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viernes, 29 de mayo de 2009

Apoyo para la Homilía y la Reflexión personal: Pentecostés


Por P. José Enrique Ruiz de Galarreta, S.J.
TEMAS Y CONTEXTOS

EL TEXTO DE LOS HECHOS.
EL texto de Lucas marca el principio de la "explosión de la iglesia". Hasta este momento, la comunidad de creyentes en Jesús ha vivido concentrada en sí misma, guardando el recuerdo del Señor. En este momento se va a convertir en comunidad misionera, por la fuerza del Espíritu de Jesús. Los símbolos son lo de menos: el viento, las lenguas de fuego, el don de lenguas, son las señales externas que simbolizan la presencia del espíritu y de la universalidad del mensaje. Pero el hecho es cierto: aquellos pocos y tímidos seguidores de Jesús se convierten en apóstoles y profetas y se lanzan a anunciar a Jesús Resucitado al mundo entero.
La fe de los discípulos sufrió el tremendo desafío de la muerte en cruz, resucitó en la experiencia pascual, y ahora llega a la plenitud de su sentido: se convierten en testigos, misioneros, esparcidores del espíritu de Jesús. Esto es lo que constituye el nacimiento de la iglesia: no solamente que creen en Jesús y guardan su memoria, sino que se hacen testigos, presencia viva del espíritu de Jesús en el mundo.
Es necesario recordar quiénes son los que reciben el Espíritu. Los textos de Hechos que hacen referencia a esto son tres. El primero, la descripción de la primera comunidad inmediatamente después de la Ascensión:
(C.1)|v12 Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que dista poco de Jerusalén, el espacio de un camino sabático.
|v13 Y cuando llegaron subieron a la estancia superior, donde vivían, Pedro, Juan, Santiago y Andrés; Felipe y Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago de Alfeo, Simón el Zelotes y Judas de Santiago.
|v14 Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.
El segundo, otra descripción de la comunidad que introduce la elección de Matías:
(C.1)|v15 Uno de aquellos días Pedro se puso en pie en medio de los hermanos - el número de los reunidos era de unos ciento veinte - y les dijo:... El tercero, la primera línea del texto que hoy comentamos: (C.2)|v1 Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar.
Una perversa tergiversación de estos textos reduce la infusión del Espíritu a los Doce, o, como mucho y por obre de piadosos pintores, a los Doce presididos por María, la madre de Jesús. Un buen ejemplo es la EXHORTACIÓN APOSTÓLICA “PASTORES GREGIS”, de Juan Palo II, 16 de octubre de 2003, en que, refiriéndose a los Obispos, afirma:
La especial efusión del Espíritu Santo que recibieron los Apóstoles por obra de Jesús resucitado (cf. Hch 1, 5.8; 2, 4; Jn 20, 22-23), ellos la transmitieron a sus colaboradores con el gesto de la imposición de las manos (cf. 1 Tm 4, 14; 2 Tm 1, 6-7). Éstos, a su vez, con el mismo gesto, la transmitieron a otros y éstos últimos a otros más. De este modo, el don espiritual de los comienzos ha llegado hasta nosotros mediante la imposición de las manos, es decir, la consagración episcopal, que otorga la plenitud del sacramento del orden, el sumo sacerdocio, la totalidad del sagrado ministerio. Así, a través de los Obispos y de los presbíteros que los ayudan, el Señor Jesucristo, aunque está sentado a la derecha de Dios Padre, continúa estando presente entre los creyentes.
Los textos que se eligen son:
HECHOS 1|v8 sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.»
Juan 20. |v21 Jesús les dijo otra vez: « La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío. » |v22 Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo...
Que le sirven al autor para eludir la efusión del Espíritu a la comunidad entera y hacer a la jerarquía único receptor del Espíritu. Desgraciadamente estamos acostumbrados a estas manipulaciones interesadas de los textos.

