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lunes, 28 de septiembre de 2009

Otra Mirada: ESCÁNDALO



Creo que viene bien aquí y ahora una consideración sobre el escándalo, porque es un tema permanentemente presente en la iglesia y a propósito de la iglesia. Dentro de la iglesia existen hoy varios escándalos de muy diversa especie. Trataremos algunos.

La iglesia que se siente más oficial, más “de siempre”, suele escandalizarse de la predicación del evangelio. Jesús, limpio de cualquier interpretación añadida por la historia, las tradiciones… escandaliza. Me ha ocurrido personalmente: escribo un artículo sobre “los publicanos y las prostitutas os llevan ventaja en el Reino”… y recibo cartas indignadas.

No pocas veces hemos olvidado que Jesús fue causa de escándalo. Le llamaron endemoniado, comilón y bebedor, loco, lo tuvieron por hereje y pecador… y lo condenaron a muerte por blasfemo. Este escándalo que Jesús produjo está muy cercano a la persecución que acompaña a todo seguidor de Jesús, como acompañó a Jesús mismo.

Más aún: si no producimos escándalo de nadie, me parece que es un mal síntoma: no nos parecemos al maestro. Nuestra sociedad prima el poseer y el consumir, se afana por mantener el status de las clases más privilegiadas, mantiene al tercer mundo como despensa a explotar y mercado donde negociar, mantiene las guerras de países lejanos vendiéndoles armamento, deforesta, contamina ….

Profese de palabra lo que profese, esos son sus “valores” reales. ¿Pueden vivir tranquilamente, admitidos y apreciados, los que profesan valores radicalmente opuestos? Los que siguen los criterios y valores de Jesús necesariamente escandalizarán.

Este escándalo se muestra en realidad en la vida cotidiana y debemos aprender a reconocerlo:
• unos padres que se escandalizan de que sus hijos no elijan profesiones o puestos en que se gana más dinero
• unos compañeros de trabajo que marginan a otros porque no meten horas para tener más tiempo para estar con sus hijos ni pretenden a toda costa medrar en la empresa
• una familia que vive tan modestamente que sus amistades se van apartando
• un templo parroquial en que la eucaristía se celebra sin adornos, compartiendo la palabra… y algunos feligreses se van porque les están cambiando la misa….

Me parece que estos son síntomas buenos: que lo malo es que no se dan muy frecuentemente.

Recuerdo un caso muy concreto. Se casó una pareja, de “familias bien”. Se fueron de cooperantes a un país americano. Volvieron a los tres años. Tuvieron un niño. Lo bautizaron en los locales parroquiales donde celebraban sus reuniones con su grupo de revisión de vida: todo muy sencillo, ceremonia compartida y dialogada… y una merienda de tortilla de patatas, frutos secos y zumos de frutas… Y sorprendí la conversación de las dos abuelas, que habían acudido un tanto emperifolladas, y comentaban: “Nosotras los educamos bien, pero cayeron en manos de los curas, los grupos cristianos y todas esas cosas… y nos los han echado a perder”. La verdad es que me sentí feliz al escuchar su escándalo.

Hay otros escándalos dentro de la iglesia: por ejemplo, el escándalo de mucha buena gente y de muchos sinceros seguidores de Jesús por las trampas, ambigüedades y concesiones de personas relevantes de la misma iglesia.

• Cuando se contemplan eucaristías fastuosas en las que participan, y aun comulgan, personajes públicos de más que dudoso comportamiento, e incluso manifiestamente corruptos, los cristianos normales se sienten profundamente alterados.

• Cuando se asiste a procesos de canonización en los que todas las normas anteriores se alteran para conseguir un resultado en poco tiempo o se asiste a nombramientos sometidos a presiones ideológicas manifiestas… los cristianos normales piensan que en la iglesia hay tráfico de influencias y afanes de poder y de prestigio.

• Cuando la declaración de nulidad de un matrimonio cuesta miles de euros y está por tanto al alcance de los más ricos… la gente piensa que no prima le verdad y el sacramento sino el negocio.

• Cuando se margina sistemáticamente la doctrina del Vaticano II, cuando la ideología eclesiástica se funda más en el derecho canónico que en el evangelio (que deberían estar muy muy de acuerdo pero no lo están), cuando en materias opinables las opiniones que no se amoldan sumisamente a las oficiales son perseguidas con métodos inquisitoriales a menudo despiadados… no pocos cristianos dudan de que todo eso tenga algo que ver con el Espíritu de Jesús.

Estamos hablando de escándalos graves, pero hay otro aún más grave. Nosotros, los países de occidente, o del norte o como le quieran llamar, hemos sido históricamente y somos actualmente los responsables de buena parte de la pobreza del resto del mundo y los causantes de estragos mundiales tales como la esclavitud, la desaparición de culturas enteras, de las peores guerras y genocidios de la historia, del quizá irreversible deterioro del planeta … y todo esto ha convivido durante siglos, y convive hoy con el hecho sorprendente de que precisamente en estos países está el mayor número de gente bautizada, y que, incluso ahora, un considerable tanto por ciento de sus habitantes se manifiestan como “practicantes”, aunque tal expresión tenga significados bien ambiguos.

Por centrarnos en el hoy y en el nosotros: el panorama de la pobreza, la desnutrición, la mortalidad infantil, la explotación de los niños… está presente en todos nuestros televisores día a día, semana tras semana… Pero nosotros parecemos inmunes, incapaces de con-padecer. Nuestro nivel de vida, los presupuestos nacionales o regionales… son intocables.

Esto significa que para todas las víctimas, nuestro Dios no trabaja por ellos, sino por nuestro bienestar a costa de ellos. Esto sí que es un escándalo en estado puro, la definición misma de escándalo: impedir con nuestro comportamiento que otros puedan creer.

Creo que llegamos a la definición misma de escándalo, impedir el acceso a Dios, cuando contemplamos el fenómeno asombroso de naciones cuyo nivel de corrupción es elevadísimo, más elevado cuanto más elevadas son las clases sociales, máximo en las clases políticas, países en los que son precisamente esas clases elevadas las más confesionalmente católicas, las que más apoyan al culto, a las devociones…

¿Dónde está la voz de la iglesia? Pues, mire usted por dónde, la voz de la iglesia (y me refiero a la voz oficial de la iglesia) está, no pocas veces, dedicada a hacer la vida imposible a los pocos que levantan su voz contra toda esa corrupción, explotación y miseria.

Todo esto produce asombro, confusión, escándalo. Se recibe la impresión de que en amplios sectores de la iglesia han pasado a segundo término o se han olvidado los pilares del evangelio: “a mí me lo hicisteis”, el resumen de la Ley en el amor a Dios y al prójimo, la construcción de un Reino de hijos…

El escándalo de la gente que sinceramente quiere seguir a Jesús y quiere hacerlo en la iglesia adquiere en nuestro tiempo niveles de ruptura. Hay muchos seguidores de Jesús que no reconocen en esta iglesia al Espíritu de Jesús. Y al leer en el evangelio de hoy la exhortación de Jesús a cortar lo que nos escandaliza nos sentimos horrorizados porque nos creemos invitados a cortar con lo que debería ser el soporte mismo de nuestra fe.

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