X DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: LA MIRADA DE DIOS

Por José María Maruri, SJ

1.- Vio Jesús… “¿Os habéis puesto a pensar en las miradas de Jesús? Miró Jesús a Zaqueo, subido ridículamente a un árbol y le miró con simpatía y se convidó a su casa. Miró con cariño al joven rico, aunque el joven fue un pasota agarrado a su dinero, Miró Jesús a Pedro durante la Pasión y Pedro lloró amargamente. El Evangelio solo habla de un mirar de ira cuando no creen en él.

Mirada inocente del Niño Dios, como quien no sabe nada, sabiéndolo todo. Ojos llenos de lágrimas de Jesús contagiado por la pena de Marta y María –en Betania—a la muerte de Lázaro, lloró tres veces. Ojos de pena y compasión de Jesús ante la pobre viuda de Naín. Ojos de sorpresa ante el centurión que no se cree digno de que Jesús entre en su casa. O ante la Cananea que se considera como un cachorrillo ansioso de comer las migajas que caen de la mesa del amo.

¿No creéis que nuestra vida cristiana debería ser un dejarse mirar por Jesús? Una mirada que llega a lo hondo del corazón, lo limpia, lo purifica, como el sol al entrar por las ventanas… Dejarse mirar por Jesús en el sagrario.

2.- Una mirada de Jesús transformó a Mateo. Le dio fuerzas para lanzarse a la aventura de dejar un negocio lucrativo, para quedarse sin nada, sin tener ni donde apoyar la cabeza para dormir, como Jesús: ni familia, ni ciudad propia, ni trabajo determinado. Sólo le quedó la cercanía de Jesús.

Entró la luz de Dios en su corazón y lo desprendió de todo. Estaba enfermo y sanó, porque no ha venido Jesús a salvar a los sanos sino a los enfermos.

¿Somos de los que nos creemos sanos? ¿Seguros en el buen camino? ¿Qué tenemos todas las respuestas? Malo, estamos tan sanos que no necesitamos a Jesús médico. Digo, Él mismo se aleja de nosotros en busca de quien le necesite.

El que diga que no tiene pecado es un mentiroso, dicen San Juan, porque el Señor había dicho antes “el que está limpio de pecado que tire la primera piedra”. Y esta es la única postura ante Dios, ante el que todos, aun los más grandes santos, son insolventes.

3.- Hay una parábola que habla de la insolvencia humana. Aquella en que el amo perdona a uno de sus criados la enorme deuda de diez mil talentos, que parece ser que era algo semejante a los ingresos de Herodes el Grande en tres años. Es decir, inalcanzable para un pobre empleado, como si a un pobre padre de familia le exigiesen la deuda de doscientos mil millones de euros. Así nos ve el Señor… Por eso, San Pablo habla de que la gracia y el amor de Dios a nosotros es gratuito completamente gratuito.

Y sin embargo el Señor nos mira con cariño porque no nos quiere por lo que poseemos, sino por lo que somos. Y eso si tiene valor ante Él, porque somos verdaderos hijos suyos.

Que el Señor nos mire con bondad, con cariño, con divina inocencia que desconoce o disimula nuestros pecados con aojos de acogimiento, que nos ilumine la luz de su rostro… que es su sonrisa cariñosa y acogedora.