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martes, 2 de septiembre de 2008

XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: CLAVES PARA ENTENDER EL EVANGELIO DE HOY

Situación de esta lectura. La lectura de hoy no es continuación de las que andábamos leyendo, pero es muy oportuna, porque completa la parábola del atar y desatar que aplicó a Pedro hace dos domingos. Ahora dice lo mismo a todo el grupo, en un contexto en que invita a su comunidad a una convivencia fraterna.

Sentido de esta lectura. Entre la parábola de la oveja perdida y el setenta veces siete, ¿qué puede significar esta lectura que hoy hacemos? Muchos han querido ver una especie de “reglas de la comunidad”, a semejanza de los hombres del Qumram, monjes del desierto contemporáneos de Jesús. Nada más lejos de Jesús que dar reglas. Las palabras de Jesús son inspiración y vida. Por medio de una parábola, fundamentada en las normas más elementales de convivencia y buena voluntad (conversación a solas, con alguien, con la comunidad…), Jesús no nos quiere marcar unos pasos a seguir, sino que debemos derrochar toda nuestra imaginación al servicio de la buena voluntad para no perder a un hermano. No obstante, lo último que un hombre puede hacer es faltar el respeto a su libertad. Si no quiere atender a ninguna razón, ya sabéis, la comunidad tiene sus condiciones: quiere decirse que no hay que empeñarse en considerarle miembro de la comunidad. Lo que no quiere decir que no le tratéis (considéralo pagano y publicano), ya que Jesús andaba con esa gente con toda normalidad, sino que no os empeñéis en contarlo en vuestras estadísticas. Correctamente leído, este pasaje no tiene nada que ver con lo que llamaríamos “espíritu de secta”. No tratar al renegado, al que vuelve atrás, al que no se comporta como un hijo de Dios, no será nunca una postura cristiana. Pero no tomar en serio la nueva vida de hijos de Dios es no tomar en serio a la comunidad.

Atar y desatar ¿Qué significa esta declaración hecha a toda la comunidad? Que cuando la comunidad actúa con esta sinceridad, respeto y cariño, Dios da por válido lo que hace. La comunidad así tiene plenos poderes. Por tanto no es poder para perdonar o no perdonar pecados de lo que aquí se habla, sino para formar o no parte de la comunidad, teniendo en cuenta, que no puede ser esta decisión fruto de un rechazo del grupo o de los dirigentes (lo que sería más grave), sino del amor al prójimo, el respeto a su libertad y la responsabilidad de ser signo de la nueva humanidad ante el mundo.

Si dos se ponen de acuerdo en la tierra para orar… Ponerse de acuerdo. He aquí algo muy bueno, solemos pensar, y menos frecuente de lo que sería de desear. Porque decimos ponerse de acuerdo para ir al cine, para comprar algo juntos, para organizar una comida o una fiesta, para hacer una cooperativa… y está bien; descubrimos que la unión hace la fuerza y seguramente nos alegramos de los valores que se ponen de relieve. Pero ¿es siempre bueno estar de acuerdo? Porque una banda se pone de acuerdo para robar, la patronal se pone de acuerdo para no aumentar los sueldos de unos emigrantes, El KKK se pone de acuerdo para linchar a unos negros. Quiere decirse que ponerse de acuerdo es un instinto de todo ser vivo, es lo que suele llamarse el instinto de colmena, que se complementa con otro, no menos fuerte, que es el instinto de individualidad. Llamados de otro modo serían: conservación y evolución, o bien: fuerza centrípeta y fuerza centrífuga. Sin estos dos grandes motores, no habría vida, ni siquiera universo. Una sociedad muy de acuerdo puede llegar a ser una sociedad gregaria, tal vez al servicio de una fuerte personalidad que encarna al grupo. Una sociedad en desacuerdo es una sociedad egoísta, que sólo mediante pactos sociales se mantiene con dificultades. En ambos casos falta el uso común de la inteligencia animada por el espíritu. Ni lo común es mejor que lo individual ni viceversa. Hace falta discernimiento. ¿Qué es mejor que sea común aquí y ahora? ¿Qué es mejor que sea individual? Lo común es muy bueno cuando ahorra a cada uno la preocupación por algo necesario (enseñanza, medicina, vivienda, alimentación, servicios…) para poder desarrollar mejor lo individual (los oficios, las artes, todo lo que hace al hombre creador y protagonista de su vida).

Jesús nos invita a ponernos de acuerdo para orar, es decir, a sentarnos y sentirnos en familia con Dios Padre. Precisamente esa oración común es el nudo en el que lo personal y lo comunitario se abrazan, se reconcilian, se reconocen como complementarios. La oración común es la escuela del respeto a lo personal, abierto por un momento en la intimidad de la vivencia familiar. Yo escucho la plegaria del hermano, la hago mía, no la critico ni en lo que pide ni en cómo lo pide, sino entro en comunión con ella, y el hermano escucha la mía con la misma actitud. Y esa plegaria crea comunidad.

En nombre de Jesús Nuestra tendencia a convertir en norma lo que es espíritu nos ha hecho terminar las oraciones litúrgicas con esta fórmula: Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo… hasta el punto que, como todo el mundo la sabe de memoria, en los misales basta con poner: por N.S.J.C. etc. ¿Consiste en esto pedir algo en nombre de Jesús? ¿Qué será estar reunidos en su nombre?

Antes que nada, aclaremos dos cosas: qué significa “en” y qué significa “nombre”. Leemos con frecuencia en el Nuevo Testamento: en Cristo, en el Espíritu, en nombre de Jesús (en mi nombre) en el amor, en espíritu y en verdad… En todos estos y otros muchos casos, “en” no sólo expresa un ámbito (como cuando decimos: estoy en casa), sino una causa (como cuando decimos: hecho por tu madre) y un instrumento (como cuando decimos cortado con cuchillo). Todo esto lo significa a la vez. También “nombre” aparece en muchos pasajes y significa la persona: Santificado sea tu Nombre. En el Nombre del Padre... Dios le dio el Nombre sobre todo nombre… Jurar en Nombre de Dios…

Por todo lo dicho, deducimos que reunirse dos o tres en nombre de Jesús es, en primer lugar, reunirse en su persona. Por tanto, lo que hay que aclarar es qué será reunirse en su persona. Y es, según hemos explicado antes:

1.- Reunirse en Jesús, considerado como nuestra casa de acogida 2.- Reunirse porque Jesús nos reúne, es decir, atendiendo a su convocatoria y 3.- Reunirse conforme a la inspiración (el espíritu) de Jesús. Por último, es interesante que Jesús no nos hable de grandes concilios o congresos. Dondequiera que hay dos o tres reunidos…

EVANGELIO En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro además que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

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