Publicado por Dominicos.org
Venid conmigo y os haré pescadores de hombres
Introducción
Introducción
Noticias nuevas y buenas para tiempos nuevos. Con ellas comienza Marcos el Evangelio de Jesús. Y, como si de un preanuncio programático se tratara, Jesús habla de lo que va a ser clave y fundamental en su Buena Noticia.
* El Reino de Dios, a cuya implantación dedicará Jesús toda su actividad y vida.
* Conversión, como condición indispensable para pertenecer al Reino.
* Fe, o lo que es lo mismo, creer la Buena Noticia del Evangelio, una vez convertidos.
* Seguimiento, como validación de fe y conversión.
* Quizá hubiera que resumirlo diciendo: convertirse para creer y seguirle, y creer para convertirse y seguirle.
* Iª Lectura: Jonás (3,1-5.10): "Todos pueden convertirse"
I.1. La liturgia de hoy nos ofrece, como primera lectura, un texto del libro de Jonás, el profeta que debía ir a la Nínive de los asirios, prototipo del pueblo opresor, para predicar la conversión. Este libro, que ha recibido muchas interpretaciones, probablemente vio la luz en los tiempos postexílicos de Esdras y Nehemías, cuando aparece una política religiosa de xenofobia. El que se elija Nínive, la capital del imperio Asirio, es un dato muy curioso ya que es el símbolo del imperio que destruyó Israel, el reino del norte, con Senaquerib. Por lo mismo, cuando se escribe este libro no existía ya el imperio asirio; el autor, pues, hace una ficción con objeto de exponer ideas teológicas: el profeta se dirige a los opresores de todos los tiempos para llamarlos a la conversión.
1.2. No se trata todavía de una conciencia misionera de universalismo, sino que se empeña en poner de manifiesto que Dios está abierto a todos, incluso a los opresores. Esta es una afirmación dura, pero nos muestra que para Dios nada hay imposible. Desde luego, el mensaje también es para el pueblo de Israel o para todos los que, desde la seguridad de su religión, piensan que Dios debe castigar como castigamos nosotros. Israel también debe convertirse a un Dios que es capaz de perdonar a los enemigos de su pueblo. Este es el mensaje del texto de hoy: la conversión como un cambio de mentalidad radical.
* IIª Lectura: 1ª Corintios (7,29-31): "Este mundo pasará"
II.1. La segunda lectura es un texto en el que se refleja la tensión escatológica del cristianismo primitivo, y de Pablo muy concretamente. Es un texto que está en el famoso c. 7, que es una respuesta de Pablo a lo que le han preguntado sobre el matrimonio y la virginidad. Se necesitarían más presiones y matices sobre la cuestión literaria de este c. 7. E incluso no sabemos quiénes son los que piensan que es bueno no casarse, ni tener relación con mujer. Se ha hablado de una corriente gnóstica llevada hasta el extremo en algún grupo de la comunidad de Corinto como desprecio del cuerpo y de lo humano. Esta es una “vexata quaestio” que no se resuelve fácilmente. Lo que Pablo propugna es que los cristianos casados deben vivir como tales y los que han elegido la “virginidad” que sean consecuentes. Cada uno debe vivir según su elección y ninguna vida es más perfecta que la otra. Porque el referente es Dios y cada uno tiene que vivir su experiencia cristiana con sentido, en armonía y en libertad.
II.2. El texto de la lectura de hoy pretende hacer ver a su comunidad que las preocupaciones de este mundo, muy frecuentemente, nos hacen olvidar otra dimensión muy importante de la vida. Porque todos, casados o no, tenemos que vivir un mundo de armonía, de espiritualidad, de esperanza. La vida cristiana tiene en su entraña una tensión escatológica que hay que sabe vivir entre el “ya” y el “todavía no”. La experimentan unos y otros porque este mundo tira de nosotros y a veces nos atrapa. Este texto, hoy podemos entenderlo muy bien, acostumbrados como estamos a vivir las tensiones de nuestra época. Ya no existe preocupación por el final del mundo, pero vivir radicalizados en las prisas, el consumismo, la productividad, anula el equilibrio humano, la necesidad de la sabiduría interior y la felicidad verdadera.
