Publicado por Vida Nueva
Varios asuntos evidencian una contraproducente actuación de órganos del gobierno vaticano. El profesor emérito de las universidades Pontificias Comillas (Madrid) y Salamanca, José Mª Díaz Moreno y el ex secretario general de la Unión de Superiores Generales, José María Arnaiz, analizan un tema que ya se han planteado otros papas. ¿Lo acometerá por fin el actual?
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(José María Arnaiz, SM- Ex secretario general de la Unión de Superiores Generales, USG) Estas reflexiones las escribo en los días de las acusaciones de pederastia a sacerdotes, punta del iceberg en el mar de la Iglesia, en la que no faltan tormentas internas y externas. Todo ello es un ataque artero al corazón mismo de la Curia. Hay reformas importantes, numerosas y profundas que hacer. Frente a esta necesidad, surgen las preguntas: ¿Por qué? ¿Quién las va a hacer? ¿Cómo? ¿Cuándo?
¿Por qué todo esto? La Curia romana es el órgano central de gobierno de la Iglesia. Y si de gobernar se trata, no pueden faltar claros objetivos y una adhesión cordial de los implicados en el proyecto. Parecería que falta liderazgo en la Curia. El secretismo y el mal uso del poder opacan el diálogo franco, y el miedo silencia la crítica constructiva.
¿Quién debe hacer esta urgente reforma? No la Curia; ni siquiera el Papa. Es tarea de un concilio o un sínodo especial. En esta reforma ha de ser fundamental la palabra y acción de los laicos, que necesitan un empoderamiento mayor.
¿Cómo hacerla? Con gran amor a la Iglesia y sentido global de su realidad. Sería ideal que los implicados sintieran la necesidad de la reforma; pero, de todas formas, debe hacerse.
¿Cuándo? Hay que poner urgencia. No hay que olvidar que costará identificar lo que es una reforma de gran calado.
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(José María Díaz Moreno, SJ- Prof. emérito de las Universidades Pontificias Comillas-Madrid y Salamanca) Sería cerrar los ojos a la realidad, si se desconoce o se infravalora la gravedad de algunos hechos protagonizados por Benedicto XVI o algunas de sus actuaciones y afirmaciones recientes. Baste aludir a la dolorosa y acusatoria carta escrita al Episcopado y fieles católicos irlandeses, dirigida ciertamente a ellos, pero aplicables, en buena parte, a toda la Iglesia o las “visitas apostólicas” de determinadas congregaciones religiosas ordenadas por él.
Por ello, desde dentro de la Iglesia y apoyándome en el can. 212, §2-3 expreso con cristiana libertad y por deber de lealtad para con la Iglesia, una serie de interrogantes, que me gustaría ver respondidos por aquellos a quienes corresponda.
Parto de un hecho que roza la evidencia: la actuación del Papa, una vez que esos hechos han llegado a su conocimiento, ha sido ciertamente rápida, valiente, sincera y eficaz. Y me pregunto: ¿Es que no los ha conocido hasta ahora? ¿Cómo se explica esa anomalía?
En este sentido y con esta finalidad primordial, me sigo preguntando, en primer lugar, sobre la eficacia efectiva de los organismos de la Curia vaticana, en su actual estructura. A través de ella, y de modo rápido y eficaz, ¿llega al Papa todo lo que él debe conocer, con la rapidez necesaria? ¿No pasa demasiado tiempo entre reforma y reforma, para su necesaria adaptación a los tiempos que vivimos y en los que la Iglesia tiene que encarnarse? Y me pregunto si el secreto con el que debidamente procede la Congregación de la Doctrina de la Fe, no cae, a veces, en el secretismo.
Y, ampliando el ámbito de mis interrogantes, ¿es suficiente la visita quinquenal de los obispos a Roma con la presentación de una relación sobre la situación de la diócesis (can. 399)? ¿Cómo se redactan las relaciones que deben llegar al Papa? ¿No ha llegado la hora de emplear medios más eficaces para evitar la sorpresa del Papa al conocer situaciones improrrogables a las que se ve obligado a poner remedios rápidos e insólitos como la aceptación de dimisiones de obispos?…
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Una urgencia inaplazable

¿Por qué todo esto? La Curia romana es el órgano central de gobierno de la Iglesia. Y si de gobernar se trata, no pueden faltar claros objetivos y una adhesión cordial de los implicados en el proyecto. Parecería que falta liderazgo en la Curia. El secretismo y el mal uso del poder opacan el diálogo franco, y el miedo silencia la crítica constructiva.
¿Quién debe hacer esta urgente reforma? No la Curia; ni siquiera el Papa. Es tarea de un concilio o un sínodo especial. En esta reforma ha de ser fundamental la palabra y acción de los laicos, que necesitan un empoderamiento mayor.
¿Cómo hacerla? Con gran amor a la Iglesia y sentido global de su realidad. Sería ideal que los implicados sintieran la necesidad de la reforma; pero, de todas formas, debe hacerse.
¿Cuándo? Hay que poner urgencia. No hay que olvidar que costará identificar lo que es una reforma de gran calado.
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Interrogantes

Por ello, desde dentro de la Iglesia y apoyándome en el can. 212, §2-3 expreso con cristiana libertad y por deber de lealtad para con la Iglesia, una serie de interrogantes, que me gustaría ver respondidos por aquellos a quienes corresponda.
Parto de un hecho que roza la evidencia: la actuación del Papa, una vez que esos hechos han llegado a su conocimiento, ha sido ciertamente rápida, valiente, sincera y eficaz. Y me pregunto: ¿Es que no los ha conocido hasta ahora? ¿Cómo se explica esa anomalía?
En este sentido y con esta finalidad primordial, me sigo preguntando, en primer lugar, sobre la eficacia efectiva de los organismos de la Curia vaticana, en su actual estructura. A través de ella, y de modo rápido y eficaz, ¿llega al Papa todo lo que él debe conocer, con la rapidez necesaria? ¿No pasa demasiado tiempo entre reforma y reforma, para su necesaria adaptación a los tiempos que vivimos y en los que la Iglesia tiene que encarnarse? Y me pregunto si el secreto con el que debidamente procede la Congregación de la Doctrina de la Fe, no cae, a veces, en el secretismo.
Y, ampliando el ámbito de mis interrogantes, ¿es suficiente la visita quinquenal de los obispos a Roma con la presentación de una relación sobre la situación de la diócesis (can. 399)? ¿Cómo se redactan las relaciones que deben llegar al Papa? ¿No ha llegado la hora de emplear medios más eficaces para evitar la sorpresa del Papa al conocer situaciones improrrogables a las que se ve obligado a poner remedios rápidos e insólitos como la aceptación de dimisiones de obispos?…
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