Publicado por Fundación Epsilón
Recuerdo los no tan lejanos tiempos de la misa en latín. Las iglesias, abarrotadas de gente en silencio, mirando al altar en lugar elevado. Un sacerdote -siempre varón, pues las mujeres no tenían ni tienen acceso al ministerio- presidía la asamblea, vuelto de espaldas, haciendo ritos y musitando rezos en una lengua ininteligible para los fieles. Estos, apiñados en la nave de la iglesia, llenaban aquel tiempo litúrgico como mejor les parecía: rosario en mano, devocionario o misal castellano, cuyas páginas se pasaban al son de los movimientos del sacerdote en el altar.
La fe de muchos de nosotros nació en ese ambiente. De espaldas unos a otros en el templo, nos acostumbramos a entendernos con Dios sin hablar con el vecino; aunque apiñados en la iglesia, aquello tenía más de masa de individuos que de comunidad de hermanos. La religión se centraba en el domingo y giraba en torno al templo y sus dependencias. Fuera del templo comenzaba la vida y el mundo, un mundo malo, lleno de peligros para el alma cristiana.
Poco tenía que hacer el cristiano en él, a no ser rezar por su conversión, respetar el poder establecido, acatar las normas de la Santa Madre Iglesia (que, en sus pastores, a veces, no aparecía ni Santa ni Madre, sino fría, lejana y distante). Ser buen cristiano pasaba siempre por seguir las directrices del clero, con frecuencia anatematizador de situaciones mundanas y freno del progreso y la modernidad.
Los seglares, en la Iglesia, eran clase pasiva y cuando activa, segundones sin otra voz que la de su pastor, sometidos a ciega obediencia: "Quien obedece, no se equivoca", se decía.
Todo esto quedó atrás, a Dios gracias, pero aún sufrimos las consecuencias. Falta todavía mucho para reconocer en la práctica que los seglares son -deben ser- clase activa en la Iglesia, acostumbrados como estuvieron durante siglos a desempeñar papeles de segundo orden, siempre dirigidos, gobernados y controlados por el clero.
No fue así al principio. Nada más comenzar Jesús su predicación, "pasando junto al lago de Galilea vio a Simón y a su hermano Andrés que estaban echando una red en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: Venios y os haré pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en su barca repasando las redes, y en seguida los llamó: dejaron a su padre, Zebedeo, en la barca con los jornaleros y se marcharon".
Jesús inició su actividad misionera invitando a cuatro seglares a formar una comunidad de personas activas. Dos parejas de hermanos. Simón y Andrés, Santiago y Juan, lo dejaron todos (se entiende "todo lo que les podía impedir seguir al Maestro"; Pedro no dejó su casa, que servía de alojamiento a Jesús, ni abandonó su trabajo, cuya barca servía al profeta galileo; alternaban el trabajo cotidiano con las correrías apostólicas).
Pero la tarea de seguir al Maestro sería ajetreada. Jesús no quería gente con los brazos cruzados alrededor suyo: "Os haré pescadores de hombres".
Meterse en el mar del mundo, con su oleaje amenazador de ideología contraria al Evangelio, echar las redes y atrapar psces-hombres para llevarlos a la tierra firme de la comunidad cristiana: ésta es la vocación del seglar cristiano. Y esto, realizado en sociedad, en grupo, en compañía, en comunidad. Algo para gente con mucha iniciativa e imaginación.
La fe de muchos de nosotros nació en ese ambiente. De espaldas unos a otros en el templo, nos acostumbramos a entendernos con Dios sin hablar con el vecino; aunque apiñados en la iglesia, aquello tenía más de masa de individuos que de comunidad de hermanos. La religión se centraba en el domingo y giraba en torno al templo y sus dependencias. Fuera del templo comenzaba la vida y el mundo, un mundo malo, lleno de peligros para el alma cristiana.
Poco tenía que hacer el cristiano en él, a no ser rezar por su conversión, respetar el poder establecido, acatar las normas de la Santa Madre Iglesia (que, en sus pastores, a veces, no aparecía ni Santa ni Madre, sino fría, lejana y distante). Ser buen cristiano pasaba siempre por seguir las directrices del clero, con frecuencia anatematizador de situaciones mundanas y freno del progreso y la modernidad.
Los seglares, en la Iglesia, eran clase pasiva y cuando activa, segundones sin otra voz que la de su pastor, sometidos a ciega obediencia: "Quien obedece, no se equivoca", se decía.
Todo esto quedó atrás, a Dios gracias, pero aún sufrimos las consecuencias. Falta todavía mucho para reconocer en la práctica que los seglares son -deben ser- clase activa en la Iglesia, acostumbrados como estuvieron durante siglos a desempeñar papeles de segundo orden, siempre dirigidos, gobernados y controlados por el clero.
No fue así al principio. Nada más comenzar Jesús su predicación, "pasando junto al lago de Galilea vio a Simón y a su hermano Andrés que estaban echando una red en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: Venios y os haré pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en su barca repasando las redes, y en seguida los llamó: dejaron a su padre, Zebedeo, en la barca con los jornaleros y se marcharon".
Jesús inició su actividad misionera invitando a cuatro seglares a formar una comunidad de personas activas. Dos parejas de hermanos. Simón y Andrés, Santiago y Juan, lo dejaron todos (se entiende "todo lo que les podía impedir seguir al Maestro"; Pedro no dejó su casa, que servía de alojamiento a Jesús, ni abandonó su trabajo, cuya barca servía al profeta galileo; alternaban el trabajo cotidiano con las correrías apostólicas).
Pero la tarea de seguir al Maestro sería ajetreada. Jesús no quería gente con los brazos cruzados alrededor suyo: "Os haré pescadores de hombres".
Meterse en el mar del mundo, con su oleaje amenazador de ideología contraria al Evangelio, echar las redes y atrapar psces-hombres para llevarlos a la tierra firme de la comunidad cristiana: ésta es la vocación del seglar cristiano. Y esto, realizado en sociedad, en grupo, en compañía, en comunidad. Algo para gente con mucha iniciativa e imaginación.
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