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martes, 10 de marzo de 2009

Otra Mirada: Catástrofes antinaturales

por Enrique Pinti
publicado en LNR del 8 de marzo de 2009

Las catástrofes naturales suelen poner en evidencia otras catástrofes también naturales porque se deben a la naturaleza humana. Si uno fuera fatalista, pensaría que son avisos que Dios o el "orden superior" en el que cada uno quiera creer manda a los humanos en forma de calamidad para atraer la atención de la sociedad hacia problemas sabidos y resabidos, pero soslayados por gobernantes distraídos, divididos en subcategorías que incluyen la indiferencia, la falta de idoneidad, la corrupción y hasta el crimen organizado. Desde Nueva Orleáns, en la poderosísima potencia que es EE.UU., creadora e impulsora del consumismo en busca del "confort" (palabra en inglés para decir comodidad y buena calidad de vida), hasta Tartagal, en la Argentina de economía emergente (forma políticamente correcta para no decir subdesarrollada), pasando por las calamidades de las regiones más variadas de los cinco continentes, esos episodios terribles dejan al desnudo la enorme cantidad de pobreza (no humildad ni modestia, pobreza en el peor sentido de la palabra) en la que viven cientos de miles de personas que son víctimas de las estrecheces y privaciones más terribles, que no pueden educar a sus hijos ni darles de comer adecuadamente y con una dieta que tenga mínimos valores de nutrición, y que cuando intentan emigrar hacia los márgenes de las ciudades buscando una oportunidad son despreciados y arrastrados al crimen como única forma de vivir y trabajar, y con suerte forman villas miseria, donde se establecen las mismas reglas del resto de la sociedad enferma que se dice "normal", o sea: están los jefes, los laderos, los opositores, los honrados que buscan un trabajo decente, los rateros y asesinos que forman mafias de las que es muy difícil zafar, y los que miran para otro lado encogiéndose de hombros y diciendo: "Ma´ sí, que se maten y que a mí no me toquen".
La noticia de la catástrofe dura una semana, dos cuando más, y es barrida, superada y triturada por otras noticias, y al cabo de un tiempo nadie recuerda nada más que el sensacionalismo, y el caso puede ser objeto de algún análisis superficial de mesa de café. No debería ser así, pero nos hemos acostumbrado a decir: "Es lo que hay". Por suerte, en medio del torbellino de imágenes pavorosas de casas arrasadas, gente llorando desconsoladamente y disculpas gubernamentales, de vez en cuando surgen la sensatez y el sentido común. En el caso de Tartagal fue un hombre, ese que salvó a una niña y a su familia. Gracias a la imagen de heroísmo en medio de la catástrofe fue "noticia", pero en lugar de entrar en la onda lacrimógena con fondo de violines que es la trampa mortal que a veces, en el afán de vender "ternura en medio de la desgracia", tienden algunos medios, el hombre habló claro y fuerte, con todo el cariño y la sensibilidad del mundo, pero bien clarito dijo simplemente: "Esta tierra es rica en gas y petróleo; es inconcebible que estos cuadros de miseria, precariedad y falta de todo se den en un suelo que encierra tanta potencia y abundancia. Todo es explotado por empresas que se llevan el producto afuera o administrado mal por gobiernos que se suceden y dicen más o menos lo mismo, pero que concretamente no hacen lo que deberían hacer; acá hay paco y se consume, no sólo se comercializa; acá hay privaciones, y estas calamidades lo único que hacen es acrecentarlas y mostrar al resto de la sociedad lo que somos y lo que no deberíamos ser". No fueron las palabras textuales, pero sí el concepto puro y duro de un hombre que ni es político ni funcionario, que no busca votos, que no sobrevuela la zona del desastre en helicóptero ni escribe una columna en su departamento con aire acondicionado, como el que esto firma, ni autoridades a las que habría que regalarles "chocolate por la noticia" cuando después de ejercer el poder por años y años elaboran frases como: "Esto es pobreza estructural" o "para ver desnutridos no hace falta ir a Tucumán; acá en el conurbano se ven casos iguales" (y ellos estaban gobernando el conurbano hace diez años, cuando se acuñó esa frase para el recuerdo). No, ese hombre hablaba con los pies en el barro; no estaba de visita ni escandalizándose frente a un plasma panorámico; había salvado vidas, se había arriesgado sin que nadie le pagara ni mucho ni poco, y habló derechito y sin lagrimear, como un ser humano con todas las de la ley, esa ley que muchos no cumplen ni hacen cumplir. Y eso sí es una verdadera catástrofe.

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