Publicado por El Blog de X. Pikaza
Dom 5, tiempo ordinario, ciclo B. Mc 1, 29-39. Sigue el evangelio de Marcos y ofrece un texto "espejo", pintado a modo de tríptico, en el que debe mirarse la Iglesia, representada por la Comunidad de Cafarnaúm, la primera de todas las iglesias cristianas. Léase primero todo el texto, con sus tres partes (la de la suegra, la de los milagros en la noche, la de Simón persiguiendo a Jesús) y ordénense en forma de tríptico:
a. En la tabla izquierda aparece Jesús, curando a la suegra de Simón, que se levanta de la cama para servir a todos, en amor eficaz, a la caída de la tarde de un Sábado Santo (todos los sábados judíos son santos). Esta suegra buena es el signo de todos los buenos creyentes de la iglesia, el primer ministro de la comunidad, una especie de primer papa mujer.
b. En la tabla central vemos a Jesús, que sale a la calle (fuera de la casa de Simón y de su suegra) para curar a todos los impuros, lunáticos y expulsados de la vida, en medio de la noche, que es un signo fuerte del Reino de las Tinieblas. Más fuerte que todas es Jesús, el amor de Dios que crea y recrea la vida, en la pura calle.
a' En la tabla derecha aparece Jesús que va a rezar, se va por ahí, para buscar a todos, mientras Simón, que se cree dueño de la iglesia y negocio del evangelio, le persigue (con sus amigos), para que quede en Cafarnaúm y se instale junto al lago, fundando un negocio santo de santas curaciones para su servicio. Tiene una suegra buena (que es la buena iglesia), pero él aparece como un jefe aprovechado, al que Jesús debe responder.
Ésta es una "parábola", es decir, un texto-espejo, y la Iglesia de Cafarnaúm aparece en ella como signo del valor y del riesgo de todas las iglesias posteriores. He puesto en la imagen un signo de la Iglesia de Roma, pues su dirigente o Papa es sucesor de Simón, Pedro, el mismo que quería utilizar a Jesús para sus "negocios". Pero no quiero centrar mi comentario en Simón-Pedro, sino aplicarlo a todos los comprometidos de la Iglesia, empezando por las suegras (lo simbolizado por las suegras), que son las primeras que sirven a las comunidades.
Ciertamente, el "apóstol" Simón Pedro, con su gente de Cafarnaúm (controladores de Jesús), no son lo mismo que el Papa con sus cardenales y obispos de Roma (con todas sus posibles virtudes).Pero esta historia de Jesús con Simón-Pedro y la Suegra de Cafarnaúm está bien contada y así se repetirá y comentará en miles de comunidades católicas de todo el mundo.
1. Quiero dar gracias a Dios este día por los miles y millones de "suegras buenas", curadas por Jesús, que sostienen su Iglesia.
2. Quiero pedir a Jesús que cure en la noche de la vida a todos los enfermos de Cafarnaúm, que son la Iglesia. Hay mucha oscuridad, Jesús, hay mucho frío... Hay muchos males escondidos en nuestra noche; ven, que podamos abrirte el corazón y las manos, para que nos sanes.
3. Y quiero finalmente pedirle a Jesús que ayude a Simón (que nos ayude) a salir de Cafarnaum o de Roma, para que no nos encerremos, para que no hagamos del evangelio un negocio de dominio eclesial (o de teología, como podría ser mi caso). De un modo especial pido por Benedicto XVI, sucesor del viejo Simón Pedro, aprovechado pescador, que quería servirse de Jesús para fundar su negocio sagrado tras la noche.
Posiblemente no tenemos en la Iglesia buenos "simones" (los simones son duros de convertir, como decían los Padres de la Iglesia); pero tenemos buenas suegras, y por ellas, que se dejan curar y que sirven, seguimos ofreciendo el mensaje del evangelio.
Introducción:
Hay dos formas de religión. (a) Una es agradecer el don de Dios para servir a los demás. (b) La otra es utilizar el don de Dios para montar un negocio propio..
La primera es la religión de la generosidad agradecida, simbolizada en la suegra de Simón, curada por Jesús, que se pone a servir a los demás. La segunda es la religión del aprovechamiento sagrado, simbolizado por Simón Pedro, a quien Jesús llama a su lado, pero que en vez de acompañarle le utiliza, queriendo montar una oficina o negocio de asuntos sagrados, para su servicio
Estos dos modelos de “religión” definen el evangelio de este domingo, que consta de tres partes, pues entre las dos escenas ya citadas (con la suegra de Simón y con Simón como protagonistas) ha introducido Marcos el gesto generoso de las curaciones de Jesús en la noche que sigue al sábado de un tipo de ley cerrada en sí misma. Comentaré las tres partes del evangelio por separado; las tres forman una unidad importante, para entender y vivir el evangelio.Buen fin de semana a todos.
A. TABLA IZQUIERDA. MC 1, 29-31. SUEGRA DE SIMÓN.
LA RELIGIÓN DEL AGRADECIMIENTO GENEROSO
29 Al salir de la sinagoga, se fue inmediatamente a casa de Simón y Andrés, con Jacob y Juan. 30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre. Le hablaron en seguida de ella, 31 y él se acercó, la agarró de la mano y la levantó. La fiebre le desapareció y se puso a servirles.
Jesús entra con sus cuatro pescadores en la casa de la suegra de Simón, que está enferma. No se dice que tenga un espíritu impuro, como el hombre de la sinagoga (cf. 1, 23), sino simplemente que yace en el lecho con calentura (pyressousa: 1, 30). Parece impotente, no puede hacer nada. Pero Jesús la agarra con fuerza de la mano y la levanta, en gesto de evocación pascual.
− Una casa con enferma. La casa (oikia: 1, 29) es espacio de reunión y encuentro familiar, lugar privilegiado de la comunidad (cf. 3, 20.31-35). Lógicamente, la casa aparece después de la sinagoga. El texto dice que es la casa de Simón y Andrés y parece que ha de ser signo de pascua, de encuentro con Jesús al volver a Galilea (cf. 16, 7). Pues bien, precisamente en esa casa “cristiana” hay una mujer enferma, que no puede actuar: la suegra de Simón (que parece en realidad la “dueña” de la casa) está enferma de fiebre; ella es para Marcos la primera cristiana.
