INTRODUCCIÓN
Celebradas la tres grandes fiestas, (Pentecostés, Trinidad y Corpus) con las que rematamos el tiempo pascual, retomamos el “Tiempo Ordinario”, que nos llevará hasta el final del año litúrgico. Como sabéis, este ciclo B está dedicado al evangelista Marcos, que es el evangelio más antiguo y también más simple y más fresco.
CONTEXTO
Leemos hoy el final del capítulo 4. Si no explicamos un poco de qué va, da la sensación de tomar un tren en marcha sin saber de donde viene ni a donde va.
Después de enseñar en Cafarnaum y sus alrededores, dejando bien clara la reacción de los jefes religiosos, de los que le siguen e incluso de sus familiares, narra Marcos en el capítulo 4 varias parábolas y termina con el relato de la tempestad calmada, que acabamos de leer.
Se trata de un milagro muy complicado. Los milagros, llamados de naturaleza, son los que menos visos tienen de responder a hechos reales. Están tan cargados de simbolismos que no es probable que partan de un suceso concreto para justificar la narración.
La Biblia utiliza varias palabras griegas para expresar lo que nosotros denominamos milagro:
“thauma” = maravilla,
“dynameis” = portento,
“teras” = prodigio,
“semeion” = signo.
Para más inri, el concepto de milagro que manejamos hoy, no existía en aquella época. Con estos datos, la confusión está asegurada.
No tiene ningún sentido preguntarnos hoy si los evangelios nos hablan de milagros (tal como los entendemos hoy). Pero tampoco tiene sentido poner en duda que Jesús hizo milagros (tal como lo entendían entonces).
Muchas de las actuaciones de Jesús fueron consideradas milagros, incluso por sus adversarios. La palabra “milagro” viene del latín “miraculum”, que significa hecho asombroso, admirable; nada que ver con lo que entendemos hoy por milagro.
Lo que nos importa hoy, es descubrir el verdadero sentido de esa manera de hablar. El milagro era un modo de expresarse, comprensible para todos los que vivían en tiempos de Jesús. No estoy tan seguro de que hoy lo entendamos correctamente.
Decía Evely: “Nuestros mayores creyeron a causa de los milagros, nosotros creemos a pesar de ellos”.
EXPLICACIÓN
El significado general del relato está en la apertura del mensaje de Jesús a todas las gentes. Jesús pide a los discípulos que vayan a la otra orilla. Ya tenemos el primer simbolismo. Está haciendo referencia al paso del mar Rojo y la travesía del desierto. Aquellos pasos, a pesar de los peligros que supusieron, les llevaron a la tierra prometida.
Están en el mar de Galilea y la otra orilla era tierra de gentiles. Es una invitación a la universalidad del mensaje, más allá del ámbito Judío, que se opone a la apertura. La primera tormenta que se desató en el seno de la primera comunidad cristiana, que nos narra el Nuevo Testamento, fue precisamente por el intento de apertura a los paganos.
Al hablar de la tempestad, está haciendo referencia a Jonás. Por cierto, también Jonás se echó a dormir cuando empezó la tormenta, y también fue increpado por el capitán por estar durmiendo mientras ellos estaban muertos de miedo.
Por otra parte, el mar es en la Biblia, símbolo del caos, lugar tenebroso de constantes peligros. Dominar el mar era exclusivo de Dios.
Con estos elementos, podemos sacar la enseñanza simbólica. El mensaje de Jesús tiene que llegar a todos los hombres, pero no se conseguirá si no se abandona la falsa seguridad de pertenecer a un pueblo elegido; y a través de constantes luchas con las fuerzas del mal. Jesús manifiesta su poder sobre la tempestad como símbolo del mal.
El verdadero mensaje del relato es la tranquilidad de Jesús en medio de la tormenta. Mientras todos estaban muertos de miedo, él dormía tranquilamente... Hay que tener en cuenta que se llamaba también “cabezal” a la especie de almohada donde se colocaba la cabeza de un muerto. “Dormir” y “cabezal” están haciendo clara referencia a una situación pospascual.
