De miedo
El Evangelio de hoy es de los que hurga en las partes más feas de nuestra condición de personas humanas debiluchas, temblorosas y descreídas. Los discípulos de Jesús le seguían (más o menos alegremente) en sus andanzas, disfrutando de lo que tenía que ser una aventura emocionante. En los años junto a Jesús vieron mucho mundo, conocieron personas de todo tipo y tuvieron multitud de ocasiones de ampliar horizontes, tanto los físicos y externos como los de su propia interioridad.
Pero no todo fueron días estupendos. Porque vivir con Jesús conllevaba la exigencia de creer en Él y esforzarse cada día por seguir su ejemplo. Es de suponer que también a eso se aplicaron con afán, y que progresaban en su hacer de buenas personas.
Y, sin embargo, ahí estaba el miedo. Peludo y negro, agazapado en el fondo de cada uno, listo para presentarse en cuanto las condiciones no fueran las objetivamente controlables. Y no era necesario ser de aquella época convulsa y vivir en primera persona la apuesta por el Reino para sentir, en cualquier momento y sin previo aviso, el mordisco frío que nos encoge las entrañas: este momento, en este siglo, es campo abonado para sentir miedo.
Tal y como estamos, no cuesta imaginarse la situación: la barca zozobrando, los expertos marineros sin poder hacerse con ella, y Jesús….durmiendo. Yo creo que el narrador puso durmiendo para no agravar más la angustia de los discípulos, pero me cuadra más Jesús, sentado a popa mirando a sus amigos con un cierto aire de “es que no tenéis remedio”. Porque había cosas que hacer antes de acusar a Jesús de dejarles hundirse. Pero no supieron reaccionar, ni actuando ni poniéndose en sus manos desde el primer momento.
No nos creemos que Él lo puede todo. No sabemos vivir en la confianza de que ni un pelo de nuestra cabeza se mueve sin que Él lo sepa. Y lo de los lirios del campo nos suena a poesía de los años sesenta a no ser que tengamos un buen apaño bancario que nos garantice el presente y el futuro con una buena calidad de vida.
Dejarnos llevar no es lo que hoy cotiza. Nos gusta pensar que somos los más listos porque, de paso que nos confesamos cristianos, componemos apaños bastante patéticos por si acaso lo otro no fuera del todo cierto. Y llegan las tempestades, los apaños se nos caen como sombrajos mal montados, y ni siquiera entonces se nos ocurre algo más que reprocharlo todo a nuestro Padre. ¡Le echamos en cara que no nos sirve el invento que hicimos por si nos fallaba la fe!
Se nos olvida que, para caber en las manos del Padre y dormirnos en su paz, es necesario confiar en que sus manos serán lo bastante grandes y fuertes para sostenernos. Pero en nuestra diminuta mente no cabe un amor más grande que el nuestro, ni un cuidado mayor que nuestro estrecho corazón. Medimos el amor de Dios con nuestras medidas, y así nos luce el pelo.
Pasada la tempestad, volvió la calma. Y ni siquiera entonces pudieron reconocer los discípulos la maravilla que tenían ante ellos. Andaban preguntando “¿Quién es éste?”
Ni después de pedirle que les salvara, ni después de verse salvados, supieron reconocer a Aquel que calma todos los temporales y sosiega todos los miedos. Porque Él nos conoce en el interior, y sabe de nuestros monstruos, de nuestros fantasmas. Y no está durmiendo. Es lo que nos parece, mientras estamos ocupados en clamar a lo alto y asustarnos.
Él no duerme. Está allí, a popa, esperando a que nos demos cuenta de que está en la misma barca que nosotros. Esperando a que confiemos en Él. Esperándonos con los brazos abiertos.
JOB 38, 1.8-11
El Señor habló a Job desde la tormenta: «¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando salía impetuoso del seno materno, cuando le puse nubes por mantillas y nieblas por pañales, cuando le impuse un límite con puertas y cerrojos, y le dije: “Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas”?»
II CORINTIOS 5, 14-17
Hermanos: Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos. Por tanto, no valoramos a nadie según la carne. Si alguna vez juzgamos a Cristo según la carne, ahora ya no. El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.
MARCOS 4,35-40
Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla». Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?» Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: «¡Silencio, cállate!» El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?» Se quedaron espantados y se decían unos a otros: «¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!»
PRIMERA LECTURA
No abundan hoy los sabios. Muchos ni lo quieren ser. Se conforman con lo que saben y no les importa lo que no sabemos. Es una manera de acallar la inquietud. Y sin embargo siempre escuchamos que el principio de la sabiduría es esa actitud inquieta de quien busca siempre más allá.
Recuerdo la anécdota de dos hermanos estudiantes. El primero siempre salía contento de los exámenes: había escrito o dicho todo lo que sabía. La hermana siempre salía llorando: recordaba ahora todo lo que sabía pero había olvidado en el examen… El primero suspendía con frecuencia, la segunda siempre sacó buenas notas.
Nos falta la sabiduría del sabio griego: “Sólo sé que no sé nada”, decían al contemplar la inacabable letanía de cuestiones planteadas a las que no encontraban respuesta.
Algo semejante ocurre con el Libro de Job. Sus amigos tienen respuestas firmes y claras: les basta con lo que saben. Job se debate sólo contra las cuestiones que le atormentan más profundamente, aunque ello le lleve a cuestionar nada menos que a Dios, en el que cree profundamente.
