Publicado por Dominicos.org
"Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis?"
"Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis?"
La celebración del Viernes Santo, dentro del triduo pascual, ubica al cristiano en el momento más dramático de todo el año litúrgico: la muerte de Jesús en la cruz. Este dramatismo, que no se ha de edulcorar, provoca muchas preguntas, algunas de las cuales apuntan directamente a Dios: ¿Qué relación hay entre el sufrimiento y Dios? ¿La cruz es camino de salvación? ¿La cruz es la expresión de la voluntad de Dios? ¿Por qué el dolor de tantos inocentes?
El Viernes Santo es un día dominado por dos colores: el rojo de la muerte y el negro de la oscuridad y el luto. La fe ha de atravesar el espesor de los colores de esta experiencia para descubrir en ella la presencia salvadora de un amor sorprendente y luminoso. No es fácil. El Viernes Santo, como la fe en el Dios de Jesús, tiene un lado duro, muy duro…
Las lecturas de la Palabra de Dios escogidas para la celebración de la Pasión del Señor no nos engañan, nos trasladan al escenario del drama de la salvación, allí donde la situación es límite, incluso para el Dios encarnado que parece estar a merced del realismo incrédulo de este mundo. El cuarto cántico del Siervo de Yahveh, escalofriante, nos abre la puerta al relato de la pasión de Jesús según San Juan: Jesús es el siervo sufriente que, en su dolor inhumano, lleva misteriosamente la causa de la salvación para todos. En ese instante trágico, el salmo 30 nos hace repetir con Jesús una oración de serenidad impactante: “Tú eres mi Dios, en tus manos están mis azares”. La Carta a los Hebreos nos ofrece razones para perseverar en la fe de acuerdo a la propia perseverancia del Nazareno. Jesús en la cruz se solidariza con las flaquezas humanas, porque es compasivo. Él mismo oró con insistencia al Padre a causa de lo que se le venía encima. Y, aunque resulte sorprendente, asegura el autor de la carta que fue escuchado porque, aún en aquel trance, continuó poniéndose en manos del que juzga rectamente. Su actuación, su abandono confiado, manifiesta la presencia escondida y consoladora de Dios. La fidelidad y obediencia de Jesús son fuente de salvación para la humanidad.
1. Los acontecimientos en su marco histórico.
La crucifixión de Jesús es uno de los acontecimientos de la vida de Jesús más auténtico y menos discutido a lo largo de la historia.
¿Por qué la crucifixión? ¿Rebeldes contra Roma?
Sabemos que los judíos no tenían, en tiempo de Jesús, el poder de ejecutar ninguna sentencia de muerte. Podían dictar la sentencia pero no ejecutarla. Por eso Jesús fue crucificado y lapidado como correspondía a quien era acusado de blasfemia según las leyes veterotestamentarias. La crucifixión reservarse para los rebeldes contra Roma.
Pilato creyó que Jesús era un zelota o rebelde contra Roma ¿corresponde a la historia?
Así le fue presentada la sentencia del Sanedrín en la versión de Lucas 23,1ss.:"Hemos encontrado a éste alborotando a nuestra nación, impidiendo pagar tributo al César, y diciendo que él es el Mesías, el rey". Ciertamente menudearon personajes que pretendieron ser el mesías y provocaron violencia y levantamientos contra Roma. Una lectura atenta del conjunto de los cuatro relatos evangélicos impiden concluir lo mismo en el caso de Jesús. Rechazó (tercera tentación) la oferta de un liderazgo político-militar. Sus palabras contra la violencia. Sus palabras en el episodio del impuesto al César. El relato actual de los evangelios nos prohíben pensar que Jesús fuera un revolucionario político-militar. Otra cosa es cómo pudiera interpretarse su total libertad de movimientos, comportamientos e interpretaciones de la ley y prácticas de los judíos.
Las motivaciones de la muerte violenta de Jesús.
Muchas y complicadas fueron las causas que se entretejieron para desembocar en la sentencia de muerte de Jesús. Luego nos referiremos a las causas teológicas. Jesús se comportó siempre con absoluta fidelidad y a la vez libertad frente a la ley de Moisés. Mantuvo una actitud crítica frente a las prácticas judías. Denunció la hipocresía en la conducta de los maestros de la ley y fariseos. Practicó la comensalía abierta mediante la cual rompía las fronteras de los estamentos sociales entre los judíos y las normas de los adecuados distanciamientos. Se le consideró amigo de los pecadores a quienes acogía y con quienes comía gustosamente. Todas estas causas y otras complementarias confluyeron en su muerte violenta.
2. Los acontecimientos cristológicos.
Ante el Sanedrín.
Es necesario subrayar la presencia de Jesús ante el Sanedrín. Los tres relatos evangélicos (Juan lo es a su manera) son concordes en narrarnos esta escena que ciertamente está cargada de interpretación cristológica. Jesús se encuentra ante el sacrosanto tribunal de Israel compuesto, a partes iguales, entre estas tres categorías de personas: los sacerdotes, los maestros de la ley y los senadores o ancianos. Representan lo mejor de Israel. Se encuentran frente a frente los representantes de una esperanza multisecular y Jesús, el verdadero Mesías. Se trata, por tanto, de un asunto de trascendental importancia para la historia de la salvación y para la humanidad. ¿Dónde está la blasfemia de Jesús? En la perspectiva del tribunal la blasfemia consistió en que Jesús se arrogó las prerrogativas del Mesías, el enviado de Dios, cuando a todas luces no era encajaba en su imagen del Mesías. El proceder del tribunal era lógico desde su punto de partida.
Es importante subrayar lo que realmente estaba en juego. Toda la vida de ministerio de Jesús fue un continuado proceso del pueblo de Israel contra él. En este sentido es especialmente iluminador el relato joánico, sobre todo a partir del capítulo 7 hasta el 12. No fue un asunto aislado. Todo el comportamiento de Jesús colocó a Israel frente a una grave disyuntiva: o aceptaban su misión y tenían que cambiar ridículamente las estructuras religiosas o lo rechazaban por falso reformador. No les quedaba otra alternativa. En definitiva, la muerte de Jesús es el resultado de una comportamiento coherente.
