Las Agencias de Turismo suelen hacer mucha propagando de Peregrinaciones a Tierra Santa durante la Semana Santa. No me parece mal la idea, por más que las Agencias busquen el negocio aunque sea a cuenta de lo religioso.
Aunque tú y yo no vayamos ni de turistas ni de peregrinos, creo que sí tendremos que vivir en Jerusalén estos días. Y la idea me la ha proporcionado J. Guillén García en uno de sus comentarios el Domingo de Ramos y que yo quiero expresar desde mi propia mirada y experiencia.
A Jerusalén estos días no se puede ir simplemente como quien va a ver una de las procesiones famosas de Semana Santa. A Jerusalén no se puede ir estos días y ningún día del año, de una manera indiferente. Porque en Jerusalén hay que “tomar partido”.
O somos un personaje de la Pasión o no somos nada.
O nos identificamos o seremos unos extraños.
O estamos con El o sencillamente somos de “los otros”.
O vamos a vernos o tampoco lograremos verle a El.
¿Y cómo identificarnos estos días? Basta leer cualquiera de las cuatro historias de la Pasión. Por ejemplo:
Si notas que en tu corazón hay secretos inconfesables y guardas sin que los demás se enteren, posiblemente hay un Judas “amigo” compartiendo el mismo pan con Jesús.
Si notas que el dinero ha convertido tu corazón en chequera o tarjeta de ahorros, puedes sospechar que dentro de ti hay alguien que es capaz de vender a cualquiera por dinero. Y ese ya sabes como se llama. Judas.
Si notas que tú eres capaz de creer que tú sí puedes dar tu vida por Jesús, pero no aceptas que El la dé por ti, no dudes que dentro de ti hay un Pedro autosuficiente.
Si notas que mientras alguien está hundido en su tristeza y angustia orando al Padre, y tú te quedas dormido indiferente, ten por seguro que eres uno de los discípulos que aquella noche se durmieron.
Si notas que cuando alguien te pregunta por tu identidad cristiana y prefieres esconderte en el anonimato y no dar cara, la cosa está clara, eres el Pedro moderno.
Si notas que cuando alguien te pregunta si tú crees y eres un seguidor practicante del Evangelio y de Jesús y tú, por cobardía lo niegas, no lo dudes es Pedro hoy.
Si notas que cuando alguien es menos que tú y tú te sientes más y hasta eres capaz de escupirle a la cara despreciándolo, no creo que tengas duda de que perteneces a los soldados de Anás y Caifás.
Si notas prefieres la religión de la ley a la religión del amor y eres capaz de condenar a Jesús porque no piensa como tú, ahí tienes a Anás y Caifás del siglo XXI.
Si notas que alguien es inocente pero prefieres salvar tu puesto y no eres capaz de defender la inocencia del otro, no te califiques, sabes que eres un Pilato moderno,
Si notas que alguien es inocente, pero para salvar tu pellejo eres capaz de condenarlo a muerte, ya sabes como llamarte Poncio Pilato dee hoy.
Si notas que alguien sufre y camina por la vida cargando la cruz de su pobreza y tú, aunque estás cansando y deseas llegar a tu casa a tumbarte un rato viendo TV y retrocedes y le prestas tu hombres para ayudarle a llevar su cruz, felicítate porque serás el Cireneo de estos días.
Si notas que cuando ves a esos niños o ancianos sucios y harapientos por la calle, y eres capaz de detenerte y limpiarlos y vestirlos, tu nombre se llamará Verónica.
Si notas que cuando pasas al lado del que sufre y salen lágrimas a los ojos de tu corazón, aunque no puedas hacer nada, porque otros te lo impiden, serás una de esas buenas y piadosas mujeres que aún quedan en Jerusalén.
Si notas que cuando ves que otros sufren tú tomas conciencia de su responsabilidad y despierta en ti la conciencia de tu vida de injusticia, sabrás que podrán llamarte el “buen ladrón de hoy”.
Si notas que cuando la Iglesia está sucia y se va debilitando y en muchas partes muriéndose y tú eres capaz de reconocerla como la verdadera Iglesia de Jesús, ten por seguro que tendremos en ti un Centurión que termina confesando su fe en El.
Si cuando alguien muere en una de esas esteras y que nosotros llamamos irónicamente “casas” y no tienen donde enterrarle y tú le pagas el funeral, tendremos que felicitarte porque habrá entre nosotros un José de Arimatea.
Como ves, la historia de la Pasión de Jesús es un buen marco donde encontrarnos a nosotros mismos, ponernos un nombre adecuado y sentirnos parte de aquella historia. Porque, al fin y al cabo, es una historia que sucedió en el pasado y sigue aconteciendo también hoy. Y que es desde hoy que nosotros tenemos que vivirla. Y que es desde nosotros, y no desde aquellos judíos de entonces, que tendremos que asumirla.
