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jueves, 12 de marzo de 2009

III Domingo de Cuaresma - Ciclo B: Meditación Vocacional (Juan 2, 13-25)

Publicado por Pastoral Vocacional

1. Comentario vocacional

La escena que nos presenta el evangelio de hoy dejó una gran huella en la primitiva comunidad cristiana. No es normal encontrar a Jesús realizando un gesto violento. Sin embargo los primeros cristianos no se vieron escandalizados, precisamente porque descubrieron en ello algo más. En definitiva, lo que leemos hoy es una acción de Jesús en la línea de los gestos que hacía los profetas del Antiguo Testamento, es decir, una acción llamativa y provocadora que tiene un mensaje.

El templo judío ya no se ajusta a los planes que Dios tenía sobre él. Sin embargo, podemos decir que todo lo que allí se hace resulta “necesario”: los animales para el sacrificio, el cambio de monedas pues no se aceptaban en el templo las monedas romanas… Todo es necesario, sí, pero hace que finalmente la casa del Padre se convierta en un mercado; es decir: se ha perdido el sentido y la finalidad del templo. Con su gesto, al defender el templo, Jesús defiende a su Padre y con ello aclara la relación auténtica que se ha de tener con Él.

Sin embargo la interpretación que hace Jesús de este gesto (v.17), hace que el relato se convierta en una automanifestación de Jesús mismo. Por ello Juan introduce referencias que nos conducen tanto a la muerte como a la propia resurrección de Jesús. Además, al situar la escena en el contexto la Pascua, nos ofrece también el marco de liberación de la esclavitud.

Ante los comentarios de los judíos, Jesús da como prueba de su gesto “destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (v.17), pero refiriéndose a su cuerpo, a sí mismo. Con esta expresión, Jesús anticipa ahora su muerte. Ha descubierto que su celo, su pasión por la casa y la causa de Dios, le llevaran a morir violentamente. Pero anuncia sólo su muerte sino también su resurrección (“en tres días lo levantaré”). Por ello El Resucitado se convierte en el nuevo lugar del encuentro entre Dios y los hombres.

Sabemos que Jesucristo es el centro de la experiencia de fe, de la experiencia vocacional. Ahí está la clave. Por desgracia, a lo largo de los años hemos ido “adornando” nuestra vida de fe con elementos superficiales y secundarios. Esto se da también a nivel eclesial, ya sea en nuestras comunidades religiosas como en las parroquias: ritos, costumbres, tradiciones… nos van haciendo ritualistas y olvidadizos de… Jesús. Hay que reconocer también que, a veces, nuestro trato con Dios tiene carácter “mercantilista”: hacer una promesa a cambio de una gracia, enfadarnos si no nos concede lo que pedimos… Verdaderamente tenemos necesidad de que Jesús agarre el látigo hoy también y haga ese gesto de sustitución en nuestro corazón y en nuestra Iglesia. Hoy le pedimos que sustituya todo lo secundario de nuestra experiencia de fe y vocacional, para que se ponga él mismo en el centro.

En este sentido, conviene recordar el primer mandamiento que nos presenta la primera lectura: “no tendrás otros dioses frente a mí”. Hemos de tomar conciencia de los diosecillos e ídolos que nos hemos ido creando como necesarios e imprescindibles en nuestra vida e incluso en nuestra experiencia vocacional. Demasiados apoyos que nos parecen imprescindibles. Quizá tengamos miedo de fijar nuestros ojos sólo en el Cristo crucificado, porque es un escándalo o una necedad, como nos dice San Pablo. Pero no queda otra alternativa. Para que nuestra experiencia vocacional sea verdadera y estable, ha de estar fundada en la cruz y sólo en ella, sin adornos. Quizá esto no lo entendamos al principio. Tampoco los discípulos lo comprendieron todo y tuvieron que esperar a tener la luz de la experiencia de la resurrección para interpretarlo todo desde la Escritura. Necesitamos tiempo para ir madurando nuestra fe, pero para que ese tiempo sea fecundo hemos de despojarnos de todo y quedarnos con la cruz, sólo la cruz.



2. Ideas para la homilía

- La acción profética de Jesús en el templo de Jerusalén, es un gesto de sustitución del templo como lugar de culto y encuentro con el Señor.

- Con ese gesto quedan relativizadas todas las mediaciones que nos distraen y alejan del fin primordial: el encuentro con el Señor.

- También en nuestra experiencia de fe y en nuestra propia vocación, nos hemos ido cargando de “adornos” y mediaciones que han adulterado nuestra relación de Dios, haciéndola más mercantilista.

- Jesús viene hoy a sustituir todos esos adornos para que no tengamos otros dioses frente a Él, para que nos quedemos simplemente con el Crucificado, como experiencia fundante de toda vocación.



3. Preguntas para la reflexión personal o en grupo

-¿Es Jesús y su mensaje el centro de nuestra Iglesia y de nuestras celebraciones? Explica tu respuesta.
-¿Cuáles son los adornos añadidos que le quitan protagonismo al Señor y que hay que purificar?
-¿Qué lugar ocupa Jesús en tu propia experiencia de fe?
-Cuando contemplas la cruz, ¿qué sentimientos suscita en ti?
-¿Qué experiencia tienes de que la cruz sea una escándalo y una necedad?




4. Un poco de poesía

Hazme una cruz sencilla, carpintero,
sin añadidos ni ornamentos,
que se vean desnudos los maderos
desnudos y decididamente rectos
los brazos, en abrazo hacia la tierra;
el astil, disparándose a los cielos.
Que no haya un solo adorno
que distraiga ese gesto,
ese equilibrio humano de los dos mandamientos;
sencilla, sencilla
hazme una cruz sencilla, carpintero.

(León Felipe)

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