Sería importante también insistir que hay que entrar un poco en la intimidad de Jesús para percatarnos de sus sentimientos profundos al ver cómo Israel, el pueblo de la esperanza mesiánica, le rechaza a él que era el verdadero Mesías. Israel se condena a las tinieblas al rechazar la última y definitiva revelación de Dios. Esto causaba a Jesús un sufrimiento profundo, sutil y muy superior al sufrimiento físico (limpio e importante). El rechazo de su persona y de su misión.
El proceso ante el Sanedrín es un modelo y un espejo para cuantos se sienten perseguidos, maltratados o incomprendidos por razones de justicia, de conciencia o de coherencia en los comportamientos. Es necesario que los creyentes asuman esta tarea, como Jesús, en medio de un mundo que busca poco la verdad que libera al hombre en profundidad. Los creyentes somos llamados a vivir en este mundo nuestro la prolongación de las actitudes de Jesús en su Pasión. De este modo rebasaremos los aspectos externos de estos días tan singulares, para entrar en el núcleo verdadero y en su contenido.
La Crucifixión: los personajes.
Es importante prestar atención a los personajes que se encuentran en el calvario. Cada uno de ellos representa una actitud especial. Presentando estos datos plásticamente se hace más comprensible el mensaje de lo que allí acontece. Nos atenemos a los relatos evangélicos y, por tanto, a la comprensión que de los hechos (siempre más sobrios) tuvo la Iglesia primitiva y recogieron los evangelistas. Sabemos que los relatos transmiten hechos y teología. Jesús, María, los dos ladrones, el pueblo, etc. contribuyen para encontrar el sentido de los hechos.
Conviene destacar, además de la persona de Jesús que es el centro, la figura de María. Es presentada en los relatos evangélicos como Madre de Jesús, como Madre de Dios y como una discípula de Jesús siempre en crecimiento en la fe. Toda la vida de María fue una búsqueda incansable y una profundización siempre más rica en la persona y en la obra de Jesús. El hecho de estar junto a Jesús en la Cruz revela que su discipulado ha llegado a la madurez, que ha superado el escándalo aparente de la Cruz, que su integración en la misión de su Hijo ha sido llevada hasta su término. En la versión de Juan este aspecto aparece con especial fuerza y hermosura: Jesús se la entrega como Madre al mejor de los discípulos (Juan), ella que es la mejor de las discípulas; es proclamada Madre de la Iglesia, comunidad de los discípulos de Jesús siempre en peregrinación.
Actitud de Jesús en la Cruz.
La actitud de Jesús se manifiesta en sus gestos y en sus palabras. La versión que los evangelistas nos han conservado en sus escritos nos recuerdan que Jesús debió pronunciar siete palabras. Todas ellas están relacionadas con su misión anterior. Todas ellas se pueden y se deben interpretar a la luz de su comportamiento. Los gestos y las palabras de Jesús corresponden con coherencia a su comportamiento durante los años de ministerio.
3. Significación teológica de este acontecimiento.
La Cruz expresión suprema del amor de Dios.
Esta es la raíz profunda que ilumina y da su sentido a lo que está ocurriendo en el Calvario. Así lo entendieron los evangelistas. Cristo en la Cruz es la suprema expresión del amor de Dios al mundo. Es el momento supremo de la revelación de la auténtica personalidad y misión de Jesús. La Cruz está al final de la carrera de Jesús en la visión de Marcos especialmente (aunque no exclusivamente). El poder de Dios misericordioso se revela especialmente en la Cruz. Los milagros realizados por Jesús eran sólo un pálido anticipo. Pablo nos ofrece algunos textos muy importantes para la comprensión del misterio de la Cruz: 1Cor 1 y Flp 2.
La Cruz no es un fracaso sino una victoria.
Los evangelistas nos recuerdan, para interpretar el misterio de la Cruz, que la muerte de Jesús fue acompañada por la presencia de tinieblas. Estas tienen un sentido simbólico a partir de algunos textos profético. Las tinieblas acompañan en la descripción del Día de Yahvé. Ahora bien, el día de Yahvé es el día de la salvación definitiva. Por tanto, cuando los narradores nos recuerdan la presencia de tinieblas en el calvario nos enseñan que en la muerte de Jesús Dios está actuando definitivamente la salvación. Que será definitivamente sancionada por la Resurrección y la donación y presencia del Espíritu. La Cruz no es un fracaso, sino una victoria.
Cuando en la celebración del Viernes Santo, la comunidad congregada canta: ¡Victoria, tu reinarás; oh Cruz tú nos salvarás!, recoge la más profunda significación de la Cruz.
Si Cristo en la Cruz es la suprema expresión del amor del Padre, es necesario anunciar a los hermanos que en la Cruz se produce el más auténtico y genuino encuentro con Dios. Que Dios a los que ama los prueba, como un buen Padre que es (Carta a los Hebreos). Por los sufrimientos, Jesús aprendió a obedecer y encontrarse con la voluntad genuina de Dios. Y eso se produce en sus discípulos. El creyente es un testigo vivo, en medio del mundo, del amor de Dios desde y en la cruz dolorosa y gozosa. Sólo el creyente puede transmitir esta sabiduría y poder del amor de Dios. Y el mundo lo necesita.
Fuerza liberadora de la Cruz.
Para la comprensión global de esta acción liberadora de Cristo en la Cruz nada más adecuado e iluminador que una lectura conjunta de estos textos: Lc 14,25-33; Jn 8,31ss; 1Cor 1,17-31; Gl 6,14-17; 1Jn 4,7-21.
De la interacción de unas afirmaciones con otras resulta esta imagen:
- Para ser discípulo de Cristo hay que renunciar a todo (incluso a sí mismo), tomar su Cruz y seguirle (Lucas);
- para ser discípulos de Jesús es necesario permanecer fieles a su Palabra que es la verdad y que es la única que proporciona la libertad (Juan);
- la Cruz de Cristo es el valor que tergiversa y subvierte todos los demás valores en los que el hombre cree encontrar su libertad y su felicidad como son el poder, el bienestar, el prestigio, la ciencia humana (1Corintios);
- conseguida la liberación, el discípulo descubre que la Cruz es un motivo de gloria, es el único valor que merece realmente su atención (Gálatas);
- finalmente, descubre que si es posible conseguir la libertad de los hijos de Dios es porque Cristo en la Cruz es la suprema expresión del amor del Padre en favor de la humanidad esclavizada por lo único que no la deja realizarse: el pecado (1Juan).
Sólo se puede amar al otro de verdad en la dimensión de la Cruz, es decir, cuando se descubre y se experimenta el amor que el Padre nos tiene a todos los hombres. Por eso podemos comprender la fuerza liberadora de la Cruz.
Cristo en la cruz nos libera de la Ley.
¿Cómo se realiza esta liberación? Descubriendo el verdadero sentido de la ley como expresión de la voluntad de Dios y el verdadero sentido de la obediencia. Cristo en la Cruz es el hombre más libre y más obediente a la vez. Vive y nos revela el verdadero origen y fuente de la libertad genuinamente humana: el encuentro con la voluntad luminosa y amorosa del Padre que engendra libertad.
Cristo en la Cruz nos libera del pecado.
Según el relato histórico-salvífico, el pecado es extraño a los planes de Dios. El pecado no forma parte (en esta visión histórico-salvífica) del proyecto de Dios sobre el hombre. El pecado destruye al hombre, en modo alguno contribuye a su humanización. Por eso Cristo se hizo semejante a nosotros en todo menos en el pecado (Hb 4,15). Jesús nos libera del pecado al restituirnos al verdadero proyecto de Dios sobre el hombre para su realización y su felicidad.
Cristo en la Cruz nos libera de la muerte.
Nos revela definitivamente que Dios es un Dios de vivos y para la vida y no un Dios de muertos ni para la muerte. Así nos lo había dicho Jesús en su ministerio (Mc 12). Dios nos hizo para la vida. Este texto de la Carta a los Hebreos es iluminador: "Pues como los hijos participan en la sangre y en la carne, de igual manera él participó en las mismas, para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, el diablo, y librar a aquellos que por el temor de la muerte estaban toda la vida sujetos a servidumbre (Hb 2,14-18). Cristo en la Cruz nos libera de un mal incrustado en la profundidad de la conciencia humana: el temor a la muerte y a los anticipos de la muerte como son el sufrimiento, la soledad y la incapacidad humana.
Gloriarse en la Cruz.
"Los que quieren gloriarse en la carne, ésos os fuerzan a circuncidaros sólo para no ser perseguidos por motivo de la cruz de Cristo... Cuanto a mí jamás me gloriaré a no ser en la Cruz de Cristo nuestro Señor por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo" (Gl 6,11-14). Gloriarse es considerar el objeto en que nos gloriamos como el más preciado trofeo. En la entrada triunfal de los generales romanos cuando vuelven victoriosos de alguna campaña militar lo hacen acompañados de sus trofeos de victoria. ¡Para Pablo y para todo fiel discípulo de Jesús no hay otro trofeo de victoria, de gloria, de triunfo que la Cruz de Cristo!. He ahí la novedad radical del cristianismo. He ahí nuestro programa más ambicioso.
La riqueza del relato joánico de la Pasión de Jesús es enorme, como rica y extensa es también la liturgia del viernes santo. Ofrecer alguna pauta puede facilitar al predicador su tarea en un día en que no resulta fácil saber por dónde apuntar con la palabra.
Clave. Nuestra propuesta es muy sencilla: ¿por qué no emplear como hilo conductor de la predicación las preguntas que aparecen en el relato joánico?
Fundamento. Si partimos del presupuesto de que el texto proclamado actualiza una historia, una historia que creemos que conecta con el presente, con nosotros; si, además, los cristianos pensamos que esa historia es la síntesis de la economía de la salvación, ¿por qué no acercarse al relato de la Pasión planteándose las cuestiones que desde él se formulan, dejando así que sus preguntas nos franqueen el acceso a su entraña y descubran nuestra implicación en él? ¿No será esta vía una forma de poder percibir la vitalidad de una palabra que sigue siendo significativa?
Aplicación. Las diferentes preguntas que contiene la narración de la Pasión se pueden organizar de acuerdo a los siguientes criterios: a) preguntas de Jesús a quienes le detienen y lo mantienen vigilado durante el proceso; b) pregunta de Anás a Jesús; c) pregunta de Jesús a Anás; d) preguntas de Pilato a las autoridades judías que le han llevado detenido a Jesús; e) preguntas de Pilato a Jesús; f) pregunta de Jesús a Pilato; g) pregunta de Jesús a Pedro y h) preguntas de la gente a Pedro. El análisis de cada uno de los bloques de preguntas permite lecturas del relato que implican cada vez más al lector del texto y, por eso, ofrece interesantes sugerencias para la reflexión. Vamos a verlo.
Preguntas de Jesús a quienes le detienen y luego lo vigilan. Son dos. La primera, que se repite por dos veces, va dirigida a los guardias que irrumpen en Getsemaní para arrestarlo. Dice el relato: Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? La respuesta de los soldados es rotunda: A Jesús el Nazareno. Este interrogante y su respuesta cobran actualidad al ser proclamados en el contexto de la celebración. La búsqueda de Jesús ¿no es el principio que ha de regir la vida del discípulo y la razón de ser del seguimiento?
La segunda pregunta la formula Jesús tras ser abofeteado por un guardia cuando es interrogado por el Anás. Jesús, dirigiéndose a su agresor, le dice: Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado, pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas? En labios del Maestro de Nazaret, esta pregunta hace pensar en el sinsentido de toda violencia que nos causamos unos a otros, en especial, claro, la gratuita, la que no tiene ninguna justificación y, por eso, nunca puede ser legitimada, ni argumentada.
