Ya en el Antiguo Testamento encontramos relatos de milagros que están narrados precisamente para mostrar la acción poderosa de Dios a favor de su pueblo. La zarza ardiendo, las diez plagas de Egipto, las tablas de piedra, el paso del mar Rojo, el maná, las codornices, las murallas de Jericó, el Jordán que se detiene, etc. etc.
¿Cómo entender todo esto? El hombre de la Biblia no se interesaba por las leyes de la naturaleza, ni se paraba a pensar si esos relatos estaban en contra de ellas. La inmensa mayoría de las leyes no se conocían como tales. La voluntad de Dios dirigía todo el universo. Todo acontecimiento extraordinario era la manifestación del poder de Dios, no había diferencia para ellos si era natural o no.
También el tema de los milagros es uno de los más complicados que se nos plantea en los evangelios. Cualquier solución demasiado simplista puede llevarnos a la distorsión del mensaje que se nos quiere trasmitir.
La cuestión no es si Jesús hizo o no hizo milagros. Ni en su tiempo ni en ningún otro período de la historia antigua, se ha puesto en duda la existencia de hechos extraordinarios que resultaban inexplicables a la gente que los contemplaba. Los milagros en sentido amplio son el pan nuestro de cada día en todos los tiempos.
Las preguntas podrían ser:
¿Qué hizo Jesús realmente?
¿Qué intentó Jesús con esas acciones?
¿Cómo interpreto la gente los milagros de Jesús?
¿Qué intentaron decirnos los evangelistas con esos relatos?
Debemos tener claro en primer lugar, que con el nombre de milagro designamos realidades muy diversas, que difícilmente se pueden englobar en un concepto unívoco. No es lo mismo expulsar un demonio que resucitar a un muerto.
El evangelio no emplea nunca la palabra estricta de milagro en griego "thauma", sino que habla de signos ("semella") o maravillas.
Por otra parte, en tiempo de Jesús no se planteaban el milagro como lo hacemos hoy en relación con las leyes de la naturaleza. No existía la idea de causalidad, para ellos todo estaba bajo el control de la acción de Dios que hacía y deshacía según su voluntad.
Esto hay que tenerlo muy en cuenta, ir a los evangelios con nuestro concepto moderno de milagro como "acción que va en contra de las leyes de la naturaleza" es completamente descabellado y no nos permitirá ni siquiera plantear el problema; mucho menos, resolverlo.
El hecho de que una misma acción de Jesús fuera interpretada por unos como acción de Dios y por otros como acción del demonio, es tan significativa, que nos abre la primera pista para poder acercarnos al verdadero sentido de los milagros obrados por Jesús.
No hay que olvidar que Jesús después de los cuarenta días de ayuno, interpretó la posibilidad de hacer milagros como una tentación. Durante su vida pública rechaza esa tentación de hacer milagros para legitimar su persona o su mensaje. Con frecuencia se queja de que, milagros que ha realizado con otro objetivo se interpreten de esa manera. Todavía más, cuando se refiere a los falsos profetas que aparecerán al fin de los tiempos, de ellos dice que realizarán grandes signos.
Jesús realiza los signos, siempre en favor de los hombres, nunca en favor suyo. Con ello está demostrando que el reino de Dios está cerca, porque para aquella gente, la enfermedad era siempre signo de que la fuerza del mal prevalecía sobre el poder de Dios. De hecho cualquier enfermedad permanente, excluía de las relaciones con Dios. Con sus curaciones Jesús viene a demostrar que el Reino del Dios, es decir, el reinado del bien ha llegado.
Ya los profetas habían anunciado los tiempos mesiánicos como tiempos en que el bien prevalecería sobre el mal. Jesús asume esta manera de ver las cosas cuando contesta a los enviados de Juan, id y contad a Juan lo que habéis visto: los ciegos ven, los cojos andan. Les decía esto, no para que vieran lo poderoso que él era, sino para que recordaran lo que habían dicho los profetas del Mesías.
La pregunta de sí Jesús realizó milagros en el sentido estricto y moderno del término, no tiene mucho sentido. Desde luego tenemos muchas razones para ponerlo en duda, partiendo principalmente de su manera de ser y de actuar. Para Jesús, el enemigo del ser humano no es la naturaleza, sino el mal entendido como carencia de bien. La naturaleza y todas sus leyes, como obra de Dios son siempre buenas. No tiene mucho sentido que Dios tenga que rectificar su propia obra.
También partiendo del mismo concepto moderno de milagro (una acción en contra de las leyes de la naturaleza) se nos hace hoy muy complicado el aceptarlo. Este concepto se ha generalizado desde Santo Tomás.
Agustín tenía otra idea mucho más de acuerdo con nuestra manera de pensar: "Llamo milagro a lo que es contrario a la expectativa o la capacidad de aquél que lo admira".
Hoy sabemos que todo efecto es producido por una causa, pero esa, tiene que ser de la misma naturaleza para que pueda interactuar. ¿Cómo puede una energía divina actuar sobre un objeto material? Antiguamente se creía que todo estaba bajo la influencia de esa fuerza divina actuando según la voluntad puntual de Dios.
Hoy creemos que todo lo que tenía que hacer Dios ya lo ha hecho, y parece que por fin le hemos dejado descansar.
Dios es acto puro, es decir, no tiene en sí nada de potencia. Esto quiere decir que lo tiene todo hecho. "Hacer" es siempre pasar de potencia al acto, es enriquecerse. Si Dios pudiera hacer hoy algo que no hacía ayer, ayer no era Dios. Dios no puede hacer nada, no por falta de poder, sino porque lo tiene todo hecho.
Lo que intentaron los primeros cristianos con los relatos de milagros, puede no coincidir con lo que intentó Jesús, y así vemos que muchos de ellos están relatados con la expresa intención de legitimar la predicación y la persona de Jesús.
De esta manera, muchas veces, lo importante no es el relato, sino la intención de la que lo relata. Si lo que se pretende es comunicar una enseñanza, que lo que se relata se ajuste a la realidad de lo sucedido no tiene mayor importancia.
En el relato de la moneda que Pedro encontrará en la boca del pez, nadie se va a creer que sucedió así, pero quiere enseñarnos que, al que busca de verdad del reino de Dios, todo lo demás se le dará por añadidura. En realidad es una parábola.
En el pasaje de la tempestad calmada, se quiere poner de manifiesto la falta de confianza de los discípulos en su maestro. El que Jesús estuviera durmiendo, mientras ellos estaban muertos de miedo, quiere indicar que la confianza de los discípulos en Jesús aún no estaba consolidada. Por eso Jesús les echa en cara esa desconfianza; pero a la vez el descubrir que se preocupa de ellos les devuelve la fe perdida.
En realidad lo que hace Jesús es demostrarles que no es necesario el milagro, cosa que ellos estaban obligados a saber porque llevaban ya mucho tiempo con Jesús. Cuando un niño, asustado por un trueno, corre a arrojarse en los brazos de su madre, se encuentra allí a gusto y tranquilo; aunque la tormenta continúe, para el niño ha terminado...
Otra de las pistas más valiosas a la hora de interpretar lo que realmente pasó en el desarrollo de los milagros la tenemos en la insistencia de la necesidad de la fe para que el milagro se produzca, hasta el punto de decir "todo es posible al que tiene fe".
En casi todos los milagros se hace referencia a esta actitud de fe en los destinatarios del milagro; incluso se llega a decir en una ocasión: "No pudo hacer allí muchos milagros, porque les faltaba fe". En otra ocasión, la curación de la hemorroisa, la fe es la única causa del milagro.
Todo esto demuestra que el milagro no es nunca una acción unilateral de Jesús, sino una relación entre la fe, y la actitud de Jesús que responde a las expectativas de esa confianza.
También se habla con frecuencia de los efectos que tienen muchos milagros, en el aumento de la fe de los protagonistas; lo cual nos da a entender que la fe es el principio, pero también el objetivo de los milagros.
La posibilidad de interpretar los milagros desde la parasicología podía abrir un campo de reflexión interesante, pero no sé si estamos en condiciones de afrontar ese reto.
Texto recomendado:
Cuadernos bíblicos
los milagros del evangelio
por Ethienne Charpentier y otros varios autores
¿Cómo entender todo esto? El hombre de la Biblia no se interesaba por las leyes de la naturaleza, ni se paraba a pensar si esos relatos estaban en contra de ellas. La inmensa mayoría de las leyes no se conocían como tales. La voluntad de Dios dirigía todo el universo. Todo acontecimiento extraordinario era la manifestación del poder de Dios, no había diferencia para ellos si era natural o no.
También el tema de los milagros es uno de los más complicados que se nos plantea en los evangelios. Cualquier solución demasiado simplista puede llevarnos a la distorsión del mensaje que se nos quiere trasmitir.
La cuestión no es si Jesús hizo o no hizo milagros. Ni en su tiempo ni en ningún otro período de la historia antigua, se ha puesto en duda la existencia de hechos extraordinarios que resultaban inexplicables a la gente que los contemplaba. Los milagros en sentido amplio son el pan nuestro de cada día en todos los tiempos.
Las preguntas podrían ser:
¿Qué hizo Jesús realmente?
¿Qué intentó Jesús con esas acciones?
¿Cómo interpreto la gente los milagros de Jesús?
¿Qué intentaron decirnos los evangelistas con esos relatos?
Debemos tener claro en primer lugar, que con el nombre de milagro designamos realidades muy diversas, que difícilmente se pueden englobar en un concepto unívoco. No es lo mismo expulsar un demonio que resucitar a un muerto.
El evangelio no emplea nunca la palabra estricta de milagro en griego "thauma", sino que habla de signos ("semella") o maravillas.
Por otra parte, en tiempo de Jesús no se planteaban el milagro como lo hacemos hoy en relación con las leyes de la naturaleza. No existía la idea de causalidad, para ellos todo estaba bajo el control de la acción de Dios que hacía y deshacía según su voluntad.
Esto hay que tenerlo muy en cuenta, ir a los evangelios con nuestro concepto moderno de milagro como "acción que va en contra de las leyes de la naturaleza" es completamente descabellado y no nos permitirá ni siquiera plantear el problema; mucho menos, resolverlo.
El hecho de que una misma acción de Jesús fuera interpretada por unos como acción de Dios y por otros como acción del demonio, es tan significativa, que nos abre la primera pista para poder acercarnos al verdadero sentido de los milagros obrados por Jesús.
No hay que olvidar que Jesús después de los cuarenta días de ayuno, interpretó la posibilidad de hacer milagros como una tentación. Durante su vida pública rechaza esa tentación de hacer milagros para legitimar su persona o su mensaje. Con frecuencia se queja de que, milagros que ha realizado con otro objetivo se interpreten de esa manera. Todavía más, cuando se refiere a los falsos profetas que aparecerán al fin de los tiempos, de ellos dice que realizarán grandes signos.
Jesús realiza los signos, siempre en favor de los hombres, nunca en favor suyo. Con ello está demostrando que el reino de Dios está cerca, porque para aquella gente, la enfermedad era siempre signo de que la fuerza del mal prevalecía sobre el poder de Dios. De hecho cualquier enfermedad permanente, excluía de las relaciones con Dios. Con sus curaciones Jesús viene a demostrar que el Reino del Dios, es decir, el reinado del bien ha llegado.
Ya los profetas habían anunciado los tiempos mesiánicos como tiempos en que el bien prevalecería sobre el mal. Jesús asume esta manera de ver las cosas cuando contesta a los enviados de Juan, id y contad a Juan lo que habéis visto: los ciegos ven, los cojos andan. Les decía esto, no para que vieran lo poderoso que él era, sino para que recordaran lo que habían dicho los profetas del Mesías.
La pregunta de sí Jesús realizó milagros en el sentido estricto y moderno del término, no tiene mucho sentido. Desde luego tenemos muchas razones para ponerlo en duda, partiendo principalmente de su manera de ser y de actuar. Para Jesús, el enemigo del ser humano no es la naturaleza, sino el mal entendido como carencia de bien. La naturaleza y todas sus leyes, como obra de Dios son siempre buenas. No tiene mucho sentido que Dios tenga que rectificar su propia obra.
También partiendo del mismo concepto moderno de milagro (una acción en contra de las leyes de la naturaleza) se nos hace hoy muy complicado el aceptarlo. Este concepto se ha generalizado desde Santo Tomás.
Agustín tenía otra idea mucho más de acuerdo con nuestra manera de pensar: "Llamo milagro a lo que es contrario a la expectativa o la capacidad de aquél que lo admira".
Hoy sabemos que todo efecto es producido por una causa, pero esa, tiene que ser de la misma naturaleza para que pueda interactuar. ¿Cómo puede una energía divina actuar sobre un objeto material? Antiguamente se creía que todo estaba bajo la influencia de esa fuerza divina actuando según la voluntad puntual de Dios.
Hoy creemos que todo lo que tenía que hacer Dios ya lo ha hecho, y parece que por fin le hemos dejado descansar.
Dios es acto puro, es decir, no tiene en sí nada de potencia. Esto quiere decir que lo tiene todo hecho. "Hacer" es siempre pasar de potencia al acto, es enriquecerse. Si Dios pudiera hacer hoy algo que no hacía ayer, ayer no era Dios. Dios no puede hacer nada, no por falta de poder, sino porque lo tiene todo hecho.
Lo que intentaron los primeros cristianos con los relatos de milagros, puede no coincidir con lo que intentó Jesús, y así vemos que muchos de ellos están relatados con la expresa intención de legitimar la predicación y la persona de Jesús.
De esta manera, muchas veces, lo importante no es el relato, sino la intención de la que lo relata. Si lo que se pretende es comunicar una enseñanza, que lo que se relata se ajuste a la realidad de lo sucedido no tiene mayor importancia.
En el relato de la moneda que Pedro encontrará en la boca del pez, nadie se va a creer que sucedió así, pero quiere enseñarnos que, al que busca de verdad del reino de Dios, todo lo demás se le dará por añadidura. En realidad es una parábola.
En el pasaje de la tempestad calmada, se quiere poner de manifiesto la falta de confianza de los discípulos en su maestro. El que Jesús estuviera durmiendo, mientras ellos estaban muertos de miedo, quiere indicar que la confianza de los discípulos en Jesús aún no estaba consolidada. Por eso Jesús les echa en cara esa desconfianza; pero a la vez el descubrir que se preocupa de ellos les devuelve la fe perdida.
En realidad lo que hace Jesús es demostrarles que no es necesario el milagro, cosa que ellos estaban obligados a saber porque llevaban ya mucho tiempo con Jesús. Cuando un niño, asustado por un trueno, corre a arrojarse en los brazos de su madre, se encuentra allí a gusto y tranquilo; aunque la tormenta continúe, para el niño ha terminado...
Otra de las pistas más valiosas a la hora de interpretar lo que realmente pasó en el desarrollo de los milagros la tenemos en la insistencia de la necesidad de la fe para que el milagro se produzca, hasta el punto de decir "todo es posible al que tiene fe".
En casi todos los milagros se hace referencia a esta actitud de fe en los destinatarios del milagro; incluso se llega a decir en una ocasión: "No pudo hacer allí muchos milagros, porque les faltaba fe". En otra ocasión, la curación de la hemorroisa, la fe es la única causa del milagro.
Todo esto demuestra que el milagro no es nunca una acción unilateral de Jesús, sino una relación entre la fe, y la actitud de Jesús que responde a las expectativas de esa confianza.
También se habla con frecuencia de los efectos que tienen muchos milagros, en el aumento de la fe de los protagonistas; lo cual nos da a entender que la fe es el principio, pero también el objetivo de los milagros.
La posibilidad de interpretar los milagros desde la parasicología podía abrir un campo de reflexión interesante, pero no sé si estamos en condiciones de afrontar ese reto.
Texto recomendado:
Cuadernos bíblicos
los milagros del evangelio
por Ethienne Charpentier y otros varios autores
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