es tiempo transformador, de pasar del rescoldo y de las cenizas al fuego y a la luz pascuales, de pasar de las obras de las tinieblas a la luz del nuevo día, de afianzar la fe en la verdad que fundamenta nuestra identidad cristiana, en Jesucristo muerto y resucitado, Señor y amigo nuestro.
¡Ánimo, comencemos la subida hasta el monte transfigurador, que es Cristo!
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