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domingo, 18 de abril de 2010

Domingo 18 04 10. Ante la Iglesia y Castillo del Buen Amor. Pedro ¿me amas?


Publicado por El Blog de X. Pikaza

Hace tres años (el 20, 21 y 22 de abril del 2007) ofrecí un extenso comentario del evangelio de este domingo, que hoy quiero retomar en parte y aplicar a nuestra situación, partiendo de la homilía que ayer sábado escuché en la ermita de la Virgen de los Remedios, junto al Castillo del Buen Amor de Topas, que el obispo Fonseca de Santiago de Compostela y Salamanca (el de los Colegios Universitarios) construyó para su amante (de ahí el nombre del Buen Amor). En ese castillo moró Fernando el Católica, también con su amante, cuando dirigió la Batalla de Toro, que dio el reino de Castilla a Isabel la Católica.

No voy repetir ni comentar todos los puntos que entonces desarrollé, pues allí están por si alguien quiere verlos. Pero quiero citar y aplicar algunos, en estos tiempos de tormenta de amor y amoríos (de silencio y abandono) de la Iglesia. Me ocuparé en especial del Buen Amor (superando el ejemplo de los viejos y ricos Fonseca, que legaban episcopado y riquezas a sus hijos, en Salamanca y Santiago), del Amor de Pedro y del Papa, del amor de todos los que quieren ser Iglesia, siguiendo esta bellísima parábola del evangelio de hoy.

(En la imagen el castillo del Buen Amor o, mejor dicho, de los amoríos del rico obispo Fonseca y del astuto rey Fernando, en Topas (convertido hoy en hotel de lujo, para buenos amores). A su lado, muy cerca, en la misma Topas, se levanta hoy una de las macro-cárceles más tétrics de España).La ermita de la celebración, que en principio fue la "matriz" del castillo, se encuentra ahora separada por unas alambradas, de manera que las gentes del castillo no pueden ir a ella, sino es dando un gran rodeo, y los devotos de la ermita no pueden subir al castillo. No sé si esto tiene algún simbolismo.

Evangelio. Juan 21, 1-19

Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice: "Me voy a pescar." Ellos contestan: "Vamos también nosotros contigo." Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice: "Muchachos, ¿tenéis pescado?" Ellos contestaron: "No." Él les dice: "Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis."
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: "Es el Señor."
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: "Traed de los peces que acabáis de coger."
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: "Vamos, almorzad."
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos. Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?" Él le contestó: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero." Jesús le dice: "Apacienta mis corderos." Por segunda vez le pregunta: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" Él le contesta: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero." Él le dice: "Pastorea mis ovejas." Por tercera vez le pregunta: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?" Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: "Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero." Jesús le dice: "Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras." Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: "Sígueme."

Breves apuntes, un papa desnudo:

a. Pedro dijo: “Me voy a pescar…”. ¿Debemos esperar que hoy sea el Papa el que inicie la pesca? ¿Qué pesca? ¿En qué mar?

b. Le dijeron: ¡Vamos contigo! ¿Quiénes se animan a pescar con Pedro? ¿A quiénes admite Pedro en su barca? ¿Cabe allí el Discípulo amado?

c. Echad al otro lado. Llevamos quizá siglos pesando en un lado,, quizá a la izquierda (que es la derecha para el que mira). ¿Habrá que pescar al otro lado?

d. Pedro estaba desnudo…. Un papa desnudo, ése sería el tema… Sin báculo ni mitra, sin… Sin nada, desnudo sobre el ancho mar, con las manos en las redes….

e. Los 153 peces… son todos los pueblos de la tierra. ¿Habrá en la iglesia red para que puedan entrar todos los pueblos…?

La palabra del buen amor. Un Papa amoroso

Pedro ha dirigido la faena (en la línea de lo que podrá hacer luego el Papa de Roma), pero depende de los otros y especialmente del Discípulo amado, y no sólo de Jesús que espera en la orilla, recibiendo los peces que traen los discípulos y ofreciéndoles el pan y el pez del Reino. Por eso, cuando todo parece haber terminado y los discípulos toman en la orilla el pan de Jesús con los peces de la pesca misionera, el texto sigue, de manera sorprendente:

Después que comieron, Jesús dijo: «Simón, hijo de Juan ¿me amas más que estos?». Le dijo «¡Sí, Señor! Tú sabes que te quiero». Le dijo: «¡Apacienta mis corderos!». Por segunda vez le dijo: «Simón, hijo de Juan ¿me amas?». Le dijo: «¡Sí, Señor! Tu sabes que te quiero». Le dijo: «¡Apacienta mis ovejas!». Por tercera vez le dijo: «Simón, hijo de Juan ¿me quieres?». Se entristeció Pedro, porque por tercera vez le había dicho ¿me quieres? Y le dijo: «¡Señor! Tú lo sabes todo, sabes que te quiero». Y le dijo:«¡Apacienta mis ovejas!» (Jn 21, 15-17).

Pedro recibe una doble misión. Hasta ahora ha sido pescador, esto es, misionero universal, en una línea destacada por la tradición de Marcos, cuando narra las primeras llamadas de Jesús, que convoca a los cuatro primeros discípulos (Pedro y Andrés, los zebedeos) para hacerles «pescadores de hombres» (Mc 1, 16-20). Pues bien, por un cambio que es lógico en el itinerario del evangelio, Pedro-Pescador (que recibe en su barca los peces de todos los pueblos) ha de convertirse en Pedro-Pastor, que cuida y ama a esos peces, transformados ya en ovejas-amigos de Jesús.

Pastores bandidos, pastores amantes

Según la tradición bíblica, hay pastores bandidos, que dicen guardar el rebaño, pero lo dominan a su antojo, para su provecho; hay pastores mercenarios, que actúan por dinero, sin amar a las ovejas, de manera que acercándose el peligro escapan, como sabe la historia y teología israelita (desde Ez 34 hasta el libro de las Visiones o Sueños de 1 Henoc 83-90) y como añade con toda nitidez el mismo Jn 10, 7-13. En contra de eso, Juan ha presentando a Jesús como pastor-amigo de hombres con quienes comparte en amor su existencia. Pues bien, Jesús quiere que Pedro se vuelva pastor de esa manera amorosa, sin mando ni imposición, pero cuidando en amor a los demás, como la amante del Cántico que dice «ya no guardo ganado, ni tengo ya otro oficio, pues ya sólo en amor es mi ejercicio» (JUAN DE LA CRUZ)

Así pasamos de la misión o pesca universal (desde la barca de Pedro) al pastoreo también universal que se expresa con el amor que tiene "ojos" para ver, corazón para compartir (cf. Jn 10, 14: «conozco a mis ovejas») y autoridad para acompañar a los demás en la trayectoria mesiánica. No es que Pedro deba cumplir «por amor» una tarea que en sí es pura organización, sino que toda su tarea consiste en animar en amor a los creyentes, de manera que no pueden separarse institución y vida. Por eso, Jesús le empieza preguntando ¿me quieres? No hay más aprendizaje ministerial, ni más conocimiento pastoral que el amor. Pedro ha negado tres veces, ha tenido miedo (como los pastores que ven al lobo en Jn 10, 12) y ha dejado a Cristo, olvidando su palabra y compromiso (cf. Jn 18, 15-18 par), en una historia tejida de traición y negaciones. Jesús le pregunta por tres veces ¿me quieres?, para confiarle después una tarea, que aquí (a diferencia de Mt 16, 17-18) puede aparecer como signo de una función permanente, propia de los ministros de la iglesia.

La función de Pedro

Jesús pide a Pedro que le ame intensamente, cuidando de esa forma a sus ovejas. Entendido así, más que un individuo particular, cuya tarea se pueda transmitir a otros individuos (misioneros u obispos, presbíteros o papas, varones o mujeres), Pedro es aquí signo de todos aquellos que realizan tareas misioneras (pesca) y pastorales (cuidado) dentro de la iglesia, sin más autoridad que el amor que cuida y anima.

Cristo había aparecido en Jn 10 como Pastor que ama (conoce) a su rebaño, en gesto que implicaba la entrega de la vida. Pues bien, ahora quiere que Pedro actúe de la misma forma (como hace ya el Discípulo Amado). Por eso le pregunta por tres veces si le quiere y le confía por tres veces su tarea: apacienta mis ovejas, pues el mismo amor de Cristo es amor a los hermanos (cf. Jn 13, 34-35).

De esa forma, el evangelio de Juan asume y reformula el ministerio petrino dentro la iglesia, como servicio de amor a los creyentes no como autoridad separable del amor. Un sistema administrativo necesita eficiencia, no amor; el capitalismo quiere racionalidad, no cariño. En contra de eso, el ministro de Jesús (varón o mujer)h a de ser testigo de amor, como el Discípulo amado.

Normalmente, quien guarda ganado no ama, sino que se impone sobre las ovejas, creando instituciones o sistemas objetivos de control social. Por el contrario, quien ama no guarda ganado, sino que vive en grupos de pequeña intimidad, liberado de las tareas del sistema. Pues bien, superando esa división, Jesús quiere que en Pedro se vinculen y enriquezcan amor y servicio, intimidad y pastoreo. En ese sentido, todos los que aman son "pastores" en la iglesia. Pero hay una diferencia: al Discípulo amado le basta con amar, no se le pide que apaciente de manera programada a las ovejas; por el contrario, los pastores, como Pedro, deben traducir el amor en pastoreo, de manera que el ¿me quieres? se vuelve tarea: ¡apacienta a mis ovejas!

Pedro amante-pastor

Esta iglesia de Pedro que es Amante-Pastor (contemplativo-organizador) no puede volverse sistema, pues por esencia el sistema hace abstracción del amor (no le interesan las personas) y resuelve los problemas en forma legalista. Pedro, en cambio, es hombre de amor y su pastoreo no puede entenderse simplemente como oficio.

Este evangelio (Jn 21) ha condensado en Pedro a todos los ministros de la Gran Iglesia, que han de traducir el amor en pastoreo y han de expresar su pastoreo como amor. No dice cómo han de hacerlo en plano externo, ni cómo se instituyen sus servicios (¿serán obispos y presbíteros? ¿profetas y maestros?), pues eso es secundario y puede cambiar según tiempos y lugares. Por eso, este pasaje no alude a un tipo de hombres concretos, que deben presidir sobre la iglesia (como han hecho los Papas), sino a todos los ministros de la comunidad, que son autoridad de amor.

Más que de unos hombres y/o mujeres especiales se habla aquí de una dimensión universal de la iglesia que pesca (atrae a los hombres en la noche del lago) y abre para todos un espacio de amor. Por todo eso, decimos que el Discípulo amado debe aceptar el ministerio de Pedro y Pedro debe aceptar la libertad del Discípulo amado.

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