− E inmediatamente le hablaron de ella... El poseso de la sinagoga se presentó a sí mismo, gritando. Por el contrario, los que hablan a Jesús de la mujer son otros, quizá porque ella está en la habitación más privada, cerrada, donde Jesús no puede entrar directamente, a no ser que le hablen de ella y le lleven. ¿Quiénes? ¿Los que vienen con él de la sinagoga? ¿Los que estaban en casa? El texto no lo dice, sino sólo que Jesús entró en la habitación (proselthôn) e inmediatamente, sin preguntarle si quería, la agarró por la mano y la levantó (êgeiren autên: la resucitó: 1, 31; cf. 16, 6), de manera que ella pudo ponerse en pie a servirles (diêkonei autois). A la mujer relegada a la cama en un día de sábado hay que levantarla, pero después es ella misma la que toma la iniciativa de “su casa” (su iglesia), donde realiza el auténtico servicio humano.
− Todo eso sucede en un sábado (cf. 1, 21), un día en que nadie (ningún judío) debía trabajar, porque es descanso sagrado y no puede realizarse ninguna acción externa o material. El hecho de que ese día esté enferma la mujer de casa parece irrelevante, pues ella no tiene ninguna labor que realizar. Pues bien, Jesús la toma de la mano y la levanta, en signo de resurrección, como indica el verbo egeirein (cf. 2 Cor 4, 14; Rom 8, 11 y sobre todo Mc 16, 6, donde se dice que Jesús êgerthê, ha sido elevado/resucitado). El mismo sábado es tiempo de resurrección, y este pasaje supone que no hay que esperar al “día después” (el actual domingo, como en 16, 1), pues Jesús resucita/levanta a la suegra de Simón el mismo sábado pascual.
− Ella les servía (diêkonei autois: 1, 31). El servicio (diakonía) era el signo primordial de los ángeles de Dios que sirven/ayudan a Jesús en el desierto, enfrentándose a las fieras (1, 13), y será también el signo de las mujeres que hacia el final de la vida de Jesús aparecen como servidoras mesiánicas (15, 41). En esa línea, la suegra de Simón interpreta la curación que ha recibido como llamada a un servicio que no se puede entender a modo de simple trabajo servil (propio de mujeres que están bajo el dominio de varones ociosos), sino como ministerio mesiánico, creador de la nueva familia mesiánica. Jesús no le manda, no le dice nada, sino que se limita a levantarla; pero ella asume la iniciativa y saca las consecuencias de ese gesto, descubriendo el valor del servicio, por encima de una sacralidad cerrada.
En el origen de toda obra eclesial se encuentra esta mujer, conforma a Marcos; ella es la primera resucitada y servidora en la iglesia, el primer “ministro” de la comunidad. Ella es la religión agradecida, hecha servicio de amor a los demás.
Excurso: La dueña de la casa (la Señora de la Iglesia) es la suegra:
Normalmente se habla de la casa de Simón (o de la casa de Pedro), en Cafarnaúm, como él el hubiera sido dueño de ella. En esa línea sea ha dicho más tarde que la misma Iglesia es la Casa de Pedro (Domus Petri, en Galilea o Roma).
Pero el texto supone que ésta no es la “casa de Simón y Andrés” (Mc 1, 29), dos hermanos que serían propietarios del hogar al que ha venido a vivir la mujer de simón con su madre. Parece que lo cierto es lo contrario: Simón y Andrés eran “jornaleros” sin propiedad (cf. Mc 1, 16-20), oriundos de de Betsaida (cf. Jn 1, 44), y vinieron a vivir a Cafarnaum, a la casa de la madre de la mujer de Simón.
Desde ese fondo se entiende el hecho de que, después de ser curada, la suegra (dueña de la casa) asume la iniciativa y sirve a todos los que vienen, como dueña o, mejor dicho, como animadora, creadora de unos nexos de comunión, que están vinculados, sin duda, a la comida, pero que desbordan el plano puramente material del servicio alimenticio. Esta mujer no es una criada, en el sentido posterior del término. En el origen de toda obra eclesial se encuentra esta mujer, conforma a Marcos; ella es la primera resucitada y servidora en la iglesia, el primer “ministro” de la comunidad.
Había casos en que el marido tenía su propia casa (a la que llevaba a su esposa); pero otros en los que el marido empezaba a vivir en la casa de los padres (o de la madre) de la esposa (matrimonio uxorilocal). En este caso, Simón (natural de Betsaida, al otro lado de la frontera) habría venido a vivir (con su hermano Andrés) a la casa de la madre de su esposa, de manera que, estrictamente hablando, no podemos hablar de la casa de Simón (como suele hacerse), sino de la casa de su suegra.
De un modo significativo, la tradición cristiana (y en especial la católica) ha puesto muy de relieve el “ministerio de Simón”, llamado Pedro (=Roca). Pues bien, en el principio del evangelio resulta más destacado el ministerio o servicio de su suegra, que actúa como primera “presidente” de una comunidad “cristiana”.
B. TABLA CENTRAL. MC 1, 32-34. MILAGROS A LA PUERTA DE LA CASA.
LA RELIGIÓN DE JESÚS, VIDA GENEROSA
32 Caída la tarde, tras la puesta del sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. 33 La población entera se agolpaba a la puerta. 34 Y curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, y no dejaba hablar a los demonios, pues sabían quién era
A la curación durante el día y en casa (en tiempo de sábado) siguen las curaciones del anochecer, acabado el sábado, en la calle, a la puerta de la casa de Simón, es decir, en el entorno de la iglesia (de la comunidad establecida), como indica este sumario, que distingue cuidadosamente dos palabras: le traían a todos (pantas) los enfermos y endemoniados, y Jesús curaba a muchos (pollous) de esos enfermos, expulsando a muchos (polla) demonios. La iniciativa vuelve a ser de otros, habitantes de Cafarnaúm, que son los que llevan los enfermos a la puerta de la casa, y Jesús actúa en un segundo momento, respondiendo a su petición.
a. A la caída la tarde, tras la puesta del sol le llevaron.... Según el calendario judío, el sábado (tiempo de descanso) termina al ocaso de sol, esto es, a la caída de la tarde, Como observantes de la ley, los vecinos de Cafarnaúm esperaron ese ocaso. Así dejan que pase el sábado ritual, tiempo de un descanso que no logra liberar al ser humano, y sólo entonces, transcurrido ya el lapso «sagrado», en el momento más profano de la nueva noche que se va extendiendo, podrá mostrar Jesús la luz de sus curaciones.
Ha sido un día de sábado. Los habitantes de Cafarnaúm se rigen todavía por el cómputo antiguo del tiempo y por eso esperan la puesta del sol para traer ante la puerta de la casa a los enfermos, a fin de que Jesús les cure. No pueden entrar en la casa, porque es pequeña y no caben, o porque no actúan aún como iglesia (comunidad de Jesús), sino como admiradores externos.
Son ellos, los vecinos de Cafarnaúm, los que vienen y traen a los enfermos, y los ponen ante él (epheron pros auton). Así inician las escena, como diciendo a Jesús lo que debe hacer. Llegan con prisa, no vienen a escuchar (como harían en la sinagoga), sino a pedir a Jesús que cure, pues son muchos los que están oprimidos por el mal, los endemoniados.
Han escuchado lo que debían escuchar (la fama de Jesús se ha extendido por doquier en Galilea: 1, 28). Por eso vienen, terminado el descanso inútil de los escribas, incapaces de curar, con los enfermos y endemoniados. El texto añade que toda la ciudad estaba reunida ante la puerta (holê hê polis…), pues ante la enfermedad y la posesión diabólica no hay diferencia de personas. Jesús no cura “en la casa” (en una iglesia particular), sino en la calle, en el entorno exterior de la iglesia, en eso que se ha llamado normalmente el “atrio”, que, en sentido etimológico, es “profano” (lo que está antes y fuera del phanum o santuario).
b. Y curó entonces a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios (1, 34a). Los que vienen buscándole en la noche quieren curaciones, conforme a un criterio que al Jesús del Cuarto Evangelio podría parecerle menos limpio (buscan simplemente prodigios; Jn 4, 48). Pues bien, este Jesús de Marcos se deja impresionar por la necesidad, por la miseria de los hombres y mujeres que le traen (como en 6, 34), y por eso va curando a todos. Por ahora no ha dicho nada, no ofrece ninguna enseñanza, sino que se limita a curar, realizando así la gran tarea que se hallaba al fondo de las tentaciones (1, 12-13). Satán es el principio de la enfermedad y de la posesión diabólica; por eso, para luchar contra Satán, Jesús cura a los enfermos, en la misma calle, por generosidad, sin imponerles ningún tipo de obligaciones.
Estas curaciones marcan la prioridad de Jesús. Otros judíos de su tiempo van centrando su práctica ritual en torno a un sábado que puede interpretarse de manera legalista y particular (sólo para ellos es tiempo separado); Jesús, en cambio, quiere liberar al hombre entero, desbordando el ámbito del sábado, y su gesto no brota de un impulso suyo, sino de la necesidad de las personas que vienen a buscarle en la noche.
c. Pero no dejaba hablar a los demonios, porque le conocían (sabían quién era). Jesús había mandado callar al endemoniado de la sinagoga (1, 25), no sólo porque no quería que le hicieran propaganda, sino porque no aceptaba el testimonio de los endemoniados (aunque fuera verdad lo que decían). No quería propaganda, ni permitía que los posesos revelaran su identidad, pues ella sólo puede conocerse a través de un camino de muerte y de pascua, a diferencia de otros “mesías”, que van en línea de poder o gloria sagrada, como los pretendientes militares (en la línea celota de Judas Galileo) o los los llamados hombres divinos, theioi andres, milagreros).
Jesús ha venido como Sanador de Dios, y allí, en la pura calle, al comienzo de la noche, tras el sábado, ante la puerta de la suegra Simón, pasado el Sábado judío, va curando en silencio, por amor mesiánico, sin propaganda, enfrentándose a Satán. Así muestra en silencio su autoridad, animando, limpiando, abriendo un camino de vida, ante la puerta de Simón, no dentro de su casa… De esa forma responde a los que vienen y piden su ayuda, sin dejar que ellos propaguen de manera pública sus gestos. Es evidente que los endemoniados saben algo de su misión, como hemos indicado en relación con 1,24-25, pero no le conocen aún plenamente, cosa que sólo puede alcanzarse tras pascua. Pero Jesús no quiere ni puede elevar su figura y fundar su mensaje en aquello que dicen los endemoniados.
C. TABLA DERECHA. MC 1, 35-38. SIMON PEDRO, UNA OFICINA DE CURACIÓN
LA RELIGIÓN AL SERVICIO PROPIO
(a. Jesús) 35 Y temprano, aún muy de noche, se levantó, salió, se fue a un lugar solitario y allí se puso a orar.
(b. Simón) 36 Simón y los que estaban con él le persiguieron, buscándole 37 Cuando lo encontraron, le dijeron: Todos te buscan.
(c. Misión itinerante) 38 Y les contestó: Vamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para predicar también allí, pues para esto he salido.
Tras marcharse los enfermos, muy de madrugada, Jesús y sus discípulos (¡los cuatro del principio, con Simón!: mC 1, 16-20) toman decisiones opuestas:
a. Jesús sale para orar (1, 35).
Las palabras con que empieza el texto están perfectamente calculadas (“y temprano, aún muy de noche [antes del amanecer] levantándose, Jesús...”: kai prôi ennykha lian anastas) y parecen evocar aquello que será la experiencia de las mujeres, la mañana de pascua (kai lian prôi: y muy temprano...: Mc 16, 2). En ambos casos nos hallamos en el día tras el sábado: cf. 1, 32; 16, 1 ), pero de manera que entre la noche y la mañana se produce un gran cambio, que nuestro pasaje presenta como anastasis, en término de clara evocación pascual (cf. 5, 42; 8, 31; 9, 9.31; 10, 34; 12, 18.23; 13, 2). .
El protagonista es Jesús, que se levanta de mañana (resucita) para orar en un lugar desierto (1, 35); es como si debiera retornar en oración, a su experiencia de encuentro con Dios (Bautismo), para reiniciar el camino. Esta “salida” de Jesús, en pleno noche, le permite “superar”, como he dicho, el “cerco” que querían imponerle. Hasta ahora, después de la “llamada” de los cuatro discípulos, él había ido respondiendo a la presión de aquellos que, de un modo u otro, habían implorado su ayuda: el poseso de la sinagoga, los familiares de la suegra de Simón o los que llevaban a los enfermos de Cafarnaúm. Ahora se sitúa en soledad ante Dios, para así descubrir de un modo directo, por sí mismo, su misión. No tiene las cosas resueltas de antemano; por eso se pone en oración, para descubrir el camino que debe recorrer.
Ésta es la primera vez que Jesús aparece abiertamente en oración en Marcos, aunque parece claro que su experiencia anterior, tras el bautismo (cuando ha visto los cielos abiertos, y al Espíritu bajando sobre él: 1, 11-12), ha sido de oración. Ahora le vemos orando expresamente, muy temprano, aún de noche, en un lugar desierto, después de su primera acción mesiánica, y en esa misma línea le veremos otras veces en el evangelio. Es evidente que el desierto no es aquí lugar de penitencia, ni de lucha contra el diablo (sin más), sino de encuentro personal con Dios.
b. Simón y sus compañeros (hoi met'autou: cf. 1, 36) le persiguen (1, 36-37).
Éste es el primer enfrentamiento, la primera discusión mesiánica, y Simón (a quien todavía no se le llama Roca, como se le llamará desde 3, 16) parece actuar como portavoz de una iglesia que quiere utilizar a Jesús para servicio propio, como si fuera un curandero doméstico establecido ante (o en) su propia casa a la que acudirían los necesitados y enfermos del entorno (cf. 1, 33-34). Quizá podríamos decir que Simón no quiere servir a los demás (en contra de lo que ha hecho su suegra), sino servirse de Jesús para provecho propio, interpretando en forma egoísta la tarea de pescador que ha recibido. Así quiere actuar como "dueño" de Jesús, representante de su empresa, cabeza de una Iglesia establecida.
Simón necesita que Jesús quede a su lado, para instalar a la puerta de su casa una "oficina de curaciones", para prestigio social y/o económico del grupo. Junto a un "dios" o taumaturgo curador siempre ha corrido y crecido los negocios. Lógicamente, Simón sale en busca de Jesús muy de mañana, para organizar su agenda mesiánica, apareciendo así como jefe de grupo, encabezando al resto de sus compañeros, que son hoi met'autou (1, 36), en velada y fuerte oposición a lo que debía ser auténtico grupo cristiano formado por aquellos a los que Jesús llamará para que sean met'autou (es decir, con-Jesús: 3, 14).
Tanto aquí como en 8, 27-31 y 16, 7-8, Marcos está suponiendo y pidiendo la conversión de Simón, que debe abandonar su proyecto eclesial de mesianismo triunfante (milagros al servicio del grupo), para asumir el mesianismo del Hijo del humano. Planteamiento polémico del tema en J. D. Crossan, Jesús. Vida de un campesino judío, Crítica, Barcelona 1994, 400.
Estamos ya ante una comunidad de Jesús que tiende a convertirse en sistema establecido, una especie de club de curaciones en torno a la casa de Simón (en Cafarnaúm o en Jerusalén), a diferencia de Pablo y de aquellos que quieren abrir el mensaje de Jesús al mundo entero. De esa manera, implícitamente, Marcos dice que la misma dinámica de la actividad de Jesús rompe y supera las fronteras de un sistema establecido (como el que quiere Simón).
Por eso, al presentar aquí a Simón y a sus tres compañeros “persiguiendo a Jesús” para llevarle de nuevo a su casa de Cafarnaúm, está evocando el conflicto posterior de una Iglesia que corre el riesgo de cerrarse en sí . El mismo Jesús de Marcos anticipa ya aquí, de esta manera, lo que será la misión universal de la Iglesia. Por eso, allí donde quieren encerrarle, él se marcha, rompe la atadura que le ponen y, a partir de su oración (cf. 1, 35; 14, 35), toma otras opciones distintas de las que han tomado o tomarán sus discípulos.
c. Un camino misionero (1, 38).
Jesús rechaza la propuesta de Simón y no quiere establecerse en una casa, para convertirla (convertir su movimiento) en negocio de milagros al que acuden los de lejos y en el que medran, de un modo egoísta, los de cerca. En medio de la noche, él se ha escapado para orar en soledad ante Dios; y cuando llega el día inicia un recorrido por las poblaciones del entorno, tomando así la iniciativa del Reino. No quiere encerrarse en una estructura sagrada, fundando otro centro espiritual de sanación entre los ya existentes (sinagogas, escuelas filosóficas, templos). Dios le ha enviado para ofrecer el kerigma a los necesitados y para que le acompañen en la pesca final ha llamado él a Simón y a los suyos, no para establecerse con ellos sea en la casa de Cafarnaúm, o en un tipo de iglesia que Simón ha podido establecer en Jerusalén u otro lugar.
Jesús ha ido a un lugar desierto (erêmos, 1,35, cf. 1, 12), para situarse en oración y para iniciar desde allí un trabajo, universal, para bien de los enfermos y los necesitados, en contacto inmediato con Dios. No va al templo para orar (aunque después dirá que quiere un templo que sea casa de oración para todas las naciones: 11, 17), ni se reúne con la muchedumbre, sino que se retira para orar, a solas, en la noche, para escuchar así, de nuevo, la voz que escuchó tras su bautismo (¡Tú eres mi Hijo!, 1, 12), pues ella ha sido, sin duda, una voz orante. No deja que los suyos le encierren, manipulando su misión a partir del éxito logrado (¡todos vienen...!). Toma distancia (en oración ante Dios), en soledad de tiempo (noche) y espacio (desierto), para redescubrir y recrear su tarea.
Por eso, cuando Simón y los suyos pretenden encerrarle en el círculo cómodo y estrecho de lo ya sabido (como a un curandero doméstico o un simple mesías de una Ley ya fijada en Jerusalén), desde la hondura de su propia libertad mesiánica, Jesús abre su camino hacia los necesitados del entorno. No ha caído en la tentación del éxito, no se ha dejado llevar por el éxito inmediato; no ha creado una casa eclesial de milagros sino que ha ofrecido su poder de curación y/o de palabra a los necesitados del entorno.
CONCLUSIÓN. LOS QUE SE APROVECHAN DE JESÚS, COMO SIMÓN
Simón y los que están con él quieren “fijar” a Jesús, situándole al servicio de sus propias ideas o intereses. Pero Jesús busca un principio orientador más alto, poniéndose en contacto con Dios en oración (kakei prosêukheto), en la línea de su experiencia del bautismo (1,9-11). Simón y los suyos no han comprendido todavía a Jesus, no quieren seguirle de verdad, ni servir a los necesitados, sino triunfar con él, convirtiéndole en un de taumaturgo popular, al servicio de sus propios intereses nacionales, económicos, sociales etc. Pero Jesús rompe esa “clausura” que quieren imponerle.
Simón ha dejado las redes, pero quiere hacerse administrador de las curaciones de Jesús, representante cualificado de su “grupo”. Es evidente que habría salido ganando. Pues bien, frente a ese riesgo de institucionalización eclesial (Simón y los que estaban con-él), Jesús inicia su camino misionero, en gesto de fuerte gratuidad. No busca el honor propio, al servicio de un grupo, no establece en su casa (casa de Simon) un santuario de sagradas curaciones; no funda un negocio de reino, una iglesia establecida.