* Evangelio: Marcos (1,14-20): "Convertirse es creer en el Evangelio"
III.1. EL evangelio de hoy, de Marcos, tiene dos partes. La primera (vv.14-15), un sumario o síntesis, centrada en lo que es el programa de Jesús cuando vino a Galilea: el evangelio de Dios. Jesús viene a proclamar buenas noticias -eso significa evangelio-, de parte de Dios. Ello supone, pues, el anuncio de un tiempo nuevo y la llegada del Reino de Dios. El segundo elemento determina al primero: el tiempo es nuevo porque el reino de Dios ha comenzado. El tiempo es nuevo porque la soberanía de Dios sobre las miserias del hombre ha de ponerse de manifiesto. Este es el empeño fundamental de Jesús: hacer posible que ese Reino, que no es un territorio, ni un poder violento o material, llegue a los hombres. Dios se compromete profundamente, por medio de Jesús, en hacer posible ese Reino de liberación y de gracia. Pero también, por nuestra parte, se necesitan respuestas: convertíos y creed en el evangelio. Eso es lo que Jesús pedía y eso es lo que se nos pide aún. Ser cristianos, pues, debe significar que en este mundo de miserias, el evangelio, como buena noticia para los que sufren, está en acción.
III.2. Si analizamos a fondo este sumario, podremos darnos cuenta de su importancia. El redactor lo pone al principio de todo, de la predicación de Galilea, porque está convencido de que cuando Jesús comienza a predicar ha llegado el tiempo nuevo tanto tiempo esperado por el pueblo de Israel. Y el tiempo es nuevo porque Jesús trae “buenas noticias” de parte de Dios, lo que se centra en ese concepto abarcante del “reino o reinado de Dios” (basileia tou theou). Jesús quiere decir que es Dios quien toma las riendas de esta historia y ya no deben ser los hombres “soberanos” y “reyes” quienes han de imponer a otros sus caprichos y sus leyes. Dios entrega salvación y liberación por medio del profeta de Galilea. Hacía mucho tiempo que no se oía una voz profética en Israel, porque los “soberanos” de turno lo habían impedido. La soberanía de Dios también implicaba que se oyera una voz profética para interpretar la historia de las miserias humanas de otra forma y de otra manera.
III.3. ¿Qué se pide a cambio de este tiempo nuevo? ¡Conversión! Que no es simplemente “hacer penitencia”. Si traducimos de esa manera el verbo que está a la base del texto (metanoéô) le habremos quitado su sentido primero y principal: cambiar de rumbo, de camino, de horizonte, de mentalidad. Convertirse no es vestirse de saco y de ceniza. En Marcos, en el evangelio, en la predicación de Jesús, significa precisamente tomar una actitud nueva, una mentalidad creadora. Y es el segundo término el que mejor lo define: (unido a la conversión por un kai –y- “explicativo”) “creer en el evangelio”- Creer es “confiar” en las buenas noticias que vienen de parte de Dios. Esa es la conversión primera y fundamental. Sin eso no hay conversión, aunque nos vistamos de saco y ceniza.
III.4. La segunda parte del texto evangélico de hoy describe la llamada a ser discípulos (vv. 16-20) y también pone de manifiesto varias cosas: el evangelio siempre ha contado con testigos que desde el principio forman una comunidad. El anuncio del evangelio provoca decisiones personales creando comunidad y fraternidad. Jesús no es un solitario que anuncia ideas extrañas, sino alguien que llega al corazón de los hombres, hasta el punto de dejar su modo de vivir por la causa del Reino. Los que le siguen sentirán con él una experiencia nueva de vida para anunciarla a los otros («os haré pescadores de hombres»). No se trata simplemente de un Rabí que tiene discípulos para que aprendan, sino que todo eso lo deben invertir en los demás. Jesús se impone en su llamada, pero dejando libertad. El «sígueme» de Jesús, de su evangelio, es una palabra creadora, no es doctrina, no son ideas, sino que provoca un estilo de vida. Esta primera llamada de los discípulos, aunque conocidos, no debe interpretarse como el relato histórico de lo que sucedió realmente, aunque en cierta forma lo es; sino que pretende ser el apoyo directo de la reacción al anuncio de las buenas noticias del evangelio predicado por Jesús en Galilea.
