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sábado, 5 de julio de 2008

Evangelio Misionero del Día: 06 de Julio de 2008

Por CAMINO MISIONERO


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 11, 25-30

Jesús dijo:
Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.

Reflexión

Recuerdo que hace un tiempo atrás, solía visitar periódicamente a una mujer muy anciana para llevarle la Eucaristía, ya que ella no podía trasladarse para concurrir a la Santa Misa. Esta señora, que hoy ya disfruta plenamente de la Gloria del Señor, hasta que pudo, fue una mujer muy activa en la vida eclesial de nuestra parroquia, siendo miembro del Apostolado de la Oración y una colaboradora muy activa de Caritas. Pero los años fueron minando su salud, debido a una viudez prematura, que la hizo trabajar duro para criar a sus hijos, de los cuales tuvo que llorar la muerte de uno de ellos, y a una enfermedad muy larga y penosa, que la cegó totalmente, postrándola en una cerrada habitación de su casa, que tuvo que compartir con la familia de uno de sus hijos. Para terminar de describir brevemente la situación, las personas con las que convivía la trataban muy mal, especialmente sus nietos, despreciándola e insultándola constantemente. Triste final de esta señora, no es la vejez que todos soñamos, con un ambiente calmo y alejado de penurias.
Pero así y todo, está formidable mujer, con sus penas y tristezas, cuando escuchaba el llegar de mis pasos con el Santísimo Sacramento, se le iluminaba el rostro y me recibía con una sonrisa casi angelical. Siempre le marcaba este detalle. Si me pidieran que describa a un ángel, le pondría la cara de Doña María, ése era su nombre. Su alegría no se debía a mi persona, aunque siempre tenía palabras de agradecimiento por ejercer el ministerio que en ese momento yo llevaba a cabo, era la terrible convicción de que el que llegaba a visitarla, era Jesús mismo, su Señor y compañero de toda la vida. Todo dejaba de dolerle. Sus ojos comenzaban a ver con los ojos del alma y su corazón no tenía otro sentir que la Alegría mayúscula de sentirse, al igual que Pablo, llegando al fin de la carrera, pero con la firme convicción de saberse querida y amada, por su Salvador. Sus palabras eran de total consolación para mi alma. Porque sus labios contaban un largo camino recorrido de la mano de Jesús, no exento de difíciles pruebas y dolores muy agudos (especialmente la muerte de su esposo y de su hijo), pero sabiéndose adherida al amoroso Corazón de Jesús. A pesar de todo Doña Maria era feliz, por que descansaba en el Señor.
El evangelio de hoy nos hace escuchar de los labios de Jesús: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré”. Resulta bastante paradójico, que nosotros los cristianos tenemos la invitación de nuestro Dios, para que acudamos a Él cuando las cosas humanamente se nos han escapado de las manos, y que en la realidad concreta, actuamos como si solo dependiéramos de nuestras propias fuerzas. Es como decirle a Jesús: “Si, si, está bueno lo que dices, pero tú no tienes que pagar mis cuentas, ni vivir con mi esposa, ni te quedaste sin trabajo, ni tienes que buscar comida, ni se te murió tu padre, ni “tantas” cosas que yo debo padecer”. Es curioso ¿no? Estamos terriblemente preocupados por las cosas materiales y nuestros afectos cercanos, pero no le damos crédito a la Palabra de Jesús
Hermano quisiera contarte algo: “Cristo ya padeció tu dolor, y mucho más, el dolor de todos nosotros”. Jesús con su vida y su ejemplo nos enseñó que lo realmente importante y trascendente, es caminar en este mundo sin más preocupación que agradar al Padre. Todo, absolutamente todo lo demás, es simple añadidura. Es por eso, que aquella persona que realmente le cree a Jesús, vive la felicidad del Reino de Dios, pero desde ya, aquí mismo en la Tierra. Es el gran secreto que nos han transmitido los santos. No hubo, ni habrá sufrimiento más grande que el que está padeciendo Jesús por nosotros y con nosotros, y no hay consolación más plena, que la entrega de nuestra cruz a los pies del Resucitado. Solo así se explica la heroicidad de muchas gentes que confiaron en la palabra del Señor, y ofrendaron sus vidas, para que el Evangelio se encarnara una vez más en esta tierra.
Es por eso que este domingo te invito a que te Alegres en el Señor, porque todos tus problemas, según la Voluntad de Dios, están siendo transformados en fuente de tu propia santidad. No reniegues de tus problemas, angustias y dolores. Apréndelos a amar. Con la generosidad de Cristo. Con la mansedumbre del Cordero. Con la humildad del Encarnado. Con el afecto del Hijo...
¡Así es, hoy celebra la vida, mientras tienes oportunidad de hacerlo! No pierdas tiempo, porque los trenes pasan y nunca sabemos cual será el último. Deja todo en manos de Dios, el sabrá que hacer con eso y dedica plenamente tu alma a ser agradecida, por tener un Dios tan bueno y misericordioso con sus hijos.

Imagen para contemplar

Miremos al Jesús que tenemos delante de nosotros, nos está esperando con los brazos abiertos
¿Qué te dice hoy? ¿Qué le pedirías?

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