Al inicio de su evangelio, Marcos presenta a Jesús curando enfermos, liberando a poseídos y purificando a leprosos.
Los especialistas llaman a esta sección «la primavera de Galilea». Son relatos que no han de ser leídos de manera superficial pues el evangelista los ha redactado para revelar en su hondura la acción salvadora de Jesús y su profunda interpelación a todos. Uno de los relatos más significativos es «la purificación del leproso» (Mc 1, 40-45) pues Jesús no sólo lo cura de la lepra, sino de todo lo que ella representaba. El texto no habla de curación, sino de «purificación» e insiste en el deseo de Jesús de verlo integrado en la convivencia.
No es fácil evocar hoy la situación del leproso en aquella sociedad judía. Ciertamente es un enfermo que sufre esta cruel enfermedad clasificada médicamente sólo en 1870. Pero es, además, un hombre «castigado» por Dios ya que la lepra era considerada como una consecuencia de graves pecados (vida libertina, homicidio, burla de la religión). Convertido en fuente de peligro y contaminación, el leproso es excluido de la convivencia y apartado del hogar y de la sociedad. Su vida no tiene solución.
El relato de Marcos es dramático. Un leproso se atreve, a pesar de todo, a acercarse a Jesús que se encuentra solo (los discípulos, al parecer, se han alejado rápidamente). El hombre, arrodillado en tierra, le invoca con fe: «Si quieres, puedes limpiarme».
¿Cuál será la reacción de Jesús, el hombre habitado por el amor insondable de Dios? El evangelista ha cuidado hasta el extremo la redacción: «Sintió lastima, extendió su mano, lo tocó y le dijo: Quiero: queda limpio». Jesús no sólo permite que se acerque, sino que él mismo lo toca y manifiesta de manera rotunda su voluntad: «Quiero: queda limpio de esta lepra».
Con su gesto, Jesús provoca una verdadera revolución. Revela que Dios no usa las enfermedades para castigar; arranca a aquel hombre del aislamiento y la exclusión, hace saltar los prejuicios y discriminaciones de la sociedad, rompe las barreras y muros que los humanos levantan entre sí, y enseña a todos que el camino acertado es el amor que lleva a la inclusión y a la convivencia fraterna.
Los excluidos y estigmatizados, marcados por la sociedad o las iglesias, hayan salido o no de cualquier tipo de «armario», habéis de conocer la Buena Noticia de Jesucristo: Cuando no encontréis un lugar digno entre los hombres, sabed que lo tenéis en el corazón de Dios. Cuando nadie os entiende, Él os comprende; cuando nadie os respeta, Él os acoge: cuando la gente os excluye, Él extiende su mano y os envuelve con su bendición.
Los especialistas llaman a esta sección «la primavera de Galilea». Son relatos que no han de ser leídos de manera superficial pues el evangelista los ha redactado para revelar en su hondura la acción salvadora de Jesús y su profunda interpelación a todos. Uno de los relatos más significativos es «la purificación del leproso» (Mc 1, 40-45) pues Jesús no sólo lo cura de la lepra, sino de todo lo que ella representaba. El texto no habla de curación, sino de «purificación» e insiste en el deseo de Jesús de verlo integrado en la convivencia.
No es fácil evocar hoy la situación del leproso en aquella sociedad judía. Ciertamente es un enfermo que sufre esta cruel enfermedad clasificada médicamente sólo en 1870. Pero es, además, un hombre «castigado» por Dios ya que la lepra era considerada como una consecuencia de graves pecados (vida libertina, homicidio, burla de la religión). Convertido en fuente de peligro y contaminación, el leproso es excluido de la convivencia y apartado del hogar y de la sociedad. Su vida no tiene solución.
El relato de Marcos es dramático. Un leproso se atreve, a pesar de todo, a acercarse a Jesús que se encuentra solo (los discípulos, al parecer, se han alejado rápidamente). El hombre, arrodillado en tierra, le invoca con fe: «Si quieres, puedes limpiarme».
¿Cuál será la reacción de Jesús, el hombre habitado por el amor insondable de Dios? El evangelista ha cuidado hasta el extremo la redacción: «Sintió lastima, extendió su mano, lo tocó y le dijo: Quiero: queda limpio». Jesús no sólo permite que se acerque, sino que él mismo lo toca y manifiesta de manera rotunda su voluntad: «Quiero: queda limpio de esta lepra».
Con su gesto, Jesús provoca una verdadera revolución. Revela que Dios no usa las enfermedades para castigar; arranca a aquel hombre del aislamiento y la exclusión, hace saltar los prejuicios y discriminaciones de la sociedad, rompe las barreras y muros que los humanos levantan entre sí, y enseña a todos que el camino acertado es el amor que lleva a la inclusión y a la convivencia fraterna.
Los excluidos y estigmatizados, marcados por la sociedad o las iglesias, hayan salido o no de cualquier tipo de «armario», habéis de conocer la Buena Noticia de Jesucristo: Cuando no encontréis un lugar digno entre los hombres, sabed que lo tenéis en el corazón de Dios. Cuando nadie os entiende, Él os comprende; cuando nadie os respeta, Él os acoge: cuando la gente os excluye, Él extiende su mano y os envuelve con su bendición.
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