La primera comunidad tiene claro que Jesús está con ellos pero de una manera muy distinta a cuando vivía. Aunque no lo vean, tienen que seguir confiando en él.
“¿No te importa...?” La necesidad extrema les obliga a pedir ayuda a Jesús como último recurso. Las palabras que le dirigen nos indican su estado de ánimo. No dudan que Jesús pueda salvarlos, dudan que esté interesado en hacerlo, lo cual es el colmo de la desconfianza. Es dudar de su amor. Esta actitud es la que Jesús reprocha a los discípulos. Siguen necesitando de la acción externa para encontrar la seguridad.
“Increpó al viento y dijo al mar: ¡Cállate!”. Son las mismas palabras que Jesús dirige a los espíritus inmundos cuando los expulsa. Además en singular, como queriendo personalizar al viento. Recordad que la palabra “ruah” (viento) es la misma que significa espíritu. Viento que perjudica, equivale a mal espíritu. El “poder” de Jesús se dirige contra la fuerza del mal, no contra los elementos, que aunque sean hostiles, nunca son malos.
“¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe? No son preguntas, sino constataciones de una evidencia palpable. Ni confiaban en sí mismos ni confiaban en él.
Aquí tenemos otra clave para la reflexión. Confiar en un Dios que está fuera y actuará desde allí, nos ha llevado siempre al callejón sin salida del infantilismo religioso.
Una vez más queda manifiesto que, en la Biblia, la fe no es la aceptación de unas verdades teóricas, sino la adhesión confiada a una persona. Jesús les acusa de no confiar, ni en Dios ni en él.
¿Quién es este? El miedo y la pregunta final de los apóstoles, deja bien a las claras que no habían entendido quién era Jesús. El relato no tiene en cuenta, que Marcos ya había adelantado varios títulos divinos aplicados a Jesús desde la primera línea de su evangelio: “Orígenes de la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios”.
Queda demostrado que no vale una respuesta intelectual. Lo que es Jesús, no hay manera de mostrarlo ni demostrarlo. El descubri¬miento tiene que ser experiencia personal de la cercanía de Jesús.
APLICACIÓN
A todos nosotros nos invita hoy el evangelio a cruzar a la otra orilla. Estamos tan seguros en nuestra orilla que no será fácil que nos arriesguemos a cruzar el mar. Ni siquiera estamos convencidos de que exista otra Orilla, más allá de las comodidades y las seguridades que tenemos. Sin embargo, nuestra meta está al otro lado del riesgo y del peligro.
La falta de confianza sigue siendo la causa de que nos atrevamos a dar el paso. No terminamos de creernos que Él va en nuestra propia barca.
No es el miedo de los discípulos, primero a la tormenta misma y después al poder de Jesús para calmarla, lo que nos tiene que hacer reflexionar. El verdadero mensaje de Jesús es que debemos confiar siempre, aunque nos parezca que Dios se ha ausentado y no se preocupa de nosotros.
Para Jesús, el enemigo del ser humano no es la naturaleza, sino una falsa visión de la misma. La naturaleza y todas sus leyes, como obra de Dios, son siempre buenas. No tiene sentido que Dios tenga que rectificar su propia obra para hacer que los hombres le descubran y confíen en Él.
Flaco favor haría Jesús a sus discípulos si accediera a entrar en la dinámica del Dios que pone su poder al servicio de los buenos, incluso contra las fuerzas naturales cuando están en contra de nuestros intereses.
La dinámica de Jesús es muy distinta. Les habla de un Dios que se identifica con ellos en todas las circunstancias.
El libro de Job planteó una cuestión muy seria, pero la solución que le da, está muy lejos de ser la adecuada. Dios tiene que devolver a Job todo lo que le había quitado para que su fidelidad sea creíble. Ese Dios materialmente útil sigue siendo el poderoso que tratamos de poner a nuestro servicio.
El Dios en quien Jesús confió, no fue el que se manifiesta en acciones espectaculares a favor de los buenos, sino el dios escondido en quien hay que confiar aunque esté ausente. Dios está siempre dormido. Su silencio será siempre absoluto. Ni tiene palabras ni tiene instrumentos para hacer ruido.
Mientras no entremos por esta dinámica y lo busquemos en el silencio, puede que nos hagamos la ilusión de haber encontrado al dios que buscamos, pero será nuestro propio ídolo.
No son las acciones espectaculares de Dios, las que nos tienen que llevar a confiar en Él. Cuando una persona dice: yo amo mucho en Dios porque me ha concedido todo lo que le he pedido, estamos ante un autoengaño nefasto para la vida espiritual.
El maestro Eckhart decía que tomamos a Dios por una vaca de la que podemos sacar leche y queso. Pero también decía que utilizamos a Dios como una vela para buscar algo; y cuando lo encontramos, tiramos la vela. La idea de un Dios poderoso que pone su poder a mi servicio si me porto bien, es perniciosa para la vida espiritual.
No se trata de confiar en otro, sino de confiar en que Él está más cerca de mí que yo mismo. Recordad lo que hemos dicho sobre el ágape. Sólo si nos sentimos embebidos en Dios podremos sentirnos seguros.
El texto nos invita a preguntarnos como los apóstoles: ¿Quién es Jesús? Si no nos hacemos esta pregunta desde lo hondo, vitalmente, nunca llegaremos a ser verdaderos cristianos. La experiencia de su presencia silenciosa es la clave de todo seguimiento
Celebradas la tres grandes fiestas, (Pentecostés, Trinidad y Corpus) con las que rematamos el tiempo pascual, retomamos el “Tiempo Ordinario”, que nos llevará hasta el final del año litúrgico. Como sabéis, este ciclo B está dedicado al evangelista Marcos, que es el evangelio más antiguo y también más simple y más fresco.
CONTEXTO
Leemos hoy el final del capítulo 4. Si no explicamos un poco de qué va, da la sensación de tomar un tren en marcha sin saber de donde viene ni a donde va.
Después de enseñar en Cafarnaum y sus alrededores, dejando bien clara la reacción de los jefes religiosos, de los que le siguen e incluso de sus familiares, narra Marcos en el capítulo 4 varias parábolas y termina con el relato de la tempestad calmada, que acabamos de leer.
Se trata de un milagro muy complicado. Los milagros, llamados de naturaleza, son los que menos visos tienen de responder a hechos reales. Están tan cargados de simbolismos que no es probable que partan de un suceso concreto para justificar la narración.
La Biblia utiliza varias palabras griegas para expresar lo que nosotros denominamos milagro:
“thauma” = maravilla,
“dynameis” = portento,
“teras” = prodigio,
“semeion” = signo.
Para más inri, el concepto de milagro que manejamos hoy, no existía en aquella época. Con estos datos, la confusión está asegurada.
No tiene ningún sentido preguntarnos hoy si los evangelios nos hablan de milagros (tal como los entendemos hoy). Pero tampoco tiene sentido poner en duda que Jesús hizo milagros (tal como lo entendían entonces).
Muchas de las actuaciones de Jesús fueron consideradas milagros, incluso por sus adversarios. La palabra “milagro” viene del latín “miraculum”, que significa hecho asombroso, admirable; nada que ver con lo que entendemos hoy por milagro.
Lo que nos importa hoy, es descubrir el verdadero sentido de esa manera de hablar. El milagro era un modo de expresarse, comprensible para todos los que vivían en tiempos de Jesús. No estoy tan seguro de que hoy lo entendamos correctamente.
Decía Evely: “Nuestros mayores creyeron a causa de los milagros, nosotros creemos a pesar de ellos”.
EXPLICACIÓN
El significado general del relato está en la apertura del mensaje de Jesús a todas las gentes. Jesús pide a los discípulos que vayan a la otra orilla. Ya tenemos el primer simbolismo. Está haciendo referencia al paso del mar Rojo y la travesía del desierto. Aquellos pasos, a pesar de los peligros que supusieron, les llevaron a la tierra prometida.
Están en el mar de Galilea y la otra orilla era tierra de gentiles. Es una invitación a la universalidad del mensaje, más allá del ámbito Judío, que se opone a la apertura. La primera tormenta que se desató en el seno de la primera comunidad cristiana, que nos narra el Nuevo Testamento, fue precisamente por el intento de apertura a los paganos.
Al hablar de la tempestad, está haciendo referencia a Jonás. Por cierto, también Jonás se echó a dormir cuando empezó la tormenta, y también fue increpado por el capitán por estar durmiendo mientras ellos estaban muertos de miedo.
Por otra parte, el mar es en la Biblia, símbolo del caos, lugar tenebroso de constantes peligros. Dominar el mar era exclusivo de Dios.
Con estos elementos, podemos sacar la enseñanza simbólica. El mensaje de Jesús tiene que llegar a todos los hombres, pero no se conseguirá si no se abandona la falsa seguridad de pertenecer a un pueblo elegido; y a través de constantes luchas con las fuerzas del mal. Jesús manifiesta su poder sobre la tempestad como símbolo del mal.
El verdadero mensaje del relato es la tranquilidad de Jesús en medio de la tormenta. Mientras todos estaban muertos de miedo, él dormía tranquilamente... Hay que tener en cuenta que se llamaba también “cabezal” a la especie de almohada donde se colocaba la cabeza de un muerto. “Dormir” y “cabezal” están haciendo clara referencia a una situación pospascual.
La primera comunidad tiene claro que Jesús está con ellos pero de una manera muy distinta a cuando vivía. Aunque no lo vean, tienen que seguir confiando en él.
“¿No te importa...?” La necesidad extrema les obliga a pedir ayuda a Jesús como último recurso. Las palabras que le dirigen nos indican su estado de ánimo. No dudan que Jesús pueda salvarlos, dudan que esté interesado en hacerlo, lo cual es el colmo de la desconfianza. Es dudar de su amor. Esta actitud es la que Jesús reprocha a los discípulos. Siguen necesitando de la acción externa para encontrar la seguridad.
“Increpó al viento y dijo al mar: ¡Cállate!”. Son las mismas palabras que Jesús dirige a los espíritus inmundos cuando los expulsa. Además en singular, como queriendo personalizar al viento. Recordad que la palabra “ruah” (viento) es la misma que significa espíritu. Viento que perjudica, equivale a mal espíritu. El “poder” de Jesús se dirige contra la fuerza del mal, no contra los elementos, que aunque sean hostiles, nunca son malos.
“¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe? No son preguntas, sino constataciones de una evidencia palpable. Ni confiaban en sí mismos ni confiaban en él.
Aquí tenemos otra clave para la reflexión. Confiar en un Dios que está fuera y actuará desde allí, nos ha llevado siempre al callejón sin salida del infantilismo religioso.
Una vez más queda manifiesto que, en la Biblia, la fe no es la aceptación de unas verdades teóricas, sino la adhesión confiada a una persona. Jesús les acusa de no confiar, ni en Dios ni en él.
¿Quién es este? El miedo y la pregunta final de los apóstoles, deja bien a las claras que no habían entendido quién era Jesús. El relato no tiene en cuenta, que Marcos ya había adelantado varios títulos divinos aplicados a Jesús desde la primera línea de su evangelio: “Orígenes de la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios”.
Queda demostrado que no vale una respuesta intelectual. Lo que es Jesús, no hay manera de mostrarlo ni demostrarlo. El descubri¬miento tiene que ser experiencia personal de la cercanía de Jesús.
APLICACIÓN
A todos nosotros nos invita hoy el evangelio a cruzar a la otra orilla. Estamos tan seguros en nuestra orilla que no será fácil que nos arriesguemos a cruzar el mar. Ni siquiera estamos convencidos de que exista otra Orilla, más allá de las comodidades y las seguridades que tenemos. Sin embargo, nuestra meta está al otro lado del riesgo y del peligro.
La falta de confianza sigue siendo la causa de que nos atrevamos a dar el paso. No terminamos de creernos que Él va en nuestra propia barca.
No es el miedo de los discípulos, primero a la tormenta misma y después al poder de Jesús para calmarla, lo que nos tiene que hacer reflexionar. El verdadero mensaje de Jesús es que debemos confiar siempre, aunque nos parezca que Dios se ha ausentado y no se preocupa de nosotros.
Para Jesús, el enemigo del ser humano no es la naturaleza, sino una falsa visión de la misma. La naturaleza y todas sus leyes, como obra de Dios, son siempre buenas. No tiene sentido que Dios tenga que rectificar su propia obra para hacer que los hombres le descubran y confíen en Él.
Flaco favor haría Jesús a sus discípulos si accediera a entrar en la dinámica del Dios que pone su poder al servicio de los buenos, incluso contra las fuerzas naturales cuando están en contra de nuestros intereses.
La dinámica de Jesús es muy distinta. Les habla de un Dios que se identifica con ellos en todas las circunstancias.
El libro de Job planteó una cuestión muy seria, pero la solución que le da, está muy lejos de ser la adecuada. Dios tiene que devolver a Job todo lo que le había quitado para que su fidelidad sea creíble. Ese Dios materialmente útil sigue siendo el poderoso que tratamos de poner a nuestro servicio.
El Dios en quien Jesús confió, no fue el que se manifiesta en acciones espectaculares a favor de los buenos, sino el dios escondido en quien hay que confiar aunque esté ausente. Dios está siempre dormido. Su silencio será siempre absoluto. Ni tiene palabras ni tiene instrumentos para hacer ruido.
Mientras no entremos por esta dinámica y lo busquemos en el silencio, puede que nos hagamos la ilusión de haber encontrado al dios que buscamos, pero será nuestro propio ídolo.
No son las acciones espectaculares de Dios, las que nos tienen que llevar a confiar en Él. Cuando una persona dice: yo amo mucho en Dios porque me ha concedido todo lo que le he pedido, estamos ante un autoengaño nefasto para la vida espiritual.
El maestro Eckhart decía que tomamos a Dios por una vaca de la que podemos sacar leche y queso. Pero también decía que utilizamos a Dios como una vela para buscar algo; y cuando lo encontramos, tiramos la vela. La idea de un Dios poderoso que pone su poder a mi servicio si me porto bien, es perniciosa para la vida espiritual.
No se trata de confiar en otro, sino de confiar en que Él está más cerca de mí que yo mismo. Recordad lo que hemos dicho sobre el ágape. Sólo si nos sentimos embebidos en Dios podremos sentirnos seguros.
El texto nos invita a preguntarnos como los apóstoles: ¿Quién es Jesús? Si no nos hacemos esta pregunta desde lo hondo, vitalmente, nunca llegaremos a ser verdaderos cristianos. La experiencia de su presencia silenciosa es la clave de todo seguimiento
Meditación-contemplación
“¿Quién es éste?”
Lo importante no es encontrar respuestas.
Lo verdaderamente importante es hacerte la pregunta adecuada.
Aquí la tienes. Tu vida entera debe ser la respuesta.
……………
Lo que es Jesús es lo que tú eres en el fondo.
Jesús ha desplegado sus posibilidades de ser.
Tú tienes esa tarea aún por hacer.
Sin ningún miedo tienes que bregar en esa dirección.
……………
Desde la orilla de tu falso yo,
debes embarcarte en la tarea de atravesar el mar.
Desde la comodidad de lo ya adquirido,
debes lanzarte, si miedo, a la consecución de lo que ya eres,
pero no has descubierto y vivido.
“¿Quién es éste?”
Lo importante no es encontrar respuestas.
Lo verdaderamente importante es hacerte la pregunta adecuada.
Aquí la tienes. Tu vida entera debe ser la respuesta.
……………
Lo que es Jesús es lo que tú eres en el fondo.
Jesús ha desplegado sus posibilidades de ser.
Tú tienes esa tarea aún por hacer.
Sin ningún miedo tienes que bregar en esa dirección.
……………
Desde la orilla de tu falso yo,
debes embarcarte en la tarea de atravesar el mar.
Desde la comodidad de lo ya adquirido,
debes lanzarte, si miedo, a la consecución de lo que ya eres,
pero no has descubierto y vivido.
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