Pregunta de Anás a Jesús. Jesús, arrestado, es conducido a casa de Anás, suegro de Caifás, Sumo Sacerdote. El detenido resulta peligroso para la fe de Israel. El poder religioso ha de juzgar la ortodoxia de su doctrina. Por eso, el relato nos cuenta que Anás interroga a Jesús sobre su enseñanza y sobre sus discípulos.
Pregunta de Jesús a Anás. Jesús no quiere responder directamente a su interrogador. Le remite a los que le han oído: yo he hablado abiertamente al mundo: yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo… y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho. Resulta muy llamativo que Jesús en su respuesta-pregunta a Anás implique a sus oyentes. El relato de la Pasión nos introduce en el drama de Jesús, los que lo leemos o escuchamos somos invitados a participar en él, a dar testimonio de Jesús y de su doctrina. Así es la vida cristiana. Dar testimonio no siempre es fácil. La situación en la que se halla Jesús en el relato lo muestra. La actitud de Pedro, que luego destacaremos, lo corrobora.
Preguntas de Pilato a las autoridades judías que le han llevado detenido a Jesús. Tras el interrogatorio de Anás, Jesús es conducido a la presencia de Caifás. El texto no nos informa de ningún detalle de este encuentro. Luego, lo trasladaron al Pretorio para ser interrogado por Pilato. Resulta muy significativo que el poder religioso y el poder político, que no son precisamente amigos, se busquen y se necesiten a propósito del caso Jesús. El Maestro de Nazaret es rechazado por los grandes de este mundo. Pilato, al ver a Jesús, lanza una pregunta a los piadosos judíos que, claramente, manifiesta la distancia que hay entre ellos: ¿qué acusación presentáis contra este hombre? Los acusadores son los judíos. Él, en principio, es el juez no sólo de la persona acusada sino de la consistencia de la acusación de los hombres religiosos contra Jesús. Tras el interrogatorio al Nazareno, esta circunstancia queda todavía más de manifiesto. Pilato, dice Juan, no ve culpa en Jesús. Dada la situación, ateniéndose a las costumbres en torno a la pascua, les propone la posibilidad de que eligen a qué acusado quiere que libere. En ese instante, pregunta a los judíos: ¿queréis que os suelte al rey de los judíos? Los judíos no quieren. Hay aquí otro detalle curioso: con Jesús siempre el mundo funciona al revés; él favorece el nacimiento de nueva mentalidad que lo cambia todo, incluso, entre sus acusadores. Los políticos, Roma, no ven el peligro religioso de Jesús que plantean los judíos; éstos, al final y para lograr su objetivo, lo presentan como un peligro potencial para el poder romano. Extrañas coincidencias que hacen pensar.
Preguntas de Pilato a Jesús. Son las más sabrosas y abundantes. El representante del poder político dialoga con el acusado tratando de averiguar quién es y la verdad de la acusación de la que es objeto por parte del poder religioso judío. En el trascurso del interrogatorio, el lector comprende que las cuestiones lanzadas por Pilato son cruciales para tomar partido o rechazar a Jesús; por otro lado, son, igualmente, sus propias preguntas (¿eres tú el rey de los judíos?, ¿qué has hecho?, conque ¿tú eres rey?, ¿qué es la verdad? y ¿de dónde eres tú?). Los grandes de este mundo, por el poder que ostentan, se creen en condiciones de juzgar sobre las vidas y las enseñanzas de los demás. Sobre todo, cuando su poder se siente amenazado o cuestionado. Al final, Pilato, ante el silencio de Jesús, le espeta: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte? ¿Qué significa este silencio de Jesús?
Pregunta de Jesús a Pilato. El texto joánico sólo nos refiere una pregunta de Jesús a Pilato. Es una pregunta que, como en otros momentos de la pasión, busca claramente la complicidad de los lectores. Es una invitación a que la respondamos nosotros. La pregunta de Pilato fue: ¿eres tú el rey de los judíos? La contestación del Nazareno es otro interrogante: ¿dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí? ¿No resuena en esta pregunta el eco de ese pasaje en el que Jesús aborda a sus discípulos con dos cuestiones: quién dice la gente que soy yo y vosotros, quién decís que soy yo? Con Jesús, a la postre, únicamente vale la respuesta personal, la que compromete la vida.
Pregunta de Jesús a Pedro. Al inicio del relato de la Pasión, cuando los guardias vienen a detener a Jesús en el huerto, Pedro con una espada se enfrenta a ellos. Jesús le reprende y le lanza una pregunta que no tendrá respuesta. No es de extrañar, la cuestión dirigida al discípulo expresa la clave de bóveda desde la que entender el drama de la Pasión y su contenido ha de ser procesado adecuadamente por los discípulos. Esta pregunta parece expresar algo así como que todo lo que está aconteciendo tiene sentido para Jesús en razón de su relación con el Padre y el cumplimiento de su voluntad salvífica: el cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber? Pedro, el discípulo, queda descolocado. Así continuará en la siguiente sección. ¿No es una seria advertencia para nosotros?
Pregunta de la gente a Pedro. El último apartado no sitúa de nuevo en el ámbito del discipulado. Pedro continúa siendo el protagonista. Un nuevo guiño para el lector e hipotético seguidor cristiano. Jesús ha sido arrestado. Pedro, el primero de los discípulos, observa la escena. Sabemos que, anteriormente, Pedro había afirmado que daría su vida por Jesús. Éste le había anunciado que le negaría. Ahora el hermano de Andrés se enfrenta a su realidad y, con él, todos los discípulos. Avanzar junto a Jesús compromete seriamente la vida, ¿quién podrá hacerlo? Por tres veces Pedro es interrogado en relación a su condición discipular (¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?, ¿no eres tú también de sus discípulos?, ¿no te he visto yo con él en el huerto?) Por tres veces niega. Canta el gallo.
