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lunes, 2 de abril de 2012

Evangelio Misionero del Día: 03 de Abril de 2012 - MARTES SANTO - Ciclo B


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 13, 21-33. 36-38

Jesús, estando en la mesa con sus discípulos, se estremeció y manifestó claramente:
«Les aseguro
que uno de ustedes me entregará».
Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería.
Uno de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús. Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: «Pregúntale a quién se refiere». Él se reclinó sobre Jesús y le preguntó: «Señor, ¿quién es?»
Jesús le respondió: «Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato».
Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: «Realiza pronto lo que tienes que hacer».
Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto. Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que hace falta para la fiesta», o bien que le mandaba dar algo a los pobres. Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche.
Después que Judas salió, Jesús dijo:
«Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado
y Dios ha sido glorificado en Él.
Si Dios ha sido glorificado en Él,
también lo glorificará en sí mismo,
y lo hará muy pronto.
Hijos míos,
ya no estaré mucho, tiempo con ustedes.
Ustedes me buscaran,
pero Yo les digo ahora
lo mismo que dije a los judíos:
“A donde Yo voy,
ustedes no pueden venir"».
Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿a dónde vas?»
Jesús le respondió: «Adonde Yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás».
Pedro le preguntó: «¿Señor, por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti».
Jesús le respondió: «¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces».

Compartiendo la Palabra
Por Jesús Losada

Queridos amigos:

Hoy martes, y mañana miércoles, se trata de espabilar el oído para no perderse ninguna palabra. El profeta Isaías comienza con una exhortación a escuchar: "Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos". La escena que Juan describe está llena de confidencias que sólo pueden percibirse con un oído fino: la pregunta del discípulo amado, la respuesta de Jesús, la admonición a Judas, el diálogo entre Jesús y Pedro.

Me parece que el martes santo es un día ideal para el silencio y la escucha, para caer en la cuenta de un par de verdades que sostienen nuestra vida.

Primera: existimos porque el Señor nos ha llamado en las entrañas maternas, porque ha pronunciado nuestro nombre. ¿Te sientes un don nadie, producto del azar, poco querido por tus padres o por las personas que te rodean? ¡El Señor sigue pronunciando tu nombre! ¿Te parece que tu vida es una sucesión de acontecimientos sin sentido? ¡El Señor sigue pronunciando tu nombre! ¿Crees que no merece la pena confiar en el futuro? ¡El Señor sigue pronunciando tu nombre!

Segunda: el Señor quiere hacer de nosotros una luz para que su salvación llegue a todos. ¿Te parece que tu vida no sirve para nada? ¡Tú eres luz! ¿Tienes la impresión de que nunca cuentan contigo para lo que merece la pena? ¡Tú eres luz! ¿Atraviesas un período de oscuridad, de desaliento, de prueba? ¡Tú eres luz!

No quisiera olvidar ese ejercicio de diálogo a cuatro bandas que se da entre Jesús, el discípulo amado, Simón Pedro y Judas, en una cena trascendental en la que Jesús se encuentra "profundamente conmovido".

El discípulo amado y Pedro formulan preguntas: "Señor, ¿quién es?", "Señor, ¿adónde vas?", "Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora?". Quién, adónde, por qué. En sus preguntas reconocemos las nuestras. Por boca del discípulo amado y de Pedro formulamos nuestras zozobras, nuestras incertidumbres.

Judas interviene de modo no verbal. Primero toma el pan untado por Jesús y luego se va. Participa del alimento del Maestro, pero no comparte su vida, no resiste la fuerza de su mirada. Por eso "sale inmediatamente". No sabe/no puede responder al amor que recibe.

Jesús observa, escucha y responde a cada uno: al discípulo amado, a Judas y a Simón Pedro. La intimidad, la traición instantánea y la traición diferida se dan cita en una cena que resume toda una vida y que anticipa su final. Lo que sucede en esta cena es una historia de entrega y de traición. Como la vida misma.

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