Sus amigos Elifaz, Bildad y Sofar casi le han convencido de lo ajustado del terrible castigo que Dios le ha infligido. Pero Job se sabe justo; no encuentra relación directa en lo que resultaba tan claro en aquel momento: si sufres es que algo malo has hecho. Dios castiga a los malvados y llena de felicidad a los justos. Job no lo comprende y reclama la intervención del mismo Dios. Que sea El quien se lo explique.. Sabe que solo los razonamientos humanos no contienen la verdad más profunda. Y no quiere conformarse con verdades a medias que lo sumen en más profundas contradicciones. Intuye siempre un misterio más profundo en su dolor, en su vida, en su fracaso aparente y la clave sólo puede estar en quien es autor y ‘amante de la vida’.
Y Dios le responde. El texto de la primera lectura de hoy es apenas una de las decenas de cuestiones con las que Dios abruma a Job que se atreve a abrir la boca ante Él para que le responda si sabe. No le da Dios una respuesta al modo humano de sus amigos. No le responde racionalmente, sino que agranda la razón con nuevas y más insolubles preguntas, más misterios, más problemas…
El resultado final es la maravilla de la fe. Job descubre a Dios precisamente cuando su boca ha de callarse: “Me siento pequeño ¿qué replicaré?; me taparé la boca con la mano” (40,4). Y ante una nueva andanada de preguntas sin respuesta, su humilde y confiada confesión: “Te conocía de oídas, ahora te han visto mis ojos”. Una hermosa fórmula de fe. Ahora que no sé nada ante el Señor, sé que el Señor lo sabe todo por mí.
La misma reacción de los discípulos en el Evangelio de hoy. Espantados, claman: “¿Quién es éste?” Han intuido el misterio de Jesús. Justo porque no saben, saben que es Otro.
SEGUNDA LECTURA
En este breve e importante párrafo hay dos partes ligeramente diferenciadas aunque con gran relación entre sí: los vv. 14-15 y 16-17
En la primera encontramos una de las afirmaciones más central de la soteriología y espiritualidad paulina. Va al centro de la actividad salvadora de Cristo con el matiz de hacerla captada en su esencia: el amor manifestado en los actos de. Señor, muerte y resurrección. Tales actos son señales evidentes de un tal amor hacia los seres humanos por parte de del Hijo encarnado (cfr. Flp 2.6-11) que a Pablo la sobrecoge. En realidad la traducción “apremia” es demasiado corta; habría que decir mejor “nos tiene en su poder”. Es uno de los párrafo más explícitos de todo el Nuevo Testamento sobre la motivación de la salvación y de las consecuencias, tanto objetiva – unión con el Muerto y Resucitado – como subjetivas, o sea, la respuesta humana .
Nótese también que la muerte y resurrección de Cristo son ambos actos salvadores y no sólo el primero. Es la unión con él resucitado, con su vida gloriosa y exaltada, lo que nos hace realmente estar salvados y participar, en último término, de la vida de Dios, lo cual
En la otra parte (vv. 16-17) expone los criterios por los que enfoca de este modo los actos de Cristo, que no son una hipotético conocimiento histórico (el “por criterios humanos” es otra traducción ambigua del “según la carne” del original) que casi ciertamente no tuvo, sino su aceptación absoluta de la resurrección como acto divino.
EVANGELIO
Contexto. Recordemos el desarrollo del evangelio de Marcos hasta llegar al texto de hoy.
1. Antecedentes de la buena noticia traída por Jesús (1,1-13)
2. Jesús proclama la buena noticia (1,14-15).
3 La buena noticia y la gente: ésta se desinteresa de la buena noticia, aunque busca interesadamente a Jesús (1,16-45).
4. La buena noticia y el grupo religioso más significativo: éste rechaza al portador de la buena noticia (2,1 - 3,6).
5. La buena noticia y los de dentro: cumplimiento de la
voluntad de Dios como criterio de pertenencia al Reino de Dios (3,7-35).
6. Jesús se sirve de parábolas para enseñar a los de dentro y a los de fuera (4,1-34).
Texto. Los dos primeros versículos reanudan el curso narrativo, interrumpido al comienzo del capítulo 4. La indicación se lo llevaron en barca, como estaba remite a Jesús enseñando sentado desde una barca (4,1-2). Se mencionan también otras barcas, pero su función en el relato se reduce a su sola mención al comienzo del mismo. Indicio más que probable de una reminiscencia histórica.
Sin otros preámbulos, el autor centra el relato en una gran tempestad y en Jesús durmiendo durante la misma. Como lectores no podemos menos de encontrar asombrosa la imagen de un Jesús dormido a popa. El propio narrador se encarga de magnificar esa imagen, haciendo de ella el vértice narrativo que va a determinar la actuación directa de quienes están con Jesús.
Estos no son otros que los de dentro, es decir, los discípulos, el personaje ideal de este evangelio, interesado en la buena noticia y en el cumplimiento de la voluntad de Dios, aspectos ambos que los contraponen a los de fuera.
Los discípulos son desde el cap.4 quienes están acaparando la atención de Marcos, que parece estar escribiendo desde la perspectiva de la relación Maestro-discípulo. De hecho, el término Maestro como calificativo de Jesús aparece por primera vez en el relato de hoy.
Si Jesús dormido a popa constituye el vértice narrativo, el reproche ¿aún no tenéis fe? constituye el vértice de la acción.
De tener fe ha hablado Jesús en la proclamación de la buena noticia: tened fe en la buena noticia (1,15).
A la luz de la actuación programática de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún, la buena noticia de la presencia, aquí y ahora, del Reino de Dios lleva aparejado el desalojo, también aquí y ahora, del espíritu inmundo (1,21-28). A poco que los comparemos, observaremos las similitudes entre el relato de hoy y el de la sinagoga de Cafarnaún. La comparación la podemos hacer cada uno de nosotros por nuestra cuenta.
La tempestad funciona como una personalización del espíritu inmundo. El reproche, pues, de Jesús a los discípulos debe entenderse como un reproche a no haber todavía entendido y aceptado que, con Jesús, el Reino de Dios es ya una realidad aquí y ahora, una realidad contra la que el espíritu inmundo nada tiene ya que hacer.
La imagen de Jesús dormido en medio de la tempestad nos resulta asombrosa. Desde una innegable reminiscencia histórica, Marcos ha magnificado esa imagen no como reminiscencia histórica sino como símbolo de actitud confiada, dada la presencia aquí y ahora del Reino de Dios. Este es el mensaje del texto. Esto es lo que el discípulo de todos los tiempos debe tener hondamente grabado.
Comentario. Asistimos a la escuela de Jesús según el evangelio de Marcos y, en ella, al aprendizaje del discípulo.
El interés por la buena noticia y por el cumplimiento de la voluntad de Dios es el prerrequisito. A partir de ese interés, comienza el largo esfuerzo del aprendizaje.
Expresión y síntesis de la lección de hoy puede ser el Salmo 23: El Señor es mi pastor. Leámoslo íntegro.
El temor, el miedo la duda, la incertidumbre sobre lo que vendrá, el desconocimiento de cómo salir de un aprieto, de cómo superaremos la crisis. Son cuestiones que todos nos hemos planteado recientemente o que todavía nos seguimos planteando en estos días. ¿En qué acabará todo esto? ¿Dónde iremos a parar? ¿Cómo y cuándo se llegarán a recuperar los más de cuatro millones de puestos de trabajo perdidos? ¿Cómo saldrá adelante nuestra familia?
Estas cuestiones no tienen una respuesta directa en los evangelios o en la Biblia, pero la Palabra de Dios aporta siempre una luz para orientar, para consolar, para poner esperanza en la zozobra que producen en nosotros cuestiones como estas. Al que tiene fe, la Biblia le muestra situaciones similares, sentencias que iluminan la situación actual, frases, palabras de Jesús, de los profetas, ante problemáticas que también causaban nerviosismo e impaciencia a quienes las padecían. Algo tan cotidiano y tan simple como la amenaza de una tormenta, hace que Job caiga en la cuenta de que el poder de Dios está por encima del poder de la naturaleza, pues ella es obra de Dios, y Dios, su señor. Una situación similar se propone en la escena evangélica de San Marcos.
Una travesía hacia la otra orilla del lago de Galilea; fuertes vientos que hacen que las olas choquen contra la embarcación y la ponga en riesgo. Los discípulos creían que podrían hundirse por la violencia de la tempestad y sienten miedo. Jesús va con ellos pero les sirve de poco, pues iba a popa dormido y parecía no enterarse del peligro al que estaban expuestos. Despertar a Jesús es lo mismo que ponerlo en alerta, es lo mismo que pedirle auxilio y ponerse bajo su protección. Y, como Dios describía en la primera lectura, Jesús, que actúa con el poder de Dios porque es su Hijo, tiende dominio y poder sobre la tormenta. Él hace que cese la tempestad y todo vuelve a la calma. Ello provoca el asombro y los interrogantes acerca de Jesús en quienes le acompañaban. ¿Moraleja? Pues que nuestra seguridad está en Dios, está en Jesús. Que él es providente y que no abandona a sus hijos. Que acude a ellos cuando le invocan y que, en él, nuestra esperanza está bien apoyada en las dificultades de esta vida.
Volviendo a la situación que planteábamos al principio, podemos concluir que Dios es providente y que su poder supera al poder que genera nuestras dificultades. Muchas veces no sabremos cómo, cuándo, dónde, pero Dios actuará en nuestro favor y nos ayudará a superar las situaciones difíciles de nuestra vida. Basta que afrontemos la realidad de una forma responsable y sensata, y que tengamos confianza en Él. Algo que tenemos que tener claro es que la intervención de Dios no nos exime de nuestra responsabilidad. Dios no interviene de un modo mágico, pero sí sorprendente e imprevisible. La esperanza en que Dios ayudará tiene que llevarnos a crear la situación necesaria para que Dios pueda ayudarnos. Requiere de nuestro trabajo, de nuestros intentos por resolver esas cuestiones, de nuestra reflexión para buscar soluciones y de nuestra puesta en marcha. Si nosotros hacemos nuestra parte, estemos convencidos de que también Dios, en su providencia, hará la suya. Dios y el hombre, bregando en la misma dirección, son un tándem invencible.
Señor de bondad y de providencia, que acudes en auxilio de tus hijos cuando esperan y confían en ti, concede a tu pueblo el don de la esperanza para que, cogidos de tu mano, puedan superar las dificultades cotidianas y todas aquellas que les sobrepasan.
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Con espíritu filial y un corazón agradecido, presentamos estos dones para que tu acción los santifique y sirvan para alimento espiritual de tu pueblo, unido en comunión a tu Hijo Jesucristo.
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Es bueno y justo darte gracias en todos los momentos de nuestra vida. Porque, cuando los problemas y las dificultades crecen y nos amenazan, la fe en ti nos da la esperanza necesaria para afrontarlos, y tu providencia omnipresente nos procura los medios para superarlos. Así, Padre, toda nuestra existencia debería ser una incesante liturgia de acción de gracias a tu nombre. Por eso, cantamos ahora tu alabanza unidos a la Iglesia del cielo y a la Iglesia de la tierra.
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De nuevo, Padre, nos has alimentado con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo. Que ellos sean nuestra fuerza en los momentos difíciles de nuestra vida y nos guíen, como camino, hasta la vida eterna.
MONICIÓN DE ENTRADA
Reunidos con el Señor en la barca de la Iglesia, nos disponemos a escuchar su Palabra y a compartir el alimento de la Eucaristía en el día dedicado a él. El discípulo se ve sometido, con frecuencia, a múltiples preocupaciones y riesgos. Pero el discípulo cuenta con la ventaja que da la fe: en ella está también la esperanza de poder superar aquello que nos aqueja. Con nuestro trabajo eficaz y la ayuda de nuestro Dios podemos hacer frente a cualquier situación. Bienvenidos.
ACTO PENITENCIAL
-Porque tenemos miedo a perder las posiciones to¬madas. Señor, ten piedad.
-Porque estamos llenos de prejuicios. Cristo, ten piedad.
-Porque somos hombres de poca fe. Señor, ten piedad.
MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
El poder de Dios está por encima de todo lo creado. Los fenómenos naturales pertenecen también al elenco de la Creación, por eso Dios tiene poder sobre ellos. Y, con su poder, favorece a sus hijos. Esto es lo que le recuerda a Job.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 106)
Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Entraron en naves por el mar, comerciando por las aguas inmensas. Contemplaron las obras de Dios, sus maravillas en el océano.
Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Él habló y levantó un viento tormentoso, que alzaba las olas a lo alto; subían al cielo, bajaban al abismo, el estómago revuelto por el mareo.
Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Pero gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación. Apaciguó la tormenta en suave brisa, y enmudecieron las olas del mar.
Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Se alegraron de aquella bonanza, y él los condujo al ansiado puerto. Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres.
Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
Pablo recuerda su etapa anterior en la que juzgaba a Jesús sólo con criterios humanos. Desde su encuentro con él, desde su conversión, Pablo es otra persona. Es, como él dice, una creatura nueva. Por eso es importante no volver a lo pasado y quedarse en la novedad de la conversión a Jesucristo.
MONICIÓN A LA LECTURA EVANGÉLICA
En el evangelio de hoy, los discípulos pasan miedo en medio de una tormenta de aire cruzando el mar de Galilea, hasta que despiertan a Jesús y él detiene el viento y las olas. A veces se ha visto en la barca la imagen de la Iglesia. Pues bien, la Iglesia no tiene nada que temer porque con ella va el Señor. Así nos lo prometió y así lo hace cada día.
ORACIÓN DE LOS FIELES
El Padre se complace en oír a sus hijos cuando se dirigen a Él en sus necesidades. Como una madre que lleva el alimento a sus polluelos, así Dios desea complacernos.
- Por la fidelidad de la Iglesia a la misión de anunciar el Evangelio. Roguemos al Señor.
- Por la justicia y la paz entre todos los pueblos y naciones de la tierra. Roguemos al Señor.
- Por los que vacilan en su fe y acaban abandonando, para que no se sientan abandonados de Dios. Roguemos al Señor.
- Por los que afrontan la crisis y los problemas sin esperanza, para que encuentren el consuelo y la ayuda necesarios. Roguemos al Señor
- Por todos nosotros, para que seamos gente de esperanza que, confiando en la providencia divina, asumen el trabajo y la responsabilidad que les corresponde. Roguemos al Señor.
Atiende, Padre, la oración de aquéllos a los que amas y, pues sin ti nada pueden, concede a cada uno lo que más necesita. Por JCNS.
Salmo. LdS o el salmo Este es el día en que actuó el Señor (1 CLN-522).
Aleluya. (1 CLN-E 1); Jubilate Deo omnis terra.
Ofertorio. Ante Ti, Señor, presentamos hoy (Del disco ‘15 Nuevos cantos para la Misa’)
Santo. (1 CLN-E 7)
Aclamación al memorial. Anunciamos tu muerte (1 CLN-J 1)
Comunión. Tan cerca de mí (del disco ‘De fiesta con Jesús’); Tu has venido a la orilla (1 CLN-407); Si vienes conmigo (Del disco ‘Dios con nosotros’ CB-181; Oh Buen Jesús, yo creo firmemente.
Final. Siempre hay algo que crear (de J.L. Martín en el disco ‘Cantos para una comunidad evangelizadora’); Vine a alabar a Dios (del nuevo Cd titulado ’20 Canciones famosas para la celebraciones’).
Director: José Ángel Fuertes Sancho •Paricio Frontiñán, s/n• Tlf 976458529 Fax 976439635 • 50004 ZARAGOZA
Tlf. del Evangelio: 976.44.45.46 - Página web: www.dabar.net - Correo-e: dabar@dabar.net
Pero no todo fueron días estupendos. Porque vivir con Jesús conllevaba la exigencia de creer en Él y esforzarse cada día por seguir su ejemplo. Es de suponer que también a eso se aplicaron con afán, y que progresaban en su hacer de buenas personas.
Y, sin embargo, ahí estaba el miedo. Peludo y negro, agazapado en el fondo de cada uno, listo para presentarse en cuanto las condiciones no fueran las objetivamente controlables. Y no era necesario ser de aquella época convulsa y vivir en primera persona la apuesta por el Reino para sentir, en cualquier momento y sin previo aviso, el mordisco frío que nos encoge las entrañas: este momento, en este siglo, es campo abonado para sentir miedo.
Tal y como estamos, no cuesta imaginarse la situación: la barca zozobrando, los expertos marineros sin poder hacerse con ella, y Jesús….durmiendo. Yo creo que el narrador puso durmiendo para no agravar más la angustia de los discípulos, pero me cuadra más Jesús, sentado a popa mirando a sus amigos con un cierto aire de “es que no tenéis remedio”. Porque había cosas que hacer antes de acusar a Jesús de dejarles hundirse. Pero no supieron reaccionar, ni actuando ni poniéndose en sus manos desde el primer momento.
No nos creemos que Él lo puede todo. No sabemos vivir en la confianza de que ni un pelo de nuestra cabeza se mueve sin que Él lo sepa. Y lo de los lirios del campo nos suena a poesía de los años sesenta a no ser que tengamos un buen apaño bancario que nos garantice el presente y el futuro con una buena calidad de vida.
Dejarnos llevar no es lo que hoy cotiza. Nos gusta pensar que somos los más listos porque, de paso que nos confesamos cristianos, componemos apaños bastante patéticos por si acaso lo otro no fuera del todo cierto. Y llegan las tempestades, los apaños se nos caen como sombrajos mal montados, y ni siquiera entonces se nos ocurre algo más que reprocharlo todo a nuestro Padre. ¡Le echamos en cara que no nos sirve el invento que hicimos por si nos fallaba la fe!
Se nos olvida que, para caber en las manos del Padre y dormirnos en su paz, es necesario confiar en que sus manos serán lo bastante grandes y fuertes para sostenernos. Pero en nuestra diminuta mente no cabe un amor más grande que el nuestro, ni un cuidado mayor que nuestro estrecho corazón. Medimos el amor de Dios con nuestras medidas, y así nos luce el pelo.
Pasada la tempestad, volvió la calma. Y ni siquiera entonces pudieron reconocer los discípulos la maravilla que tenían ante ellos. Andaban preguntando “¿Quién es éste?”
Ni después de pedirle que les salvara, ni después de verse salvados, supieron reconocer a Aquel que calma todos los temporales y sosiega todos los miedos. Porque Él nos conoce en el interior, y sabe de nuestros monstruos, de nuestros fantasmas. Y no está durmiendo. Es lo que nos parece, mientras estamos ocupados en clamar a lo alto y asustarnos.
Él no duerme. Está allí, a popa, esperando a que nos demos cuenta de que está en la misma barca que nosotros. Esperando a que confiemos en Él. Esperándonos con los brazos abiertos.
A. GONZALO
aurora@dabar.net
aurora@dabar.net
DIOS HABLA
JOB 38, 1.8-11
El Señor habló a Job desde la tormenta: «¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando salía impetuoso del seno materno, cuando le puse nubes por mantillas y nieblas por pañales, cuando le impuse un límite con puertas y cerrojos, y le dije: “Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas”?»
II CORINTIOS 5, 14-17
Hermanos: Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos. Por tanto, no valoramos a nadie según la carne. Si alguna vez juzgamos a Cristo según la carne, ahora ya no. El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.
MARCOS 4,35-40
Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla». Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?» Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: «¡Silencio, cállate!» El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?» Se quedaron espantados y se decían unos a otros: «¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!»
EXEGESIS
PRIMERA LECTURA
No abundan hoy los sabios. Muchos ni lo quieren ser. Se conforman con lo que saben y no les importa lo que no sabemos. Es una manera de acallar la inquietud. Y sin embargo siempre escuchamos que el principio de la sabiduría es esa actitud inquieta de quien busca siempre más allá.
Recuerdo la anécdota de dos hermanos estudiantes. El primero siempre salía contento de los exámenes: había escrito o dicho todo lo que sabía. La hermana siempre salía llorando: recordaba ahora todo lo que sabía pero había olvidado en el examen… El primero suspendía con frecuencia, la segunda siempre sacó buenas notas.
Nos falta la sabiduría del sabio griego: “Sólo sé que no sé nada”, decían al contemplar la inacabable letanía de cuestiones planteadas a las que no encontraban respuesta.
Algo semejante ocurre con el Libro de Job. Sus amigos tienen respuestas firmes y claras: les basta con lo que saben. Job se debate sólo contra las cuestiones que le atormentan más profundamente, aunque ello le lleve a cuestionar nada menos que a Dios, en el que cree profundamente.
Sus amigos Elifaz, Bildad y Sofar casi le han convencido de lo ajustado del terrible castigo que Dios le ha infligido. Pero Job se sabe justo; no encuentra relación directa en lo que resultaba tan claro en aquel momento: si sufres es que algo malo has hecho. Dios castiga a los malvados y llena de felicidad a los justos. Job no lo comprende y reclama la intervención del mismo Dios. Que sea El quien se lo explique.. Sabe que solo los razonamientos humanos no contienen la verdad más profunda. Y no quiere conformarse con verdades a medias que lo sumen en más profundas contradicciones. Intuye siempre un misterio más profundo en su dolor, en su vida, en su fracaso aparente y la clave sólo puede estar en quien es autor y ‘amante de la vida’.
Y Dios le responde. El texto de la primera lectura de hoy es apenas una de las decenas de cuestiones con las que Dios abruma a Job que se atreve a abrir la boca ante Él para que le responda si sabe. No le da Dios una respuesta al modo humano de sus amigos. No le responde racionalmente, sino que agranda la razón con nuevas y más insolubles preguntas, más misterios, más problemas…
El resultado final es la maravilla de la fe. Job descubre a Dios precisamente cuando su boca ha de callarse: “Me siento pequeño ¿qué replicaré?; me taparé la boca con la mano” (40,4). Y ante una nueva andanada de preguntas sin respuesta, su humilde y confiada confesión: “Te conocía de oídas, ahora te han visto mis ojos”. Una hermosa fórmula de fe. Ahora que no sé nada ante el Señor, sé que el Señor lo sabe todo por mí.
La misma reacción de los discípulos en el Evangelio de hoy. Espantados, claman: “¿Quién es éste?” Han intuido el misterio de Jesús. Justo porque no saben, saben que es Otro.
TOMÁS RAMÍREZ
tomas@dabar.net
tomas@dabar.net
SEGUNDA LECTURA
En este breve e importante párrafo hay dos partes ligeramente diferenciadas aunque con gran relación entre sí: los vv. 14-15 y 16-17
En la primera encontramos una de las afirmaciones más central de la soteriología y espiritualidad paulina. Va al centro de la actividad salvadora de Cristo con el matiz de hacerla captada en su esencia: el amor manifestado en los actos de. Señor, muerte y resurrección. Tales actos son señales evidentes de un tal amor hacia los seres humanos por parte de del Hijo encarnado (cfr. Flp 2.6-11) que a Pablo la sobrecoge. En realidad la traducción “apremia” es demasiado corta; habría que decir mejor “nos tiene en su poder”. Es uno de los párrafo más explícitos de todo el Nuevo Testamento sobre la motivación de la salvación y de las consecuencias, tanto objetiva – unión con el Muerto y Resucitado – como subjetivas, o sea, la respuesta humana .
Nótese también que la muerte y resurrección de Cristo son ambos actos salvadores y no sólo el primero. Es la unión con él resucitado, con su vida gloriosa y exaltada, lo que nos hace realmente estar salvados y participar, en último término, de la vida de Dios, lo cual
En la otra parte (vv. 16-17) expone los criterios por los que enfoca de este modo los actos de Cristo, que no son una hipotético conocimiento histórico (el “por criterios humanos” es otra traducción ambigua del “según la carne” del original) que casi ciertamente no tuvo, sino su aceptación absoluta de la resurrección como acto divino.
FEDERICO PASTOR
federico@dabar.net
federico@dabar.net
EVANGELIO
Contexto. Recordemos el desarrollo del evangelio de Marcos hasta llegar al texto de hoy.
1. Antecedentes de la buena noticia traída por Jesús (1,1-13)
2. Jesús proclama la buena noticia (1,14-15).
3 La buena noticia y la gente: ésta se desinteresa de la buena noticia, aunque busca interesadamente a Jesús (1,16-45).
4. La buena noticia y el grupo religioso más significativo: éste rechaza al portador de la buena noticia (2,1 - 3,6).
5. La buena noticia y los de dentro: cumplimiento de la
voluntad de Dios como criterio de pertenencia al Reino de Dios (3,7-35).
6. Jesús se sirve de parábolas para enseñar a los de dentro y a los de fuera (4,1-34).
Texto. Los dos primeros versículos reanudan el curso narrativo, interrumpido al comienzo del capítulo 4. La indicación se lo llevaron en barca, como estaba remite a Jesús enseñando sentado desde una barca (4,1-2). Se mencionan también otras barcas, pero su función en el relato se reduce a su sola mención al comienzo del mismo. Indicio más que probable de una reminiscencia histórica.
Sin otros preámbulos, el autor centra el relato en una gran tempestad y en Jesús durmiendo durante la misma. Como lectores no podemos menos de encontrar asombrosa la imagen de un Jesús dormido a popa. El propio narrador se encarga de magnificar esa imagen, haciendo de ella el vértice narrativo que va a determinar la actuación directa de quienes están con Jesús.
Estos no son otros que los de dentro, es decir, los discípulos, el personaje ideal de este evangelio, interesado en la buena noticia y en el cumplimiento de la voluntad de Dios, aspectos ambos que los contraponen a los de fuera.
Los discípulos son desde el cap.4 quienes están acaparando la atención de Marcos, que parece estar escribiendo desde la perspectiva de la relación Maestro-discípulo. De hecho, el término Maestro como calificativo de Jesús aparece por primera vez en el relato de hoy.
Si Jesús dormido a popa constituye el vértice narrativo, el reproche ¿aún no tenéis fe? constituye el vértice de la acción.
De tener fe ha hablado Jesús en la proclamación de la buena noticia: tened fe en la buena noticia (1,15).
A la luz de la actuación programática de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún, la buena noticia de la presencia, aquí y ahora, del Reino de Dios lleva aparejado el desalojo, también aquí y ahora, del espíritu inmundo (1,21-28). A poco que los comparemos, observaremos las similitudes entre el relato de hoy y el de la sinagoga de Cafarnaún. La comparación la podemos hacer cada uno de nosotros por nuestra cuenta.
La tempestad funciona como una personalización del espíritu inmundo. El reproche, pues, de Jesús a los discípulos debe entenderse como un reproche a no haber todavía entendido y aceptado que, con Jesús, el Reino de Dios es ya una realidad aquí y ahora, una realidad contra la que el espíritu inmundo nada tiene ya que hacer.
La imagen de Jesús dormido en medio de la tempestad nos resulta asombrosa. Desde una innegable reminiscencia histórica, Marcos ha magnificado esa imagen no como reminiscencia histórica sino como símbolo de actitud confiada, dada la presencia aquí y ahora del Reino de Dios. Este es el mensaje del texto. Esto es lo que el discípulo de todos los tiempos debe tener hondamente grabado.
Comentario. Asistimos a la escuela de Jesús según el evangelio de Marcos y, en ella, al aprendizaje del discípulo.
El interés por la buena noticia y por el cumplimiento de la voluntad de Dios es el prerrequisito. A partir de ese interés, comienza el largo esfuerzo del aprendizaje.
Expresión y síntesis de la lección de hoy puede ser el Salmo 23: El Señor es mi pastor. Leámoslo íntegro.
ALBERTO BENITO
alberto@dabar.net
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NOTAS PARA LA HOMILIA
El temor, el miedo la duda, la incertidumbre sobre lo que vendrá, el desconocimiento de cómo salir de un aprieto, de cómo superaremos la crisis. Son cuestiones que todos nos hemos planteado recientemente o que todavía nos seguimos planteando en estos días. ¿En qué acabará todo esto? ¿Dónde iremos a parar? ¿Cómo y cuándo se llegarán a recuperar los más de cuatro millones de puestos de trabajo perdidos? ¿Cómo saldrá adelante nuestra familia?
Estas cuestiones no tienen una respuesta directa en los evangelios o en la Biblia, pero la Palabra de Dios aporta siempre una luz para orientar, para consolar, para poner esperanza en la zozobra que producen en nosotros cuestiones como estas. Al que tiene fe, la Biblia le muestra situaciones similares, sentencias que iluminan la situación actual, frases, palabras de Jesús, de los profetas, ante problemáticas que también causaban nerviosismo e impaciencia a quienes las padecían. Algo tan cotidiano y tan simple como la amenaza de una tormenta, hace que Job caiga en la cuenta de que el poder de Dios está por encima del poder de la naturaleza, pues ella es obra de Dios, y Dios, su señor. Una situación similar se propone en la escena evangélica de San Marcos.
Una travesía hacia la otra orilla del lago de Galilea; fuertes vientos que hacen que las olas choquen contra la embarcación y la ponga en riesgo. Los discípulos creían que podrían hundirse por la violencia de la tempestad y sienten miedo. Jesús va con ellos pero les sirve de poco, pues iba a popa dormido y parecía no enterarse del peligro al que estaban expuestos. Despertar a Jesús es lo mismo que ponerlo en alerta, es lo mismo que pedirle auxilio y ponerse bajo su protección. Y, como Dios describía en la primera lectura, Jesús, que actúa con el poder de Dios porque es su Hijo, tiende dominio y poder sobre la tormenta. Él hace que cese la tempestad y todo vuelve a la calma. Ello provoca el asombro y los interrogantes acerca de Jesús en quienes le acompañaban. ¿Moraleja? Pues que nuestra seguridad está en Dios, está en Jesús. Que él es providente y que no abandona a sus hijos. Que acude a ellos cuando le invocan y que, en él, nuestra esperanza está bien apoyada en las dificultades de esta vida.
Volviendo a la situación que planteábamos al principio, podemos concluir que Dios es providente y que su poder supera al poder que genera nuestras dificultades. Muchas veces no sabremos cómo, cuándo, dónde, pero Dios actuará en nuestro favor y nos ayudará a superar las situaciones difíciles de nuestra vida. Basta que afrontemos la realidad de una forma responsable y sensata, y que tengamos confianza en Él. Algo que tenemos que tener claro es que la intervención de Dios no nos exime de nuestra responsabilidad. Dios no interviene de un modo mágico, pero sí sorprendente e imprevisible. La esperanza en que Dios ayudará tiene que llevarnos a crear la situación necesaria para que Dios pueda ayudarnos. Requiere de nuestro trabajo, de nuestros intentos por resolver esas cuestiones, de nuestra reflexión para buscar soluciones y de nuestra puesta en marcha. Si nosotros hacemos nuestra parte, estemos convencidos de que también Dios, en su providencia, hará la suya. Dios y el hombre, bregando en la misma dirección, son un tándem invencible.
JUAN SEGURA
juan@dabar.net
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PARA LA ORACION
Señor de bondad y de providencia, que acudes en auxilio de tus hijos cuando esperan y confían en ti, concede a tu pueblo el don de la esperanza para que, cogidos de tu mano, puedan superar las dificultades cotidianas y todas aquellas que les sobrepasan.
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Con espíritu filial y un corazón agradecido, presentamos estos dones para que tu acción los santifique y sirvan para alimento espiritual de tu pueblo, unido en comunión a tu Hijo Jesucristo.
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Es bueno y justo darte gracias en todos los momentos de nuestra vida. Porque, cuando los problemas y las dificultades crecen y nos amenazan, la fe en ti nos da la esperanza necesaria para afrontarlos, y tu providencia omnipresente nos procura los medios para superarlos. Así, Padre, toda nuestra existencia debería ser una incesante liturgia de acción de gracias a tu nombre. Por eso, cantamos ahora tu alabanza unidos a la Iglesia del cielo y a la Iglesia de la tierra.
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De nuevo, Padre, nos has alimentado con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo. Que ellos sean nuestra fuerza en los momentos difíciles de nuestra vida y nos guíen, como camino, hasta la vida eterna.
LA MISA DE HOY
MONICIÓN DE ENTRADA
Reunidos con el Señor en la barca de la Iglesia, nos disponemos a escuchar su Palabra y a compartir el alimento de la Eucaristía en el día dedicado a él. El discípulo se ve sometido, con frecuencia, a múltiples preocupaciones y riesgos. Pero el discípulo cuenta con la ventaja que da la fe: en ella está también la esperanza de poder superar aquello que nos aqueja. Con nuestro trabajo eficaz y la ayuda de nuestro Dios podemos hacer frente a cualquier situación. Bienvenidos.
ACTO PENITENCIAL
-Porque tenemos miedo a perder las posiciones to¬madas. Señor, ten piedad.
-Porque estamos llenos de prejuicios. Cristo, ten piedad.
-Porque somos hombres de poca fe. Señor, ten piedad.
MONICIÓN A LA PRIMERA LECTURA
El poder de Dios está por encima de todo lo creado. Los fenómenos naturales pertenecen también al elenco de la Creación, por eso Dios tiene poder sobre ellos. Y, con su poder, favorece a sus hijos. Esto es lo que le recuerda a Job.
SALMO RESPONSORIAL (Sal 106)
Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Entraron en naves por el mar, comerciando por las aguas inmensas. Contemplaron las obras de Dios, sus maravillas en el océano.
Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Él habló y levantó un viento tormentoso, que alzaba las olas a lo alto; subían al cielo, bajaban al abismo, el estómago revuelto por el mareo.
Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Pero gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación. Apaciguó la tormenta en suave brisa, y enmudecieron las olas del mar.
Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Se alegraron de aquella bonanza, y él los condujo al ansiado puerto. Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres.
Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
MONICIÓN A LA SEGUNDA LECTURA
Pablo recuerda su etapa anterior en la que juzgaba a Jesús sólo con criterios humanos. Desde su encuentro con él, desde su conversión, Pablo es otra persona. Es, como él dice, una creatura nueva. Por eso es importante no volver a lo pasado y quedarse en la novedad de la conversión a Jesucristo.
MONICIÓN A LA LECTURA EVANGÉLICA
En el evangelio de hoy, los discípulos pasan miedo en medio de una tormenta de aire cruzando el mar de Galilea, hasta que despiertan a Jesús y él detiene el viento y las olas. A veces se ha visto en la barca la imagen de la Iglesia. Pues bien, la Iglesia no tiene nada que temer porque con ella va el Señor. Así nos lo prometió y así lo hace cada día.
ORACIÓN DE LOS FIELES
El Padre se complace en oír a sus hijos cuando se dirigen a Él en sus necesidades. Como una madre que lleva el alimento a sus polluelos, así Dios desea complacernos.
- Por la fidelidad de la Iglesia a la misión de anunciar el Evangelio. Roguemos al Señor.
- Por la justicia y la paz entre todos los pueblos y naciones de la tierra. Roguemos al Señor.
- Por los que vacilan en su fe y acaban abandonando, para que no se sientan abandonados de Dios. Roguemos al Señor.
- Por los que afrontan la crisis y los problemas sin esperanza, para que encuentren el consuelo y la ayuda necesarios. Roguemos al Señor
- Por todos nosotros, para que seamos gente de esperanza que, confiando en la providencia divina, asumen el trabajo y la responsabilidad que les corresponde. Roguemos al Señor.
Atiende, Padre, la oración de aquéllos a los que amas y, pues sin ti nada pueden, concede a cada uno lo que más necesita. Por JCNS.
CANTOS PARA LA CELEBRACION
Entrada. Eres el fuego, el amor (del cassette ‘Jesús de Nazaret’ de R. Romero); Dios nos convoca (CB-68 del cassette ’16 Cantos para la misa); Con nosotros está el Señor (del disco ’15 Nuevos Cantos para la misa’); El Señor es mi fuerza (1 CLN-717).Salmo. LdS o el salmo Este es el día en que actuó el Señor (1 CLN-522).
Aleluya. (1 CLN-E 1); Jubilate Deo omnis terra.
Ofertorio. Ante Ti, Señor, presentamos hoy (Del disco ‘15 Nuevos cantos para la Misa’)
Santo. (1 CLN-E 7)
Aclamación al memorial. Anunciamos tu muerte (1 CLN-J 1)
Comunión. Tan cerca de mí (del disco ‘De fiesta con Jesús’); Tu has venido a la orilla (1 CLN-407); Si vienes conmigo (Del disco ‘Dios con nosotros’ CB-181; Oh Buen Jesús, yo creo firmemente.
Final. Siempre hay algo que crear (de J.L. Martín en el disco ‘Cantos para una comunidad evangelizadora’); Vine a alabar a Dios (del nuevo Cd titulado ’20 Canciones famosas para la celebraciones’).
Director: José Ángel Fuertes Sancho •Paricio Frontiñán, s/n• Tlf 976458529 Fax 976439635 • 50004 ZARAGOZA
Tlf. del Evangelio: 976.44.45.46 - Página web: www.dabar.net - Correo-e: dabar@dabar.net
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