No es casual que el primer tentador de Jesús sea Simón, cabeza de grupo de aquellos que olvidan su oficio de "pescadores" para volverse opresores de la casa mesiánica. En esta perspectiva, al menos en cierto nivel, este Simón de Marcos representa a la iglesia judeocristiana que quiere "encerrar a Jesús en una casa" (en Jerusalén), sin asumir la apertura pascual, universal, de Galilea (cf. 16, 7-8). Cf. A. Rodríguez, La figura de Pedro en el evangelio de Marcos, en R. Aguirre (ed.), Pedro en la iglesia primitiva, Verbo Divino, Estella 1991, 29-42; R. E. Brown (ed.), Pedro en el Nuevo Testamento, Sal Terrae, Santander 1976; O. Cullmann, San Pedro, Ediciones 62, Madrid 1967; J. Gnilka, Pedro y Roma: la figura de Pedro en los dos primeros siglos de la Iglesia, Herder, Barcelona 2003.
a. En la tabla izquierda aparece Jesús, curando a la suegra de Simón, que se levanta de la cama para servir a todos, en amor eficaz, a la caída de la tarde de un Sábado Santo (todos los sábados judíos son santos). Esta suegra buena es el signo de todos los buenos creyentes de la iglesia, el primer ministro de la comunidad, una especie de primer papa mujer.
b. En la tabla central vemos a Jesús, que sale a la calle (fuera de la casa de Simón y de su suegra) para curar a todos los impuros, lunáticos y expulsados de la vida, en medio de la noche, que es un signo fuerte del Reino de las Tinieblas. Más fuerte que todas es Jesús, el amor de Dios que crea y recrea la vida, en la pura calle.
a' En la tabla derecha aparece Jesús que va a rezar, se va por ahí, para buscar a todos, mientras Simón, que se cree dueño de la iglesia y negocio del evangelio, le persigue (con sus amigos), para que quede en Cafarnaúm y se instale junto al lago, fundando un negocio santo de santas curaciones para su servicio. Tiene una suegra buena (que es la buena iglesia), pero él aparece como un jefe aprovechado, al que Jesús debe responder.
Ésta es una "parábola", es decir, un texto-espejo, y la Iglesia de Cafarnaúm aparece en ella como signo del valor y del riesgo de todas las iglesias posteriores. He puesto en la imagen un signo de la Iglesia de Roma, pues su dirigente o Papa es sucesor de Simón, Pedro, el mismo que quería utilizar a Jesús para sus "negocios". Pero no quiero centrar mi comentario en Simón-Pedro, sino aplicarlo a todos los comprometidos de la Iglesia, empezando por las suegras (lo simbolizado por las suegras), que son las primeras que sirven a las comunidades.
Ciertamente, el "apóstol" Simón Pedro, con su gente de Cafarnaúm (controladores de Jesús), no son lo mismo que el Papa con sus cardenales y obispos de Roma (con todas sus posibles virtudes).Pero esta historia de Jesús con Simón-Pedro y la Suegra de Cafarnaúm está bien contada y así se repetirá y comentará en miles de comunidades católicas de todo el mundo.
1. Quiero dar gracias a Dios este día por los miles y millones de "suegras buenas", curadas por Jesús, que sostienen su Iglesia.
2. Quiero pedir a Jesús que cure en la noche de la vida a todos los enfermos de Cafarnaúm, que son la Iglesia. Hay mucha oscuridad, Jesús, hay mucho frío... Hay muchos males escondidos en nuestra noche; ven, que podamos abrirte el corazón y las manos, para que nos sanes.
3. Y quiero finalmente pedirle a Jesús que ayude a Simón (que nos ayude) a salir de Cafarnaum o de Roma, para que no nos encerremos, para que no hagamos del evangelio un negocio de dominio eclesial (o de teología, como podría ser mi caso). De un modo especial pido por Benedicto XVI, sucesor del viejo Simón Pedro, aprovechado pescador, que quería servirse de Jesús para fundar su negocio sagrado tras la noche.
Posiblemente no tenemos en la Iglesia buenos "simones" (los simones son duros de convertir, como decían los Padres de la Iglesia); pero tenemos buenas suegras, y por ellas, que se dejan curar y que sirven, seguimos ofreciendo el mensaje del evangelio.
Introducción:
Hay dos formas de religión. (a) Una es agradecer el don de Dios para servir a los demás. (b) La otra es utilizar el don de Dios para montar un negocio propio..
La primera es la religión de la generosidad agradecida, simbolizada en la suegra de Simón, curada por Jesús, que se pone a servir a los demás. La segunda es la religión del aprovechamiento sagrado, simbolizado por Simón Pedro, a quien Jesús llama a su lado, pero que en vez de acompañarle le utiliza, queriendo montar una oficina o negocio de asuntos sagrados, para su servicio
Estos dos modelos de “religión” definen el evangelio de este domingo, que consta de tres partes, pues entre las dos escenas ya citadas (con la suegra de Simón y con Simón como protagonistas) ha introducido Marcos el gesto generoso de las curaciones de Jesús en la noche que sigue al sábado de un tipo de ley cerrada en sí misma. Comentaré las tres partes del evangelio por separado; las tres forman una unidad importante, para entender y vivir el evangelio.Buen fin de semana a todos.
A. TABLA IZQUIERDA. MC 1, 29-31. SUEGRA DE SIMÓN.
LA RELIGIÓN DEL AGRADECIMIENTO GENEROSO
29 Al salir de la sinagoga, se fue inmediatamente a casa de Simón y Andrés, con Jacob y Juan. 30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre. Le hablaron en seguida de ella, 31 y él se acercó, la agarró de la mano y la levantó. La fiebre le desapareció y se puso a servirles.
Jesús entra con sus cuatro pescadores en la casa de la suegra de Simón, que está enferma. No se dice que tenga un espíritu impuro, como el hombre de la sinagoga (cf. 1, 23), sino simplemente que yace en el lecho con calentura (pyressousa: 1, 30). Parece impotente, no puede hacer nada. Pero Jesús la agarra con fuerza de la mano y la levanta, en gesto de evocación pascual.
− Una casa con enferma. La casa (oikia: 1, 29) es espacio de reunión y encuentro familiar, lugar privilegiado de la comunidad (cf. 3, 20.31-35). Lógicamente, la casa aparece después de la sinagoga. El texto dice que es la casa de Simón y Andrés y parece que ha de ser signo de pascua, de encuentro con Jesús al volver a Galilea (cf. 16, 7). Pues bien, precisamente en esa casa “cristiana” hay una mujer enferma, que no puede actuar: la suegra de Simón (que parece en realidad la “dueña” de la casa) está enferma de fiebre; ella es para Marcos la primera cristiana.
− E inmediatamente le hablaron de ella... El poseso de la sinagoga se presentó a sí mismo, gritando. Por el contrario, los que hablan a Jesús de la mujer son otros, quizá porque ella está en la habitación más privada, cerrada, donde Jesús no puede entrar directamente, a no ser que le hablen de ella y le lleven. ¿Quiénes? ¿Los que vienen con él de la sinagoga? ¿Los que estaban en casa? El texto no lo dice, sino sólo que Jesús entró en la habitación (proselthôn) e inmediatamente, sin preguntarle si quería, la agarró por la mano y la levantó (êgeiren autên: la resucitó: 1, 31; cf. 16, 6), de manera que ella pudo ponerse en pie a servirles (diêkonei autois). A la mujer relegada a la cama en un día de sábado hay que levantarla, pero después es ella misma la que toma la iniciativa de “su casa” (su iglesia), donde realiza el auténtico servicio humano.
