Al salir de la sinagoga donde acaba de predicar y de curar a un hombre, Jesús se va a casa de Pedro, muy cercana: pasa de una casa de oración a una casa corriente de la vida de sus conciudadanos. Pero “los días del hombre en la tierra son los de un jornalero… Mi herencia son meses baldíos, me asignan noches de fatiga” dice Job en la primera lectura. Pero ahora Jesús se encuentra ante el sufrimiento de la suegra de Pedro: está en la cama con mucha fiebre.En la tradición del pueblo elegido, la fiebre tiene un sentido religioso, es un castigo: “Os sujetaré… a la consunción y a la fiebre”, dice Dios a su pueblo culpable. Para nosotros que leemos este texto, la suegra de Pedro no es solamente una enferma que sufre, sino el símbolo de la condición de todos los seres humanos: todos los sufrimientos del hombre en la tierra están presentes allí. Y Jesús “se acerca a ella”. No hay formulas extraordinarias, ni gestos misteriosos: “la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles”.
No olvidemos que es un día de Sábado. Por eso hay que esperar la puesta del sol para irse a la casa de Pedro y entonces es “la población entera que se agolpaba a la puerta”. Eso es consecuencia de lo que ocurrió en la sinagoga con la curación del poseído y en casa de Pedro con la de la suegra. La multitud viene al encuentro d Jesús, y entonces “curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían no les permitía hablar”.
La Buena Noticia que se difunde atrae a las multitudes. Las de Cafarnaún se quedarán con el hambre: al día siguiente “se levantó de madrugada, se marchó al descampado, y allí se puso a orar”. Habla con su Padre y toma la decisión de marcharse a los pueblos vecinos para “proclamar la Buena Noticia”, pues ha venido para eso, para que el Reino y su mensaje estén presentes mediante su proclamación en las sinagogas y echando el espíritu maligno. Parece que estamos escuchando a san Pablo: “El hecho de anunciar el Evangelio es una necesidad que se me impone”.
Oración
El evangelio de hoy nos presenta parte de la agenda de Jesús en sábado. El domingo pasado vimos que inició la jornada yendo a la sinagoga donde participó de manera activa. Al salir se dirige a casa de Pedro. Como cualquiera de nosotros aprovecha el domingo para comer con familiares y amigos o para visitar a alguien que está enfermo. El domingo es el Día del Señor. Día dedicado al Señor que se presenta enfermo, necesitado de cariño o del Señor que goza con los encuentros familiares. El domingo es el día de estar un rato a solas los esposos y el día de tener un ratito de conversación con los hijos adolescentes, sin recriminarles nada. No es el día de negociar horarios, es el día de vencer los demonios de la incomunicación.
Que el Señor nos dé fuerzas e imaginación para llevar su mensaje a cuantos se relacionen con nosotros a lo largo de la semana.
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