NO DEJES DE VISITAR
GIF animations generator gifup.com www.misionerosencamino.blogspot.com
El Blog donde encontrarás abundante material de formación, dinámicas, catequesis, charlas, videos, música y variados recursos litúrgicos y pastorales para la actividad de los grupos misioneros.
Fireworks Text - http://www.fireworkstext.com
BREVE COMENTARIO, REFLEXIÓN U ORACIÓN CON EL EVANGELIO DEL DÍA, DESDE LA VIVENCIA MISIONERA
SI DESEAS RECIBIR EL EVANGELIO MISIONERO DEL DÍA EN TU MAIL, DEBES SUSCRIBIRTE EN EL RECUADRO HABILITADO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA

martes, 29 de julio de 2008

De nuevo el Reino de Dios ¡Qué don, qué tarea!

Publicado por El Blog de X. Pikaza

Hablé hace dos días del Reino de Dios, comentando unas parábolas del Evangelio de Mateo. Hoy quiero volver al tema, porque nos sitúa en centro del mensaje de Jesús y de la vida humana. El tema es vivir (aceptar la vida como un don); la tarea es procurar que otros vivan. De eso quiero tratar hoy, recogiendo una página de mi libro sobre Jesús Galileo. El Reino de Dios ¡qué regalo, qué tarea!

El don del Reino

El mensaje de Jesús sobre el Reino de Dios no es una enseñanza entre otras, sino el anuncio de una fuerte ruptura, pues sólo rompiendo el orden anterior se puedes superar los mecanismos de violencia que han desembocado en la situación de desamparo de los campesinos galileos (Mt 11, 12). Ese mensaje es lo muy exigente, siendo lo más sencillo: Jesús quiere los hombres y mujeres se vuelvan como niños y acojan, de un modo gratuito y generoso, el don de la Vida de Dios, como la acogen los niños y/o pequeños (Mc 10, 15). El Reino es un regalo (¡todo es gracia!) y sin embargo exige una “opción” radical, de manera que es mejor quedarse sin un ojo para entrar en él que cerrarse con dos ojos en este mundo malo (Mc 9, 47). Los que acogen el Reino tienen que dejarlo para ello todo, casa y campos, familia y posesiones (cf. Mc 10, 19.29).
Siendo regalo, que Dios ofrece a los pobres (empobrecidos) de la tierra y de un modo especial a los publicanos y prostitutas, a los que Juan había recibido para que se arrepintieran (Mt 21, 31), el Reino exige una fuerte decisión, que no es previa, sino posterior a la gracia. Jesús no llama a los pecadores para que se arrepientan (en línea de esfuerzo humano), sino para que acojan y vivan el don de Dios, porque el Reino no es hogar de penitencia, sino don, una siembra de vida en el campo humano (cf. Mc 13, 11.19.24; cf. Mc 2, 15-19). Ésta es la decisión que pide Jesús: Que los hombres y mujeres acepten el don de la vida, que acojan la gracia. Por eso, Jesús lo puede prometer como bienaventuranza a los pobres «porque es vuestro el Reino de Dios…» (Lc 6, 20-21) y decirles que lo pidan al Padre: «venga tu Reino» (Lc 11, 4) .
El judaísmo sabe que Dios es rey, pero no reina plenamente todavía. Juan Bautista aseguraba que un día reinará, pero añadiendo que tenía que venir primero como juez, para destruir el mundo malo, permitiéndoles cruzar de esa manera el río que lleva del desierto a la tierra prometida. Pues bien, llegando al final de la experiencia israelita, Jesús afirma que Dios es Rey ya desde ahora y que su Reino ha comenzado a venir. Ésta es su novedad, de tipo más práctico que teórico: el Reino de Dios está llegando, como amor creador, desde los pobres. No vendrá más tarde, como resultado de un juicio donde se castigan los pecados, pues Dios actúa ya como Rey, desde ahora, invirtiendo, con su más alta gracia creadora, los poderes de violencia bestial que dominan sobre el mundo, como destacaba Dan 7, 1-8 (estamos bajo el imperio de las fieras que se suceden, creciendo en maldad). No estamos ya bajo el dominio de las fieras (un dominio aparente), sino en manos del amor de Dios que es su Reino.
Éste es el centro de la historia de Jesús. Sin ese cambio de enfoque, sin esa gran inversión, carece de sentido su mensaje y proyecto de Reino o se convierte en vulgar palabrería, de tipo intimista (dedicada a calmar a los pobres, mientras siguen dominando las fieras de siempre). El centro del mensaje del Reino está en la certeza de que ya no dominan las fieras antiguas (Dan 7), pues el poder que ellas tenían era sólo aparente. En otro tiempo, podían triunfar, como si Dios fuera Diablo que sacraliza el dominio biológico, social o militar. Pero ahora, como dice Jesús en el Sermón de la Montaña/Llanura (Mt 5, 21-49; Lc 6, 20-45), Dios actúa y triunfa (es Rey) a través de aquellos que parecen más débiles, menos importantes (pobres, hambrientos, llorosos, perseguidos). Ellos son Reino, signo/presencia de Dios.