− Todo eso sucede en un sábado (cf. 1, 21), un día en que nadie (ningún judío) debía trabajar, porque es descanso sagrado y no puede realizarse ninguna acción externa o material. El hecho de que ese día esté enferma la mujer de casa parece irrelevante, pues ella no tiene ninguna labor que realizar. Pues bien, Jesús la toma de la mano y la levanta, en signo de resurrección, como indica el verbo egeirein (cf. 2 Cor 4, 14; Rom 8, 11 y sobre todo Mc 16, 6, donde se dice que Jesús êgerthê, ha sido elevado/resucitado). El mismo sábado es tiempo de resurrección, y este pasaje supone que no hay que esperar al “día después” (el actual domingo, como en 16, 1), pues Jesús resucita/levanta a la suegra de Simón el mismo sábado pascual.
− Ella les servía (diêkonei autois: 1, 31). El servicio (diakonía) era el signo primordial de los ángeles de Dios que sirven/ayudan a Jesús en el desierto, enfrentándose a las fieras (1, 13), y será también el signo de las mujeres que hacia el final de la vida de Jesús aparecen como servidoras mesiánicas (15, 41). En esa línea, la suegra de Simón interpreta la curación que ha recibido como llamada a un servicio que no se puede entender a modo de simple trabajo servil (propio de mujeres que están bajo el dominio de varones ociosos), sino como ministerio mesiánico, creador de la nueva familia mesiánica. Jesús no le manda, no le dice nada, sino que se limita a levantarla; pero ella asume la iniciativa y saca las consecuencias de ese gesto, descubriendo el valor del servicio, por encima de una sacralidad cerrada.
En el origen de toda obra eclesial se encuentra esta mujer, conforma a Marcos; ella es la primera resucitada y servidora en la iglesia, el primer “ministro” de la comunidad. Ella es la religión agradecida, hecha servicio de amor a los demás.
Excurso: La dueña de la casa (la Señora de la Iglesia) es la suegra:
Normalmente se habla de la casa de Simón (o de la casa de Pedro), en Cafarnaúm, como él el hubiera sido dueño de ella. En esa línea sea ha dicho más tarde que la misma Iglesia es la Casa de Pedro (Domus Petri, en Galilea o Roma).
Pero el texto supone que ésta no es la “casa de Simón y Andrés” (Mc 1, 29), dos hermanos que serían propietarios del hogar al que ha venido a vivir la mujer de simón con su madre. Parece que lo cierto es lo contrario: Simón y Andrés eran “jornaleros” sin propiedad (cf. Mc 1, 16-20), oriundos de de Betsaida (cf. Jn 1, 44), y vinieron a vivir a Cafarnaum, a la casa de la madre de la mujer de Simón.
Desde ese fondo se entiende el hecho de que, después de ser curada, la suegra (dueña de la casa) asume la iniciativa y sirve a todos los que vienen, como dueña o, mejor dicho, como animadora, creadora de unos nexos de comunión, que están vinculados, sin duda, a la comida, pero que desbordan el plano puramente material del servicio alimenticio. Esta mujer no es una criada, en el sentido posterior del término. En el origen de toda obra eclesial se encuentra esta mujer, conforma a Marcos; ella es la primera resucitada y servidora en la iglesia, el primer “ministro” de la comunidad.
Había casos en que el marido tenía su propia casa (a la que llevaba a su esposa); pero otros en los que el marido empezaba a vivir en la casa de los padres (o de la madre) de la esposa (matrimonio uxorilocal). En este caso, Simón (natural de Betsaida, al otro lado de la frontera) habría venido a vivir (con su hermano Andrés) a la casa de la madre de su esposa, de manera que, estrictamente hablando, no podemos hablar de la casa de Simón (como suele hacerse), sino de la casa de su suegra.
De un modo significativo, la tradición cristiana (y en especial la católica) ha puesto muy de relieve el “ministerio de Simón”, llamado Pedro (=Roca). Pues bien, en el principio del evangelio resulta más destacado el ministerio o servicio de su suegra, que actúa como primera “presidente” de una comunidad “cristiana”.
B. TABLA CENTRAL. MC 1, 32-34. MILAGROS A LA PUERTA DE LA CASA.
LA RELIGIÓN DE JESÚS, VIDA GENEROSA
32 Caída la tarde, tras la puesta del sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. 33 La población entera se agolpaba a la puerta. 34 Y curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, y no dejaba hablar a los demonios, pues sabían quién era
A la curación durante el día y en casa (en tiempo de sábado) siguen las curaciones del anochecer, acabado el sábado, en la calle, a la puerta de la casa de Simón, es decir, en el entorno de la iglesia (de la comunidad establecida), como indica este sumario, que distingue cuidadosamente dos palabras: le traían a todos (pantas) los enfermos y endemoniados, y Jesús curaba a muchos (pollous) de esos enfermos, expulsando a muchos (polla) demonios. La iniciativa vuelve a ser de otros, habitantes de Cafarnaúm, que son los que llevan los enfermos a la puerta de la casa, y Jesús actúa en un segundo momento, respondiendo a su petición.
a. A la caída la tarde, tras la puesta del sol le llevaron.... Según el calendario judío, el sábado (tiempo de descanso) termina al ocaso de sol, esto es, a la caída de la tarde, Como observantes de la ley, los vecinos de Cafarnaúm esperaron ese ocaso. Así dejan que pase el sábado ritual, tiempo de un descanso que no logra liberar al ser humano, y sólo entonces, transcurrido ya el lapso «sagrado», en el momento más profano de la nueva noche que se va extendiendo, podrá mostrar Jesús la luz de sus curaciones.
Ha sido un día de sábado. Los habitantes de Cafarnaúm se rigen todavía por el cómputo antiguo del tiempo y por eso esperan la puesta del sol para traer ante la puerta de la casa a los enfermos, a fin de que Jesús les cure. No pueden entrar en la casa, porque es pequeña y no caben, o porque no actúan aún como iglesia (comunidad de Jesús), sino como admiradores externos.
Son ellos, los vecinos de Cafarnaúm, los que vienen y traen a los enfermos, y los ponen ante él (epheron pros auton). Así inician las escena, como diciendo a Jesús lo que debe hacer. Llegan con prisa, no vienen a escuchar (como harían en la sinagoga), sino a pedir a Jesús que cure, pues son muchos los que están oprimidos por el mal, los endemoniados.
