Publicado por El alegre cansancio
Los relatos evangélicos cambian de estilo, desafían a la cronología, rompen sus propios códigos al llegar la resurrección. La tumba vacía, apariciones, maneras diferentes de manifestación de Cristo. Los historiadores no pueden aplicar sus criterios historiográficos porque la historia tiene otra lectura, la de la experiencia pascual. Antes veían al Hijo del Hombre, ahora experimentan a Dios y Dios es incomunicable. De ahí la controversia.
Sin embargo la gran prueba definitiva de que Cristo ha resucitado es la transformación de aquel grupo de pescadores ignorantes y atemorizados, cuyo líder ha sido ejecutado a las puertas de Jerusalén, la confluencia de sus testimonios. Jesús ahora atraviesa paredes, está y no está, despierta la duda o inflama el corazón.
La experiencia del resucitado, aunque se apoya en hechos históricos, requiere la fe o en cierto modo la mística. En mi opinión los apóstoles despertaron por dentro, descubrieron que la muerte no existe, que desde siempre eran seres sin tiempo en el tiempo, pertenecían a la explosión de luz que une lo creado con lo increado, manifestación de lo inmanifestado y eso les cargó de comprensión y fuerza.
Hoy abunda la noche, el miedo, las puertas tranqueadas, los corazones solitarios, las tesis e ideas que dividen, el enfrentamiento agresivo de creyentes e increyentes e incluso de fieles entre sí, como siempre hubo hasta ocasionar incluso guerras de religión. La resurrección ocurre en lo íntimo de cada conciencia y fuera de ellas. De poco vale que se demuestre la autenticidad de la sábana santa o que se encuentre un papiro más antiguo para convencer de su verdad. Es una verdad a la vez histórica y metahistórica. Porque la mejor historia es la escrita con las vivencias de los hombres. Resucitar es ver más, romper nuestros códigos, tocar la alegría del Ser.
Ocurrió en la historia. Pero cualquier ser humano despierto pudo resucitar y podrá resucitar siempre si entra por la contemplación iluminada en el no tiempo. Y sin embargo no es un hecho sólo espiritual, sino también material en cuanto cualquier resucitado es capaz de transformar la materia, las injusticias, la dinámica del odio y el dolor, e incluso nuestra falsa sensación de morir. Desde esta perspectiva es un acontecimiento cósmico que disuleve todos nuestros miedos y angustias y que puede experimentar cualquier hombre que se abra a lo profundo del hombre. Aleluya. Feliz Pascua.
Sin embargo la gran prueba definitiva de que Cristo ha resucitado es la transformación de aquel grupo de pescadores ignorantes y atemorizados, cuyo líder ha sido ejecutado a las puertas de Jerusalén, la confluencia de sus testimonios. Jesús ahora atraviesa paredes, está y no está, despierta la duda o inflama el corazón.
La experiencia del resucitado, aunque se apoya en hechos históricos, requiere la fe o en cierto modo la mística. En mi opinión los apóstoles despertaron por dentro, descubrieron que la muerte no existe, que desde siempre eran seres sin tiempo en el tiempo, pertenecían a la explosión de luz que une lo creado con lo increado, manifestación de lo inmanifestado y eso les cargó de comprensión y fuerza.
Hoy abunda la noche, el miedo, las puertas tranqueadas, los corazones solitarios, las tesis e ideas que dividen, el enfrentamiento agresivo de creyentes e increyentes e incluso de fieles entre sí, como siempre hubo hasta ocasionar incluso guerras de religión. La resurrección ocurre en lo íntimo de cada conciencia y fuera de ellas. De poco vale que se demuestre la autenticidad de la sábana santa o que se encuentre un papiro más antiguo para convencer de su verdad. Es una verdad a la vez histórica y metahistórica. Porque la mejor historia es la escrita con las vivencias de los hombres. Resucitar es ver más, romper nuestros códigos, tocar la alegría del Ser.
Ocurrió en la historia. Pero cualquier ser humano despierto pudo resucitar y podrá resucitar siempre si entra por la contemplación iluminada en el no tiempo. Y sin embargo no es un hecho sólo espiritual, sino también material en cuanto cualquier resucitado es capaz de transformar la materia, las injusticias, la dinámica del odio y el dolor, e incluso nuestra falsa sensación de morir. Desde esta perspectiva es un acontecimiento cósmico que disuleve todos nuestros miedos y angustias y que puede experimentar cualquier hombre que se abra a lo profundo del hombre. Aleluya. Feliz Pascua.
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