Poder de transformación

Pero el mensaje del Reino no es una simple afirmación de lo que hay (¡vosotros ya tenéis el Reino!), sino un poder de transformación (que suscita aquello que debe venir). Pues bien, Jesús se siente portador de ese poder, siendo así capaz de curar a los enfermos. Ésta es la prueba de Dios y de su Reino: la salud de los enfermos, el amor y esperanza de los marginados, la gratuidad y comunión interhumana. En este contexto se entiende el conjunto de las obras y palabras de Jesús (mensaje, parábolas, milagros), con su destino personal (muerte y resurrección), como indicaremos evocando algunos rasgos básicos de su mensaje .

1. El Reino es Palabra, por eso se expresa como anuncio y comunicación. No viene a través de una victoria militar, ni por un destino exterior (que se impone por armas o dinero), sino por la misma palabra de los hombres, en la que aparece y se despliega el mensaje de Dios: que ellos se puedan comunicar y que así, comunicándose, sean (vivan, compartan la vida). Allí donde muchos esperaban lo más espectacular y complejo, lo más violento y misterioso (como un secreto de iniciados), Jesús viene a recordarles y ofrecerles lo más sencillo, algo que les define como humanos: la Palabra que se siembra en todo campo, de manera que todos pueden acogerla y compartirla (Mc 4, 3-9 par). Allí donde el Diablo quería panes para imponerse sobre los demás (un tipo de capital exclusivista), Jesús ofrece a todos su palabra, la Palabra (cf. Mt 4, 4; Lc 4, 4) .

2. El Reino es Curación, y así aparece en forma de salud: que los hombres y mujeres puedan no sólo decir y escuchar (decirse y escucharse), sino vivir en plenitud, compartiendo la vida. El evangelio identifica el Reino de Dios con la Salud, es decir, con la Vida de los hombres y mujeres: Que la acepten y desplieguen como don de Dios, pudiendo así vivir de un modo transparente, compartiendo lo que son, ofreciendo lo que tienen. Entre la Palabra (ya evocada) y la Curación-Salud hay un vínculo esencial: la misma Palabra aceptada (fe) es la que cura, de manera que la salud se expresa y expande allí donde los hombres y mujeres pueden dialogar en libertad. Desde ese fondo se entienden los milagros (curaciones) de Jesús como signos del Reino, es decir, como palabra de Dios que traduce en forma de salud o plenitud humana. Así aparece de un modo especial allí donde Jesús identifica la expulsión de los demonios (¡que eran lo opuesto a la palabra!) con la llegada del Reino de Dios (cf. Mt 12, 28).

3. El Reino es una forma de vida social. Todos los intentos que se han hecho y se pueden hacer para fijar el sentido del Reino a través de análisis filológicos, históricos o filosóficos son bienvenidos, pero, en el fondo, resultan estrechos. No hace falta ser erudito para saber lo que es un reino, pues todos conocen el reino de Roma (imperio) y el de Herodes Antipas (un tetrarca o gobernador, sometido a Roma). Todos conocen los intentos “regios” de algunos pretendientes mesiánicos judíos… y saben que reino es una forma de organización y vida social. Pues bien, en ese contexto, Jesús asume el reto de ese término y habla del Reino más hondo: Que Dios mismo gobierne entre (sobre, por) los hombres como fuente de amor, en todos los planos de la vida, desde la economía y el trabajo hasta la organización social: ¡Que Dios se haga Reino y de esa forma se encarne, en la vida de los hombres y mujeres, éste es el proyecto y tarea de Jesús! Ciertamente, el reino del que habla no está en el plano de Herodes o del templo de Jerusalén y del César de Roma, pero se relaciona con ellos, como muestra su condena, pues le matan como pretendido “Rey de los judíos” (cf. Mc 15, 26; Jn 19, 19). Un reino sin encarnación social sería una simple mentira.

