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viernes, 22 de mayo de 2009

Apoyo para la Homilía y la Reflexión personal: ¿Quién es el señor de mi vida?

Fiesta de la Ascensión del Señor
Por José Enrique Ruiz de Galarreta, S.J.
TEMAS Y CONTEXTOS

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LOS HECHOS DE APÓSTOLES
Son los primeros párrafos del libro. Vemos ante todo que el autor ha concebido el libro como una segunda parte de su evangelio, y lo dedica al mismo personaje, un tal Teófilo al que no conocemos. (Si es que se trata de un personaje y no de un nombre que representa a la comunidad de “queridos por Dios”)
La “tesis” de Lucas en el evangelio era: “Jesús, el hombre lleno del Espíritu”. La tesis de este segundo libro será: “la iglesia, llena del espíritu de Jesús”.
El evangelio terminaba con el relato de la Ascensión, y este libro empieza con el mismo relato. Significativamente, los dos relatos apenas coinciden. Son nuevos en este segundo relato los cuarenta días entre la Resurrección y la Ascensión y los detalles de la misma, la nube y los hombres vestidos de blanco con su mensaje. Esto indica bien que el relato de la Ascensión no está narrando hechos que vieron los ojos, sino haciendo una profesión de fe: Jesús, que había caído a lo más bajo en la cruz, es exaltado a lo más alto, “sentado a la derecha de Dios”. Esa es la fe de la primera comunidad. Por eso llamamos a Jesús “el Señor”.

LA CARTA A LOS EFESIOS
El texto es una exhortación a la vida cristiana. En él encontramos una fórmula que se ha hecho famosa y utilizamos como canto litúrgico: “Un solo Señor, una sola fe …la unidad del Espíritu, el vínculo de la paz”.
Son los signos del Espíritu de Jesús. Cuando Jesús ya no está físicamente entre sus discípulos, su Espíritu produce frutos de concordia, de unidad, nacidos de la unidad de la fe en Dios Padre y en Jesús, el único Señor.
Por otra parte, se presenta en el texto algo semejante a una “teología de la ascensión”, basado en una elucubración sobre “subir” y “bajar”, muy al gusto de aquella época. A pesar de su complejidad, muestra a las claras una idea de fondo que nos es muy útil: el carácter simbólico de “subir” y ”bajar”. “Bajar” como sinónimo de la humillación, y “subir” como sinónimo de la manifestación de divinidad.
Finalmente, se expresa la fe en la presencia del mismo Jesus, de su Espíritu, en la iglesia, alentando los carismas de todos para el bien común, para la ”edificación del cuerpo” .

EL EVANGELIO DE MARCOS
Son los últimos cinco versículos de Marcos, aunque no pertenecieran al escrito original sino que fueron añadidos más tarde. Nos llama la atención sin duda que la narración difiere notablemente de la de Lucas. Todo sucede el mismo Domingo de Resurrección, en el cenáculo. No se describe la Ascensión, como veíamos en la primera lectura. Los discípulos parecen salir inmediatamente a predicar por el mundo entero. Todas estas diferencias nos obligan a reflexionar sobre el género de estos relatos y su mensaje. El texto manifiesta un esquematismo llamativo. No describe nada: resume con imágenes la esencia del mensaje: la misión confiada a los discípulos y la fe en Jesús Señor.
Este esquematismo simbólico aparece muy bien en las señales que acompañan a los discípulos: “en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien”. Evidentemente, no son promesas de realidades físicas, sino símbolos de la fuerza del Espíritu en la lucha contra el mal.



REFLEXIÓN

Tenemos tres relatos de la Ascensión: dos de Lucas y uno de Marcos. Ni Mateo ni Juan hacen mención del “suceso”, (sin mencionar que para ambos el último encuentro de Jesús con los discípulos no sucede en Jerusalén sino en Galilea). Como hemos visto, los tres relatos que tenemos son poco coincidentes: en el Cenáculo - el mismo Domingo de Resurrección - camino de Betania - cuarenta días después….
La conclusión de esta falta de coincidencia es sencilla: los evangelistas no están haciendo un relato de sucesos sino escenificando una profesión de fe. En estos relatos todo es simbólico. Arriba es donde está Dios, como abajo están los infiernos. La nube es la velada presencia de la divinidad. Los hombres vestidos de blanco reproducen los personajes resplandecientes de la Transfiguración y los anunciadores de la Resurrección en el sepulcro. Las señales prodigiosas que acompañarán según Marcos a los que crean no les acompañaron de hecho: son los tradicionales signos de la bendición de Dios con que se viste a los profetas, a los mensajeros de Dios. Los discípulos no salieron de Jerusalén hasta mucho después, y algunos no llegaron a salir….
Es un género literario que poco tiene que ver con el relato histórico, y no debemos confundirlo, a menos que nos arriesguemos a despojar a la Ascensión de todo su significado. Los textos no nos están informando de en qué lugar se encuentra ahora Jesús, ni de cómo se marchó. Nada de esto tiene que ver con la Buena Noticia. Los textos están haciendo una profesión de fe en Jesús, como culminación del evangelio e introducción al “evangelio de la iglesia”, como se suele llamar a los Hechos.
Marcos es muy explícito: “fue elevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios”. Tres símbolos perfectos: elevado, sentado, a la derecha. Es una profesión de fe en Jesús Hijo de Dios, exaltado por encima de todo, sentado como un igual, a la derecha, en el puesto de honor. Con todo esto, el evangelio de Marcos termina como empezó:
“Comienza la Buena Noticia de Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios”. La Ascensión completa por tanto el mensaje de la Resurrección y hace más explícita la fe en Jesús. Proclama que Jesús es el Hijo, el Predilecto, el hombre al cual Dios ha exaltado y lo ha sentado, como Hijo, a su derecha.
Nuestra mentalidad tiende inmediatamente a preguntarse ¿qué sucedió?. Queremos ante todo saber dónde tuvo lugar este suceso, cuándo sucedió, y qué sucedió exactamente. Y esto es una mala postura previa para la lectura de cualquier texto. La pregunta correcta es "¿qué nos quiere decir el autor con este relato?". Mirándolo desde este punto de vista, los textos son fuertemente coincidentes, mientras que desde nuestra curiosidad por el mero suceso parecen fuertemente divergentes.
El mensaje único de todos los textos es simple: Jesús exaltado como Señor encomienda a los discípulos su misión.

TEMA PRIMERO: LA EXALTACIÓN.
Es el tema en que culmina el mensaje de la Resurrección. La Resurrección es presentada siempre como el triunfo sobre la muerte, la liberación del poder del mal. La Ascensión representa la exaltación definitiva, la consagración como Señor. Corresponde, por oposición, a la humillación que representa "despojarse de su condición divina", "hacerse pecado", "humillarse hasta la muerte y muerte de cruz".
Es el triunfo último, la proclamación de Jesús Primogénito en quien se revela todo el designio de Dios: su aceptación de la voluntad de salvación del Padre, que pasa por la humillación para llegar a la plenitud.
La humillación es presentada con la simbología básica del "descenso": "bajó del cielo", "descendió a los infiernos".... Paralelamente, la exaltación es presentada con la simbología básica del ascenso: "subió a los cielos". Pero esta exaltación no es simplemente la de un hombre. Es la manifestación definitiva del Hijo, y por tanto, es acompañada con los signos acostumbrados de las teofanías: la nube, la voz, los hombres de vestidos resplandecientes, la "situación definitiva" como Rey del Universo, "sentado a la diestra de Dios".
Encontramos por lo tanto en estos relatos el último acto de fe de los testigos en Jesús, obediente hasta al muerte y muerte de cruz por cumplir la misión recibida del Padre, que ocupa "su lugar", el que le corresponde por naturaleza.

TEMA SEGUNDO: LA MISIÓN.
El esquema seguido por los evangelistas es un clásico en las "vocaciones de misión” de toda la escritura. Cuando Dios envía a Moisés al Faraón, cuando elige a Jeremías, se repite el mismo esquema de estos textos de la Ascensión: Yo, con el poder de Dios, te elijo y te envío, y estaré contigo.
Es evidente que en los textos de la Ascensión Jesús se pone en el lugar de Dios. Así, la Misión aparece como el elemento fundamental de los relatos: la misma misión de Jesús, recibida del Padre, es la misión de los discípulos, recibida de Jesús, el Hijo. Los autores nos proponen ante todo el resumen final de la fe: la fe en Jesucristo, Dios con nosotros Salvador, resumen de toda nuestra fe y fundamento de nuestra misión.
Y eso es lo que verdaderamente sucedió: que Jesús, la Palabra del Padre, puso su tienda entre nosotros, despojándose de su rango, hecho obediente hasta la muerte y muerte de cruz, por lo cual Dios le exaltó y está sentado a la diestra de Dios, dejándonos a nosotros la fuerza de su Espíritu para que llevemos a cabo en el mundo la Misión que su Padre le encomendó. Esa es la realidad, el sentido verdadero de lo que los ojos vieron.
A nosotros, sabios y civilizados occidentales, que medimos la verdad de todas las cosas según estén o no de acuerdo con nuestro modo de pensar y de expresar, no nos gusta el género “evangelio”. Hubiéramos preferido que los evangelistas se limitaran a ser cronistas, que contaran solamente lo que los ojos vieron, lo que oyeron los oídos, dejándonos a nosotros toda interpretación. Pero los evangelios no son así: interpretan lo que vieron los ojos, expresan su fe y lo hacen muchas veces con símbolos, que nosotros confundimos con relatos de sucesos.
Pero no se trata de que nos guste. Se trata de que la Palabra está siempre encarnada, y de que ésta es la manera de expresarse de aquellos hombres que fueron los que nos expresaron la palabra. Y nosotros no somos jueces, sino oyentes de la Palabra encarnada, encarnada en la cultura, los sistemas literarios y los modos de expresión de los que fueron Testigos de Jesús, creyeron en Él y nos transmitieron sus experiencias y su fe.


PARA NUESTRA ORACIÓN

Expresándonos en formas tan diversas, perteneciendo a tan diferentes culturas, utilizando símbolos o conceptos, estamos unidos en una sola fe en el mismo Señor, en un solo Dios, el Padre revelado por Jesús, comprometidos en la misma misión. hacer de la humanidad el Reino del Padre. Este Jesús exaltado en lo alto es, para todos nosotros, el Señor, el único Señor. Y es la pregunta que se nos propone, acuciante y definitiva, en el final del Tiempo de Pascua:

¿quién es el señor de mi vida? ¿A quién sirvo, a quién venero, a quién adoro por encima de todas las cosas?

“Jesucristo, nuestro Señor” no significa que Él es el Amo, que es alguien muy importante, sino, sobre todo, que es nuestro Señor, mi Señor, el que define mis criterios, el que marca mis valores, el que confiere sentido a mi vida, aquél en quien he puesto mi confianza, aquél de quien me fío para poder llamar a Dios “papá”.
* * * * *
Es propio de esta fiesta, y común en la tradición de la Iglesia, aplicarnos la Ascensión y sus símbolos, siguiendo la frase de Pablo: “Los que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de arriba”. La idea, expresada en este símbolo tan sencillo, es de amplia aplicación a nuestra espiritualidad.
¿De dónde eres? – No soy de aquí, estoy aquí de paso, soy “de arriba”.
Pero esto se entiende a veces como una negación, como una traición, y es al revés, es una llamada a más, a una plenitud. Nuestro ser “está escondido con Cristo en Dios”.
Nuestra íntima esencia es ser caminantes. “Aún no se ha manifestado lo que seremos; cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos cara a cara”.
Es importante la Ascensión de Jesús como manifestación de nuestra propia naturaleza. La Ascensión manifiesta la verdadera naturaleza humana de Jesús, que no se termina en lo que nosotros llamamos verdadero hombre, sino que manifiesta lo que es un verdadero ser humano, en plenitud, realizado en Dios, sentado a su derecha. Es el hombre Jesús el que está sentado a la derecha de Dios. Y somos nosotros los que estamos destinados a “ser semejantes a Él” a “verle cara a cara”.
La Ascensión de Jesús nos propone un acto de fe en nosotros mismos, en la humanidad, que no es un ser de tierra destinado a la tierra, es un proyecto de hijo, destinado a una plenitud como la de Jesús, que revela así la grandeza de lo humano, mucho más allá de las expectativas que el ser de tierra puede imaginar.
Refiriéndonos a Jesús, muchas veces nos hemos planteado la pregunta :¿quién es este hombre? En la Ascensión, esta pregunta se cambia por otra aún más importante:
¿quién soy yo?. Jesús sentado a la derecha del Padre tiene la respuesta: tú eres alguien destinado a ser hijo, sentado a la derecha del Padre. La Ascensión se convierte así en revelación de la esencia humana, fundamento de su dignidad.
La Ascensión es el triunfo final del crucificado, anticipo del triunfo final de la humanidad. La obra de Dios llega a su destino en su Primogénito, el primero de los hijos en quien se manifiesta ya el éxito definitivo del Amor Todopoderoso.


S A L M O 6 3 y 1 1 7
Es un poema en que se reconoce nuestra necesidad de Dios y se desea ardientemente su presencia y su gracia, y que sea conocido por todos.

Oh Dios, Tú eres mi Dios, a Ti te busco.
Mi alma tiene sed de Ti,
por Ti se estremece mi carne,
tierra seca, agrietada, sin agua.
Mejor es tu amor que la vida.
Mis labios cantarán tu alabanza.
Yo quiero bendecirte mientras viva
y levantar mis manos a tu Nombre.
Acostado en mi lecho, pienso en Ti
en Ti medito cuando velo en la noche,
en Ti, que fuiste mi auxilio,
y me alegro a la sombra de tus alas.
Mi alma se cobija junto a Ti
y tu diestra me sirve de apoyo.
Alabad al Señor, todos los pueblos,
que le bendigan todas las naciones,
porque es fuerte su amor para con todos,
porque su verdad es para siempre.

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