El Viernes Santo es un día dominado por dos colores: el rojo de la muerte y el negro de la oscuridad y el luto. La fe ha de atravesar el espesor de los colores de esta experiencia para descubrir en ella la presencia salvadora de un amor sorprendente y luminoso. No es fácil. El Viernes Santo, como la fe en el Dios de Jesús, tiene un lado duro, muy duro…
Las lecturas de la Palabra de Dios escogidas para la celebración de la Pasión del Señor no nos engañan, nos trasladan al escenario del drama de la salvación, allí donde la situación es límite, incluso para el Dios encarnado que parece estar a merced del realismo incrédulo de este mundo. El cuarto cántico del Siervo de Yahveh, escalofriante, nos abre la puerta al relato de la pasión de Jesús según San Juan: Jesús es el siervo sufriente que, en su dolor inhumano, lleva misteriosamente la causa de la salvación para todos. En ese instante trágico, el salmo 30 nos hace repetir con Jesús una oración de serenidad impactante: “Tú eres mi Dios, en tus manos están mis azares”. La Carta a los Hebreos nos ofrece razones para perseverar en la fe de acuerdo a la propia perseverancia del Nazareno. Jesús en la cruz se solidariza con las flaquezas humanas, porque es compasivo. Él mismo oró con insistencia al Padre a causa de lo que se le venía encima. Y, aunque resulte sorprendente, asegura el autor de la carta que fue escuchado porque, aún en aquel trance, continuó poniéndose en manos del que juzga rectamente. Su actuación, su abandono confiado, manifiesta la presencia escondida y consoladora de Dios. La fidelidad y obediencia de Jesús son fuente de salvación para la humanidad.
Fr. Vicente Botella Cubells O.P.
Casa de San Alberto Magno (Valencia)
Casa de San Alberto Magno (Valencia)
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Comentario Bíblico
Comentario Bíblico
1. Los acontecimientos en su marco histórico.
La crucifixión de Jesús es uno de los acontecimientos de la vida de Jesús más auténtico y menos discutido a lo largo de la historia.
¿Por qué la crucifixión? ¿Rebeldes contra Roma?
Sabemos que los judíos no tenían, en tiempo de Jesús, el poder de ejecutar ninguna sentencia de muerte. Podían dictar la sentencia pero no ejecutarla. Por eso Jesús fue crucificado y lapidado como correspondía a quien era acusado de blasfemia según las leyes veterotestamentarias. La crucifixión reservarse para los rebeldes contra Roma.
Pilato creyó que Jesús era un zelota o rebelde contra Roma ¿corresponde a la historia?
Así le fue presentada la sentencia del Sanedrín en la versión de Lucas 23,1ss.:"Hemos encontrado a éste alborotando a nuestra nación, impidiendo pagar tributo al César, y diciendo que él es el Mesías, el rey". Ciertamente menudearon personajes que pretendieron ser el mesías y provocaron violencia y levantamientos contra Roma. Una lectura atenta del conjunto de los cuatro relatos evangélicos impiden concluir lo mismo en el caso de Jesús. Rechazó (tercera tentación) la oferta de un liderazgo político-militar. Sus palabras contra la violencia. Sus palabras en el episodio del impuesto al César. El relato actual de los evangelios nos prohíben pensar que Jesús fuera un revolucionario político-militar. Otra cosa es cómo pudiera interpretarse su total libertad de movimientos, comportamientos e interpretaciones de la ley y prácticas de los judíos.
Las motivaciones de la muerte violenta de Jesús.
Muchas y complicadas fueron las causas que se entretejieron para desembocar en la sentencia de muerte de Jesús. Luego nos referiremos a las causas teológicas. Jesús se comportó siempre con absoluta fidelidad y a la vez libertad frente a la ley de Moisés. Mantuvo una actitud crítica frente a las prácticas judías. Denunció la hipocresía en la conducta de los maestros de la ley y fariseos. Practicó la comensalía abierta mediante la cual rompía las fronteras de los estamentos sociales entre los judíos y las normas de los adecuados distanciamientos. Se le consideró amigo de los pecadores a quienes acogía y con quienes comía gustosamente. Todas estas causas y otras complementarias confluyeron en su muerte violenta.
2. Los acontecimientos cristológicos.
Ante el Sanedrín.
Es necesario subrayar la presencia de Jesús ante el Sanedrín. Los tres relatos evangélicos (Juan lo es a su manera) son concordes en narrarnos esta escena que ciertamente está cargada de interpretación cristológica. Jesús se encuentra ante el sacrosanto tribunal de Israel compuesto, a partes iguales, entre estas tres categorías de personas: los sacerdotes, los maestros de la ley y los senadores o ancianos. Representan lo mejor de Israel. Se encuentran frente a frente los representantes de una esperanza multisecular y Jesús, el verdadero Mesías. Se trata, por tanto, de un asunto de trascendental importancia para la historia de la salvación y para la humanidad. ¿Dónde está la blasfemia de Jesús? En la perspectiva del tribunal la blasfemia consistió en que Jesús se arrogó las prerrogativas del Mesías, el enviado de Dios, cuando a todas luces no era encajaba en su imagen del Mesías. El proceder del tribunal era lógico desde su punto de partida.
Es importante subrayar lo que realmente estaba en juego. Toda la vida de ministerio de Jesús fue un continuado proceso del pueblo de Israel contra él. En este sentido es especialmente iluminador el relato joánico, sobre todo a partir del capítulo 7 hasta el 12. No fue un asunto aislado. Todo el comportamiento de Jesús colocó a Israel frente a una grave disyuntiva: o aceptaban su misión y tenían que cambiar ridículamente las estructuras religiosas o lo rechazaban por falso reformador. No les quedaba otra alternativa. En definitiva, la muerte de Jesús es el resultado de una comportamiento coherente.
Sería importante también insistir que hay que entrar un poco en la intimidad de Jesús para percatarnos de sus sentimientos profundos al ver cómo Israel, el pueblo de la esperanza mesiánica, le rechaza a él que era el verdadero Mesías. Israel se condena a las tinieblas al rechazar la última y definitiva revelación de Dios. Esto causaba a Jesús un sufrimiento profundo, sutil y muy superior al sufrimiento físico (limpio e importante). El rechazo de su persona y de su misión.
El proceso ante el Sanedrín es un modelo y un espejo para cuantos se sienten perseguidos, maltratados o incomprendidos por razones de justicia, de conciencia o de coherencia en los comportamientos. Es necesario que los creyentes asuman esta tarea, como Jesús, en medio de un mundo que busca poco la verdad que libera al hombre en profundidad. Los creyentes somos llamados a vivir en este mundo nuestro la prolongación de las actitudes de Jesús en su Pasión. De este modo rebasaremos los aspectos externos de estos días tan singulares, para entrar en el núcleo verdadero y en su contenido.
La Crucifixión: los personajes.
Es importante prestar atención a los personajes que se encuentran en el calvario. Cada uno de ellos representa una actitud especial. Presentando estos datos plásticamente se hace más comprensible el mensaje de lo que allí acontece. Nos atenemos a los relatos evangélicos y, por tanto, a la comprensión que de los hechos (siempre más sobrios) tuvo la Iglesia primitiva y recogieron los evangelistas. Sabemos que los relatos transmiten hechos y teología. Jesús, María, los dos ladrones, el pueblo, etc. contribuyen para encontrar el sentido de los hechos.
Conviene destacar, además de la persona de Jesús que es el centro, la figura de María. Es presentada en los relatos evangélicos como Madre de Jesús, como Madre de Dios y como una discípula de Jesús siempre en crecimiento en la fe. Toda la vida de María fue una búsqueda incansable y una profundización siempre más rica en la persona y en la obra de Jesús. El hecho de estar junto a Jesús en la Cruz revela que su discipulado ha llegado a la madurez, que ha superado el escándalo aparente de la Cruz, que su integración en la misión de su Hijo ha sido llevada hasta su término. En la versión de Juan este aspecto aparece con especial fuerza y hermosura: Jesús se la entrega como Madre al mejor de los discípulos (Juan), ella que es la mejor de las discípulas; es proclamada Madre de la Iglesia, comunidad de los discípulos de Jesús siempre en peregrinación.
Actitud de Jesús en la Cruz.
La actitud de Jesús se manifiesta en sus gestos y en sus palabras. La versión que los evangelistas nos han conservado en sus escritos nos recuerdan que Jesús debió pronunciar siete palabras. Todas ellas están relacionadas con su misión anterior. Todas ellas se pueden y se deben interpretar a la luz de su comportamiento. Los gestos y las palabras de Jesús corresponden con coherencia a su comportamiento durante los años de ministerio.
3. Significación teológica de este acontecimiento.
La Cruz expresión suprema del amor de Dios.
Esta es la raíz profunda que ilumina y da su sentido a lo que está ocurriendo en el Calvario. Así lo entendieron los evangelistas. Cristo en la Cruz es la suprema expresión del amor de Dios al mundo. Es el momento supremo de la revelación de la auténtica personalidad y misión de Jesús. La Cruz está al final de la carrera de Jesús en la visión de Marcos especialmente (aunque no exclusivamente). El poder de Dios misericordioso se revela especialmente en la Cruz. Los milagros realizados por Jesús eran sólo un pálido anticipo. Pablo nos ofrece algunos textos muy importantes para la comprensión del misterio de la Cruz: 1Cor 1 y Flp 2.
La Cruz no es un fracaso sino una victoria.
Los evangelistas nos recuerdan, para interpretar el misterio de la Cruz, que la muerte de Jesús fue acompañada por la presencia de tinieblas. Estas tienen un sentido simbólico a partir de algunos textos profético. Las tinieblas acompañan en la descripción del Día de Yahvé. Ahora bien, el día de Yahvé es el día de la salvación definitiva. Por tanto, cuando los narradores nos recuerdan la presencia de tinieblas en el calvario nos enseñan que en la muerte de Jesús Dios está actuando definitivamente la salvación. Que será definitivamente sancionada por la Resurrección y la donación y presencia del Espíritu. La Cruz no es un fracaso, sino una victoria.
Cuando en la celebración del Viernes Santo, la comunidad congregada canta: ¡Victoria, tu reinarás; oh Cruz tú nos salvarás!, recoge la más profunda significación de la Cruz.
Si Cristo en la Cruz es la suprema expresión del amor del Padre, es necesario anunciar a los hermanos que en la Cruz se produce el más auténtico y genuino encuentro con Dios. Que Dios a los que ama los prueba, como un buen Padre que es (Carta a los Hebreos). Por los sufrimientos, Jesús aprendió a obedecer y encontrarse con la voluntad genuina de Dios. Y eso se produce en sus discípulos. El creyente es un testigo vivo, en medio del mundo, del amor de Dios desde y en la cruz dolorosa y gozosa. Sólo el creyente puede transmitir esta sabiduría y poder del amor de Dios. Y el mundo lo necesita.
Fuerza liberadora de la Cruz.
Para la comprensión global de esta acción liberadora de Cristo en la Cruz nada más adecuado e iluminador que una lectura conjunta de estos textos: Lc 14,25-33; Jn 8,31ss; 1Cor 1,17-31; Gl 6,14-17; 1Jn 4,7-21.
De la interacción de unas afirmaciones con otras resulta esta imagen:
- Para ser discípulo de Cristo hay que renunciar a todo (incluso a sí mismo), tomar su Cruz y seguirle (Lucas);
- para ser discípulos de Jesús es necesario permanecer fieles a su Palabra que es la verdad y que es la única que proporciona la libertad (Juan);
- la Cruz de Cristo es el valor que tergiversa y subvierte todos los demás valores en los que el hombre cree encontrar su libertad y su felicidad como son el poder, el bienestar, el prestigio, la ciencia humana (1Corintios);
- conseguida la liberación, el discípulo descubre que la Cruz es un motivo de gloria, es el único valor que merece realmente su atención (Gálatas);
- finalmente, descubre que si es posible conseguir la libertad de los hijos de Dios es porque Cristo en la Cruz es la suprema expresión del amor del Padre en favor de la humanidad esclavizada por lo único que no la deja realizarse: el pecado (1Juan).