4. El Reino es presencia de Dios, siendo comunicación de amor de unos hombres y mujeres con en otros. Aceptar el reino no es creer unas verdades separadas de la vida, sino vivir en fe, es decir, creer en Dios, creyendo unos en otros y comunicándose la vida. Ésta es quizá la nota clave del Reino que Jesús anuncia y va extendiendo. Todo es de Dios (Dios es todo) y, sin embargo, los hombres y mujeres han de realizarlo todo, no esperando que les llegue el Reino de un modo pasivo, sino haciendo que llegue, siendo ellos mismos profetas mesiánicos (del Reino), lo mismo que Jesús. En ese sentido decimos que, según Jesús, cada hombre/mujer es Mesías de Dios (nazoreo), portador de su Reino, porque Dios actúa y e manifiesta en todos. Dando un paso más en esa línea, afirmamos que el Reino es Dios, de manera que, empleando un lenguaje posterior (propio de los concilios de la Iglesia, a partir de Nicea: año 325 d. C.), podríamos decir que Dios se “encarna” en el reino, es decir, en aquellos que acogen el mensaje y camino de Jesús (es decir, como el de Jesús).

El Reino, una tarea

Entendido así, el Reino de Dios no es una fatalidad histórica (producto de un destino), ni expresión de un voluntarismo sagrado (un “capricho” divino), sino la misma realidad de Dios, que se hace Presencia en la vida de los hombres, para fecundarla, de manera poderosa. Por eso, anunciar la llegada del Reino es decir que hay Dios y que Dios viene (es decir, que está presente) en nuestra vida.
El Reino es Dios en la vida (¡como vida!) de la humanidad, pero no de un modo abstracto, como una idea, sino a partir de la realidad concreta de los pobres, desde la marginación de los campesinos y artesanos de Galilea, allí donde muchos podían pensar que Dios no existe (no actúa). Por eso decimos que el Reino es Dios en acción, Dios que realizará a través de los hombres su obra de salvación.. Jesús no ha sido un filósofo que habla del Reino en teoría, ni un político que quiere instaurarlo a la fuerza, sino alguien que lo anuncia y comienza a construirlo ya aquí, desde la periferia de los campesinos-artesanos, recreando la experiencia israelita, no a solas, sino con aquellos que quieran seguirle. Por eso, el Reino no es algo cerrado en el presente, ni limitado al futuro, sino presencia e impulso de Dios, abierto desde el presente al futuro.
Jesús sabe que todo depende de Dios, pero todo es, al mismo tiempo, consecuencia de la acción de aquellos, en quienes Dios se manifiesta. De esa forma ha querido situarnos otra vez en el principio de la creación, allí donde los hombres pueden ser y son signo de Dios. (1) Precisamente por ser de Dios, el Reino depende de los hombres, pues Dios no es una cosa que se encuentra fuera de esos hombres, sino Aquel que les hace vivir y actuar, pues en ellos vive y actúa y así aparece, como poder de gratuidad, a partir de los más pobres (cf. Hech 17, 28, interpretado desde el evangelio). (2) Pero Dios y los hombres no están al mismo nivel, por eso no pueden chocar, pero pueden oponerse y se oponen a Dios aquellos hombres que no viven gratuitamente (como Jesús y sus amigos), sino que quieren imponerse por la fuerza (soldados, comerciantes, sacerdotes). Ésta es la paradoja que Jesús ha desarrollado, de un modo práctico, en su vida y mensaje. La trascendencia de Dios (a quien nunca podemos tomar como objeto), no implica indiferencia, ni deja a los hombres sin recursos de vida, sino que se expresa como fuerza creadora, en gratuidad, desde los más pobres (¡artesanos y mendigos!), iniciando y suscitando un movimiento que es poderoso por no ser impositivo. No es Jesús el que inventa el Reino. Es el Reino de Dios el que suscita y guía a Jesús por su Espíritu .

No hay comentarios: