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sábado, 31 de mayo de 2008

IX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - Ciclo A: Señor, Señor...

Publicado por El Blog de X. Pikaza

Domingo 9 tiempo ordinario. Ciclo A. Mt 7, 21-27. El evangelio de este domingo tiene dos partes:
(a) Mt 7, 21-23. Una palabra de aviso dirigida a los cristianos: lo que importa no es mantener la pura “ortodoxia” (decir bien Señor Señor), ni sobresalir en lo externo (falsos poderes, milagros, profecías), sino vivir el amor de Jesús, tal como se expresa en el Sermón de la Montaña (Mt 5-7).
(b) Mt 7, 24-27. Una parábola: se trata de construir la casa de la vida personal (la casa de la Iglesia) sobre la Roca de Jesús, que es el Sermón de la Montaña (en amor, en gratuidad). Todo lo que no sea eso es querer edificar sobre arena.
c) Estamos en tiempos “recios”. Hoy como en los años de Mateo son muchos los que apelan al “Señor Señor” y a las grandes obras externas, pero descuidan (descuidamos) la raíz del evangelio. Así lo indicaré comentando la primera parte del texto. Dejo a un lado la parábola de la “casa firme” para que la piensen y comenten los mismos lectores.

Texto Estudiado:

Juicio final del Sermón de la montaña: Mt 7, 1-23
1. No todo el que diga: ¡Señor, Señor! entrará en el reino de los cielos sino el que cumpla la voluntad de mi Padre que está en los cielos
2. Muchos me dirán aquel día: ¡Señor, Señor! ¿no profetizamos en tu nombre y en tu nombre expulsamos demonios y en tu nombre hicimos muchos prodigios?
3. Y entonces les confesaré (negaré) diciendo: No os conozco, apartaos de mí, obradores de iniquidad.

[[Texto de que sigue, que no estudiamos: Parábola de la casa El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente." ]]

Sentido general. El Juicio del Sermón de la Montaña

Éstas son las palabras finales del Sermón de la Montaña (Mt 5-7), la primera palabra de Juicio de Jesús, tomando como base precisamente lo que ha dicho en el Sermón del amor y el perdón. Aquí se enfrentan la Religión del Sermón de la Montaña y la Religión del dogmatismo-poder y dominio sobre los demás.

Ésta es una palabra de condena que Jesús proclama contra aquellos que han querido valerse de su nombre para imponerse sobre los demás. Ella no se dirige a los de fuera (a los que están fuera de la Iglesia), sino a los de dentro (a los seguidores de Jesús). Ciertamente, ellos mantienen la confesión de fe formal (oficial), pero no han cumplido la palabra de Dios Padre (el Sermón de Jesús), han caído en manos de su propia iniquidad, utilizando la religión (el nombre y los poderes externos de Jesús) para su propio provecho.

Mateo rechaza de esa forma la actitud de los que interpretan a Jesús (a su evangelio) en una línea de poder sacral, espiritualista (¡Señor Señor!) y de poder externo (milagros…), pero sin asumir su misión o tarea de reino. Por eso condena la piedad cristológica de aquellos que exclaman ¡Señor, Señor!, confesando a Jesús como divino, en plano religioso (sacral), pero no cumplen la enseñanza de Jesús, el Sermón de la Montaña. Ciertamente, la confesión cristológica, centrada en la afirmación Jesus es Kyrios resulta fundamental para la iglesia ; pero ella se vuelve mentira al separarse de la tarea y forma de vida concreta de Jesús (de su entrega por el reino) y de su enseñanza/tarea misionera.

Fiel a su herencia judeo-cristiana y al mensaje/vida de Jesús, Mateo ha destacado así el riesgo de aquellos que interpretan el evangelio (la confesión cristológica) en forma de puro culto, separado de la vida (Señor Señor) y en forma de poderes religiosos exterior (un tipo de milagros y de profecías, al servicio de la misma institución y de sus miembros). Desde este fondo, podemos recordar algunos textos paralelos del mismo Mt: el hermano mayor mentiroso dice: ¡sí Kyrios!, pero no cumple la voluntad del Padre (Mt 19, 30); también las necias doncellas suplican Kyrie, Kyrie (¡Señor, Señor) ¡ábrenos!, pero Jesús responde, como en nuestro caso, ¡no os conozco! (25, 11-12). No basta, por tanto, un culto sacral o un entusiasmo carismático; sólo conoce a Jesús quien cumple su mensaje (en nuestro caso, el Sermón de la Montaña). Al condenar este tipo de falsa religión, Jesús abre una religión para todo: la experiencia y camino del Sermón de la Montaña, donde se trata de amar y acoger a todos, no de crear estructuras de poder religioso y de imposición sacral..