Sólo se puede amar al otro de verdad en la dimensión de la Cruz, es decir, cuando se descubre y se experimenta el amor que el Padre nos tiene a todos los hombres. Por eso podemos comprender la fuerza liberadora de la Cruz.
Cristo en la cruz nos libera de la Ley.
¿Cómo se realiza esta liberación? Descubriendo el verdadero sentido de la ley como expresión de la voluntad de Dios y el verdadero sentido de la obediencia. Cristo en la Cruz es el hombre más libre y más obediente a la vez. Vive y nos revela el verdadero origen y fuente de la libertad genuinamente humana: el encuentro con la voluntad luminosa y amorosa del Padre que engendra libertad.
Cristo en la Cruz nos libera del pecado.
Según el relato histórico-salvífico, el pecado es extraño a los planes de Dios. El pecado no forma parte (en esta visión histórico-salvífica) del proyecto de Dios sobre el hombre. El pecado destruye al hombre, en modo alguno contribuye a su humanización. Por eso Cristo se hizo semejante a nosotros en todo menos en el pecado (Hb 4,15). Jesús nos libera del pecado al restituirnos al verdadero proyecto de Dios sobre el hombre para su realización y su felicidad.
Cristo en la Cruz nos libera de la muerte.
Nos revela definitivamente que Dios es un Dios de vivos y para la vida y no un Dios de muertos ni para la muerte. Así nos lo había dicho Jesús en su ministerio (Mc 12). Dios nos hizo para la vida. Este texto de la Carta a los Hebreos es iluminador: "Pues como los hijos participan en la sangre y en la carne, de igual manera él participó en las mismas, para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, el diablo, y librar a aquellos que por el temor de la muerte estaban toda la vida sujetos a servidumbre (Hb 2,14-18). Cristo en la Cruz nos libera de un mal incrustado en la profundidad de la conciencia humana: el temor a la muerte y a los anticipos de la muerte como son el sufrimiento, la soledad y la incapacidad humana.
Gloriarse en la Cruz.
"Los que quieren gloriarse en la carne, ésos os fuerzan a circuncidaros sólo para no ser perseguidos por motivo de la cruz de Cristo... Cuanto a mí jamás me gloriaré a no ser en la Cruz de Cristo nuestro Señor por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo" (Gl 6,11-14). Gloriarse es considerar el objeto en que nos gloriamos como el más preciado trofeo. En la entrada triunfal de los generales romanos cuando vuelven victoriosos de alguna campaña militar lo hacen acompañados de sus trofeos de victoria. ¡Para Pablo y para todo fiel discípulo de Jesús no hay otro trofeo de victoria, de gloria, de triunfo que la Cruz de Cristo!. He ahí la novedad radical del cristianismo. He ahí nuestro programa más ambicioso.
Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)
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Pautas para la Homilía
Pautas para la Homilía
La riqueza del relato joánico de la Pasión de Jesús es enorme, como rica y extensa es también la liturgia del viernes santo. Ofrecer alguna pauta puede facilitar al predicador su tarea en un día en que no resulta fácil saber por dónde apuntar con la palabra.
Clave. Nuestra propuesta es muy sencilla: ¿por qué no emplear como hilo conductor de la predicación las preguntas que aparecen en el relato joánico?
Fundamento. Si partimos del presupuesto de que el texto proclamado actualiza una historia, una historia que creemos que conecta con el presente, con nosotros; si, además, los cristianos pensamos que esa historia es la síntesis de la economía de la salvación, ¿por qué no acercarse al relato de la Pasión planteándose las cuestiones que desde él se formulan, dejando así que sus preguntas nos franqueen el acceso a su entraña y descubran nuestra implicación en él? ¿No será esta vía una forma de poder percibir la vitalidad de una palabra que sigue siendo significativa?
Aplicación. Las diferentes preguntas que contiene la narración de la Pasión se pueden organizar de acuerdo a los siguientes criterios: a) preguntas de Jesús a quienes le detienen y lo mantienen vigilado durante el proceso; b) pregunta de Anás a Jesús; c) pregunta de Jesús a Anás; d) preguntas de Pilato a las autoridades judías que le han llevado detenido a Jesús; e) preguntas de Pilato a Jesús; f) pregunta de Jesús a Pilato; g) pregunta de Jesús a Pedro y h) preguntas de la gente a Pedro. El análisis de cada uno de los bloques de preguntas permite lecturas del relato que implican cada vez más al lector del texto y, por eso, ofrece interesantes sugerencias para la reflexión. Vamos a verlo.
Preguntas de Jesús a quienes le detienen y luego lo vigilan. Son dos. La primera, que se repite por dos veces, va dirigida a los guardias que irrumpen en Getsemaní para arrestarlo. Dice el relato: Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? La respuesta de los soldados es rotunda: A Jesús el Nazareno. Este interrogante y su respuesta cobran actualidad al ser proclamados en el contexto de la celebración. La búsqueda de Jesús ¿no es el principio que ha de regir la vida del discípulo y la razón de ser del seguimiento?
La segunda pregunta la formula Jesús tras ser abofeteado por un guardia cuando es interrogado por el Anás. Jesús, dirigiéndose a su agresor, le dice: Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado, pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas? En labios del Maestro de Nazaret, esta pregunta hace pensar en el sinsentido de toda violencia que nos causamos unos a otros, en especial, claro, la gratuita, la que no tiene ninguna justificación y, por eso, nunca puede ser legitimada, ni argumentada.