Han escuchado lo que debían escuchar (la fama de Jesús se ha extendido por doquier en Galilea: 1, 28). Por eso vienen, terminado el descanso inútil de los escribas, incapaces de curar, con los enfermos y endemoniados. El texto añade que toda la ciudad estaba reunida ante la puerta (holê hê polis…), pues ante la enfermedad y la posesión diabólica no hay diferencia de personas. Jesús no cura “en la casa” (en una iglesia particular), sino en la calle, en el entorno exterior de la iglesia, en eso que se ha llamado normalmente el “atrio”, que, en sentido etimológico, es “profano” (lo que está antes y fuera del phanum o santuario).
b. Y curó entonces a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios (1, 34a). Los que vienen buscándole en la noche quieren curaciones, conforme a un criterio que al Jesús del Cuarto Evangelio podría parecerle menos limpio (buscan simplemente prodigios; Jn 4, 48). Pues bien, este Jesús de Marcos se deja impresionar por la necesidad, por la miseria de los hombres y mujeres que le traen (como en 6, 34), y por eso va curando a todos. Por ahora no ha dicho nada, no ofrece ninguna enseñanza, sino que se limita a curar, realizando así la gran tarea que se hallaba al fondo de las tentaciones (1, 12-13). Satán es el principio de la enfermedad y de la posesión diabólica; por eso, para luchar contra Satán, Jesús cura a los enfermos, en la misma calle, por generosidad, sin imponerles ningún tipo de obligaciones.
Estas curaciones marcan la prioridad de Jesús. Otros judíos de su tiempo van centrando su práctica ritual en torno a un sábado que puede interpretarse de manera legalista y particular (sólo para ellos es tiempo separado); Jesús, en cambio, quiere liberar al hombre entero, desbordando el ámbito del sábado, y su gesto no brota de un impulso suyo, sino de la necesidad de las personas que vienen a buscarle en la noche.
c. Pero no dejaba hablar a los demonios, porque le conocían (sabían quién era). Jesús había mandado callar al endemoniado de la sinagoga (1, 25), no sólo porque no quería que le hicieran propaganda, sino porque no aceptaba el testimonio de los endemoniados (aunque fuera verdad lo que decían). No quería propaganda, ni permitía que los posesos revelaran su identidad, pues ella sólo puede conocerse a través de un camino de muerte y de pascua, a diferencia de otros “mesías”, que van en línea de poder o gloria sagrada, como los pretendientes militares (en la línea celota de Judas Galileo) o los los llamados hombres divinos, theioi andres, milagreros).
Jesús ha venido como Sanador de Dios, y allí, en la pura calle, al comienzo de la noche, tras el sábado, ante la puerta de la suegra Simón, pasado el Sábado judío, va curando en silencio, por amor mesiánico, sin propaganda, enfrentándose a Satán. Así muestra en silencio su autoridad, animando, limpiando, abriendo un camino de vida, ante la puerta de Simón, no dentro de su casa… De esa forma responde a los que vienen y piden su ayuda, sin dejar que ellos propaguen de manera pública sus gestos. Es evidente que los endemoniados saben algo de su misión, como hemos indicado en relación con 1,24-25, pero no le conocen aún plenamente, cosa que sólo puede alcanzarse tras pascua. Pero Jesús no quiere ni puede elevar su figura y fundar su mensaje en aquello que dicen los endemoniados.
C. TABLA DERECHA. MC 1, 35-38. SIMON PEDRO, UNA OFICINA DE CURACIÓN
LA RELIGIÓN AL SERVICIO PROPIO
(a. Jesús) 35 Y temprano, aún muy de noche, se levantó, salió, se fue a un lugar solitario y allí se puso a orar.
(b. Simón) 36 Simón y los que estaban con él le persiguieron, buscándole 37 Cuando lo encontraron, le dijeron: Todos te buscan.
(c. Misión itinerante) 38 Y les contestó: Vamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para predicar también allí, pues para esto he salido.
Tras marcharse los enfermos, muy de madrugada, Jesús y sus discípulos (¡los cuatro del principio, con Simón!: mC 1, 16-20) toman decisiones opuestas:
a. Jesús sale para orar (1, 35).
Las palabras con que empieza el texto están perfectamente calculadas (“y temprano, aún muy de noche [antes del amanecer] levantándose, Jesús...”: kai prôi ennykha lian anastas) y parecen evocar aquello que será la experiencia de las mujeres, la mañana de pascua (kai lian prôi: y muy temprano...: Mc 16, 2). En ambos casos nos hallamos en el día tras el sábado: cf. 1, 32; 16, 1 ), pero de manera que entre la noche y la mañana se produce un gran cambio, que nuestro pasaje presenta como anastasis, en término de clara evocación pascual (cf. 5, 42; 8, 31; 9, 9.31; 10, 34; 12, 18.23; 13, 2). .
El protagonista es Jesús, que se levanta de mañana (resucita) para orar en un lugar desierto (1, 35); es como si debiera retornar en oración, a su experiencia de encuentro con Dios (Bautismo), para reiniciar el camino. Esta “salida” de Jesús, en pleno noche, le permite “superar”, como he dicho, el “cerco” que querían imponerle. Hasta ahora, después de la “llamada” de los cuatro discípulos, él había ido respondiendo a la presión de aquellos que, de un modo u otro, habían implorado su ayuda: el poseso de la sinagoga, los familiares de la suegra de Simón o los que llevaban a los enfermos de Cafarnaúm. Ahora se sitúa en soledad ante Dios, para así descubrir de un modo directo, por sí mismo, su misión. No tiene las cosas resueltas de antemano; por eso se pone en oración, para descubrir el camino que debe recorrer.
Ésta es la primera vez que Jesús aparece abiertamente en oración en Marcos, aunque parece claro que su experiencia anterior, tras el bautismo (cuando ha visto los cielos abiertos, y al Espíritu bajando sobre él: 1, 11-12), ha sido de oración. Ahora le vemos orando expresamente, muy temprano, aún de noche, en un lugar desierto, después de su primera acción mesiánica, y en esa misma línea le veremos otras veces en el evangelio. Es evidente que el desierto no es aquí lugar de penitencia, ni de lucha contra el diablo (sin más), sino de encuentro personal con Dios.
b. Simón y sus compañeros (hoi met'autou: cf. 1, 36) le persiguen (1, 36-37).
Éste es el primer enfrentamiento, la primera discusión mesiánica, y Simón (a quien todavía no se le llama Roca, como se le llamará desde 3, 16) parece actuar como portavoz de una iglesia que quiere utilizar a Jesús para servicio propio, como si fuera un curandero doméstico establecido ante (o en) su propia casa a la que acudirían los necesitados y enfermos del entorno (cf. 1, 33-34). Quizá podríamos decir que Simón no quiere servir a los demás (en contra de lo que ha hecho su suegra), sino servirse de Jesús para provecho propio, interpretando en forma egoísta la tarea de pescador que ha recibido. Así quiere actuar como "dueño" de Jesús, representante de su empresa, cabeza de una Iglesia establecida.
