NO DEJES DE VISITAR
GIF animations generator gifup.com www.misionerosencamino.blogspot.com
El Blog donde encontrarás abundante material de formación, dinámicas, catequesis, charlas, videos, música y variados recursos litúrgicos y pastorales para la actividad de los grupos misioneros.
Fireworks Text - http://www.fireworkstext.com
BREVE COMENTARIO, REFLEXIÓN U ORACIÓN CON EL EVANGELIO DEL DÍA, DESDE LA VIVENCIA MISIONERA
SI DESEAS RECIBIR EL EVANGELIO MISIONERO DEL DÍA EN TU MAIL, DEBES SUSCRIBIRTE EN EL RECUADRO HABILITADO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA

lunes, 15 de septiembre de 2008

XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A: Homilía y Recursos para la Homilía: "A TODOS PAGÓ LO MISMO"


Por Agustinos España
HOMILÍA: "A TODOS PAGÓ LO MISMO"

Los obreros de la viña son llamados a distintas horas. Los primeros trabajaron todo el día, y los últimos, sólo un rato. El dueño comienza a pagar su salario por los recién llegados, para que los primeros pudieran constatar que todos recibían el mismo salario. Esta circunstancia era necesaria, para que la parábola tuviera su significado, que no es otro que resaltar la absoluta gratuidad y libertad de Dios en conferir sus dones a quien quiere y como quiere. Dios es el Dueño absoluto de sus dones y los reparte libremente a todos, según nos lo enseña San Pablo: "Todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad" (1Cor, 12, 11).

Dios concede su Reino a los pecadores convertidos del mismo modo que los que toda su vida fueron justos.
Todos y cada uno de nosotros hemos sido llamados a la viña del Señor; Dios nos invita a todos una y otra vez a dedicarnos a su santo servicio; Dios, que es el Dueño de la viña llama a todos según sus cualidades, sus medios y la posición que ocupa en la sociedad.

Ninguno de nosotros somos una excepción; todos hemos sido llamados por el Señor, y debemos reconocer ese llamado, aceptarlo y cumplirlo.

¿A qué nos llama el Señor?. ¿Cuál es la viña que debemos cultivar? San Juan Crisóstomo nos dice: "Viña es la justicia y vides son los la paciencia, la castidad con las otras suaves y austeras virtudes llamadas generalmente justicia, porque hacen equilibrio y orden tranquilo a las potencias del alma. Todos nosotros los hombres somos cultivadores de esta viña, somos mercenarios y trabajadores tomados a jornada.... Nosotros no somos llamados por Dios sólo para hacer las cosas de nuestro gusto y provecho, sino a trabajar por su gloria. El mercenario primero mira su obra. Después el alimento. Emplea toda la jornada trabajando para el amo y ocupa una hora para la comida. Así nosotros debemos mirar primero lo que pertenece a la gloria de Dios y después hacer las cosas que son de nuestra utilidad".

Se censura a los jornaleros no porque estén descontentos de lo que han recibido, sino por protestar de que los demás hayan recibido otro tanto; por otra parte el amo no es injusto, pues para dar a los últimos más de lo que les corresponde, no quita nada a los primeros, sino que les da lo que les corresponde según lo comprometido, y al mismo tiempo demuestra su magnificiencia y generosidad.

La enseñanza de este Evangelio puede ser múltiple:

La recompensa es igual para todos los jornaleros, aunque han realizado un trabajo desigual, porque Dios es bueno.

La recompensa no está en razón directa con el tiempo empleado, sino en el cuidado y en el afán con que el trabajo ha sido realizado.

No es el hombre el fin del bien moral, sino la voluntad de Dios; la recompensa de las obras del hombre no es de derecho, sino de gracia, ya que aún el poder de hacer el bien nos viene de Dios; el Reino es siempre un don gratuito.

Dios es el Señor absoluto de sus bienes y los reparte libremente en todos; los obreros no recibirán el lsalario según el cargo que hayan ocupado o el tiempo que hayan trabajado, sino según la intensidad y amor que hayan puesto en su trabajo.

Muchas veces nosotros, los que hemos sido llamados a primera hora por el Señor, nos quejamos también de que los últimos reciban la misma recompensa. Deberíamos, en cambio, reflexionar en la gracia recibida de poder servir durante más tiempo a Dios, y ser los primeros en estar en su casa. ¿No sufre acaso más angustias aquél que ve que se pasa la jornada sin ser llamado a trabajar, que el que sirve desde la primera hora?.

Vamos a pedirle a nuestra Madre María que nos ayude a no desfallecer nunca en nuestra tarea de servir al Señor, y que lo hagamos siendo agradecidos del llamado recibido.


RECURSOS PARA LA HOMILÍA


Nexo entre las lecturas

Los planes de Dios superan siempre, y con mucho, los planes humanos. En estas palabras nos parece encontrar un punto de unidad para la meditación en este domingo. El oráculo del profeta Isaías lo dice de modo muy plástico: como el cielo es más alto que la tierra, así mis caminos son más altos que los vuestros. Es decir, para entender el modo de proceder de Dios, tenemos que hacer un esfuerzo de elevación. La mente humana es muy pequeña, muy frágil y sujeta al error. El hombre debe ser consciente de que Dios tiene sus propios planes, y que al ser humano le corresponde amoldarse y acoger el plan de Dios, y no viceversa (1L). Esta misma verdad aparece en el evangelio, que nos habla del Reino y nos lo presenta como un amo del campo que sale a contratar a los jornaleros. Un natural sentido de justicia, nos llevaría a pensar que los jornaleros que han soportado todo el peso de la jornada, deberían recibir más que aquel que apenas ha trabajado alguna hora. Pero, si examinamos con calma, veremos que aquí no hay injusticia alguna. Quien ha trabajado toda la jornada, ha recibido aquello que le había sido prometido. Por lo tanto, dar lo mismo al primero que al de la hora undécima no es injusticia, sino simple liberalidad del amo del terreno. El tema de los planes de Dios, se hace así, el tema de la benevolencia del amor de Dios, que premia, superando con mucho, los méritos humanos. Lo importante, no es tanto la materialidad de las obras, sino el amor que se coloca en ellas. Puede uno pasar el día entero trabajando que obtendrá poco, porque ama poco. Por esta razón: los últimos serán los primeros, y los primeros los últimos (EV). Esto supone toda una revolución del pensamiento humano, que desea siempre y de modo espontáneo, asegurarse un lugar de preeminencia en las cosas de los hombres. Por otra parte, en este domingo XXV iniciamos la lectura de la carta a los filipenses con un texto espléndido: para mí la vida es Cristo. Lo importante es que llevéis una vida digna del evangelio (2L).


Mensaje doctrinal

1. La grandeza del plan de Dios. La liturgia de este domingo nos pone de frente a la grandeza de los planes de Dios. Planes que no han sido conocidos por la mente humana, ni vistos por ojos humanos, ni escuchados por oídos de hombre. Los planes de Dios no son los planes de los hombres. Los hombres ven la apariencia, el provecho inmediato, Dios ve el corazón y a Él le mueve sólo el amor infinito por su creatura. El hombre entra en contacto con este plan de Dios gracias a la Revelación: Dios se revela a sí mismo, manifiesta su vida íntima. Nos dice quién es y cuáles son sus sentimientos en relación con el hombre. Nuestro Dios es rico en perdón (1L). Nuestro Dios es aquel que está cerca del que lo invoca (Cf. Salmo 144). Es aquel que desea el regreso, la conversión del malvado de su mala conducta.

Sin embargo, no resulta fácil al hombre conformar su pensamiento con el pensamiento de Dios. Demasiados altos son tus caminos para poder entenderlos, parece decir el hombre ante cada paso de Dios, ante cada una de sus actuaciones. Pero, Dios, fiel a su amor, nos muestra el camino de la salvación en su Hijo querido. Por medio de Cristo, camino, verdad y vida, el “misterio insondable, oculto desde la eternidad” se manifiesta, se hace presente, se revela. Y este misterio es que Dios es amor y que Dios nos ama. La parábola de los jornaleros nos muestra que Dios quiere nuestra participación en la construcción de su plan. No desea que seamos espectadores pasivos en la plaza sin hacer nada. Nos desea colaboradores activos, trabajadores de su viña; hombres que aguantan la sed y el calor, y que imprimen un ritmo y una impronta “cristiana” a la sociedad humana, a la vida pública. Pero, hemos de saber que lo importante no es llegar a primera o a última hora en las tareas de la construcción de este Reino; lo importante es tomar conciencia de que, desde el momento de ser llamados, “nuestra vida ha quedado definitivamente comprometida con Dios” y que, por tanto, hemos de trabajar con todas las fuerzas de nuestra alma en la construcción de este Reino en el mundo. No he de perder un solo minuto, no he de permitir que los enemigos de este Reino, el demonio, el mundo y mi propio egoísmo me detengan, me retrasen o me impidan la instauración del Reino de Dios. El Reino no se construye en base a las cualidades humanas y a los esfuerzos terrenos que pongamos, sino en base al amor y liberalidad de Dios que no conocen límite. Sin embargo, este esfuerzo y esta participación humanos son necesarios. Son los “cinco panes y dos peces” indispensables para la multiplicación del alimento. Ante Dios, siempre somos de los “últimos”, aquellos que sólo han trabajado un poco en comparación con los trabajos que Cristo padeció por nosotros. “Para jornal de Gloria no hay trabajo grande”, reza una poesía contemporánea. Conformemos, pues, nuestro pensamiento con el de Dios. Advirtamos que no podemos “conformar nuestra mentalidad con la mentalidad del mundo”, sino por el contrario, debemos impregnar la mentalidad de este mundo con el pensamiento de Dios que es amor que se da sin medida.