Pensamiento: El relato de la Pasión de Jesús termina siendo la historia de cada uno de nosotros. Por ejemplo, mi propia historia.
Aunque tú y yo no vayamos ni de turistas ni de peregrinos, creo que sí tendremos que vivir en Jerusalén estos días. Y la idea me la ha proporcionado J. Guillén García en uno de sus comentarios el Domingo de Ramos y que yo quiero expresar desde mi propia mirada y experiencia.
A Jerusalén estos días no se puede ir simplemente como quien va a ver una de las procesiones famosas de Semana Santa. A Jerusalén no se puede ir estos días y ningún día del año, de una manera indiferente. Porque en Jerusalén hay que “tomar partido”.
O somos un personaje de la Pasión o no somos nada.
O nos identificamos o seremos unos extraños.
O estamos con El o sencillamente somos de “los otros”.
O vamos a vernos o tampoco lograremos verle a El.
¿Y cómo identificarnos estos días? Basta leer cualquiera de las cuatro historias de la Pasión. Por ejemplo:
Si notas que en tu corazón hay secretos inconfesables y guardas sin que los demás se enteren, posiblemente hay un Judas “amigo” compartiendo el mismo pan con Jesús.
Si notas que el dinero ha convertido tu corazón en chequera o tarjeta de ahorros, puedes sospechar que dentro de ti hay alguien que es capaz de vender a cualquiera por dinero. Y ese ya sabes como se llama. Judas.
Si notas que tú eres capaz de creer que tú sí puedes dar tu vida por Jesús, pero no aceptas que El la dé por ti, no dudes que dentro de ti hay un Pedro autosuficiente.
Si notas que mientras alguien está hundido en su tristeza y angustia orando al Padre, y tú te quedas dormido indiferente, ten por seguro que eres uno de los discípulos que aquella noche se durmieron.
Si notas que cuando alguien te pregunta por tu identidad cristiana y prefieres esconderte en el anonimato y no dar cara, la cosa está clara, eres el Pedro moderno.
Si notas que cuando alguien te pregunta si tú crees y eres un seguidor practicante del Evangelio y de Jesús y tú, por cobardía lo niegas, no lo dudes es Pedro hoy.
Si notas que cuando alguien es menos que tú y tú te sientes más y hasta eres capaz de escupirle a la cara despreciándolo, no creo que tengas duda de que perteneces a los soldados de Anás y Caifás.
Si notas prefieres la religión de la ley a la religión del amor y eres capaz de condenar a Jesús porque no piensa como tú, ahí tienes a Anás y Caifás del siglo XXI.
Si notas que alguien es inocente pero prefieres salvar tu puesto y no eres capaz de defender la inocencia del otro, no te califiques, sabes que eres un Pilato moderno,
Si notas que alguien es inocente, pero para salvar tu pellejo eres capaz de condenarlo a muerte, ya sabes como llamarte Poncio Pilato dee hoy.
Si notas que alguien sufre y camina por la vida cargando la cruz de su pobreza y tú, aunque estás cansando y deseas llegar a tu casa a tumbarte un rato viendo TV y retrocedes y le prestas tu hombres para ayudarle a llevar su cruz, felicítate porque serás el Cireneo de estos días.
Si notas que cuando ves a esos niños o ancianos sucios y harapientos por la calle, y eres capaz de detenerte y limpiarlos y vestirlos, tu nombre se llamará Verónica.
Si notas que cuando pasas al lado del que sufre y salen lágrimas a los ojos de tu corazón, aunque no puedas hacer nada, porque otros te lo impiden, serás una de esas buenas y piadosas mujeres que aún quedan en Jerusalén.
Si notas que cuando ves que otros sufren tú tomas conciencia de su responsabilidad y despierta en ti la conciencia de tu vida de injusticia, sabrás que podrán llamarte el “buen ladrón de hoy”.
Si notas que cuando la Iglesia está sucia y se va debilitando y en muchas partes muriéndose y tú eres capaz de reconocerla como la verdadera Iglesia de Jesús, ten por seguro que tendremos en ti un Centurión que termina confesando su fe en El.
Si cuando alguien muere en una de esas esteras y que nosotros llamamos irónicamente “casas” y no tienen donde enterrarle y tú le pagas el funeral, tendremos que felicitarte porque habrá entre nosotros un José de Arimatea.
Como ves, la historia de la Pasión de Jesús es un buen marco donde encontrarnos a nosotros mismos, ponernos un nombre adecuado y sentirnos parte de aquella historia. Porque, al fin y al cabo, es una historia que sucedió en el pasado y sigue aconteciendo también hoy. Y que es desde hoy que nosotros tenemos que vivirla. Y que es desde nosotros, y no desde aquellos judíos de entonces, que tendremos que asumirla.
Pensamiento: El relato de la Pasión de Jesús termina siendo la historia de cada uno de nosotros. Por ejemplo, mi propia historia.
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