Los del falso Kyrie, Kyrie

Estos que proclaman Kyrie, Kyrie (Señor, Señor Mt 7, 21) parecen situarse en una línea de piedad cúltica y sacral (también condenada por Pablo), que interpreta a Jesús como Señor celeste, para venerarle. Ellos adoran bien, pero no asumen el compromiso personal de fidelidad y misión evangélica de Jesús, quedándose en una pura confesión cristológica formal, desligada de la gracia y de la tarea de amor del Sermón de la Montaña.

Mateo se opone así al posible entusiasmo de un decir Señor sin amor, de un culto sin compromiso de seguimiento. Por eso, frente al puro Señor, Señor de aquellos que no cumplen la voluntad de Jesús, ha entendido la cristología como cumplimiento de la voluntad de mi Padre que está en los cielos (7, 21; cf. petición de 6, 10). Esa voluntad de Dios define la vida del creyente y fundándose en ella ha condenado Mt 7, 22 una espiral de falsedad formada por la profecía, el exorcismo y los milagros pervertidos. Ha terminado el Sermón de la Montaña, marcando la exigencia de la verdadera cristología. Ahora pueden evocarse ya los tres riesgos del Señor antidivino:

Los de la falsa profecía:

"Muchos me dirán aquel día Señor, Señor ¿no hemos profetizado en tu nombre...?" (7, 22a). Sin duda, el texto alude a la profecía "gloriosa" o espiritualismo de aquellos que convierten la palabra del Señor en fuente de poder sobre los otros. Ellos son "ortodoxos", porque saben decir ¡Kyrios!. Posiblemente tienen una cristología "elevada" en plano doctrinal, pues ensalzan a Jesús como Señor cultual y quizá cósmico. En esa línea se dice que han “profetizado”: han tejido grandes discursos, han trazado palabras de imposición y de soberanía sobre el mundo…Pero no son fieles a la Palabra de Jesús es decir, a su mensaje de evangelio.

Estos falsos profetas, que apelan a sus “grandes palabras” se han buscado en el fondo a sí mismos, como sabe Pablo:” Si tengo profecía y entiendo todos los misterios y todo conocimiento; y si tengo toda la fe, de tal manera que traslade los montes, pero no tengo amor, nada soy” (1 Cor 13, 2). Éstos son los de “señorío profético”, los que utilizan la llamada profecía para dominar, los que parecen tener palabras para interpretarlo todo, pero sin amor, sin ternura, sin comprensión… es decir, sin Sermón de la Montaña. El riesgo de la “falsa profecía” está vinculado aquí a los que se hacen grandes en la Iglesia, en la línea de dominio…

Los de los falsos exorcismos:

"¿No hemos echado demonios en tu nombre?" (7, 22b). Los falsos cristianos, que Jesús condena, pues no cumplen el Sermón de la Montaña, aparecen como expertos y eficaces exorcistas, que han cumplido el mandato de expulsar demonios que Jesús les encomienda, pero sólo lo han hecho en un sentido externo (cf. 10, 8). Pero ellos sólo expulsan “demonios aparentes”. Dicen expulsar demonios, pero en el fondo están haciendo la obra del demonio. Se creen capaces de cambiar el mundo, pero lo hacen al servicio de la fuereza, no aman, no ayudan de verdad a los más pobres. Son, sin duda, miembros de prestigio dentro de la iglesia, representantes de eso que pudiéramos llamar la primera "aristocracia" del cristianismo, partidarios de una cristología externamente eficaz, pero que orientada según la tentación del Diablo (Mt 4). Parecen actuar en nombre de Jesús, pero en realidad son contrarios a su reino.

Significativamente, Jesús emplea contra estos falsos discípulos un tipo de condena que los fariseos han utilizado en contra de él, mostrando así que la verdad fundante del evangelio y la cristología no son los exorcismos en cuanto gesto externo (pues ellos pueden manipularse al servicio de un sistema de opresión), sino el amor liberador que ayuda siempre a los humanos.
Los fariseos de Mt 9, 34 y 12, 24 condenan a Jesús pues piensan que "expulsa demonios con poder de Beelzebú", utilizando exorcismos satánicos que destruyen la estructura de ley que, a su juicio, es esencial para el pueblo israelita.
Pues bien, el mismo Jesús, que 12, 28 se defiende, afirmando que sus exorcismos son obra del Espíritu Santo, asume ahora, al menos externamente, el argumento de los fariseos y condena a estos malos exorcistas cristianos de 7, 22 como obradores de a-nomía: van en contra de la gratuidad del evangelio. Aunque parezcan externamente eficaces, estos exorcistas que Jesús condena actúan para gloria de su propia prepotencia y no al servicio del amor y gratuidad del evangelio (de la salvación que ofrece el Sermón de la Montaña).

