Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 11, 42-46
Jesús dijo a los fariseos:
«¡Ay de ustedes, fariseos, que pagan el impuesto de la menta, de la ruda y de todas las legumbres, y descuidan la justicia y el amor de Dios! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello.
¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar el primer asiento en las sinagogas y ser saludados en las plazas!
¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven y sobre los cuales se camina sin saber!»
Un doctor de la Ley tomó entonces la palabra y dijo: «Maestro, cuando hablas asÍ, nos insultas también a nosotros».
Él le respondió: «¡Ay de ustedes también, porque imponen a los demás cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni siquiera con un dedo!»
Después de haber visto ayer la introducción del debate de Jesús con los fariseos y legistas, en la que se sentó el horizonte desde el cual deben ser valorados todos los comportamientos, veamos hoy los primeros “ayes” de Jesús sobre el comportamiento errado de los animadores de la experiencia religiosa de Israel. Pero antes tengamos presentes dos observaciones:
- El discurso de Jesús se realiza al ritmo de seis “ayes”, tres de ellos se dirigen a los fariseos (no a ninguno en particular sino a todos como escuela, como una cierta orientación de la espiritualidad) y los otros tres a los legistas (los maestros de la Ley).
- El término “¡ay!”, como lo dimos a entender cuando leímos el discurso en Mateo, no es propiamente una maldición sino un oráculo de desventura que indica que el comportamiento señalado es más bien un camino de perdición.
Sin perder de vista el camino que Jesús ya ha trazado para lograr la verdadera y más profunda pureza, que es el vivir amorosa y servicialmente en función de los demás (ver 11,41), detengámonos en cada uno de los comportamientos y actitudes que Jesús quiere corregir para que se ponga en la dirección que ya señaló:
Primer “¡ay!”: “Pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor de Dios” (11,,42ª). No es que Jesús esté en contra de la práctica de la Ley (ver Dt 12,22; Lv 27,30), más bien parece aceptarla, lo que Él no aprueba es la manera de exigirla. Los fariseos le puesto un excesivo celo a las exigencias y han caído en un “detallismo” que los lleva a perder el verdadero sentido de lo que hacen. Lo que importa es el Amor de Dios y la Justicia con los hermanos.
Segundo “¡ay!”: “Amáis el primer asiento en las sinagogas y que se os salude en las plazas” (11,43). Puesto que el ser líder religioso da prestigio, un gran peligro es buscar la honra por la honra: el puesto y el título en los lugares públicos. En este caso se está pensando en sí mismo, en la propia imagen, en el esfuerzo por que los demás los consideren puros y justos, como gente buena.
Tercer “¡ay!”: “Sois como los sepulcros blanqueados que no se ven, sobre los que andan los hombres sin saberlo” (11,44). Esta comparación es el eco de la exigencia de pureza en los cementerios según Nm 19,16, según la cual tocar un sepulcro era causa de impureza, razón por la cual había que hacerlas más visibles con la pintura blanca. Lucas interpreta de una manera novedosa: los sepulcros son los líderes religiosos que se destacan (“blanqueados” es una referencia a la visibilidad de que habla el segundo “¡ay!”) y la gente que los rodea continuamente para escuchar sus enseñanzas son los que quedan impuros, porque en el contacto con ellos se contaminan de sus vicios sin darse cuenta.
Cuarto “¡ay!”: “Imponéis a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos”. Los legistas, a quienes se dirige este último “¡ay!” que consideramos hoy, eran reconocidos por su interpretación rigurosa de la Ley, a ella le agregaban algunas obligaciones que no tenían justificación. Pero ellos, por su parte se las arreglaban astutamente para no hacer lo que le mandaban hacer a los otros.
1. ¿Qué finalidad tienen los “¡ay!” que Jesús pronuncia en el Evangelio?
2. ¿Cuáles son las rutas por las cuales una vida se desvía del camino de la verdadera pureza según el Evangelio de hoy?
3. ¿Cuál es el problema de fondo en los cuatro “¡ay!” que leímos hoy?
«¡Ay de ustedes, fariseos, que pagan el impuesto de la menta, de la ruda y de todas las legumbres, y descuidan la justicia y el amor de Dios! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello.
¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar el primer asiento en las sinagogas y ser saludados en las plazas!
¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven y sobre los cuales se camina sin saber!»
Un doctor de la Ley tomó entonces la palabra y dijo: «Maestro, cuando hablas asÍ, nos insultas también a nosotros».
Él le respondió: «¡Ay de ustedes también, porque imponen a los demás cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni siquiera con un dedo!»
Después de haber visto ayer la introducción del debate de Jesús con los fariseos y legistas, en la que se sentó el horizonte desde el cual deben ser valorados todos los comportamientos, veamos hoy los primeros “ayes” de Jesús sobre el comportamiento errado de los animadores de la experiencia religiosa de Israel. Pero antes tengamos presentes dos observaciones:
- El discurso de Jesús se realiza al ritmo de seis “ayes”, tres de ellos se dirigen a los fariseos (no a ninguno en particular sino a todos como escuela, como una cierta orientación de la espiritualidad) y los otros tres a los legistas (los maestros de la Ley).
- El término “¡ay!”, como lo dimos a entender cuando leímos el discurso en Mateo, no es propiamente una maldición sino un oráculo de desventura que indica que el comportamiento señalado es más bien un camino de perdición.
Sin perder de vista el camino que Jesús ya ha trazado para lograr la verdadera y más profunda pureza, que es el vivir amorosa y servicialmente en función de los demás (ver 11,41), detengámonos en cada uno de los comportamientos y actitudes que Jesús quiere corregir para que se ponga en la dirección que ya señaló:
Primer “¡ay!”: “Pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor de Dios” (11,,42ª). No es que Jesús esté en contra de la práctica de la Ley (ver Dt 12,22; Lv 27,30), más bien parece aceptarla, lo que Él no aprueba es la manera de exigirla. Los fariseos le puesto un excesivo celo a las exigencias y han caído en un “detallismo” que los lleva a perder el verdadero sentido de lo que hacen. Lo que importa es el Amor de Dios y la Justicia con los hermanos.
Segundo “¡ay!”: “Amáis el primer asiento en las sinagogas y que se os salude en las plazas” (11,43). Puesto que el ser líder religioso da prestigio, un gran peligro es buscar la honra por la honra: el puesto y el título en los lugares públicos. En este caso se está pensando en sí mismo, en la propia imagen, en el esfuerzo por que los demás los consideren puros y justos, como gente buena.
Tercer “¡ay!”: “Sois como los sepulcros blanqueados que no se ven, sobre los que andan los hombres sin saberlo” (11,44). Esta comparación es el eco de la exigencia de pureza en los cementerios según Nm 19,16, según la cual tocar un sepulcro era causa de impureza, razón por la cual había que hacerlas más visibles con la pintura blanca. Lucas interpreta de una manera novedosa: los sepulcros son los líderes religiosos que se destacan (“blanqueados” es una referencia a la visibilidad de que habla el segundo “¡ay!”) y la gente que los rodea continuamente para escuchar sus enseñanzas son los que quedan impuros, porque en el contacto con ellos se contaminan de sus vicios sin darse cuenta.
Cuarto “¡ay!”: “Imponéis a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos”. Los legistas, a quienes se dirige este último “¡ay!” que consideramos hoy, eran reconocidos por su interpretación rigurosa de la Ley, a ella le agregaban algunas obligaciones que no tenían justificación. Pero ellos, por su parte se las arreglaban astutamente para no hacer lo que le mandaban hacer a los otros.
Para cultivar la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón:
1. ¿Qué finalidad tienen los “¡ay!” que Jesús pronuncia en el Evangelio?
2. ¿Cuáles son las rutas por las cuales una vida se desvía del camino de la verdadera pureza según el Evangelio de hoy?
3. ¿Cuál es el problema de fondo en los cuatro “¡ay!” que leímos hoy?
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