2. Invocad al Señor mientras está cerca. ¿Cuándo es el momento en el que Dios está cerca? Se pueden dar varias respuestas a esta pregunta. Por un parte hemos de decir que Dios está cerca “siempre”, porque en él vivimos, nos movemos y existimos.

Dios está cerca también mientras dura la vida. Mientras tenemos la vida, tenemos la ocasión de volver al Señor, de arrepentirnos de nuestra mala conducta, de encontrarlo en el fondo del alma.

Dios está cerca también cuando lo invocamos, aunque no lo sintamos sensiblemente. El salmo de este domingo reza así: Cerca está el Señor de los que lo invocan. Y esto, hasta tal punto de que, “quien le busca, de algún modo, ya lo ha encontrado”, porque Él es rico en clemencia, cariñoso con todas sus creaturas.

Dios está cerca, como lo atestigua la vida de los profetas, en los momentos de mayor abatimiento, cuando la vida parece perder su sentido y orientación, cuando la vocación ya no se ve con el mismo resplandor del día primero, cuando la enfermedad, la persecución, la aparente derrota tocan a las puertas de nuestras vida. Yo soy pobre y desdichado, pero el Señor cuida de mí.

Pablo es un testimonio de la cercanía de Dios hasta el punto de exclamar: Para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia. “La vida es Cristo” significa que mi vida ha sido injertada en Cristo y reproduce sus misterios. Cristo vive y obra en mí. Cristo, el Señor, es más íntimo a mí mismo que mi misma interioridad según el pensamiento agustiniano. Que la vida sea Cristo significa que hago mío los amores y los pensamientos de Cristo. Como a él, a mí también me interesa la Gloria del Padre y la salvación de las almas. Mi vida consiste, pues, en ser heraldo del evangelio, anunciar el evangelio en el lugar donde he sido colocado. En la familia, en la vida profesional, en la vida pública, en el púlpito o en el monasterio, en la salud o en la enfermedad, en el éxito o en el fracaso, en el gozo o en las fatigas... toda mi vida es anuncio, toda mi vida es Cristo.

Así, se puede decir que la muerte es una ganancia. No es, ni mucho menos, rechazo o desprecio de la vida presente. Muy por el contrario, es una valoración, y muy honda, de las tareas y responsabilidades del cristiano: jornalero de campo, hombre de fatiga y de sol abrumador; es una valoración de la responsabilidad de ser luz puesta sobre el celemín, pregonero en lo alto de la ciudad, centinela que anuncia la mañana. ¡Qué hermosa es la vida para quien cree en Cristo con fe viva! Es un ofrecimiento, es un vivir junto con Cristo, en Cristo, las fatigas del evangelio. Sólo por esto, la muerte es una ganancia, porque es el encuentro definitivo con el Señor. Es el final del combate de la fe, es el final de la jornada, es el momento del salario de Gloria, es el encuentro definitivo con el amor.


Sugerencias pastorales

1. Adoptar criterios cristianos. Nuestra época, más que otras, nos invita a informar nuestra mente con criterios cristianos. La mentalidad del mundo es un mentalidad de grande confusión. Se ponen en duda valores primarios como el valor de la vida desde su concepción hasta su fin natural. Se ponen en duda valores esenciales, como el valor de la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer. Se ponen en duda los valores de la autoridad y se quiere someter todo a un relativismo que, por lo mismo, resulta un sistema impositivo. El relativismo, llevado a su última consecuencia, se convierte en un sistema totalitario, donde se debe suprimir a aquel que no comparte la idea de la relatividad de la verdad.

Los cristianos estamos llamados a dar un hermoso testimonio de nuestro amor a Cristo y de la belleza de la doctrina cristiana, que en su esencia, es una doctrina fundada en el amor. Ilustremos nuestra fe con lecturas que enriquezcan nuestras mentes. Lecturas sobre todo del Magisterio de la Iglesia que nos sirvan de luz y faro en nuestra travesía por la vida; lecturas de autores probados, hombres sabios, llenos de unción y de amor a Dios; lecturas que nos ayuden a comprender el pasado, a valorar el presente y a mirar el futuro con interés y esperanza. A partir de la edición del Catecismo de la Iglesia Católica, se ha despertado un nuevo interés por la doctrina cristiana. El llevar esta doctrina a todos los hogares, hacerla asequible a la gente sencilla, difundirla por medio de libros y mensajes fáciles de captar y asimilar, es una tarea que nos compete y a la que no podemos renunciar.

2. La laboriosidad. El pasado 1 de mayor (2002) Juan Pablo II mencionó que la laboriosidad es una virtud porque “el trabajo hace que el hombre se haga más hombre”. Descubramos, pues, el valor de nuestros trabajos. Los trabajos en la sociedad, en la vida profesional, en la vida pública; pero también, descubramos la importancia de nuestros trabajos domésticos en la construcción de la propia familia. Cada momento es importante. Cada tarea es irrepetible; cada gesto es un mensaje, cada palabra, un anuncio. “Al final de la vida sólo queda lo hecho por Dios y por los hombres”.

No hay comentarios: