Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 11, 5-13
Jesús dijo a sus discípulos:
Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: «Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle», y desde adentro él le responde: «No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos».
Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.
También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
¿Hay entre ustedes algún padre que da su hijo una serpiente cuando le pide un pescado? ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquéllos que se lo pidan!
No podemos dejar pasar la riqueza del evangelio hoy, el cual es una maravillosa Escuela de Padres. El ambiente familiar de las enseñanzas que Jesús propone después del “Padrenuestro” (Lc 11,1-4) es indudable. Allí se habla de la casa y de la familia del amigo, de sus hijos que no quiere importunar, de los papás que siempre piensan en lo mejor para sus hijos y sobre todo en el Papá Dios que da su ¡Espíritu Santo! como el mayor de sus dones para todos sus hijos.
Es claro que Jesús se apoya en el mundo familiar para dar su enseñanza sobre la oración a los discípulos. ¡Así de importante es el mundo de la familia! Por eso hoy estamos invitados a ponerle mayor atención a la oración en familia.
1. La oración en familia: un espacio que cualifica la fe
La oración individual es importante, pero la oración comunitaria en familia es mejor. La comunidad familiar encuentra en la oración un espacio que la hace crecer el espíritu del amor. Y viceversa, la vida de oración crece cuando es compartida con aquellos que recorren con nosotros los mismos camino de maduración, particularmente los de la fe.
Es verdad que a veces no encontramos el tiempo para orar en familia. Cada uno tiene algo diferente que hacer, los horarios no coinciden ni tampoco los estados de ánimo. Sucede también que los momentos en que nos encontramos en casa coinciden con aquellos en los que estamos cansados y con menor disposición para la oración.
Pero curiosamente es la oración lo que necesitamos cuando estamos así: ¡qué bueno comenzar con un compartir amplio sobre lo que hemos hecho, expresar sentimientos y explorar ideales! Luego podríamos unir todo en oración haciendo que lo de los otros también se haga nuestro en la presencia del Señor. Entonces percibiremos como la amorosa compañía de nuestro Padre celestial y también la de nuestros seres queridos termina siendo la constante de nuestra vida.
2. Qué bendiciones derrama el Señor en la oración familiar
La Biblia nos enseña que la vida de pareja tiene su raíz y su fuerza en la relación con Dios. Y cuando la relación encuentra esta raíz, cuenta también con una fuente que mantiene el amor siempre renovado, siempre en crecimiento y cada vez más perfecto.
Entonces de los labios de la pareja van a salir espontáneamente expresiones de gratitud por la experiencia del amor recíproco, invocarán juntos el don de la generación de la vida, le pedirán ayuda al Señor para que acompañe y proteja la vida que está por nacer, le suplicarán la valentía para tener el gozo de perdonarse mutuamente y quererse cada día más.
Juan Pablo II nos ha enseñado que “sólo orando junto con los hijos, el padre y la madre descienden en profundidad en el corazón, dejando huellas que los siguientes eventos de la vida no podrán borrar” (Familiaris Consortio No.60).
3. Pistas para la oración familiar
3.1. Para lograrlo primero hay que tomar la decisión
No hay que dejar que la excusa de la fatiga nos robe el espacio más bello del día. Tomemos tiempo para parar y entrar en oración. Hay que tomar la decisión personal y luego la iniciativa en la casa. Cuando se dan los primeros pasos, luego se nota cómo todos, en medio de las presiones de la jornada, van sintiendo la necesidad de este momento.
Muchas familias que se reúnen semanalmente para orar juntas, parten de la Lectio Divina. Ellas testimonian cómo en las condiciones de vida de hoy, en medio de las tantas o demasiadas ocupaciones, dentro del cansancio, de la enfermedad, del dolor que no pocas veces se experimenta en la experiencia familiar, el Señor les ha regalado el don de la oración. Y ésta se ha convertido en la antesala de la celebración eucarística dominical, a la cual van también como familia.
3.2. Suplicar el don de la oración familiar
Muchos temores bloquean a padres de familia que tienen la intención de hacer de su hogar una escuela de oración para todos: muchas veces el miedo al “no” de los otros, pero temor más frecuente es “¿si nosotros mismos no sabemos orar qué le vamos a enseñar a los hijos?”.
Quizás era la preocupación de los apóstoles, quienes sabían que en la misión tendrían que educar a las comunidades en la oración. Un día, cuando Jesús estaba orando, uno le dijo: “Señor, enséñanos a orar” (11,1). Pues tampoco nosotros tengamos miedo de dirigirle esta súplica al Señor, admitiendo que no sabemos. Convirtámosla en la súplica más importante de todas las que llevamos en el corazón. Y no nos cansemos de repetirla, como esposos, como padres de familia, como hijos. El Padre, así como nos asegura Jesús, “le concede el Espíritu Santo a los que se lo piden” (11,13) y es el Espíritu Santo el que conduce nuestra oración.
3.3. Orar la vida misma
La oración compartida hace fluir las expresiones del afecto esponsal y también paterno-filial. Con la oración se celebra la acogida agradecida del don la vida, se acompaña el compartir alegre de la comida, se agradece la bendición de la alegría de la salud y de la curación, se ofrecen las enfermedades y los sufrimientos, el tener o la carencia del trabajo, del colegio y de las vacaciones. La oración no debe faltar en las fiestas de cumpleaños y en los otros aniversarios, ni tampoco en la oblación de la vida que muere y la memoria perenne de los seres queridos que ya partieron para la casa del Padre.
No olvidemos un espacio cotidiano, sencillo pero importante, es el de la bendición de la mesa. Es corto pero tiene mucha fuerza. ¡Qué bueno incrementar en nuestras casas la costumbre de orar antes de comenzar a comer!
Desde los momentos más sencillos, hasta aquellos que marcan coyunturalmente la vida, como el noviazgo o la espera de una nueva vida en el hogar, deberían estar marcados por la oración.
Como podemos ver, no se puede orar poniendo entre paréntesis las situaciones concretas de la vida. Hay un diálogo esencial entre la oración y la vida, entre la vida y la oración. Precisamente este es el “diálogo” que tenemos que llevar a cabo dentro de la familia, preocupándonos por cultivar la vida interior, en la vida de oración, a todos los que viven en la casa.
4. Hacia la gran comunidad que es la parroquia
Esta es la contribución específica que la familia, cada familia, le debe aportar a la gran familia de la comunidad cristiana de la parroquia. Para ello es necesario el interés del párroco y del equipo de animación pastoral.
Cómo es de importante que nuestras comunidades parroquiales se preocupen por sostener el camino espiritual de las familias, poniéndole mucho cuidado a los momentos de oración comunitaria en los que las familias están presentes. Después cuando regresen a casa en cada una de las familias se hará lo mismo.
Qué bello espectáculo cuando la familia se integra en la parroquia. Sobre todo cuando los hijos se unen a sus padres y viceversa, así como cuando Jesús acompañaba a sus padres María y José en sus peregrinaciones desde Nazaret hasta Jerusalén. Era en ese ambiente en el que, después de esas maravillosas experiencias de fe compartidas, el evangelio nos dice que “Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2,52).
1. ¿Cómo podría caracterizar la vida de oración en mi casa? ¿Nula? ¿Regular? ¿Intensa?
2. ¿Por qué es importante la oración en familia y qué bendiciones le trae al hogar?
3. ¿Qué pasos voy a dar para estimular en mi familia la creación de espacios de oración más frecuentes?
Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: «Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle», y desde adentro él le responde: «No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos».
Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.
También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
¿Hay entre ustedes algún padre que da su hijo una serpiente cuando le pide un pescado? ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquéllos que se lo pidan!
Compartiendo la Palabra
Por CELAM - CEBIPAL
Escuela de Padres:
Una oración que renueva nuestro espíritu familiar
Lucas 11,5-13
“Cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan”
Por CELAM - CEBIPAL
Escuela de Padres:
Una oración que renueva nuestro espíritu familiar
Lucas 11,5-13
“Cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan”
No podemos dejar pasar la riqueza del evangelio hoy, el cual es una maravillosa Escuela de Padres. El ambiente familiar de las enseñanzas que Jesús propone después del “Padrenuestro” (Lc 11,1-4) es indudable. Allí se habla de la casa y de la familia del amigo, de sus hijos que no quiere importunar, de los papás que siempre piensan en lo mejor para sus hijos y sobre todo en el Papá Dios que da su ¡Espíritu Santo! como el mayor de sus dones para todos sus hijos.
Es claro que Jesús se apoya en el mundo familiar para dar su enseñanza sobre la oración a los discípulos. ¡Así de importante es el mundo de la familia! Por eso hoy estamos invitados a ponerle mayor atención a la oración en familia.
1. La oración en familia: un espacio que cualifica la fe
La oración individual es importante, pero la oración comunitaria en familia es mejor. La comunidad familiar encuentra en la oración un espacio que la hace crecer el espíritu del amor. Y viceversa, la vida de oración crece cuando es compartida con aquellos que recorren con nosotros los mismos camino de maduración, particularmente los de la fe.
Es verdad que a veces no encontramos el tiempo para orar en familia. Cada uno tiene algo diferente que hacer, los horarios no coinciden ni tampoco los estados de ánimo. Sucede también que los momentos en que nos encontramos en casa coinciden con aquellos en los que estamos cansados y con menor disposición para la oración.
Pero curiosamente es la oración lo que necesitamos cuando estamos así: ¡qué bueno comenzar con un compartir amplio sobre lo que hemos hecho, expresar sentimientos y explorar ideales! Luego podríamos unir todo en oración haciendo que lo de los otros también se haga nuestro en la presencia del Señor. Entonces percibiremos como la amorosa compañía de nuestro Padre celestial y también la de nuestros seres queridos termina siendo la constante de nuestra vida.
2. Qué bendiciones derrama el Señor en la oración familiar
La Biblia nos enseña que la vida de pareja tiene su raíz y su fuerza en la relación con Dios. Y cuando la relación encuentra esta raíz, cuenta también con una fuente que mantiene el amor siempre renovado, siempre en crecimiento y cada vez más perfecto.
Entonces de los labios de la pareja van a salir espontáneamente expresiones de gratitud por la experiencia del amor recíproco, invocarán juntos el don de la generación de la vida, le pedirán ayuda al Señor para que acompañe y proteja la vida que está por nacer, le suplicarán la valentía para tener el gozo de perdonarse mutuamente y quererse cada día más.
Juan Pablo II nos ha enseñado que “sólo orando junto con los hijos, el padre y la madre descienden en profundidad en el corazón, dejando huellas que los siguientes eventos de la vida no podrán borrar” (Familiaris Consortio No.60).
3. Pistas para la oración familiar
3.1. Para lograrlo primero hay que tomar la decisión
No hay que dejar que la excusa de la fatiga nos robe el espacio más bello del día. Tomemos tiempo para parar y entrar en oración. Hay que tomar la decisión personal y luego la iniciativa en la casa. Cuando se dan los primeros pasos, luego se nota cómo todos, en medio de las presiones de la jornada, van sintiendo la necesidad de este momento.
Muchas familias que se reúnen semanalmente para orar juntas, parten de la Lectio Divina. Ellas testimonian cómo en las condiciones de vida de hoy, en medio de las tantas o demasiadas ocupaciones, dentro del cansancio, de la enfermedad, del dolor que no pocas veces se experimenta en la experiencia familiar, el Señor les ha regalado el don de la oración. Y ésta se ha convertido en la antesala de la celebración eucarística dominical, a la cual van también como familia.
3.2. Suplicar el don de la oración familiar
Muchos temores bloquean a padres de familia que tienen la intención de hacer de su hogar una escuela de oración para todos: muchas veces el miedo al “no” de los otros, pero temor más frecuente es “¿si nosotros mismos no sabemos orar qué le vamos a enseñar a los hijos?”.
Quizás era la preocupación de los apóstoles, quienes sabían que en la misión tendrían que educar a las comunidades en la oración. Un día, cuando Jesús estaba orando, uno le dijo: “Señor, enséñanos a orar” (11,1). Pues tampoco nosotros tengamos miedo de dirigirle esta súplica al Señor, admitiendo que no sabemos. Convirtámosla en la súplica más importante de todas las que llevamos en el corazón. Y no nos cansemos de repetirla, como esposos, como padres de familia, como hijos. El Padre, así como nos asegura Jesús, “le concede el Espíritu Santo a los que se lo piden” (11,13) y es el Espíritu Santo el que conduce nuestra oración.
3.3. Orar la vida misma
La oración compartida hace fluir las expresiones del afecto esponsal y también paterno-filial. Con la oración se celebra la acogida agradecida del don la vida, se acompaña el compartir alegre de la comida, se agradece la bendición de la alegría de la salud y de la curación, se ofrecen las enfermedades y los sufrimientos, el tener o la carencia del trabajo, del colegio y de las vacaciones. La oración no debe faltar en las fiestas de cumpleaños y en los otros aniversarios, ni tampoco en la oblación de la vida que muere y la memoria perenne de los seres queridos que ya partieron para la casa del Padre.
No olvidemos un espacio cotidiano, sencillo pero importante, es el de la bendición de la mesa. Es corto pero tiene mucha fuerza. ¡Qué bueno incrementar en nuestras casas la costumbre de orar antes de comenzar a comer!
Desde los momentos más sencillos, hasta aquellos que marcan coyunturalmente la vida, como el noviazgo o la espera de una nueva vida en el hogar, deberían estar marcados por la oración.
Como podemos ver, no se puede orar poniendo entre paréntesis las situaciones concretas de la vida. Hay un diálogo esencial entre la oración y la vida, entre la vida y la oración. Precisamente este es el “diálogo” que tenemos que llevar a cabo dentro de la familia, preocupándonos por cultivar la vida interior, en la vida de oración, a todos los que viven en la casa.
4. Hacia la gran comunidad que es la parroquia
Esta es la contribución específica que la familia, cada familia, le debe aportar a la gran familia de la comunidad cristiana de la parroquia. Para ello es necesario el interés del párroco y del equipo de animación pastoral.
Cómo es de importante que nuestras comunidades parroquiales se preocupen por sostener el camino espiritual de las familias, poniéndole mucho cuidado a los momentos de oración comunitaria en los que las familias están presentes. Después cuando regresen a casa en cada una de las familias se hará lo mismo.
Qué bello espectáculo cuando la familia se integra en la parroquia. Sobre todo cuando los hijos se unen a sus padres y viceversa, así como cuando Jesús acompañaba a sus padres María y José en sus peregrinaciones desde Nazaret hasta Jerusalén. Era en ese ambiente en el que, después de esas maravillosas experiencias de fe compartidas, el evangelio nos dice que “Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2,52).
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Cómo podría caracterizar la vida de oración en mi casa? ¿Nula? ¿Regular? ¿Intensa?
2. ¿Por qué es importante la oración en familia y qué bendiciones le trae al hogar?
3. ¿Qué pasos voy a dar para estimular en mi familia la creación de espacios de oración más frecuentes?
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