Por Dolores Aleixandre
Publicado por Alandar
Publicado por Alandar
Al principio todo marchaba viento en popa: qué gusto escuchar por televisión cosas como éstas: “La justicia es inseparable de la caridad, intrínseca a ella, es su medida mínima”; “el amor —«caritas»— es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz”. “Dar de comer a los hambrientos (cf. Mt 25,35) es un imperativo ético para la Iglesia universal, que responde a las enseñanzas de su Fundador, el Señor Jesús, sobre la solidaridad y el compartir”; “en la era de la globalización, eliminar el hambre en el mundo se ha convertido en una meta que se ha de lograr para salvaguardar la paz y la estabilidad del planeta”; “los pobres son el resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano”; “comprar es siempre un acto moral y no sólo económico”; “urge la reforma de la arquitectura económica y financiera internacional”.
“La responsabilidad es global, porque no concierne sólo a la energía, sino a toda la creación, para no dejarla a las nuevas generaciones empobrecida en sus recursos”…
Pero cuánta razón tenía Qohelet cuando afirmaba: Una mosca muerta echa a perder un perfume. (Qo 10,1): la espléndida “banda sonora” de frases de la encíclica “Caritas in Veritate” perdió de pronto gran parte de su contundencia al aparecer “el destello”: la cámara enfocó en primer plano el anillo de oro en la mano del Papa, la gran cruz con su cadena, también de oro, y la pluma con la que firmaba la encíclica, con pinta de más de lo mismo.
Agredida por semejante destello áureo, me puse de mal humor y cometí el error de irme a dormir bajo su impacto. Y en mala hora lo hice porque, nada más dormirme, me visitaron en sueños Doña Perplejidad y Doña Irritación, cogidas del brazo y quitándose la palabra la una a la otra: -“¿Cómo es posible que el sector eclesial que nos representa tenga tan atrofiada la sensibilidad para el lenguaje de las imágenes y de los símbolos?” “Es evidente que, aunque se vendiera todo eso para dárselo a los pobres, no se iba a remediar la injusticia que padecen, pero ¿cómo no se dan cuenta de lo impropios que resultan esos escenarios, vestimentas y pedrerías?” “Resulta incomprensible que ningún responsable de comunicación vaticana sea consciente de que pronunciar palabras tan graves como justicia, pobres, solidaridad o hambre, sobre un trasfondo de mármoles, tapices, terciopelos, sedas y oros es tan incongruente como escribir hortografía con H”. “¿No son capaces de imaginar el impacto que supondría ver firmar la encíclica en la sede de la FAO, por ejemplo, o en uno de esos poblados de gitanos que Berlusconi pretende exterminar?”
Estaba yo encantada de escucharlas, asintiendo con la cabeza y dándoles muestras de efusivo acuerdo cuando, para completar el trío, aparece en escena Doña Viga-en-el-ojo-propio, que ya me ha visitado otras veces, se me planta delante con los brazos en jarras y me espeta las siguientes preguntas: - “Y tú, maja, ¿qué tal andas de destellos? Porque seguro que más de uno que te conoce se tiene que poner gafas de sol para soportar los tuyos… ¿O es que te crees que por okupar esta columna estás ya a salvo de tus propias incoherencias? ¿Y qué propuestas tienes para cambiar todo eso que tanto criticas? Porque no irás a creerte que lo vas a solucionar repartiendo a todo el personal eclesiástico cruces de madera, anillos de tucún y bolígrafos de propaganda…”
He amanecido agotada pero con tres decisiones clarísimas: estar más atenta a los destellos que provocan mis inconsecuencias, leerme la encíclica de pe a pa, faltaría más y, por aquello de que ojos que no ven corazón que no siente, enterarme sólo por radio de las noticias vaticanas.
Más que nada por no agarrar una conjuntivitis A.
“La responsabilidad es global, porque no concierne sólo a la energía, sino a toda la creación, para no dejarla a las nuevas generaciones empobrecida en sus recursos”…
Pero cuánta razón tenía Qohelet cuando afirmaba: Una mosca muerta echa a perder un perfume. (Qo 10,1): la espléndida “banda sonora” de frases de la encíclica “Caritas in Veritate” perdió de pronto gran parte de su contundencia al aparecer “el destello”: la cámara enfocó en primer plano el anillo de oro en la mano del Papa, la gran cruz con su cadena, también de oro, y la pluma con la que firmaba la encíclica, con pinta de más de lo mismo.
Agredida por semejante destello áureo, me puse de mal humor y cometí el error de irme a dormir bajo su impacto. Y en mala hora lo hice porque, nada más dormirme, me visitaron en sueños Doña Perplejidad y Doña Irritación, cogidas del brazo y quitándose la palabra la una a la otra: -“¿Cómo es posible que el sector eclesial que nos representa tenga tan atrofiada la sensibilidad para el lenguaje de las imágenes y de los símbolos?” “Es evidente que, aunque se vendiera todo eso para dárselo a los pobres, no se iba a remediar la injusticia que padecen, pero ¿cómo no se dan cuenta de lo impropios que resultan esos escenarios, vestimentas y pedrerías?” “Resulta incomprensible que ningún responsable de comunicación vaticana sea consciente de que pronunciar palabras tan graves como justicia, pobres, solidaridad o hambre, sobre un trasfondo de mármoles, tapices, terciopelos, sedas y oros es tan incongruente como escribir hortografía con H”. “¿No son capaces de imaginar el impacto que supondría ver firmar la encíclica en la sede de la FAO, por ejemplo, o en uno de esos poblados de gitanos que Berlusconi pretende exterminar?”
Estaba yo encantada de escucharlas, asintiendo con la cabeza y dándoles muestras de efusivo acuerdo cuando, para completar el trío, aparece en escena Doña Viga-en-el-ojo-propio, que ya me ha visitado otras veces, se me planta delante con los brazos en jarras y me espeta las siguientes preguntas: - “Y tú, maja, ¿qué tal andas de destellos? Porque seguro que más de uno que te conoce se tiene que poner gafas de sol para soportar los tuyos… ¿O es que te crees que por okupar esta columna estás ya a salvo de tus propias incoherencias? ¿Y qué propuestas tienes para cambiar todo eso que tanto criticas? Porque no irás a creerte que lo vas a solucionar repartiendo a todo el personal eclesiástico cruces de madera, anillos de tucún y bolígrafos de propaganda…”
He amanecido agotada pero con tres decisiones clarísimas: estar más atenta a los destellos que provocan mis inconsecuencias, leerme la encíclica de pe a pa, faltaría más y, por aquello de que ojos que no ven corazón que no siente, enterarme sólo por radio de las noticias vaticanas.
Más que nada por no agarrar una conjuntivitis A.
No hay comentarios:
Publicar un comentario