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jueves, 8 de mayo de 2008

Domingo de Pentecostes - Ciclo A: Fiesta de Pentecostés

Publicado por Pastoral Vocacional


Hech 2, 1-11
1Cor 12, 3b-7. 12-13
Jn 20, 19-23


1.Comentario vocacional

Para aquel que se siente llamado por Jesús, celebrar la fiesta de Pentecostés es recordar quién es el guía de la propia vida: el Espíritu de Jesús. En este sentido, las lecturas que hoy nos propone la liturgia nos ayudarán a descubrir esta experiencia de base.

Una vez más nos acercamos a un misterio desde dos perspectivas complementarias. Contemplamos el misterio del don del Espíritu desde las teologías de Lucas y de Juan. Es Lucas quien sitúa su venida en la fiesta de Pentecostés, fiesta en la que los judíos celebraban la llegada al Sinaí y el don de la Ley que allí recibían. De esta manera, Lucas nos muestra que el Espíritu de Dios será la nueva Ley que guiará y orientará la comunidad cristiana. No será ya una ley muerta y escrita en piedra, sino una Ley viva en los corazones de cada uno de sus miembros.

Juan por su parte, expresa que el Espíritu es un don de Jesús (“Recibid el Espíritu Santo”); un don que ya fue dado en la cruz cuando “inclinando la cabeza, entregó el espíritu” (Jn 19,30). El Espíritu, pues, se nos da en todo el misterio de la muerte y resurrección de Jesús. Ahora al subrayar Juan que el resucitado “exhaló su aliento”, nos recuerda con este gesto, el momento de la creación (Gn 2,7). Quien recibe el Espíritu de Jesús es una criatura que ha nacido de nuevo. Es el Espíritu quien nos hace decir y creer “Jesús es el Señor” (segunda lectura). Yo, que soy llamado por Jesús, recibo también este don gratuito. Por eso su interpelación me hace un ser nuevo con una identidad nueva, gracias al Espíritu.

Sin embargo, el don del Espíritu no es un don para guardarlo, saborearlo y disfrutarlo personalmente. Es un don para la misión. Al darles el Espíritu, Jesús confía a sus discípulos la misión: “a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. Es la misma misión de Jesús, no hay otra. Es la misión del perdón y la reconciliación. Es la misión que se presenta siempre con el saludo pascual: “Paz a vosotros”. La misión de Jesús es entonces causa y al mismo tiempo modelo de la misión de la Iglesia. Y a mí el Señor me confía esa misma misión: ser portador de perdón, reconciliación y paz. A pesar de mi debilidad, me llama a ser instrumento de su paz.

Ya en la primera lectura encontramos algunos signos de esta misión en la primitiva comunidad. Gracias al Espíritu hay un entusiasmo vital que pone en marcha a los apóstoles, de tal manera que son capaces de hablar de las maravillas de Dios en todas las lenguas. En definitiva por la acción del Espíritu se habla una lengua que todos comprenden: la lengua del amor, el nuevo mandamiento de Jesús.

Pero en la segunda lectura encontramos aún otro elemento para profundizar en el don del Espíritu: es un don que sirve también para enriquecer la misma comunidad. Es el Espíritu quien concede distintos dones y carismas. Y no lo hace para el provecho de cada uno sino de la comunidad. El Espíritu es el origen y la causa de la unidad, y los carismas deben tender a ella, creando un solo cuerpo, un solo pueblo.
Hoy día de Pentecostés, es un día para volver a tomar conciencia de que estoy invadido e inundado por el Espíritu; un Espíritu que me recrea y me da un nuevo ser como seguidos de Jesús, que me envía a continuar su misión de perdón, reconciliación y paz, compartiendo en comunidad los dones que él mismo nos ha dado.

2.Ideas clave para la homilía

-La persona llamada por Jesús vive toda su vocación desde la perspectiva del Espíritu. Debe ser un hombre de Espíritu y debe dejar al Espíritu hacer su trabajo en él mismo.
-El Espíritu es ante todo un don del Cristo resucitado, un nuevo aliento de vida, una nueva creación. Por ello hace de nosotros nuevas criaturas, creyentes para confesar “Jesús es el Señor”.
-Es un don para la misión, la misma de Jesús. Una misión universal que supera las barreras de las lenguas, porque se habla un lenguaje que todos comprenden: el amor.
-Es un don para animar la comunidad y hacer un solo pueblo con diversos carismas al servicio de la unidad.

3.Preguntas para la reflexión personal o en grupo

-¿Qué papel ocupa el Espíritu en mi propia vida de fe?
-¿Hasta qué punto soy consciente de que el Espíritu es quien debe guiar mi vida? ¿Me dejo conducir por él?
-¿En qué se nota que el Espíritu hace de mi una nueva criatura?
-¿En qué circunstancias o situaciones tengo que llevar a cabo la misión encomendada de perdón, reconciliación y paz? ¿Cómo me siento ante esta misión?
-Como los apóstoles ¿hablo yo también de las maravillas de Dios?

4.Un poco de poesía

Al Viento del Espíritu
Que sopla en todas partes,
Libre y haciendo libre a otros
Libre y trayendo la Liberación,
Victorioso sobre la Ley,
Y sobre el Pecado y la Muerte.

Al Viento del Espíritu
Que penetró en Jesús
Y lo envió a los pobres
Para anunciarles las buenas nuevas
Y la libertad de los cautivos.

Al Viento del Espíritu
Que reinó en Pentecostés
Eliminando prejuicios e intereses
Y el temor de los Apóstoles,
Abriendo de par en par las puertas del cenáculo.
Para que la comunidad de los seguidores de Jesús
Siempre pueda estar abierta al mundo
Libre en su palabra,
Coherente en su testimonio,
Insuperable en su esperanza.

Al Viento del Espíritu
Que siempre barre los miedos de la Iglesia
Y que quema a todos los poderes
Excepto el poder del servicio fraternal
Y que purifica la iglesia a través de la pobreza y el martirio.

Al Viento del Espíritu
Que echa en las cenizas la arrogancia, la hipocresía y la lujuria.
Y alimenta las llamas de la justicia y la liberación
Y que es el alma del Reino.
Para que seamos el Viento en el Viento, hermanas y hermanos.
(Pedro Casaldáliga)

5.Para darle vueltas

El trabajo que Dios hace en nosotros raramente es el que nosotros esperamos. Casi siempre el Espíritu Santo parece actuar a contrapelo. (G.Bernanos)

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