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jueves, 15 de abril de 2010

LA EXPERIENCIA PASCUAL


III Domingo de Pascua (Juan 21,1-19)
Por Fray Marcos
Publicado por Fe Adulta

Antes de analizar el relato de hoy, vamos a seguir reflexionando algo más sobre la experiencia pascual. Después de la misa del domingo pasado, alguien me preguntó, como quien no quiere la cosa, “explícanos en qué consiste la experiencia pascual”. Se trata de una experiencia interior que, o se tiene y entones no hay que explicar nada, o no se tiene y entonces no hay manera humana de explicarla.

Esta simple constatación es la clave para afrontar los textos evangélicos que quieren transmitir dicha experiencia. No hay ni palabras ni conceptos para poder meter la realidad vivida, por eso los primeros cristianos acudieron a los relatos simbólicos. El fallo está en nosotros, que seguimos interpretándolos como crónicas de sucesos en vez de buscar el verdadero mensaje que quieren transmitirnos.

El objeto de esos textos no es explicar ni convencer, sino invitar a la misma experiencia que hizo posible la absoluta seguridad de que Jesús estaba vivo.

Descubriremos la fuerza arrolladora de esa vivencia y podremos intuir la profundidad del cambio operado en ellos, si tenemos en cuenta las circunstancias en que se desarrolló la muerte de su Maestro. Las autoridades religiosas y romanas no solo pretendieron matar a Jesús, sino borrarle de la memoria de los vivos. No fue una simple condena a muerte. Fue una condena a ser crucificado. Esa condena llevaba implícita la absoluta degradación del condenado y la práctica imposibilidad de que esa persona pudiera ser rehabilitada de ninguna manera.

Desde esta perspectiva, la posibilidad de que Pilato condenara a la cruz a Jesús por la mañana y por la tarde permitiera que fuera enterrado con lienzos, aromas y ungüentos, en un sepulcro nuevo, es absolutamente nula.

Pero es completamente lógico que los primeros cristianos tratasen de eliminar las connotaciones aniquilantes de la muerte en cruz de un Jesús que para ellos lo era todo. También es natural que, al contar lo sucedido a los que no conocieron lo hechos, tratasen de omitir todo aquello que había sido inaceptable para ellos mismos y los sustituyeran por relatos más de acuerdo con lo que querían transmitir.

En el relato que hoy leemos, nada es lo que parece. Todo es mucho más de lo que parece.

Responde a un esquema teológico definido, que se repite en todas las apariciones. No pretenden decirnos lo qué pasó en un lugar y momento determinado, sino transmitirnos una experiencia de una comunidad que está deseando que otros cristianos vivan la misma realidad que ellos estaban viviendo. En aquella cultura, la manera de transmitir ideas, era a través de relatos, que podían estar tomados de la vida real o construidos para el caso.

La introducción del relato nos pone en la pista. "Se manifestó" (ephanerôsen) tiene el significado genérico de “surgir de la oscuridad”. Para Juan implica una manifestación de lo celeste en un marco terreno.

“Al amanecer”, justo cuando se está pasando de la noche al día, los siete discípulos pasan de una visión terrena de Jesús basada en lo que pudieron percibir a través de los sentidos, a una experiencia interna que les permite descubrir en él lo que no se puede ver ni oír ni tocar.

Seguimos el esquema, de que hablábamos el domingo.

1º Situación dada.

Los discípulos están pescando, es decir, habían vuelto a su tarea habitual. Nada más contrario a una búsqueda específica de algo espiritual. Ajenos a lo que les va a pasar, y por lo tanto, ni lo esperan ni lo buscan. Los discípulos están juntos, es decir, forman comunidad. No se hace alusión a los doce. Aparece el siete que es un número de plenitud, referido a todas las naciones paganas. Misión universal de la nueva comunidad.

La pesca es la imagen del resultado de la misión. "Aquella ‘noche’ no cogieron nada". Este dato es de vital importancia para comprender el mensaje. La noche significa la ausencia de Jesús. Sin él, la labor misionera es infructuosa y estéril.

Veis como el relato distorsiona la realidad a favor del simbolismo. La pesca se hace siempre de noche, no de día. Sin embargo aquella a la que se refiere el relato, se consigue cuando se siguen las directrices de Jesús.

2º Jesús se hace presente.

Toma la iniciativa y, sin que ellos lo esperen, aparece.

La primera luz de la mañana es señal de la presencia de Jesús. Continúa el lenguaje simbólico. Jesús es la luz que permite trabajar y dar fruto.

Jesús no les acompaña; su acción en el mundo se ejerce por medio de los discípulos.

Las palabras de Jesús son la clave para dar fruto. Cuando siguen sus instrucciones, encuen¬tran pesca y le descubren a él mismo.

3º Les saluda.

Comienza una conversación amistosa, que pretende acentuar la cercanía. “Muchachos" (paidion) diminutivo de (pais) = niño. Es el “chiquillo de la tienda”, “la muchacha para todo”. Al darles ese nombre, Jesús está exigiéndoles una disponibilidad total para el servicio.

Por parte de Jesús, la obra está terminada. Él tiene ya pan y pescado. Ellos tienen que seguir buscando y compartiendo ese alimento. Jesús sigue en la comunidad, pero sin actuar directamente en la acción que ellos tienen que llevar a cabo.

4º Lo reconocen.

La dificultad de reconocimiento se manifiesta en que sólo uno de los discípulos lo descubre. No el que mejor vista tiene, sino el que está más identificado con Jesús. Sólo el que tiene experiencia del amor de Jesús, sabe leer las señales.

Reconoce al Señor en la abundancia de peces, es decir, en el fruto de la misión. El éxito, es señal de la presencia del Señor. El fracaso delataba la ausencia del mismo.

Juan comunica su intuición a Pedro. Así se centra la atención en éste para introducir lo siguiente.

Pedro no había percibido la presencia, pero al oír al otro discípulo comprendió enseguida. El cambio de actitud de Pedro queda reflejado de un modo simbólico en la palabra "se ató". La misma que utilizó el evangelista Juan para designar la actitud de servicio cuando Jesús se ató el delantal en el relato de la última cena.

Se tira al agua después de haberse ceñido el símbolo del servicio, dispuesto a la entrega. Sólo Pedro se tira al agua, porque sólo él necesita cambiar de actitud. Jesús no responde al gesto de Pedro; responderá un poco más tarde.

La tierra es el lugar propio de la comunidad donde vive con Jesús. Los discípulos que se quedan en la barca, no estaban lejos de esa tierra.

No ven primero a Jesús, sino fuego y la comida, expresión de su amor a ellos. Son los mismos alimentos que dio Jesús antes de hablar del pan de vida. Allí el pan lo identificó con su carne, dada para que el mundo viva. Es lo que ahora les ofrece.

El alimento que les da él se distingue del que ellos logran por su indicación. Hay dos alimentos: uno es don gratuito, otro se consigue con el esfuerzo personal. El primero lo aporta Jesús. El segundo lo deben poner ellos, que han desarrollado su amor y lo manifiestan al trabajar en favor del hombre. No tiene sentido comer con Jesús si no se aporta nada.

El don de sí mismo queda ahora patente por la invitación a comer. Su presencia en el don, es tan perceptible que no deja lugar a duda. La presencia de Jesús en la comunidad es una llegada continuada.

Es claro el paralelismo con la escena de la multiplicación de los panes. Es el mismo alimento, pan y pescado y se describen las mismas acciones de Jesús.

Jesús es ahora el centro de la comunidad que irradia la fuerza de vida y amor. Esa presencia hace capaces a los suyos de entregarse como él.

Al decirnos que es la tercera vez que se aparece, significa que es la definitiva. No tiene sentido esperar nuevas apariciones...

5º La misión.

El domingo pasado, el reconocimiento después de la duda se centra en Tomás; hoy se cristaliza la misión en otro personaje, Pedro. Había reconocido a Jesús como Señor, pero no lo aceptaba como servidor a imitar.

Con su pregunta, Jesús trata de enfrentar a Pedro con su actitud. Sólo una entrega a los demás como la de Jesús, podrá manifestar su amor. La respuesta es afirmativa, pero evita toda comparación. Sólo él lo había negado.

Jesús usa el verbo “agapaô” = amor-amor. Pedro contesta con “phileô” =querer, amistad. Pedro empieza a comprender. Jesús no es el Señor, sino el amigo.

Apacentar = procurar alimento. Jesús le pide la muestra de ese amor. Procurar pasto es comunicar vida. Sólo puede hacerse en unión con Jesús, que es la Vida. “Corderos” y “ovejas” indican a los pequeños y a los grandes, sin distinciones.

Le pide que renuncie a toda idea de Mesías que no coincida con lo que Jesús es. El modelo de pastor se entrega él mismo por las ovejas. Pedro le había negado porque no estaba dispuesto a arriesgar su vida. Para la misión Jesús es modelo de pastor. Para la comunidad, es el único pastor.

Al preguntarle por tercera vez, pone en estrecha relación este episodio con las tres negaciones de Pedro. Espera de Pedro una rectificación definitiva y total. Ahora es Jesús el que usa el verbo “phileô” me quieres, que había utilizado Pedro. Le hace fijarse en ello y le pregunta si está seguro de lo que ha afirmado.

Ser amigo significa renunciar al ideal de Mesías que él se había forjado. Jesús no pretende ser servido, sino que, como él, sirva a los demás. Pedro comprende que la pregunta resume su historia de oposición al designio de Jesús. Con la tercera pregunta queda claro que hay adhesiones no válidas.


Meditación-contemplación


Jesús se manifestó de esta manera.
No hay nada espectacular en esa presencia.
Solo el discípulo más cercano a Jesús, lo reconoce.
Esta es la clave de todo el relato.
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Si vivo la presencia de Jesús dentro de mí,
lo descubriré en los acontecimientos más sencillos de la vida.
Si no lo he descubierto en mí,
lo buscaré en personas o hechos espectaculares.
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Si pongo amor en las cosas que hago,
estaré haciendo presente al Dios manifestado en Jesús.
La clave no está en la realidad, sino en mi actitud ante esa realidad.
Descubrir esa presencia, es la tarea de todo cristiano.
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