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miércoles, 22 de abril de 2009

III Domingo de Pascua - Ciclo B (Lc 24,35-48): AL PARTIR EL PAN

Por José Antonio Pagola
Reconocieron a Jesús al partir el pan.

Se ha señalado con razón que los relatos pascuales nos describen con frecuencia el encuentro de Jesús Resucitado con los suyos en el marco de una comida.

Sin duda, el relato más significativo es el de los discípulos de Emaús. Aquellos caminantes cansados que acogen al compañero desconocido de viaje, y se sientan juntos a cenar, descubren a Jesús Resucitado «al partir el pan», término técnico empleado en las primeras comunidades para designar la cena eucarística.

Sin duda, la Eucaristía es lugar privilegiado para que los creyentes abramos «los ojos de la fe», y nos encontremos con el Señor resucitado que alimenta y fortalece nuestras vidas con su mismo cuerpo y sangre.

Los cristianos hemos olvidado con frecuencia que sólo a partir de la resurrección podemos captar en toda su hondura el verdadero misterio de la presencia de Cristo en la Eucaristía.

Es Jesús Resucitado quien se hace presente en medio de nosotros, ofreciéndose sacramentalmente como pan de vida.

Y la comunión no es sino la anticipación sacramental de nuestro encuentro definitivo con el Señor resucitado.

El valor y la fuerza de la Eucaristía nos viene de Jesús Resucitado que continúa ofreciéndonos su vida, entregada ya por nosotros en la cruz.

De ahí que la Eucaristía debiera ser para los creyentes principio de vida e impulso de un estilo nuevo de resucitados. Y si no es así, deberemos preguntarnos si no estamos traicionándola con nuestra mediocridad de vida cristiana.

Las comunidades cristianas debemos hacer un esfuerzo serio por revitalizar la Eucaristía dominical. No se puede vivir plenamente la adhesión a Jesús Resucitado, sin reunirnos el día del Señor a celebrar la Eucaristía, unidos a toda la comunidad creyente. Un creyente no puede vivir «sin el domingo». Una comunidad no puede crecer sin alimentarse de la cena del Señor.

Necesitamos comulgar con Cristo resucitado pues estamos todavía lejos de identificarnos con su estilo nuevo de vida. Y desde Cristo, necesitamos realizar la comunión entre nosotros, pues estamos demasiado divididos y enfrentados unos a otros.

No se trata sólo de cuidar nuestra participación viva en la liturgia eucarística, negando luego con nuestra vida lo que celebramos en el sacramento.

Partir el pan no es sólo una celebración cultual, sino un estilo de vivir compartiendo, en solidaridad con tantos necesitados de justicia, defensa y amor.

No olvidemos que «comulgamos» con Cristo cuando nos solidarizamos con los más pequeños de los suyos.

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