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sábado, 23 de febrero de 2013

CON MIRADA DE ESPERANZA

II Domingo de Cuaresma (Lc 9,28b-36) - Ciclo C

Normalmente la vida no se parece a un lago de aguas tranquilas. Más bien la vemos representada en los dientes de sierra: continuamente suben y continuamente bajan. Es cierto que algunas biografías, ya sea por su temperamento, ya sea por distintas circunstancias, discurren sin sobresaltos. Pero esto no es lo común.
En el evangelio de hoy Jesús pide a tres de sus apóstoles (al parecer los preferidos) que le acompañen a la montaña. Según la tradición al monte Tabor. En la mente de Jesús no se trataba de una excursión o una salida al monte. Buscaba trasmitirles un mensaje importante. Se acercaban los días tensos de la Pasión en los que Jesús iba a ser discutido, atacado, denunciado. Naturalmente que Jesús se imaginaba el impacto que iba a producir en sus apóstoles el ver a su maestro detenido, juzgado, encarcelado. Por ello pretende darles una inyección de moral, de realismo a los suyos: incluso muriendo, resucitaría. La experiencia del Tabor fue para los tres discípulos y para el mismo Jesús un baño de fe, de esperanza, de optimismo, de confianza en el Padre y en su proyecto.

Nosotros no nos podemos hundir en el pesimismo, cuando las cosas van mal, ni tampoco emborracharnos de satisfacción cuando las cosas salen como nosotros queríamos. Una experiencia gozosa , la del Tabor. Jesús nos muestra lo que nos espera. La cruz y la muerte no tienen la última palabra, ésta la pronuncia la vida, que, como canta una canción, está hecha de dicha y de quebranto, de experiencias como en el Calvario y de experiencias como en el Tabor. En las décadas de los cincuenta y de los sesenta se vivió socialmente una etapa primaveral. Los efectos de la guerra se habían aliviado. Muchos movimientos rebosantes de frescura y dinamismo consiguieron conquistar un espacio para la utopía. Surgieron personajes, aunque algunos fueran discutibles, que levantaron el ánimo de los pueblos. Se pueden citar a Juan XXIII, Kruschef, los Kennedy, Luther King, Adenauer, Che Guevara, Camilo Torres, movimientos políticos, sociales, teológicos y culturales. En cambio, ahora, al entrar en el siglo XXI las cosas han cambiado radicalmente. Se respira un aire pesimista y la desconfianza es general. Los datos que arrojan los grandes despachos son poco tranquilizadores.
Aquí viene el papel de la fe y concretamente de la fe en Jesús, del evangelio y de la capacidad humana para reaccionar. Es preciso levantar el ánimo y convencernos de que podemos superar las actuales dificultades. Y esto no porque sí, sino que podemos, porque somos capaces de arrimar el hombro todos.
El evangelio resume por boca de Dios Padre la actitud que debemos tener para con Jesús con un solo verbo: escucharle. Sin embargo, vivimos tiempos en los que no nos escuchamos, no dialogamos, cuando en realidad nos es tan necesario. La sociedad, nosotros estamos crispados, indignados, practicamos el “y tú más”. Pero somos incapaces de aceptar que nos equivocamos, que el otro puede tener razón o una parte de razón. Estamos enzarzados en una pelea continua, cuando lo estimulante es mirar en la misma dirección.
Que para todos nosotros, para la Iglesia esta cuaresma sea una especie de Tabor donde recuperemos la confianza, la fe en Dios, en las personas y en nosotros mismos. Y que escuchemos, sobre todo a Jesús, el hijo escogido del Padre.

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