Pregunta de Anás a Jesús. Jesús, arrestado, es conducido a casa de Anás, suegro de Caifás, Sumo Sacerdote. El detenido resulta peligroso para la fe de Israel. El poder religioso ha de juzgar la ortodoxia de su doctrina. Por eso, el relato nos cuenta que Anás interroga a Jesús sobre su enseñanza y sobre sus discípulos.
Pregunta de Jesús a Anás. Jesús no quiere responder directamente a su interrogador. Le remite a los que le han oído: yo he hablado abiertamente al mundo: yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo… y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho. Resulta muy llamativo que Jesús en su respuesta-pregunta a Anás implique a sus oyentes. El relato de la Pasión nos introduce en el drama de Jesús, los que lo leemos o escuchamos somos invitados a participar en él, a dar testimonio de Jesús y de su doctrina. Así es la vida cristiana. Dar testimonio no siempre es fácil. La situación en la que se halla Jesús en el relato lo muestra. La actitud de Pedro, que luego destacaremos, lo corrobora.
Preguntas de Pilato a las autoridades judías que le han llevado detenido a Jesús. Tras el interrogatorio de Anás, Jesús es conducido a la presencia de Caifás. El texto no nos informa de ningún detalle de este encuentro. Luego, lo trasladaron al Pretorio para ser interrogado por Pilato. Resulta muy significativo que el poder religioso y el poder político, que no son precisamente amigos, se busquen y se necesiten a propósito del caso Jesús. El Maestro de Nazaret es rechazado por los grandes de este mundo. Pilato, al ver a Jesús, lanza una pregunta a los piadosos judíos que, claramente, manifiesta la distancia que hay entre ellos: ¿qué acusación presentáis contra este hombre? Los acusadores son los judíos. Él, en principio, es el juez no sólo de la persona acusada sino de la consistencia de la acusación de los hombres religiosos contra Jesús. Tras el interrogatorio al Nazareno, esta circunstancia queda todavía más de manifiesto. Pilato, dice Juan, no ve culpa en Jesús. Dada la situación, ateniéndose a las costumbres en torno a la pascua, les propone la posibilidad de que eligen a qué acusado quiere que libere. En ese instante, pregunta a los judíos: ¿queréis que os suelte al rey de los judíos? Los judíos no quieren. Hay aquí otro detalle curioso: con Jesús siempre el mundo funciona al revés; él favorece el nacimiento de nueva mentalidad que lo cambia todo, incluso, entre sus acusadores. Los políticos, Roma, no ven el peligro religioso de Jesús que plantean los judíos; éstos, al final y para lograr su objetivo, lo presentan como un peligro potencial para el poder romano. Extrañas coincidencias que hacen pensar.
Preguntas de Pilato a Jesús. Son las más sabrosas y abundantes. El representante del poder político dialoga con el acusado tratando de averiguar quién es y la verdad de la acusación de la que es objeto por parte del poder religioso judío. En el trascurso del interrogatorio, el lector comprende que las cuestiones lanzadas por Pilato son cruciales para tomar partido o rechazar a Jesús; por otro lado, son, igualmente, sus propias preguntas (¿eres tú el rey de los judíos?, ¿qué has hecho?, conque ¿tú eres rey?, ¿qué es la verdad? y ¿de dónde eres tú?). Los grandes de este mundo, por el poder que ostentan, se creen en condiciones de juzgar sobre las vidas y las enseñanzas de los demás. Sobre todo, cuando su poder se siente amenazado o cuestionado. Al final, Pilato, ante el silencio de Jesús, le espeta: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte? ¿Qué significa este silencio de Jesús?
Pregunta de Jesús a Pilato. El texto joánico sólo nos refiere una pregunta de Jesús a Pilato. Es una pregunta que, como en otros momentos de la pasión, busca claramente la complicidad de los lectores. Es una invitación a que la respondamos nosotros. La pregunta de Pilato fue: ¿eres tú el rey de los judíos? La contestación del Nazareno es otro interrogante: ¿dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí? ¿No resuena en esta pregunta el eco de ese pasaje en el que Jesús aborda a sus discípulos con dos cuestiones: quién dice la gente que soy yo y vosotros, quién decís que soy yo? Con Jesús, a la postre, únicamente vale la respuesta personal, la que compromete la vida.
Pregunta de Jesús a Pedro. Al inicio del relato de la Pasión, cuando los guardias vienen a detener a Jesús en el huerto, Pedro con una espada se enfrenta a ellos. Jesús le reprende y le lanza una pregunta que no tendrá respuesta. No es de extrañar, la cuestión dirigida al discípulo expresa la clave de bóveda desde la que entender el drama de la Pasión y su contenido ha de ser procesado adecuadamente por los discípulos. Esta pregunta parece expresar algo así como que todo lo que está aconteciendo tiene sentido para Jesús en razón de su relación con el Padre y el cumplimiento de su voluntad salvífica: el cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber? Pedro, el discípulo, queda descolocado. Así continuará en la siguiente sección. ¿No es una seria advertencia para nosotros?
Pregunta de la gente a Pedro. El último apartado no sitúa de nuevo en el ámbito del discipulado. Pedro continúa siendo el protagonista. Un nuevo guiño para el lector e hipotético seguidor cristiano. Jesús ha sido arrestado. Pedro, el primero de los discípulos, observa la escena. Sabemos que, anteriormente, Pedro había afirmado que daría su vida por Jesús. Éste le había anunciado que le negaría. Ahora el hermano de Andrés se enfrenta a su realidad y, con él, todos los discípulos. Avanzar junto a Jesús compromete seriamente la vida, ¿quién podrá hacerlo? Por tres veces Pedro es interrogado en relación a su condición discipular (¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?, ¿no eres tú también de sus discípulos?, ¿no te he visto yo con él en el huerto?) Por tres veces niega. Canta el gallo.
Fr. Vicente Botella Cubells O.P.
Casa de San Alberto Magno (Valencia)
Casa de San Alberto Magno (Valencia)
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