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domingo, 16 de mayo de 2010

NO quiero estar aquí

Por Raquel Abad
Publicado por Pastoral SJ

Desaparecer.
Volverme invisible.
Que nadie sepa de mi existencia.Simplemente, salir corriendo.
Aprieto los ojos con fuerza repitiéndome estas frases. Al abrirlos, todo sigue igual. Peor, porque me doy cuenta de que no puedo hacer nada para escapar: sigo en el mismo lugar y nada ha cambiado. Porque si corro para huir, ¿hacia dónde?

Alguna vez me ha pasado que lo que estoy viviendo me supera y no puedo con ello. Me siento tan desbordada por lo que me rodea que no soy capaz de encontrar ningún sentido a nada de lo que ocurre, hago o escucho. Cuando me dan consejos sobre cómo salir de esto, las palabras retumban en cabeza, huecas, y no logro conectar con nada de lo que me dicen. Me encuentro perdida, y solo quiero salir corriendo.

Y si todo se tambalea a mi alrededor y dudo de todo, ¿qué queda firme a lo que pueda agarrarme?

Quizás lo que desencadenó estas sensaciones fue un acontecimiento externo, algo que cambió en mi entorno, algo verdaderamente importante para mí que me ha provocado un gran malestar. O quizás fue algo que yo hice, o algo que dejé de hacer. Puede ser que simplemente me haya empezado a sentir mal sin saber muy bien por qué. Unas causas u otras, en el fondo dan igual los motivos, porque cuando me siento así solo deseo salir corriendo. Pero si lo hago, ¿hacia dónde corro?

En esos momentos donde me siento tan perdida quizás lo mejor sea dejar de pensar por un momento; buscar algo de silencio en mi interior; dejar el hueco suficiente para que entre la calma.
Y ponerme en manos del Padre, descansar sobre él, liberarme de la carga que llevo. Confiar.
En los Hebreos (10,35) se dice que las gentes vivían entre un gran sufrimiento, y a ellos el Padre les dijo “no perdáis ahora vuestra confianza, que lleva consigo una gran recompensa”. Hoy a mí el Padre me está diciendo “sé por lo que estás atravesando; y estoy junto a ti”. Yo sola no puedo, por eso lo primero es confiar el Él.
Siento un gran alivio cuando me doy cuenta de que ya no todo depende de mí. Ya no tengo que seguir angustiada bajo el peso de una enorme carga con la que siento que no puedo. Sigo experimentando tristeza por aquello que me pasó, pero ya no estoy desbordada. Y a pesar de que dentro de mí hay un torbellino de emociones, hay Alguien en quien puedo confiar que sé que está ahí conmigo.

Abro los ojos de nuevo. Ya no quiero correr. Sigo perdida, triste; pero me siento acompañada.
Y confío.

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