Simón necesita que Jesús quede a su lado, para instalar a la puerta de su casa una "oficina de curaciones", para prestigio social y/o económico del grupo. Junto a un "dios" o taumaturgo curador siempre ha corrido y crecido los negocios. Lógicamente, Simón sale en busca de Jesús muy de mañana, para organizar su agenda mesiánica, apareciendo así como jefe de grupo, encabezando al resto de sus compañeros, que son hoi met'autou (1, 36), en velada y fuerte oposición a lo que debía ser auténtico grupo cristiano formado por aquellos a los que Jesús llamará para que sean met'autou (es decir, con-Jesús: 3, 14).
Tanto aquí como en 8, 27-31 y 16, 7-8, Marcos está suponiendo y pidiendo la conversión de Simón, que debe abandonar su proyecto eclesial de mesianismo triunfante (milagros al servicio del grupo), para asumir el mesianismo del Hijo del humano. Planteamiento polémico del tema en J. D. Crossan, Jesús. Vida de un campesino judío, Crítica, Barcelona 1994, 400.
Estamos ya ante una comunidad de Jesús que tiende a convertirse en sistema establecido, una especie de club de curaciones en torno a la casa de Simón (en Cafarnaúm o en Jerusalén), a diferencia de Pablo y de aquellos que quieren abrir el mensaje de Jesús al mundo entero. De esa manera, implícitamente, Marcos dice que la misma dinámica de la actividad de Jesús rompe y supera las fronteras de un sistema establecido (como el que quiere Simón).
Por eso, al presentar aquí a Simón y a sus tres compañeros “persiguiendo a Jesús” para llevarle de nuevo a su casa de Cafarnaúm, está evocando el conflicto posterior de una Iglesia que corre el riesgo de cerrarse en sí . El mismo Jesús de Marcos anticipa ya aquí, de esta manera, lo que será la misión universal de la Iglesia. Por eso, allí donde quieren encerrarle, él se marcha, rompe la atadura que le ponen y, a partir de su oración (cf. 1, 35; 14, 35), toma otras opciones distintas de las que han tomado o tomarán sus discípulos.
c. Un camino misionero (1, 38).
Jesús rechaza la propuesta de Simón y no quiere establecerse en una casa, para convertirla (convertir su movimiento) en negocio de milagros al que acuden los de lejos y en el que medran, de un modo egoísta, los de cerca. En medio de la noche, él se ha escapado para orar en soledad ante Dios; y cuando llega el día inicia un recorrido por las poblaciones del entorno, tomando así la iniciativa del Reino. No quiere encerrarse en una estructura sagrada, fundando otro centro espiritual de sanación entre los ya existentes (sinagogas, escuelas filosóficas, templos). Dios le ha enviado para ofrecer el kerigma a los necesitados y para que le acompañen en la pesca final ha llamado él a Simón y a los suyos, no para establecerse con ellos sea en la casa de Cafarnaúm, o en un tipo de iglesia que Simón ha podido establecer en Jerusalén u otro lugar.
Jesús ha ido a un lugar desierto (erêmos, 1,35, cf. 1, 12), para situarse en oración y para iniciar desde allí un trabajo, universal, para bien de los enfermos y los necesitados, en contacto inmediato con Dios. No va al templo para orar (aunque después dirá que quiere un templo que sea casa de oración para todas las naciones: 11, 17), ni se reúne con la muchedumbre, sino que se retira para orar, a solas, en la noche, para escuchar así, de nuevo, la voz que escuchó tras su bautismo (¡Tú eres mi Hijo!, 1, 12), pues ella ha sido, sin duda, una voz orante. No deja que los suyos le encierren, manipulando su misión a partir del éxito logrado (¡todos vienen...!). Toma distancia (en oración ante Dios), en soledad de tiempo (noche) y espacio (desierto), para redescubrir y recrear su tarea.
Por eso, cuando Simón y los suyos pretenden encerrarle en el círculo cómodo y estrecho de lo ya sabido (como a un curandero doméstico o un simple mesías de una Ley ya fijada en Jerusalén), desde la hondura de su propia libertad mesiánica, Jesús abre su camino hacia los necesitados del entorno. No ha caído en la tentación del éxito, no se ha dejado llevar por el éxito inmediato; no ha creado una casa eclesial de milagros sino que ha ofrecido su poder de curación y/o de palabra a los necesitados del entorno.
CONCLUSIÓN. LOS QUE SE APROVECHAN DE JESÚS, COMO SIMÓN
Simón y los que están con él quieren “fijar” a Jesús, situándole al servicio de sus propias ideas o intereses. Pero Jesús busca un principio orientador más alto, poniéndose en contacto con Dios en oración (kakei prosêukheto), en la línea de su experiencia del bautismo (1,9-11). Simón y los suyos no han comprendido todavía a Jesus, no quieren seguirle de verdad, ni servir a los necesitados, sino triunfar con él, convirtiéndole en un de taumaturgo popular, al servicio de sus propios intereses nacionales, económicos, sociales etc. Pero Jesús rompe esa “clausura” que quieren imponerle.
Simón ha dejado las redes, pero quiere hacerse administrador de las curaciones de Jesús, representante cualificado de su “grupo”. Es evidente que habría salido ganando. Pues bien, frente a ese riesgo de institucionalización eclesial (Simón y los que estaban con-él), Jesús inicia su camino misionero, en gesto de fuerte gratuidad. No busca el honor propio, al servicio de un grupo, no establece en su casa (casa de Simon) un santuario de sagradas curaciones; no funda un negocio de reino, una iglesia establecida.
No es casual que el primer tentador de Jesús sea Simón, cabeza de grupo de aquellos que olvidan su oficio de "pescadores" para volverse opresores de la casa mesiánica. En esta perspectiva, al menos en cierto nivel, este Simón de Marcos representa a la iglesia judeocristiana que quiere "encerrar a Jesús en una casa" (en Jerusalén), sin asumir la apertura pascual, universal, de Galilea (cf. 16, 7-8). Cf. A. Rodríguez, La figura de Pedro en el evangelio de Marcos, en R. Aguirre (ed.), Pedro en la iglesia primitiva, Verbo Divino, Estella 1991, 29-42; R. E. Brown (ed.), Pedro en el Nuevo Testamento, Sal Terrae, Santander 1976; O. Cullmann, San Pedro, Ediciones 62, Madrid 1967; J. Gnilka, Pedro y Roma: la figura de Pedro en los dos primeros siglos de la Iglesia, Herder, Barcelona 2003.
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