Pautas para la homilía
Arrestado Juan, presentado y bautizado oficialmente Jesús, con las credenciales del Padre y del Espíritu Santo, no falta detalle alguno para que pueda dar comienzo la implantación del Reino. Ha terminado la encomienda del Precursor, se abre de nuevo el telón y comienza la obra de Jesús, la proclamación de la Buena Noticia del Evangelio. Lo hace en Galilea ahora; lo volverá a hacer allí también una vez resucitado; y, en el ínterin, allí Jesús será acogido, rechazado otras veces, y allí será también donde más tiempo dedicará en su vida apostólica. Sin proemios, prefacios ni preparaciones, Jesús comienza poniendo las bases del Reino de Dios.
No se nos dice a quién se dirige, qué público –si es que había alguno- estaba delante. Puede que la intención de Marcos sea que todo el que escuche o lea el Evangelio escuche a Jesús que va a poner el fundamento de lo que irá desgranando a lo largo y ancho de su vida pública.
* "Convertíos”
La conversión fue el tema más socorrido por Juan Bautista. Todo su bautismo lo era de conversión. Cuantos acudían a él lo hacían porque buscaban convertirse de sus pecados o vida, en el sentido que fuera, desordenada. La conversión de Jesús al comienzo de su Evangelio, es esto y mucho más. Jesús la une con la fe y con la Buena Noticia del Evangelio, algo insospechado todavía para Juan.
Comentando este texto evangélico, el Santo Padre dice: “Es particularmente oportuna la exhortación de Jesús, referida por el evangelista Marcos: “Convertíos y creed en la Buena Nueva” (1,15). El deseo sincero de Dios nos lleva a rechazar el mal y a realizar el bien. Esta conversión del corazón es ante todo un don gratuito de Dios, que nos ha creado para sí y en Jesucristo nos ha redimido: nuestra felicidad consiste en permanecer en él. Por este motivo, él mismo previene con su gracia nuestro deseo y acompaña nuestros esfuerzos de conversión”.
La conversión a la que nos invita Jesús al comenzar su Evangelio, mira a Dios. Significa buscar a Dios y, una vez encontrado, caminar con él y seguir las directrices del Reino marcadas por su Hijo, Jesucristo. Esto entraña también esfuerzo y compromiso, pero no orientado hacia la persona humana, como si fuéramos nosotros los autores y creadores de nosotros mismos, sino hacia nuestra dependencia de Dios a todos los efectos.
* “Creed la Buena Noticia”
Jesús invita y urge a la fe, a que creamos, pero no en cualquier dios, sino en la Buena Noticia, en el Abbá, en su Padre; y con los rasgos inequívocos de este Dios Padre trazados por Jesús. Dios no es una teoría ni una doctrina; es Alguien, una persona que, como toda persona, tiene gestos, palabras, detalles, que le identifican, Esto nos lo mostró Jesús con ejemplos, parábolas, gestos y milagros, pero, sobre todo, con su misma vida. Para creer en Dios Padre tenemos que creer en él, en Jesús y en el Espíritu Santo, que nos lo muestran. “Yo y el Padre somos una sola cosa” (Jn 10,30). “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, ya que no me creáis a mí, creed a las obras, para que sepáis y conozcáis que el Padre está en mí y yo en el Padre” (Jn 10,37-38).
Y si quisiéramos, más en concreto, saber qué es creer, en qué consiste la fe de la que habla Jesús, yo acudiría al mismo Evangelio, para que, después de ver sólo dos ejemplos de fe alabada por Jesús, sacáramos nosotros las oportunas consecuencias:
* Actitud del Centurión (Mt 8,5). “No soy digno de que entres en mi casa”. De tal forma quedó prendado Jesús por la actitud de este pagano, que llegó a decir: “En ningún israelita he encontrado tanta fe”. Fe que le llevó a acudir a Jesús con riesgo de perder su prestigio y quién sabe si su empleo y cargo profesional. Claramente, el centurión se fió de Jesús, confió plenamente en él.
* Actitud de la cananea (Mt 15,21). “Ten piedad de mí, Señor, Hijo de David; mi hija es malamente atormentada por el demonio”. Jesús simula que aquello no tiene nada que ver con él, y llega a tener con ella uno de los “desplantes” aparentemente más duros de todo el Evangelio: “No es bueno tomar el pan de los hijos y arrojarlo a los perrillos”. Pero, aquella mujer, que es madre y no pide para ella sino para su hija, continúa: “Cierto, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores”. Y, ante esta actitud, Jesús, una vez más, alaba la fe de esta mujer, poniéndola como modelo para todos nosotros: “Mujer, grande es tu fe. Hágase contigo como tú quieres”.
Vemos a Jesús profundamente impresionado por la fe de estas personas, oficialmente paganas, pero que se fiaron de él, que acudieron a él confiados, y cuya fe, desde entonces, es modelo para la nuestra.
* Los primeros discípulos
Cinco personajes: Jesús que llama y dos parejas de hermanos que, al ser llamados, le siguen. Primero, Simón y su hermano Andrés, pescadores más bien modestos tirando a pobres. No parece que tuvieran barca propia, sólo unas redes con las que pescaban desde la orilla. Los dos trabajaban juntos y vivían en casa de los suegros de Simón, casado con una mujer de Carfarnaún. Lo único que abandonan para seguir a Jesús son sus redes. Y, luego, Santiago y Juan, de un nivel social bastante más alto. Parece que vivían con sus padres, Zebedeo y Salomé. Zebedeo, tenía barca propia y jornaleros a su servicio. Al ser llamados, dejan a su padre en la barca con los jornaleros
A lo largo del Evangelio, Jesús mantiene una relación especial con Simón, con Santiago y con Juan. Probablemente, los tres se conocían bien desde antes de ser llamados por Jesús y mantenían ya buenas relaciones. A Simón le cambiará el nombre por el de Pedro y le apodará “roca”; y Santiago y Juan serán los “boanerges”, los hijos del trueno, por su temperamento un tanto impulsivo. Según el Evangelio, sólo estos tres acompañaron a Jesús en momentos tan importantes como la Transfiguración, la curación de la hija de Jairo y la oración en el huerto de Getsemaní.
Este grupo se irá incrementando hasta formar los Doce. Su vida con Jesús la iremos desgranando a lo largo de todo el año litúrgico. Hoy sólo nos dice el Evangelio cómo comenzó el seguimiento de Jesús, lo que llegaría a ser y sigue siendo el cristianismo
* El Reino de Dios, a cuya implantación dedicará Jesús toda su actividad y vida.
* Conversión, como condición indispensable para pertenecer al Reino.
* Fe, o lo que es lo mismo, creer la Buena Noticia del Evangelio, una vez convertidos.
* Seguimiento, como validación de fe y conversión.
* Quizá hubiera que resumirlo diciendo: convertirse para creer y seguirle, y creer para convertirse y seguirle.
Comentario bíblico
* Iª Lectura: Jonás (3,1-5.10): "Todos pueden convertirse"
I.1. La liturgia de hoy nos ofrece, como primera lectura, un texto del libro de Jonás, el profeta que debía ir a la Nínive de los asirios, prototipo del pueblo opresor, para predicar la conversión. Este libro, que ha recibido muchas interpretaciones, probablemente vio la luz en los tiempos postexílicos de Esdras y Nehemías, cuando aparece una política religiosa de xenofobia. El que se elija Nínive, la capital del imperio Asirio, es un dato muy curioso ya que es el símbolo del imperio que destruyó Israel, el reino del norte, con Senaquerib. Por lo mismo, cuando se escribe este libro no existía ya el imperio asirio; el autor, pues, hace una ficción con objeto de exponer ideas teológicas: el profeta se dirige a los opresores de todos los tiempos para llamarlos a la conversión.
1.2. No se trata todavía de una conciencia misionera de universalismo, sino que se empeña en poner de manifiesto que Dios está abierto a todos, incluso a los opresores. Esta es una afirmación dura, pero nos muestra que para Dios nada hay imposible. Desde luego, el mensaje también es para el pueblo de Israel o para todos los que, desde la seguridad de su religión, piensan que Dios debe castigar como castigamos nosotros. Israel también debe convertirse a un Dios que es capaz de perdonar a los enemigos de su pueblo. Este es el mensaje del texto de hoy: la conversión como un cambio de mentalidad radical.
* IIª Lectura: 1ª Corintios (7,29-31): "Este mundo pasará"
II.1. La segunda lectura es un texto en el que se refleja la tensión escatológica del cristianismo primitivo, y de Pablo muy concretamente. Es un texto que está en el famoso c. 7, que es una respuesta de Pablo a lo que le han preguntado sobre el matrimonio y la virginidad. Se necesitarían más presiones y matices sobre la cuestión literaria de este c. 7. E incluso no sabemos quiénes son los que piensan que es bueno no casarse, ni tener relación con mujer. Se ha hablado de una corriente gnóstica llevada hasta el extremo en algún grupo de la comunidad de Corinto como desprecio del cuerpo y de lo humano. Esta es una “vexata quaestio” que no se resuelve fácilmente. Lo que Pablo propugna es que los cristianos casados deben vivir como tales y los que han elegido la “virginidad” que sean consecuentes. Cada uno debe vivir según su elección y ninguna vida es más perfecta que la otra. Porque el referente es Dios y cada uno tiene que vivir su experiencia cristiana con sentido, en armonía y en libertad.
II.2. El texto de la lectura de hoy pretende hacer ver a su comunidad que las preocupaciones de este mundo, muy frecuentemente, nos hacen olvidar otra dimensión muy importante de la vida. Porque todos, casados o no, tenemos que vivir un mundo de armonía, de espiritualidad, de esperanza. La vida cristiana tiene en su entraña una tensión escatológica que hay que sabe vivir entre el “ya” y el “todavía no”. La experimentan unos y otros porque este mundo tira de nosotros y a veces nos atrapa. Este texto, hoy podemos entenderlo muy bien, acostumbrados como estamos a vivir las tensiones de nuestra época. Ya no existe preocupación por el final del mundo, pero vivir radicalizados en las prisas, el consumismo, la productividad, anula el equilibrio humano, la necesidad de la sabiduría interior y la felicidad verdadera.
* Evangelio: Marcos (1,14-20): "Convertirse es creer en el Evangelio"
III.1. EL evangelio de hoy, de Marcos, tiene dos partes. La primera (vv.14-15), un sumario o síntesis, centrada en lo que es el programa de Jesús cuando vino a Galilea: el evangelio de Dios. Jesús viene a proclamar buenas noticias -eso significa evangelio-, de parte de Dios. Ello supone, pues, el anuncio de un tiempo nuevo y la llegada del Reino de Dios. El segundo elemento determina al primero: el tiempo es nuevo porque el reino de Dios ha comenzado. El tiempo es nuevo porque la soberanía de Dios sobre las miserias del hombre ha de ponerse de manifiesto. Este es el empeño fundamental de Jesús: hacer posible que ese Reino, que no es un territorio, ni un poder violento o material, llegue a los hombres. Dios se compromete profundamente, por medio de Jesús, en hacer posible ese Reino de liberación y de gracia. Pero también, por nuestra parte, se necesitan respuestas: convertíos y creed en el evangelio. Eso es lo que Jesús pedía y eso es lo que se nos pide aún. Ser cristianos, pues, debe significar que en este mundo de miserias, el evangelio, como buena noticia para los que sufren, está en acción.
III.2. Si analizamos a fondo este sumario, podremos darnos cuenta de su importancia. El redactor lo pone al principio de todo, de la predicación de Galilea, porque está convencido de que cuando Jesús comienza a predicar ha llegado el tiempo nuevo tanto tiempo esperado por el pueblo de Israel. Y el tiempo es nuevo porque Jesús trae “buenas noticias” de parte de Dios, lo que se centra en ese concepto abarcante del “reino o reinado de Dios” (basileia tou theou). Jesús quiere decir que es Dios quien toma las riendas de esta historia y ya no deben ser los hombres “soberanos” y “reyes” quienes han de imponer a otros sus caprichos y sus leyes. Dios entrega salvación y liberación por medio del profeta de Galilea. Hacía mucho tiempo que no se oía una voz profética en Israel, porque los “soberanos” de turno lo habían impedido. La soberanía de Dios también implicaba que se oyera una voz profética para interpretar la historia de las miserias humanas de otra forma y de otra manera.
III.3. ¿Qué se pide a cambio de este tiempo nuevo? ¡Conversión! Que no es simplemente “hacer penitencia”. Si traducimos de esa manera el verbo que está a la base del texto (metanoéô) le habremos quitado su sentido primero y principal: cambiar de rumbo, de camino, de horizonte, de mentalidad. Convertirse no es vestirse de saco y de ceniza. En Marcos, en el evangelio, en la predicación de Jesús, significa precisamente tomar una actitud nueva, una mentalidad creadora. Y es el segundo término el que mejor lo define: (unido a la conversión por un kai –y- “explicativo”) “creer en el evangelio”- Creer es “confiar” en las buenas noticias que vienen de parte de Dios. Esa es la conversión primera y fundamental. Sin eso no hay conversión, aunque nos vistamos de saco y ceniza.
III.4. La segunda parte del texto evangélico de hoy describe la llamada a ser discípulos (vv. 16-20) y también pone de manifiesto varias cosas: el evangelio siempre ha contado con testigos que desde el principio forman una comunidad. El anuncio del evangelio provoca decisiones personales creando comunidad y fraternidad. Jesús no es un solitario que anuncia ideas extrañas, sino alguien que llega al corazón de los hombres, hasta el punto de dejar su modo de vivir por la causa del Reino. Los que le siguen sentirán con él una experiencia nueva de vida para anunciarla a los otros («os haré pescadores de hombres»). No se trata simplemente de un Rabí que tiene discípulos para que aprendan, sino que todo eso lo deben invertir en los demás. Jesús se impone en su llamada, pero dejando libertad. El «sígueme» de Jesús, de su evangelio, es una palabra creadora, no es doctrina, no son ideas, sino que provoca un estilo de vida. Esta primera llamada de los discípulos, aunque conocidos, no debe interpretarse como el relato histórico de lo que sucedió realmente, aunque en cierta forma lo es; sino que pretende ser el apoyo directo de la reacción al anuncio de las buenas noticias del evangelio predicado por Jesús en Galilea.
Fray Miguel de Burgos,op
Pautas para la homilía
Arrestado Juan, presentado y bautizado oficialmente Jesús, con las credenciales del Padre y del Espíritu Santo, no falta detalle alguno para que pueda dar comienzo la implantación del Reino. Ha terminado la encomienda del Precursor, se abre de nuevo el telón y comienza la obra de Jesús, la proclamación de la Buena Noticia del Evangelio. Lo hace en Galilea ahora; lo volverá a hacer allí también una vez resucitado; y, en el ínterin, allí Jesús será acogido, rechazado otras veces, y allí será también donde más tiempo dedicará en su vida apostólica. Sin proemios, prefacios ni preparaciones, Jesús comienza poniendo las bases del Reino de Dios.
No se nos dice a quién se dirige, qué público –si es que había alguno- estaba delante. Puede que la intención de Marcos sea que todo el que escuche o lea el Evangelio escuche a Jesús que va a poner el fundamento de lo que irá desgranando a lo largo y ancho de su vida pública.
* "Convertíos”
La conversión fue el tema más socorrido por Juan Bautista. Todo su bautismo lo era de conversión. Cuantos acudían a él lo hacían porque buscaban convertirse de sus pecados o vida, en el sentido que fuera, desordenada. La conversión de Jesús al comienzo de su Evangelio, es esto y mucho más. Jesús la une con la fe y con la Buena Noticia del Evangelio, algo insospechado todavía para Juan.
Comentando este texto evangélico, el Santo Padre dice: “Es particularmente oportuna la exhortación de Jesús, referida por el evangelista Marcos: “Convertíos y creed en la Buena Nueva” (1,15). El deseo sincero de Dios nos lleva a rechazar el mal y a realizar el bien. Esta conversión del corazón es ante todo un don gratuito de Dios, que nos ha creado para sí y en Jesucristo nos ha redimido: nuestra felicidad consiste en permanecer en él. Por este motivo, él mismo previene con su gracia nuestro deseo y acompaña nuestros esfuerzos de conversión”.
La conversión a la que nos invita Jesús al comenzar su Evangelio, mira a Dios. Significa buscar a Dios y, una vez encontrado, caminar con él y seguir las directrices del Reino marcadas por su Hijo, Jesucristo. Esto entraña también esfuerzo y compromiso, pero no orientado hacia la persona humana, como si fuéramos nosotros los autores y creadores de nosotros mismos, sino hacia nuestra dependencia de Dios a todos los efectos.
* “Creed la Buena Noticia”
Jesús invita y urge a la fe, a que creamos, pero no en cualquier dios, sino en la Buena Noticia, en el Abbá, en su Padre; y con los rasgos inequívocos de este Dios Padre trazados por Jesús. Dios no es una teoría ni una doctrina; es Alguien, una persona que, como toda persona, tiene gestos, palabras, detalles, que le identifican, Esto nos lo mostró Jesús con ejemplos, parábolas, gestos y milagros, pero, sobre todo, con su misma vida. Para creer en Dios Padre tenemos que creer en él, en Jesús y en el Espíritu Santo, que nos lo muestran. “Yo y el Padre somos una sola cosa” (Jn 10,30). “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, ya que no me creáis a mí, creed a las obras, para que sepáis y conozcáis que el Padre está en mí y yo en el Padre” (Jn 10,37-38).
Y si quisiéramos, más en concreto, saber qué es creer, en qué consiste la fe de la que habla Jesús, yo acudiría al mismo Evangelio, para que, después de ver sólo dos ejemplos de fe alabada por Jesús, sacáramos nosotros las oportunas consecuencias:
* Actitud del Centurión (Mt 8,5). “No soy digno de que entres en mi casa”. De tal forma quedó prendado Jesús por la actitud de este pagano, que llegó a decir: “En ningún israelita he encontrado tanta fe”. Fe que le llevó a acudir a Jesús con riesgo de perder su prestigio y quién sabe si su empleo y cargo profesional. Claramente, el centurión se fió de Jesús, confió plenamente en él.
* Actitud de la cananea (Mt 15,21). “Ten piedad de mí, Señor, Hijo de David; mi hija es malamente atormentada por el demonio”. Jesús simula que aquello no tiene nada que ver con él, y llega a tener con ella uno de los “desplantes” aparentemente más duros de todo el Evangelio: “No es bueno tomar el pan de los hijos y arrojarlo a los perrillos”. Pero, aquella mujer, que es madre y no pide para ella sino para su hija, continúa: “Cierto, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores”. Y, ante esta actitud, Jesús, una vez más, alaba la fe de esta mujer, poniéndola como modelo para todos nosotros: “Mujer, grande es tu fe. Hágase contigo como tú quieres”.
Vemos a Jesús profundamente impresionado por la fe de estas personas, oficialmente paganas, pero que se fiaron de él, que acudieron a él confiados, y cuya fe, desde entonces, es modelo para la nuestra.
* Los primeros discípulos
Cinco personajes: Jesús que llama y dos parejas de hermanos que, al ser llamados, le siguen. Primero, Simón y su hermano Andrés, pescadores más bien modestos tirando a pobres. No parece que tuvieran barca propia, sólo unas redes con las que pescaban desde la orilla. Los dos trabajaban juntos y vivían en casa de los suegros de Simón, casado con una mujer de Carfarnaún. Lo único que abandonan para seguir a Jesús son sus redes. Y, luego, Santiago y Juan, de un nivel social bastante más alto. Parece que vivían con sus padres, Zebedeo y Salomé. Zebedeo, tenía barca propia y jornaleros a su servicio. Al ser llamados, dejan a su padre en la barca con los jornaleros
A lo largo del Evangelio, Jesús mantiene una relación especial con Simón, con Santiago y con Juan. Probablemente, los tres se conocían bien desde antes de ser llamados por Jesús y mantenían ya buenas relaciones. A Simón le cambiará el nombre por el de Pedro y le apodará “roca”; y Santiago y Juan serán los “boanerges”, los hijos del trueno, por su temperamento un tanto impulsivo. Según el Evangelio, sólo estos tres acompañaron a Jesús en momentos tan importantes como la Transfiguración, la curación de la hija de Jairo y la oración en el huerto de Getsemaní.
Este grupo se irá incrementando hasta formar los Doce. Su vida con Jesús la iremos desgranando a lo largo de todo el año litúrgico. Hoy sólo nos dice el Evangelio cómo comenzó el seguimiento de Jesús, lo que llegaría a ser y sigue siendo el cristianismo
Fray Hermelindo Fernández, OP
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