Los de los de falsos milagros:

"¿No hicimos muchos milagros en tu nombre?" (7, 22c). Estas dynameis o milagros que Jesús condena son gestos de poder aparente, pero que van en contra de la gracia y verdad del evangelio, que van en contra del amor a los pobres, de la gratuidad universal y del perdón del Sermón de la Montaña…. Lo que Mateo ha condenado aquí se hallaba ya evocado en Mc 13, 22, al afirmar que los falsos profetas harán señales y prodigios, capaces de engañar, si fuere posible, a los mismos elegidos.

Ciertamente, Jesús ha realizado prodigios positivos, que debían haber suscitado la conversión de Betsaida y Corozaín (Mt 11, 21; cf. también 13, 54; 14, 2). Pero estos falsos discípulos, utilizando el nombre de Jesús, han realizado "milagros" satánicos (en la línea del Diablo de las tentaciones de Mt 4). Parecen hacer “milagros”, pero sólo quieren levantarse por encima de los demás y dominarles, como sabe Pablo. Por eso quiero citar de nuevo su texto básico: “Si yo hablo en lenguas de hombres y de ángeles, pero no tengo amor, vengo a ser como bronce que resuena o un címbalo que retiñe. 2 Si tengo profecía y entiendo todos los misterios y todo conocimiento; y si tengo toda la fe, de tal manera que traslade los montes, pero no tengo amor, nada soy” (1 Cor 13, 1-2)… Nada soy, nada ofrezco a los demás.

Conclusión. Del juicio al amor

El único milagro es el amor intenso, el cumplimiento del Sermón de la Montaña: amor el enemigo, perdón de las ofensas… superar el “juicio”. Jesús quiere que sus discípulos puedan vivir la gratuidad… que la religión no se convierta para ellos en fuente y principio de engaño.
Conclusión. Sólo el Sermón de la Montaña ¿Puede salvar Jesús a los que aquí condena?

Este señorío engañoso de profetas, exorcistas y taumaturgos que claman ¡Señor, Señor! para elevarse sobre los demás, va en contra del Señor de la Montaña, es decir, del evangelio del amor gratuito y del perdón universal. Éste es el "señorío malo" del Diablo de Mt 4, 1-11, que llama a Jesús Hijo de Dios para manejar después el mundo a base de pan, religión y poder. Jesús no puede recibir como suyos a los que emplean su religión para dominar a los demás. Por eso les dice: "No os conozco. Apartaos de mí, obradores de anomía" (7, 22).

La condena es apartaos de mí… Los que obran así, en plano religioso, no son de Jesús, no van en la línea de la casa que el quiere abrir para todos en el mundo… Esta condena está en la línea de la de Mt 25, 31-46: tuve hambre y no me disteis de comer…

Condena para salvar a todos

Pero, en otro plano, debemos pensar que Jesús ha muerto incluso por aquellos que utilizan su nombre para destruir a los demás. Pero aquí no quiero desarrollar ese tema, sino sólo poner de relieve el riesgo de los destructores de la religión, de kis que se valen de la religión para imponerse con violencia y engaño sobre los demás.

Mateo nos pone así en guardia frente a una pretensión de rectitud formal externa (centrada en el ¡Señor, Señor!), pero separada de la vida, es decir, de la transformación interior, de la gratuidad profunda, del amor al prójimo. Esta palabra debe servirnos advertencia en este tiempo nuevo de misión cristiana y de diálogo con las nuevas culturas y religiones de la tierra. La verdad del Cristo se avala y/o demuestra cumpliendo su mensaje; la verdad del Cristo es de tipo testimonial (de testimonio de vida) y no simplemente de teoría. En ese camino del mensasje de Jesús hay salvación para todos.

(Sobre el riesgo del falso dogmatismo y de la falsa profecía en Mateo, cf. E. Cothenet, Prophétisme: DBS 8, 1222-1337; Id., "Les prophètes chretiens dans l'Évangile selon Saint Matthieu", en M. Didier (ed.), L'Évangile selon Matthieu, BETL 29, Duculut, Gembloux 1972, 281-308; H. Kramer, R. Rendtorff, R. Meyer y G. Freidrich, Prophetês: TWNT 6, 833-863; C. H. Preisker, Profeta: DTNT 3, 413-420; D. E. Aune, Prophecy in Early Christianity and the Ancient Mediterranean World, Eerdmans, Grand Rapids MI 1983, 81-246; D. Hill, NT Prophecy, J. Knox, Atlanta 1979; Id., "False Prophets and Charismatics: Structure and Interpretation in Matthew 7.15-23": Biblica 57 (1976) 327-348.

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