EL TEXTO DE GÁLATAS
Pablo indica varios temas de extrema importancia en nuestra espiritualidad: el antagonismo espíritu-carne, el antagonismo entre La Ley-El Espíritu, los frutos del Espíritu, vivir según el Espíritu. Vamos a detallarlos, como un resumen de nuestra fe y nuestro modo de vivir.
Pablo utiliza el término "la carne" de manera semejante a como Juan utiliza el término "el mundo" o "las tinieblas", aunque en un sentido más interior. Se trata de la oposición al Espíritu, la resistencia a Dios, desde dentro o desde fuera del ser humano. Nosotros podríamos hablar de "el pecado", en su manifestación más interior o en sus consecuencias sociales.
"La carne" es pues lo que nos aparta de Dios. Creo que podríamos hablar correctamente si lo identificáramos con "el pecado original", eso que sentimos en nosotros como contrapuesto a la acción de Dios, a nuestra propia conveniencia, incluso a lo que deseamos. Pablo lo expresa de manera dramática en Romanos 7. La lectura de este texto puede ser una hermosa fuente de meditación, aplicándonosla personalmente.
Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco. Y, si hago lo que no quiero, … en realidad, ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí.
… En efecto, querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el realizarlo, puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero. Y, si hago lo que no quiero, no soy yo quien lo obra, sino el pecado que habita en mí.
Descubro, pues, esta ley: aun queriendo hacer el bien, es el mal el que se me presenta. Pues me complazco en la ley de Dios según el hombre interior, pero advierto otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi razón y me esclaviza a la ley del pecado que está en mis miembros.
¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte? ¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor! (Rm 7:9-25)
Esta es, posiblemente, la mejor descripción de nuestra condición humana, y esto es lo que nos hace descubrir que el concepto de pecado - perdón que se desprende del Evangelio, el que tantas veces hemos manejado en nuestras celebraciones de la Reconciliación, no es simplemente la afirmación de la bondad de Dios, sino un profundo mensaje sobre la psicología del pecado. El pecado es la “fuerza de gravedad” que nos impide ir hacia Dios. Mucho más que culpa es carga, esclavitud, y por eso, más que de perdón hay que hablar de liberación. Por eso se llama Jesús, el Salvador.
Una vez más, el Evangelio no es un ligero barniz que se añade a lo humano: es tomar al ser humano desde lo más profundo, tal como es, y hacer posible que se oriente a Dios.
Este es el primer fruto del Espíritu de Jesús. La liberación: otra hermosa imagen: prisioneros de la carne, prisioneros de la tierra, disminuidos, pájaros enjaulados, hechos para volar, que esperan poder dejarse arrastrar por el viento. Este es el Espíritu, el Espíritu del Hijo, el Espíritu de los hijos, el que nos rescata de la esclavitud de la tierra y nos abre el horizonte luminoso de los Hijos:
Para Pablo, la vida es una lucha entre la carne y el Espíritu, entre esa “fuerza de gravedad” que nos atrae hacia abajo y el Viento de Dios que nos hace elevarnos, dejarnos “animar” por ese Aliento. Pablo muestra la oposición de las dos vidas: la vida según la carne ha sido crucificada: no nos dedicamos a eso, aunque nuestra carne nos lo pida. Vivir en el espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí... Todo lo cual está muy por encima de la ley, que sólo urge nuestros comportamientos externos. Es un resumen perfecto de la esencia del evangelio: vivir como hijos/hermanos, eso es ser testigos de Jesús.

EL EVANGELIO DE JUAN
Profundiza en la misma noción de Espíritu. Es el espíritu de Jesús, el que viene del padre, el Espíritu de Dios que actúa en el mundo través de Jesús y a través de todos nosotros. Este texto nos sirve para hacer un acto de fe en la iglesia, en todos nosotros que formamos la iglesia. No vivimos solamente del recuerdo de Jesús, de la meditación de sus palabras. Vivimos de la presencia alentadora del Espíritu en nosotros. Ese espíritu de Jesús se está manifestando continuamente en la Iglesia entera, manteniendo viva a la iglesia, haciéndonos vivir como testigos. Es la acción creadora de Dios, la que saca al mundo del caos desde el principio, la que lleva el mundo a su consumación, la fuerza de Dios que sopló como un huracán en Jesús y sigue soplando en la iglesia y en todas las personas de buena voluntad, para llevar al mundo a su plenitud.


REFLEXIÓN

Estos textos ofrecen la oportunidad de reflexionar sobre "nuestro espíritu". ¿Qué espíritu nos empuja? ¿Cuál es el viento que nos lleva, de dónde y a dónde sopla? ¿Es el viento de Dios, es el viento de Jesús? ¿Somos capaces de reconocer los diversos vientos que agitan nuestra alma? Vamos a dedicar la oración de hoy a la meditación sobre el texto de Pablo, intentando profundizar y hacer más nuestro el sentido de la palabra "EL ESPÍRITU DE JESÚS"
El mismo Pablo lo expresa estupendamente en la carta a los romanos: En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados.
Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros. Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. …
Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo. (Romanos 7 y 8)
Dios es por tanto "el Viento Creador, Salvador, Consumador". No un Señor exterior y lejano, sino la fuerza más íntima de mi ser, la fuerza que me hace vivir, la fuerza salvadora de mi vida.
Espíritu. Una hermosa imagen. Espíritu es palabra griega; podemos –debemos traducirla.
Significa “viento”. En sentido más amplio que el que tiene entre nosotros: viento, aliento vital … Desde pequeños decíamos: “¿qué es el viento? – el aire en movimiento”. Y ahora decimos: “¿Qué es el Espíritu? – el Padre en movimiento”.
El aire está ahí, en él vivimos, nos movemos y existimos (Hechos 17,28), pero ni siquiera nos damos cuenta de que lo respiramos, de que es “el aliento de nuestra vida” … hasta que se mueve, hasta que sopla. Entonces nos damos cuenta de que es una de las fuerzas vitales más definitivas. La luz, el agua, el viento, tres preciosos símbolos de Dios, de Dios para nosotros. Dios no es líquido, ni emite resplandores, ni levanta polvaredas; pero sin Dios mi vida es estéril, no sé distinguir caminos de zarzales, me siento varado y pasivo. Imágenes de Dios y de mi vida, hablar de Dios con imágenes, deslumbrante secreto de la Escritura. Hablamos de Dios sensible, hablamos de que las cosas hablan de Dios, de que podemos levantar el corazón a Dios desde el agua, desde la luz, desde el viento, como hacia Jesús, el mejor contemplativo, cuando veía a Dios en todas las cosas y con todas las cosas hablaba de Dios.


PARA NUESTRA ORACIÓN

1.- MI VIDA Y EL VIENTO
La lectura de San Pablo es difícil sólo aparentemente. Una vez introducidos en su manera de hablar, es un universo luminoso, y vemos que él sí había entendido y estaba lleno del Espíritu de Jesús. La carne y el espíritu, la tierra y el viento, lo pesado y la fuerza, lo estéril y lo fecundo… Leer nuestra vida a la luz de esta preciosa imagen.
El Viento arrastra, empuja. Nuestra vida es navegar, pero no sólo por nuestro esfuerzo: contamos con la fuerza del Viento. Es así, precisamente, como describe y explican los evangelistas al mismo Jesús: “arrastrado por el Espíritu”, es decir, arrastrado por el Viento. Como un velero que ha sido capaz de tender las velas dejándose arrastrar por el Viento de Dios. Por eso le llamamos “el hombre lleno del Espíritu”.
La carne vuelve a la tierra, su destino es la muerte; el Viento se levanta, hace volar.
Nuestros tesoros no están en la tierra, ni nuestro destino es el destino de toda carne.
Llenar de Espíritu cada minuto de la vida, poner sal en cada momento, para que cada una de las situaciones de la vida cotidiana, a menudo tan intragables, se hagan gustosas; regar cada situación, cada actuación, para que el desierto de lo cotidiano y lo vulgar se haga fecundo para que reverdezca el desierto.

2.- DISCERNIR ESPÍRITUS EN NUESTRA VIDA.
Pablo ha dividido fuertemente nuestras actuaciones y nuestros deseos: proceden del Espíritu de Jesús o "de la carne", lo perecedero, lo que nos pesa y nos carga. Leer nuestra vida, ver qué espíritu nos guía. Mejor hacerlo de lo concreto a lo general, empezando por leer ante Dios el día de hoy, mirando qué espíritu nos ha guiado. Ignacio de Loyola se convirtió a Dios reflexionando sobre los distintos “vientos” que recorrían su alma, y diferenciándolos: el viento de las hazañas caballerescas, de mujeres, batallas, honores, parecía entusiasmarle en el momento, pero le dejaba
inquieto y descontento. El Viento que le empujaba a dejarlo todo para imitar la vida de Jesús y de sus santos le inquietaba y le preocupaba, pero le producía paz, le dejaba contento y animado… Y se dejó arrastrar por El Viento.
Ignacio daba mucha importancia al examen de conciencia: ¿Qué Viento me ha arrastrado hoy? ¿Un viento “terral”, que ha puesto mis ilusiones en lo que perece, en lo que no crea humanidad, en lo que no me realiza sino que solamente me satisface un poco?. ¿Un viento que me ha hecho más o menos persona? ¿Un viento que ha creado algo de humanidad o que ha hecho crecer el dolor del mundo? …

3.- ¿DÓNDE ALIMENTO EL ESPÍRITU?
Podemos pedir a Dios "¡Oh Señor, envía tu Espíritu!", pero debemos buscarlo, alimentarlo. Para esto es nuestra oración, la lectura frecuente del Evangelio, la participación activa en la Eucaristía... y el compromiso en servicios concretos que mantengan vivo nuestro espíritu de servicio. Examinar ante Dios si cultivo esa planta o espero que crezca sola, o me conformo con que no crezca...


O R A C I O N

Ven, Espíritu Creador,
visita el corazón de tus hijos.
Llénalos de tu fuerza,
Tú que los has creado.
Tú que eres el Salvador,
regalo del mismo Dios,
fuente viva, fuego, amor,
dulzura y fuerza de Dios.
Da luz a nuestros sentidos,
pon amor en los espíritus,
llena de tu fortaleza
la debilidad de nuestras vidas.
Aleja nuestros temores,
concédenos la paz,
haz que, guiados por Ti,
nos liberemos del mal.
Haz que conozcamos al Padre,
que comprendamos a Jesús,
y que siempre creamos
en Ti, Espíritu de la vida.
Demos gracias a Dios Padre
y al Hijo, Jesús resucitado,
y al Espíritu vivificador,
por los siglos de los siglos.

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