Primera meditación
Para comprender mejor este texto nos ayudaría conocer la pregunta que se le hizo a Jesús para que dijera estas palabras. Los judíos, desesperados ante las palabras de Jesús, le habían exigido: "¿Hasta cuándo vas a tenernos en suspenso? Si eres el Cristo, dilo claramente de una vez." Ante esta exigencia Jesús les deja claro que él es el Buen Pastor, es el Hijo de Dios y él y su Padre son uno. Pero ellos no quieren escuchar, no solo no aceptan sus palabras sino que buscarán matarlo después de este encuentro. Así es como toman sentido las palabras de Jesús, "mis ovejas escuchan mi voz", es decir, escuchar sus palabras es creer en él, creer en su presencia, creer que él es verdaderamente el Hijo de Dios que nos revela al Padre, sabernos conocidos, amados por él. Más para aquellos que no escuchan es imposible creer esto y más imposible saberse amados y conocidos por Dios.
Por lo tanto, Jesús nos invita a entrar en una relación estrecha con él; pues, ¿quién escucha a alguien que no le interesa, quién sigue a alguien que no conoce, quién se sabe amado por alguien que no posee una relación con él? Definitivamente a Jesús sólo se le escucha y se le reconoce cuando se cree en él.
ACTUALIDAD
¿Alguna vez te haz visto diciéndole a Dios: "Señor, háblame claro, ¿qué quieres que entienda de todo esto"? O tal vez preguntándole a Dios "¿Señor, qué hago, dame una señal?" A la luz de este Evangelio cabría preguntarnos si es Dios el que no nos habla o nosotros que no queremos escuchar. ¿Es Dios que no nos conoce o nosotros que no escuchamos? Dios nos invita hoy a abrir nuestro corazón, a acercarnos a él, a conocerlo y amarlo para poder y "querer" escucharlo a él. ¿Cuántas veces nos hablará Dios en un día? ¿Cuántas veces lo escuchamos? Nadie puede escuchar a quien no quiere escuchar. En tu matrimonio, en tu trabajo, en tu oración, Dios se hace presente, te habla pidiéndote una respuesta; tal vez pidiéndote paciencia, comprensión, caridad, perdón, silencio, decisión, muchas cosas puede pedirte Dios en tu vida, pero sólo si te atreves a sentirte su oveja, a sentirte en estrecha relación con él, escucharás su voz.
PROPÓSITO
Disponte esta semana escuchar a Dios. Abre tu corazón, deja que su Palabra penetre tu vida. Trata de vivir atento(a) durante tu día para reconocer su voz que te llama, en el prójimo, en tu familia, en tu trabajo, en el necesitado. Ahí está Dios presente para amarte y para que escuches su voz.
El Evangelio de hoy nos trae la imagen del Buen Pastor. Es Jesús mismo que se presenta de este modo a sus discípulos.
La comparación del buen pastor era ya conocida en el Antiguo Testamento y fue muy querida por los Profetas y el pueblo, ya que resultaba muy propia al ambiente pastoril en que vivían muchos de ellos. El pueblo elegido es llamado el rebaño, y Dios es su pastor. Los reyes y los sacerdotes también recibían el nombre de pastores. El profeta Jeremías dirige una dura amenaza a estos pastores que dejan que se pierdan las ovejas, y promete en nombre de Dios nuevos pastores que de verdad apacienten las ovejas, de modo que nunca más sean angustiadas ni afligidas.
Ezequiel reprocha a los pastores sus delitos y pereza, su egoísmo y el olvido de sus deberes: Dios les quitará el rebaño y Él mismo cuidará de sus ovejas. Más aún: suscitará un Pastor único, descendiente de David, que las apacentará y estarán seguras.
Jesús también repetidas veces había hecho comparaciones de pastores y ovejas. Pero en este pasaje propone con claridad y amplitud la parábola del Buen Pastor. Y el Buen Pastor es aquel que cuida de sus ovejas, que busca a la extraviada, que cura a la herida y carga sobre sus hombros a la extenuada. Después de la solemne afirmación de que Él es el Buen Pastor, afirma Jesús que el buen pastor de su vida por las ovejas. Habla aquí el Señor de su Pasión, y muestra que iba a ocurrir para salvación del mundo, y que la sufriría voluntaria y libremente. Jesús dio su vida por los suyos, por amor a los suyos, en obediencia a la misión encomendada por el Padre, para que se forme un solo rebaño.
Los primeros cristianos tuvieron una especial predilección en representar a Jesucristo bajo la figura del pastor que lleva en sus hombros a la oveja, a la que ha ido a buscar lejos del redil. En los restos de las Catacumbas Romanas se han encontrado decenas de imágenes con estas figuras. Es la imagen más popular y simpática y una de las más antiguas del primitivo arte cristiano.
Y a la imagen del Buen Pastor, que conforme a la traducción del griego debería decirse el Pastor bueno, bravo, honrado, hermoso, perfecto en todos sus aspectos, Jesús contrapone la imagen del pastor mercenario que ve venir al lobo y huye. El falso pastor sólo piensa en él. No tiene interés alguno por sus ovejas. Es incapaz de arriesgar su vida ante el peligro. Las ovejas “no cuentan con él. Si en la historia de Israel aparecen algunos buenos pastores, abundan los malos, los descuidados, los que manipulan al pueblo y utilizan al rebaño de Israel para su propio provecho. En contraste con ellos, y con los maestros de la ley, Jesús se declara el buen Pastor, el Pastor modelo. Jesús entregó su vida por cada uno de nosotros. Pedro nos lo dice con estas palabras: ¡es un hermano por quién Cristo ha muerto!”. Todos nosotros, cada uno de nosotros, somos alguien para Jesús. Somos importantes para Él. El Buen Pastor, nos lo dice Jesús, conoce a cada una de sus ovejas. Las llama a cada una por su nombre.
El Señor se contrapone él mismo a los pastores asalariados, a los que no les importan las ovejas. No sólo lleva a sus ovejas a pastos abundantes, sino que les da su propia vida. Así como hay profundas relaciones de amor entre Él y el Padre, las hay también entre Él y sus ovejas. Él cumple la misión salvadora que el Padre le ha confiado, y conforme a su voluntad, da su vida por sus ovejas. Y lo va a hacer libremente.
Además, él, el Buen Pastor, tiene otras ovejas en otros corrales, y las va a llamar para hacer con todas ellas un solo rebaño.
Cuando Jesús dice esto, se produce una fuerte división entre los judíos: unos los rechazan y otros lo escuchan.
Esta página, nos debe llevar a una honda reflexión, porque nosotros también, tenemos responsabilidad pastoral. Somos pastores al mismo tiempo que ovejas.
Y no podremos ser buenos pastores, como lo es el Señor, sin una profunda relación con el Padre de Jesús. Ese Padre es también, nuestro Padre.
Y no podremos tampoco ser buenos pastores, sin cultivar una profunda relación también con Jesús.
No se puede dar lo que no tenemos.
Si estamos desnutridos, si estamos alejados de la Vida, no podremos dar vida.
Además tenemos que cuidar de nuestras ovejas; esas personas de las que somos responsables. Con respeto, con comprensión y por sobre todo con verdadero amor.
Si tratamos a los demás como números, objetos o fichas, seremos malos pastores.
Podría parecer que este texto está referido sólo a los sacerdotes que guían al pueblo de Dios. Sin embargo, todos en mayor o menor grado, debemos ser pastores. Tal vez en nuestra familia, tal vez en nuestro ambiente. Y el Señor nos dio a nosotros a través del Bautismo y de la Confirmación la misión de ser sus testigos, de darlo a conocer, de comprometernos con Él y con su Reino.
Por eso, cuando en nuestra Iglesia parece que hay algo que no está bien, lo primero que tenemos que pensar es qué hacemos personalmente para mejorarlo. Para ser lo que Jesús espera de nosotros.
Hoy vamos a pedirle especialmente al Señor, por los principales pastores de su pueblo, los obispos y sacerdotes para que les conceda ser fieles reflejos de Cristo Buen Pastor. Y vamos a pedirle también por cada uno de nosotros, para que sepamos cuidar con amor, una pequeña parte de ese rebaño del Señor.
Nexo entre las lecturas
¡El Buen Pastor! Éste es el símbolo de Jesucristo que la liturgia de hoy resalta. Es el Buen Pastor, que conoce a sus ovejas y da la vida por ellas (Evangelio). Es el Buen Pastor que a todos quiere salvar, tanto a las ovejas judías como a las paganas, y a todos ofrece su vida (primera lectura). Es el Buen Pastor, que apacienta a sus ovejas no sólo en esta tierra, sino también en el cielo, conduciéndolas a las fuentes de aguas vivas (segunda lectura).
Las mirabilia del Buen Pastor. En la historia de Israel se habla mucho de las mirabilia Dei, de los grandes portentos que Dios hizo en favor de su pueblo. Es legítimo hablar también de las mirabilia Boni Pastoris. Veamos algunas que nos señalan los textos litúrgicos.
1. Yo conozco a mis ovejas. El carácter comunitario y social de la fe, no disminuye para nada el carácter personal de la relación del Buen Pastor con cada una de sus ovejas. Porque el conocer, en la lengua hebrea, implica además el amar, el desear el bien de la persona, el sentir afecto por ella. Es decir, sólo se puede llegar a conocer a una persona en el ámbito de la relación íntima y personal. Cuando el hombre es conocido de esa manera por Jesucristo, en virtud del carácter recíproco de toda relación personal, entra también en el mundo de la intimidad de Jesucristo, le escucha con atención y le sigue con fidelidad, alegría y agradecimiento. En el Evangelio de san Juan, por otra parte, el conocer casi se identifica con el creer. Jesucristo tiene confianza, se fía de sus ovejas, porque las ama y se siente amado por ellas. Y, sobre todo, las ovejas confían en Cristo, y le confiesan como su Salvador y Señor.
2. Yo les doy la Vida Eterna. El don más grande que Dios nos ha concedido es el de la vida. Pero esta vida dura unos años y luego... ¿Reinará la muerte sobre el hombre? ¿Volverá a la nada de la que Dios lo sacó al crearle? Es una pregunta que encuentra respuesta en Cristo resucitado. Él es el Señor de la vida, el Viviente. Siendo Señor de la vida, puede disponer de ella y darla a los que ama y confían en Él. Cristo nos hace partícipes de su misma vida, la que no está sometida al dominio de la muerte, la vida eterna. En el Apocalipsis leemos: "El Cordero (Cristo muerto y resucitado) que está en medio del trono los apacentará y los conducirá a fuentes de aguas vivas". La vida eterna es la misma vida de Cristo, que ya está presente en nosotros por el bautismo y por la gracia, y que adquirirá forma plena en el más allá de la existencia terrena. Como la vida terrena es un don precioso del Padre, la vida eterna es un don estupendo de Cristo resucitado.
3. Nadie puede arrabatármelas. Ningún poder, humano, angélico, diabólico, está por encima del poder de Cristo resucitado. Un poder que Cristo ha recibido del Padre omnipotente. Querer arrebatar a Jesucristo sus ovejas, equivaldría a arrebatárselas a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. ¡Algo absurdo! Los hombres pueden cortar el hilo de esta vida, pero no pueden arrancar de las manos del Padre el disponer de la vida eterna. Los ángeles, como nos enseña el catecismo, están al servicio de Dios: "Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios" (CEC 329) y del hombre: "Desde la infancia a la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión" (CEC 336). El demonio, finalmente, aunque sea una criatura poderosa, por el hecho de ser espíritu puro, no puede impedir la edificación del Reino de Dios, no puede arrebatar de las manos de Cristo a sus ovejas, porque "el poder de Satán no es infinito" (CEC 395). Sólo y únicamente el hombre en su libertad puede escaparse del rebaño de Cristo y sustraerse de las manos bondadosas del Padre. El texto de los Hechos de los Apóstoles da fe de ello: "Los judíos se pusieron a rebatir con insultos las palabras de Pablo". ¡Qué poder tan tremendo el de la libertad, que puede hacer inútiles las mirabilia del Buen Pastor!
1. ¡No tengáis miedo al Buen Pastor! El misterio de Cristo sobrepasa la mente humana. Por este motivo, el Nuevo Testamento recurre a tantas figuras y símbolos para expresar algo de su infinita riqueza. Se nos habla de Cristo maestro y profeta, Dios y Señor, luz y vida, alfa y omega, Salvador y Enmanuel, y así otros muchos. Uno de los más dulces nombres de Cristo es el de Buen Pastor. Es un nombre que gusta mucho a los niños, y que de ninguna manera desagrada a los adultos, porque la alegoría del Buen Pastor en el Evangelio de san Juan es el equivalente de la parábola del hijo pródigo en el Evangelio de san Lucas. ¿Quién hay que pueda tener miedo de Cristo, Buen Pastor, si lo único que busca y por lo que se desvive es por nuestro mayor bien? Es verdad que algunas verdades de nuestra fe pueden parecernos difíciles, pero no tengas miedo a las dificultades, el Buen Pastor te ayudará a entenderlas un poquito más, a aceptarlas con amor y alegría, como un regalo magnífico, y sobre todo a vivirlas con pasión y entrega. Puede ser que algunas enseñanzas morales del cristianismo sean costosas, duras, contra corriente, pero el mismo Buen Pastor, que te alimenta con estas verdades, te dará la fuerza para asimilarlas y llevarlas a la práctica en tu vida cotidiana. Puede ser que alguna vez te extravíes o desfallezcas en el camino de la vida, pero no tengas miedo en volver a Cristo, que Él te pondrá sobre sus hombros y será feliz de haberte recuperado. ¡No tengas miedo! El Buen Pastor está dispuesto a todo, a todo, por amor a ti, por tu bien.
2. ¡El martirio posible: don y libertad! La vocación cristiana por fuerza propia lleva ínsita en sí la vocación al martirio. Es por tanto, una posibilidad, a veces muy real y hasta cercana, para todo cristiano, allí donde esté. Y no pensemos que los mártires son posibles sólo en América hispana, Asia, África y Europa del Este. Cada año no son pocos los que han confesado su fe con el martirio en diversos continentes. En el mundo hay muchos que mueren violentamente, pero no son mártires; esto es un don de Cristo crucificado y exaltado a la derecha de Dios. Si el Crucificado no nos atrae hacia el martirio, no nos otorga esta semejanza suprema a Él, ni siquiera tendremos la posibilidad de ser mártires. Al don divino se añade la libertad humana, porque el martirio es un acto de soberana libertad. Nadie es coaccionado a morir mártir. Se llega a ser mártir, sólo si se es libre y se ama de veras. Existe el martirio cruento, posible para todos, efectivo sólo en algunos. Y existe el martirio incruento, posible y efectivo para todos: el martirio del deber cumplido, de la coherencia entre la fe y la vida, del testimonio constante, de vivir siempre en la verdad, de amar a los enemigos (políticos, ideológicos, religiosos, parroquiales...). Cualquiera que sea tu martirio, bebe el Cáliz por Cristo y con Cristo.
Por lo tanto, Jesús nos invita a entrar en una relación estrecha con él; pues, ¿quién escucha a alguien que no le interesa, quién sigue a alguien que no conoce, quién se sabe amado por alguien que no posee una relación con él? Definitivamente a Jesús sólo se le escucha y se le reconoce cuando se cree en él.
ACTUALIDAD
¿Alguna vez te haz visto diciéndole a Dios: "Señor, háblame claro, ¿qué quieres que entienda de todo esto"? O tal vez preguntándole a Dios "¿Señor, qué hago, dame una señal?" A la luz de este Evangelio cabría preguntarnos si es Dios el que no nos habla o nosotros que no queremos escuchar. ¿Es Dios que no nos conoce o nosotros que no escuchamos? Dios nos invita hoy a abrir nuestro corazón, a acercarnos a él, a conocerlo y amarlo para poder y "querer" escucharlo a él. ¿Cuántas veces nos hablará Dios en un día? ¿Cuántas veces lo escuchamos? Nadie puede escuchar a quien no quiere escuchar. En tu matrimonio, en tu trabajo, en tu oración, Dios se hace presente, te habla pidiéndote una respuesta; tal vez pidiéndote paciencia, comprensión, caridad, perdón, silencio, decisión, muchas cosas puede pedirte Dios en tu vida, pero sólo si te atreves a sentirte su oveja, a sentirte en estrecha relación con él, escucharás su voz.
PROPÓSITO
Disponte esta semana escuchar a Dios. Abre tu corazón, deja que su Palabra penetre tu vida. Trata de vivir atento(a) durante tu día para reconocer su voz que te llama, en el prójimo, en tu familia, en tu trabajo, en el necesitado. Ahí está Dios presente para amarte y para que escuches su voz.
Segunda meditación
El Evangelio de hoy nos trae la imagen del Buen Pastor. Es Jesús mismo que se presenta de este modo a sus discípulos.
La comparación del buen pastor era ya conocida en el Antiguo Testamento y fue muy querida por los Profetas y el pueblo, ya que resultaba muy propia al ambiente pastoril en que vivían muchos de ellos. El pueblo elegido es llamado el rebaño, y Dios es su pastor. Los reyes y los sacerdotes también recibían el nombre de pastores. El profeta Jeremías dirige una dura amenaza a estos pastores que dejan que se pierdan las ovejas, y promete en nombre de Dios nuevos pastores que de verdad apacienten las ovejas, de modo que nunca más sean angustiadas ni afligidas.
Ezequiel reprocha a los pastores sus delitos y pereza, su egoísmo y el olvido de sus deberes: Dios les quitará el rebaño y Él mismo cuidará de sus ovejas. Más aún: suscitará un Pastor único, descendiente de David, que las apacentará y estarán seguras.
Jesús también repetidas veces había hecho comparaciones de pastores y ovejas. Pero en este pasaje propone con claridad y amplitud la parábola del Buen Pastor. Y el Buen Pastor es aquel que cuida de sus ovejas, que busca a la extraviada, que cura a la herida y carga sobre sus hombros a la extenuada. Después de la solemne afirmación de que Él es el Buen Pastor, afirma Jesús que el buen pastor de su vida por las ovejas. Habla aquí el Señor de su Pasión, y muestra que iba a ocurrir para salvación del mundo, y que la sufriría voluntaria y libremente. Jesús dio su vida por los suyos, por amor a los suyos, en obediencia a la misión encomendada por el Padre, para que se forme un solo rebaño.
Los primeros cristianos tuvieron una especial predilección en representar a Jesucristo bajo la figura del pastor que lleva en sus hombros a la oveja, a la que ha ido a buscar lejos del redil. En los restos de las Catacumbas Romanas se han encontrado decenas de imágenes con estas figuras. Es la imagen más popular y simpática y una de las más antiguas del primitivo arte cristiano.
Y a la imagen del Buen Pastor, que conforme a la traducción del griego debería decirse el Pastor bueno, bravo, honrado, hermoso, perfecto en todos sus aspectos, Jesús contrapone la imagen del pastor mercenario que ve venir al lobo y huye. El falso pastor sólo piensa en él. No tiene interés alguno por sus ovejas. Es incapaz de arriesgar su vida ante el peligro. Las ovejas “no cuentan con él. Si en la historia de Israel aparecen algunos buenos pastores, abundan los malos, los descuidados, los que manipulan al pueblo y utilizan al rebaño de Israel para su propio provecho. En contraste con ellos, y con los maestros de la ley, Jesús se declara el buen Pastor, el Pastor modelo. Jesús entregó su vida por cada uno de nosotros. Pedro nos lo dice con estas palabras: ¡es un hermano por quién Cristo ha muerto!”. Todos nosotros, cada uno de nosotros, somos alguien para Jesús. Somos importantes para Él. El Buen Pastor, nos lo dice Jesús, conoce a cada una de sus ovejas. Las llama a cada una por su nombre.
El Señor se contrapone él mismo a los pastores asalariados, a los que no les importan las ovejas. No sólo lleva a sus ovejas a pastos abundantes, sino que les da su propia vida. Así como hay profundas relaciones de amor entre Él y el Padre, las hay también entre Él y sus ovejas. Él cumple la misión salvadora que el Padre le ha confiado, y conforme a su voluntad, da su vida por sus ovejas. Y lo va a hacer libremente.
Además, él, el Buen Pastor, tiene otras ovejas en otros corrales, y las va a llamar para hacer con todas ellas un solo rebaño.
Cuando Jesús dice esto, se produce una fuerte división entre los judíos: unos los rechazan y otros lo escuchan.
Esta página, nos debe llevar a una honda reflexión, porque nosotros también, tenemos responsabilidad pastoral. Somos pastores al mismo tiempo que ovejas.
Y no podremos ser buenos pastores, como lo es el Señor, sin una profunda relación con el Padre de Jesús. Ese Padre es también, nuestro Padre.
Y no podremos tampoco ser buenos pastores, sin cultivar una profunda relación también con Jesús.
No se puede dar lo que no tenemos.
Si estamos desnutridos, si estamos alejados de la Vida, no podremos dar vida.
Además tenemos que cuidar de nuestras ovejas; esas personas de las que somos responsables. Con respeto, con comprensión y por sobre todo con verdadero amor.
Si tratamos a los demás como números, objetos o fichas, seremos malos pastores.
Podría parecer que este texto está referido sólo a los sacerdotes que guían al pueblo de Dios. Sin embargo, todos en mayor o menor grado, debemos ser pastores. Tal vez en nuestra familia, tal vez en nuestro ambiente. Y el Señor nos dio a nosotros a través del Bautismo y de la Confirmación la misión de ser sus testigos, de darlo a conocer, de comprometernos con Él y con su Reino.
Por eso, cuando en nuestra Iglesia parece que hay algo que no está bien, lo primero que tenemos que pensar es qué hacemos personalmente para mejorarlo. Para ser lo que Jesús espera de nosotros.
Hoy vamos a pedirle especialmente al Señor, por los principales pastores de su pueblo, los obispos y sacerdotes para que les conceda ser fieles reflejos de Cristo Buen Pastor. Y vamos a pedirle también por cada uno de nosotros, para que sepamos cuidar con amor, una pequeña parte de ese rebaño del Señor.
RECURSOS PARA LA HOMILÍA
Nexo entre las lecturas
¡El Buen Pastor! Éste es el símbolo de Jesucristo que la liturgia de hoy resalta. Es el Buen Pastor, que conoce a sus ovejas y da la vida por ellas (Evangelio). Es el Buen Pastor que a todos quiere salvar, tanto a las ovejas judías como a las paganas, y a todos ofrece su vida (primera lectura). Es el Buen Pastor, que apacienta a sus ovejas no sólo en esta tierra, sino también en el cielo, conduciéndolas a las fuentes de aguas vivas (segunda lectura).
Mensaje doctrinal
Las mirabilia del Buen Pastor. En la historia de Israel se habla mucho de las mirabilia Dei, de los grandes portentos que Dios hizo en favor de su pueblo. Es legítimo hablar también de las mirabilia Boni Pastoris. Veamos algunas que nos señalan los textos litúrgicos.
1. Yo conozco a mis ovejas. El carácter comunitario y social de la fe, no disminuye para nada el carácter personal de la relación del Buen Pastor con cada una de sus ovejas. Porque el conocer, en la lengua hebrea, implica además el amar, el desear el bien de la persona, el sentir afecto por ella. Es decir, sólo se puede llegar a conocer a una persona en el ámbito de la relación íntima y personal. Cuando el hombre es conocido de esa manera por Jesucristo, en virtud del carácter recíproco de toda relación personal, entra también en el mundo de la intimidad de Jesucristo, le escucha con atención y le sigue con fidelidad, alegría y agradecimiento. En el Evangelio de san Juan, por otra parte, el conocer casi se identifica con el creer. Jesucristo tiene confianza, se fía de sus ovejas, porque las ama y se siente amado por ellas. Y, sobre todo, las ovejas confían en Cristo, y le confiesan como su Salvador y Señor.
2. Yo les doy la Vida Eterna. El don más grande que Dios nos ha concedido es el de la vida. Pero esta vida dura unos años y luego... ¿Reinará la muerte sobre el hombre? ¿Volverá a la nada de la que Dios lo sacó al crearle? Es una pregunta que encuentra respuesta en Cristo resucitado. Él es el Señor de la vida, el Viviente. Siendo Señor de la vida, puede disponer de ella y darla a los que ama y confían en Él. Cristo nos hace partícipes de su misma vida, la que no está sometida al dominio de la muerte, la vida eterna. En el Apocalipsis leemos: "El Cordero (Cristo muerto y resucitado) que está en medio del trono los apacentará y los conducirá a fuentes de aguas vivas". La vida eterna es la misma vida de Cristo, que ya está presente en nosotros por el bautismo y por la gracia, y que adquirirá forma plena en el más allá de la existencia terrena. Como la vida terrena es un don precioso del Padre, la vida eterna es un don estupendo de Cristo resucitado.
3. Nadie puede arrabatármelas. Ningún poder, humano, angélico, diabólico, está por encima del poder de Cristo resucitado. Un poder que Cristo ha recibido del Padre omnipotente. Querer arrebatar a Jesucristo sus ovejas, equivaldría a arrebatárselas a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. ¡Algo absurdo! Los hombres pueden cortar el hilo de esta vida, pero no pueden arrancar de las manos del Padre el disponer de la vida eterna. Los ángeles, como nos enseña el catecismo, están al servicio de Dios: "Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios" (CEC 329) y del hombre: "Desde la infancia a la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión" (CEC 336). El demonio, finalmente, aunque sea una criatura poderosa, por el hecho de ser espíritu puro, no puede impedir la edificación del Reino de Dios, no puede arrebatar de las manos de Cristo a sus ovejas, porque "el poder de Satán no es infinito" (CEC 395). Sólo y únicamente el hombre en su libertad puede escaparse del rebaño de Cristo y sustraerse de las manos bondadosas del Padre. El texto de los Hechos de los Apóstoles da fe de ello: "Los judíos se pusieron a rebatir con insultos las palabras de Pablo". ¡Qué poder tan tremendo el de la libertad, que puede hacer inútiles las mirabilia del Buen Pastor!
Sugerencias pastorales
1. ¡No tengáis miedo al Buen Pastor! El misterio de Cristo sobrepasa la mente humana. Por este motivo, el Nuevo Testamento recurre a tantas figuras y símbolos para expresar algo de su infinita riqueza. Se nos habla de Cristo maestro y profeta, Dios y Señor, luz y vida, alfa y omega, Salvador y Enmanuel, y así otros muchos. Uno de los más dulces nombres de Cristo es el de Buen Pastor. Es un nombre que gusta mucho a los niños, y que de ninguna manera desagrada a los adultos, porque la alegoría del Buen Pastor en el Evangelio de san Juan es el equivalente de la parábola del hijo pródigo en el Evangelio de san Lucas. ¿Quién hay que pueda tener miedo de Cristo, Buen Pastor, si lo único que busca y por lo que se desvive es por nuestro mayor bien? Es verdad que algunas verdades de nuestra fe pueden parecernos difíciles, pero no tengas miedo a las dificultades, el Buen Pastor te ayudará a entenderlas un poquito más, a aceptarlas con amor y alegría, como un regalo magnífico, y sobre todo a vivirlas con pasión y entrega. Puede ser que algunas enseñanzas morales del cristianismo sean costosas, duras, contra corriente, pero el mismo Buen Pastor, que te alimenta con estas verdades, te dará la fuerza para asimilarlas y llevarlas a la práctica en tu vida cotidiana. Puede ser que alguna vez te extravíes o desfallezcas en el camino de la vida, pero no tengas miedo en volver a Cristo, que Él te pondrá sobre sus hombros y será feliz de haberte recuperado. ¡No tengas miedo! El Buen Pastor está dispuesto a todo, a todo, por amor a ti, por tu bien.
2. ¡El martirio posible: don y libertad! La vocación cristiana por fuerza propia lleva ínsita en sí la vocación al martirio. Es por tanto, una posibilidad, a veces muy real y hasta cercana, para todo cristiano, allí donde esté. Y no pensemos que los mártires son posibles sólo en América hispana, Asia, África y Europa del Este. Cada año no son pocos los que han confesado su fe con el martirio en diversos continentes. En el mundo hay muchos que mueren violentamente, pero no son mártires; esto es un don de Cristo crucificado y exaltado a la derecha de Dios. Si el Crucificado no nos atrae hacia el martirio, no nos otorga esta semejanza suprema a Él, ni siquiera tendremos la posibilidad de ser mártires. Al don divino se añade la libertad humana, porque el martirio es un acto de soberana libertad. Nadie es coaccionado a morir mártir. Se llega a ser mártir, sólo si se es libre y se ama de veras. Existe el martirio cruento, posible para todos, efectivo sólo en algunos. Y existe el martirio incruento, posible y efectivo para todos: el martirio del deber cumplido, de la coherencia entre la fe y la vida, del testimonio constante, de vivir siempre en la verdad, de amar a los enemigos (políticos, ideológicos, religiosos, parroquiales...). Cualquiera que sea tu martirio, bebe el Cáliz por Cristo y con Cristo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario