NO DEJES DE VISITAR
GIF animations generator gifup.com www.misionerosencamino.blogspot.com
El Blog donde encontrarás abundante material de formación, dinámicas, catequesis, charlas, videos, música y variados recursos litúrgicos y pastorales para la actividad de los grupos misioneros.
Fireworks Text - http://www.fireworkstext.com
BREVE COMENTARIO, REFLEXIÓN U ORACIÓN CON EL EVANGELIO DEL DÍA, DESDE LA VIVENCIA MISIONERA
SI DESEAS RECIBIR EL EVANGELIO MISIONERO DEL DÍA EN TU MAIL, DEBES SUSCRIBIRTE EN EL RECUADRO HABILITADO EN LA COLUMNA DE LA DERECHA

miércoles, 1 de octubre de 2008

XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO: LA PIEDRA QUE DESECHARON LOS CONSTRUCTORES, ES AHORA LA PIEDRA ANGULAR.

LECTURAS: IS 5, 1-7; SAL 79; FIL 4, 6-9; MT 21, 33-43
Publicado por Homilia Católica

Comentando la Palabra de Dios

Is. 5, 1-7. ¿A qué tanto arrodillarse y abrir los oídos para escuchar la Palabra del Señor, si después vuelve uno a levantarse en contra de su hermano? El Señor espera de nosotros fidelidad a su Palabra. No podemos nosotros vivir nuestra fe bajo el signo de la hipocresía.
Nuestra fe no puede quedarse en exterioridades cultuales. Aquel que se acerque para celebrar al Señor será porque deba venir con las manos libres de crímenes, de injusticias, de egoísmos; será porque no ha de traer en sus manos los lamentos que él mismo ha provocado en los demás, para levantarse por encima de ellos pisoteándoles su dignidad.
El Señor nos invita constantemente a la conversión, a volver a Él no sólo por haber confesado nuestros pecados, sino porque queremos unirnos con Él en una Alianza nueva y eterna, que nos identifique con Él y nos convierta en portadores de su amor y de su gracia para todos los pueblos. Volvamos al Señor mientras aún es tiempo.
A nosotros corresponde trabajar intensamente tratando de implantar la justicia, el amor fraterno y la paz. No defraudemos la confianza que nuestro Dios y Padre ha depositado en nosotros.

Sal. 80 (79). ¡Dios todopoderoso, restáuranos, que resplandezca tu Rostro y nos salvarás! En muchas ocasiones da la impresión de que el Señor ha abandonado a algunos de sus hijos entregándolos para que caminen conforme a su obstinado corazón. San Pablo en una ocasión decide entregar un individuo incestuoso al poder de Satanás, para que, destruida su condición pecadora, él se salve el día en que el Señor se manifieste.
No provoquemos más al Santo Espíritu de Dios. Si el Señor nos ha elevado a la dignidad de hijos suyos por nuestra fe y nuestra unión a su Hijo Jesús, no vivamos como si no conociéramos a Dios. Ante las consecuencias funestas que nos vienen del pecado no hagamos de ellas responsables a Dios, pues somos nosotros mismos los que hemos acarreado sobre nuestra cabeza todos esos males al unir nuestra vida al autor del pecado y de la muerte, sabiendo, efectivamente, que el salario del pecado es la muerte.
Mientras aún es tiempo acojámonos al trono de la Gracia de Dios, pues Él es rico en misericordia, siempre dispuesto a perdonarnos; pero también esperando, de parte nuestra, la mejor de nuestras respuestas al amor hasta el extremo que Él siempre nos ha tenido.

Fil. 4, 6-9. Hay muchas cosas que nos llenan de alegría. En nuestro mundo hay muchos esfuerzos por la unidad y la paz. Muchos se esfuerzan por construir un mundo más solidario. Tal vez no profesen su fe en Cristo como nosotros; e incluso, tal vez, no lo acepten en su vida e instituciones. Los cristianos no podemos vivir al margen de la lucha de todos los hombres en la realización del bien.
La Iglesia hace suyas las aspiraciones legítimas de todos los hombres de buena voluntad, y, desde su fe, lucha por colaborar, junto con ellos, para llevar a su plena realización esos deseos de paz, de fraternidad, de justicia, de solidaridad. Sin embargo, en medio de todas esas voces, la Iglesia se presenta con su identificación de Evangelio, que le da plenitud al trabajo y esfuerzo de todas las personas, de todas las culturas y condiciones sociales. Por eso nuestra benevolencia debe ser conocida por todos y nuestra vida debe convertirse en una gracia y oportunidad que se ofrezca para que todos lleguen a la plenitud en Cristo.
Los que hemos depositado nuestra fe en el Señor debemos vivir siempre alegres en Él y trabajar por la paz; esa paz que, habitando en nosotros, custodiará nuestros corazones y pensamientos en Cristo Jesús para que no busquemos nuestro bien y nuestra salvación de un modo elitista, sino que sepamos compartir lo nuestro, y poner nuestro esfuerzo en favor del bien, del progreso, de la fraternidad, de la justicia, y de la salvación de todos.

