1.- La cristiandad entera, igual que hace siglos, se lanza a la calle. Y aún en los lugares más pequeños, o, incluso, en el ámbito más privado del propio templo, se sale en procesión para mostrar la visita de un gran amigo. Y que es que conmemoramos hoy la permanencia real de Cristo en la tierra, bajo las especies de pan y vino, en la Eucaristía. Para mi es algo tan grande que sólo es posible explicarlo, partiendo de algo muy íntimo, de cosas muy salidas del corazón. Por eso, una vez más. voy a repetir lo que he dicho ya varias veces en esta colección de homilías de Betania. Mi experiencia personal arroja un balance de enorme importancia la recepción diaria del Santísimo Sacramento. No se trata de presumir de piedad. Responde a una necesidad que tiene mucho de espiritual, pero que también incide en lo físico.
La presencia innegable de Jesús en las formas de pan y vino comunica una corriente espiritual fehaciente. No es solamente un rito sacralizado por la fe. Es una realidad que transforma, aquieta, perdona y enriquece. Siempre hay un antes y un después en la recepción de la Santa Eucaristía. Muchos días se llega a la misa cotidiana con problemas, aprensiones, tristezas, distracciones o dudas. Gran parte de todos esos problemas van a aclararse. Nuestro cuerpo, alma y pensamiento han cambiado después de recibir a Jesús. No es un espejismo, no es una falsa emoción. Hay momentos en que el fruto del Santo Sacramento es recibir --por ejemplo-- un mayor tino para todas las cosas y, sobre todo, en las de índole espiritual.
2.- No es posible dejar de proclamar con fuerza y vehemencia tal efecto real de un don espiritual. El mayor bien "terreno" que podemos dar a nuestros hermanos es comunicarles lo que sentimos a la hora de recibir el Cuerpo de Cristo. Y la mejor ayuda es --si ellos no lo sienten-- describirles tales dones. Porque el alimento espiritual que supone la recepción del Cuerpo y Sangre de Jesucristo es fundamental para construir nuestra identidad total como cristianos, con todo lo que eso significa y debe significar. Por todo ello debemos celebrar esta Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo con especial dedicación. Pidiendo a Jesús que nos ilumine y que nos "regale" de manera fehaciente su presencia. Y una vez que seamos capaces de aprehender esos dones, hemos de esforzarnos por comunicárselos a nuestros hermanos.
3.- Hay brillantes exhortaciones, en los textos litúrgicos de la Misa de hoy, a la unidad de los cristianos en torno al Cuerpo y Sangre de Cristo. "El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan". Lo dice Pablo en la Carta Primera a los Corintios. Jesús en el evangelio de San Juan lo expresa sin la menor ambigüedad: "Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre".
4.- La unidad en torno a la Eucaristía debería ser un proyecto común para todos. La corriente ecuménica de estos tiempos, la búsqueda de la unidad de las Iglesias, tiene cada vez más fuerza en el pensamiento común de los cristianos. Y esto también lo he dicho en varias ocasiones porque, verdaderamente, me sale del alma. Hay Iglesias que abandonaron el uso de la Eucaristía tras la Reforma. Hay otras, como las Iglesias Ortodoxas y la anglicana, que el Misterio Eucarístico está presente en sus liturgias. El camino de la Unidad debería ir desplazando todo aquello que separa y reforzando todo lo que une y, además, es común en las celebraciones. Nos parece que dedicar la fiesta de la Santísima Sangre y Cuerpo de Cristo a la unidad de los cristianos es una lección muy acertada. ¿No les parece?
La presencia innegable de Jesús en las formas de pan y vino comunica una corriente espiritual fehaciente. No es solamente un rito sacralizado por la fe. Es una realidad que transforma, aquieta, perdona y enriquece. Siempre hay un antes y un después en la recepción de la Santa Eucaristía. Muchos días se llega a la misa cotidiana con problemas, aprensiones, tristezas, distracciones o dudas. Gran parte de todos esos problemas van a aclararse. Nuestro cuerpo, alma y pensamiento han cambiado después de recibir a Jesús. No es un espejismo, no es una falsa emoción. Hay momentos en que el fruto del Santo Sacramento es recibir --por ejemplo-- un mayor tino para todas las cosas y, sobre todo, en las de índole espiritual.
2.- No es posible dejar de proclamar con fuerza y vehemencia tal efecto real de un don espiritual. El mayor bien "terreno" que podemos dar a nuestros hermanos es comunicarles lo que sentimos a la hora de recibir el Cuerpo de Cristo. Y la mejor ayuda es --si ellos no lo sienten-- describirles tales dones. Porque el alimento espiritual que supone la recepción del Cuerpo y Sangre de Jesucristo es fundamental para construir nuestra identidad total como cristianos, con todo lo que eso significa y debe significar. Por todo ello debemos celebrar esta Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo con especial dedicación. Pidiendo a Jesús que nos ilumine y que nos "regale" de manera fehaciente su presencia. Y una vez que seamos capaces de aprehender esos dones, hemos de esforzarnos por comunicárselos a nuestros hermanos.
3.- Hay brillantes exhortaciones, en los textos litúrgicos de la Misa de hoy, a la unidad de los cristianos en torno al Cuerpo y Sangre de Cristo. "El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan". Lo dice Pablo en la Carta Primera a los Corintios. Jesús en el evangelio de San Juan lo expresa sin la menor ambigüedad: "Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre".
4.- La unidad en torno a la Eucaristía debería ser un proyecto común para todos. La corriente ecuménica de estos tiempos, la búsqueda de la unidad de las Iglesias, tiene cada vez más fuerza en el pensamiento común de los cristianos. Y esto también lo he dicho en varias ocasiones porque, verdaderamente, me sale del alma. Hay Iglesias que abandonaron el uso de la Eucaristía tras la Reforma. Hay otras, como las Iglesias Ortodoxas y la anglicana, que el Misterio Eucarístico está presente en sus liturgias. El camino de la Unidad debería ir desplazando todo aquello que separa y reforzando todo lo que une y, además, es común en las celebraciones. Nos parece que dedicar la fiesta de la Santísima Sangre y Cuerpo de Cristo a la unidad de los cristianos es una lección muy acertada. ¿No les parece?
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