Mt. 21, 33-43. Nadie puede apropiarse al pueblo. Por más autoridad que se tenga sólo se es servidor de la comunidad. Son los intereses de todos los que se defienden; son los intereses de todos los que se buscan. Aquel que en lugar de servir se dedica a obligar a los demás a que lo sirvan se convierte en opresor y en dictador de la comunidad.
En tiempo de Jesús los sumos sacerdotes y los fariseos quisieron atrapar al mismo Dios y manipularlo a su antojo. Como poseedores de Dios pensaron ser los únicos santos. El pueblo de Dios caminaría conforme a la visión legalista y cultual, a su modo, de esos grupos. Ataron fardos muy pesados sobre los hombros de los demás; pero ellos ni con el dedo los llevaban. Muchos de la gente común del pueblo se sintieron despreciados y marginados; prefirieron vivir como gentiles y dar culto a Dios a su modo en lugar de someterse a injusticias y a modelos de vivir la fe de modo hipócrita; es decir: por fuera como santos, por dentro cargados de podredumbre.
Cuando Jesús descubre ante todos la forma en que Dios quiere ser adorado: en espíritu y verdad; cuando Él mismo se convierte en un signo profético del amor de Dios para quienes viven atrapados por el pecado, y que son buscados como la oveja descarriada por el pastor, hasta encontrarlos; cuando se detiene ante la pobreza y el sufrimiento para remediarlos, entonces ellos, los aparentemente santos, ven que se les derrumba el poder religioso que les ha dado prestigio y bienes materiales.
Muchos habían echado en cara la falta de una verdadera fe indicando que de nada sirven los sacrificios y las largas oraciones mientras no se viva en el amor verdadero por Dios y por el prójimo. Aquellos que se atrevieron a hablar así fueron perseguidos, y muchos de ellos asesinados. La misma suerte espera al Hijo amado del Padre. Sin embargo la viña del Señor, el Reino de Dios, se les quitó a esa clase de gentes y se le entregó a un pueblo que produjera el fruto esperado.

La Palabra de Dios y la Eucaristía de este Domingo.

La celebración de la Eucaristía, que nos reúne en este día, no puede ser motivo de hipocresía para quienes formamos el nuevo Pueblo de hijos de Dios. El Señor espera no sólo nuestras manos levantadas hacia Él. Dar la vida para que los demás tengan vida; eso es lo que celebramos y a eso es a lo que nos comprometemos.
No podemos venir sólo para que se piense que somos personas buenas por nuestra constancia en el culto. Mientras no cambiemos en nuestras actitudes; mientras no seamos un signo claro de Cristo para los demás, mientras continuemos alabando a Dios en la comunidad pero continuemos siendo injustos, delincuentes o malvados, seremos hipócritas y faltos de una fe verdadera. Aquellos que han sido constituidos en pastores del pueblo de Dios lo han de apacentar con alegría, procurando que todos reciban el buen alimento de la Palabra, del Pan compartido y del buen ejemplo.
No se ocupa un puesto en la Iglesia para tener prestigio, ni una forma de vivir a costa del pueblo. Jesucristo nos ha enseñado que amar es servir y dar la vida por los que uno ama. Esto es a lo que estamos llamados los que nos gloriamos en ser la Iglesia, Esposa del Cordero inmaculado.

La Palabra de Dios, la Eucaristía de este Domingo y la vida del creyente.

Dios ha distribuido sus dones en cada uno de nosotros para que podamos, con la mutua colaboración, construir una sociedad más digna para todos. No podemos negar los desequilibrios y el ansia de poder desmedido que anida en muchos corazones. Muchas voces han sido apagadas por el miedo de perder el prestigio o el poder. ¡Cuánto necesitamos de personas comprometidas con su fe, que hagan realidad la sincera conversión en sus vidas y que luchen para que la salvación llegue a todos! Nadie puede escaparse de esa necesidad.
Todos necesitamos abrir los ojos para reconocer a nuestro prójimo como hermano nuestro; todos necesitamos trabajar como una sola familia, como un sólo cuerpo donde cada miembro aporta lo propio a favor del bien de todos. No continuemos asesinando, persiguiendo, apagando la voz de los demás. Sepamos convivir como hijos de un mismo Dios y Padre. Dios espera de nosotros la unidad. Pero esa unidad no brotará de corazones que sólo piensen en sí mismos, y que sean incapaces de abrir los ojos y de ampliar los horizontes para reconocer que no son ellos el centro de todo, sino que todos tenemos una palabra que decir a favor de los demás o escuchar de ellos.
Sólo el amor podrá hacer que la Eucaristía no se quede como un acto de culto aislado en la vida del creyente, sino que se continúe en el trajín de la vida diaria, en el que seamos constructores de la ciudad terrena como lugar de mayor justicia, de mayor solidaridad con los necesitados, preocupándonos por el verdadero progreso en todos los niveles y tratando de vivir, finalmente, en un verdadero amor fraterno. En medio de todo esto, no hemos de perder de vista que nuestros pasos se encaminan hacia la consecución de los bienes eternos, y que ya desde ahora vivimos y caminamos en el amor, en la alegría y en la paz, que deseamos sean nuestros de un modo definitivo en la presencia de Dios.

Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir unidos a su Hijo único, para que fortalecidos por su Espíritu Santo, vivamos alegres, aceptando y compartiendo los dones y carismas que el mismo Espíritu ha derramado en todos para el bien tanto de la Iglesia como del mundo entero. Amén.

No hay comentarios: